sábado, 1 de enero de 2011

Capítulo 6, 7, 8, 9 y 10

Capitulo 6


Tras permanecer unos minutos más en la habitación, para que Lissa se tranquilizara un poco, regresamos a la sala donde encontramos el aire bastante enrarecido y caras que dejaban claro que entre Sydney y los demás no había surgido lo que se puede llamar “una nueva amistad”.

Las miradas que le dirigían a la chica alquimista iban desde la completa indiferencia hasta el desagrado absoluto. Dimitri era el único que la miraba de manera impasible, o por lo menos eso aparentaba.

Al parecer Sydney se había encargado de dejar en claro en sólo cuestión de segundos su aversión por el mundo sobrenatural y sus ideas con respecto a los seres que lo formaban.

- ¿Cómo puedes decir semejante estupidez?- le decía Mia- ¡Existe una gran diferencia entre Morois y Strigois!

- A mi parecer, no- Sydney la miraba airadamente-. Ambos son vampiros. Se alimentan de sangre, la luz solar los afecta y por sobretodo: no son humanos.

-¡Bueno, chicos!- haciendo un intento por alivianar los ánimos- ¿Que tal sí hacemos algo más entretenido por un rato? Tenemos que celebrar el hecho de que Adrian y yo no estamos encerrados… o muertos. Además, creo haber visto que más atrás hay un par de habitaciones que no hemos registrado bien… creo que hay una mesa de billar y otros juegos.

Esto estaba resultando un poco complicado. Sydney realmente los había hecho enojar.

- ¡Vamos, chicos!- volví a intentar- Estamos juntos después de tantos días… ¡hay que relajarnos por un momento!, luego ya nos pondremos a trabajar en algún plan para salir de toda esta basura, ¿bien? Ahora, vayamos a ver que más hay de bueno por esta cabaña. De todos modos, Abe invita.

Puse mi mejor sonrisa de “soy adorable e increíblemente convincente” e hice señas con los brazos indicando el pasillo para que fuéramos a ver las habitaciones de recreación que había divisado al levantarme.

De mala gana, pero intentando hacer su propio esfuerzo por pasar un rato agradable, todos se pusieron de pie y comenzaron a avanzar por el pasillo.

Christian llegó hasta Lissa para iniciar al grupo por el pasillo.

- Están al fondo. A mano derecha- dije un poco más alto para que me escucharan- Yo iré por unos bocadillos y ya los alcanzo.

Quedábamos en la salita sólo Dimitri, Adrian, Sydney y yo.

- Sydney, intenta arreglar las cosas- pedí-  No tienes por que ser tan brusca.

- No veo por qué tengo que ir a pasar tiempo con ellos. No estoy aquí para hacer amigos.

- Puede ser… pero tampoco te hará daño ser más amigable. No es necesario que termines enviándote postales ni correos electrónicos con los chicos, pero ellos son mis amigos, y me gustaría que mientras estemos todos aquí tengas más consideración con los de nuestro tipo. Piénsalo de este modo: Tú eres la única humana en este grupo, pero nadie te discrimina por ello.

Tras unos segundos de vacilación Sydney volvió a hablar.

- Muy bien, muy bien. Haré el intento… pero no prometo nada – se encaminó hacia la sala de recreación junto a los demás.

Adrian se acerco a mí y dándome un medio abrazó besó mi mejilla.

- Creo que si alguna vez debo organizar una pelea de boxeo, te pediré que hagas de réferi. Llegaste justo a tiempo. Un poco más y hubieras encontrado  a la sala convertida en un cuadrilátero.
- ¿Por qué querrías tú organizar una pelea de box?- Dimitri permanecía apegado a la pared, en la misma posición desde que había llegado. Quise parecer natural y despreocupada, así que sólo jugueteaba con Adrian para no prestarle mayor atención.

- Uno nunca sabe. Hoy estoy en una cabaña con mi novia, prófugos por un homicidio que no cometimos… mañana puedo estar organizando una pelea ilegal y… tal vez, al siguiente día pueda terminar siendo el bailarín principal de un espectáculo en Broadway.

No se me pasó por alto la manera en que Adrian pronuncio “mi novia”. Él mantuvo la mirada fija en mí, pero estaba claro hacia donde iba dirigido el mensaje.

- ¡Dios no lo permita!- dije manteniendo el tono ligero- No estoy muy segura de que sigas pareciendo tan lindo en mallas y una peluca de león o algo por el estilo.

-Créeme. Seguiría siéndolo.

- ¿Qué significa eso?- le pregunté realmente intrigada- ¿Acaso ya te has probado un vestuario similar?

Para mi sorpresa, las mejillas de Adrian parecieron sonrojarse levemente.

- ¡Oh, oh! Ahora vas a tener que contarme sobre eso camarada… -Por alguna extraña razón, y antes de que pudiera detenerme o darme  cuenta de lo que estaba diciendo, la palabra salió de mi boca.

Adrian no se percató de lo que ocurría pues no estaba familiarizado con el trasfondo de la palabra, pero pude percibir por el rabillo del ojo como Dimitri cambiaba incómodamente de posición.

Yo no había utilizado ese apodo desde que Dimitri se convirtiera en Strigoi.

No sé si fue el hecho de que él estuviera ahí presente, o que maldito motivo me llevó a decir “camarada”, pero lo había hecho y, de cierto modo, me sentí como traicionando un secreto que no me pertenecía sólo a mí.

Reconsiderándolo… ¿Qué importancia tenía ya?  A Dimitri no le gustaba que lo llamara de ese modo cuando nos comenzamos a conocer y de todos modos él ya no quería saber nada de lo nuestro. Eso me dejaba en libertad de ocupar la palabra como me viniese en gana sin remordimientos ni sentimientos de melancolía… como los que en ese momento me invadían.

- Eso lo dejaremos para más tarde- respondió Adrian de un modo sugerente y más confidente.

- Muy bien. Pero no voy a dejar que te escapes de contarme de que va eso.

- No lo haré. Te diré hasta el último detalle de ese espantoso secreto.

Sin soltar a Adrian, me giré de modo que podía ver a Dimitri  frente a frente.

- ¿No vas a acompañar al resto?

- Los juegos de mesa no son lo mío.- Contestó.

- No estoy segura, pero puede que haya alguna clase de mini biblioteca allí también… por si quieres sacar alguna novela para leer.- Recordé el amor de Dimitri por las novelas basadas en el viejo oeste. Incluso siendo Strigoi su interés por esa clase de lectura no había cambiado.

Me pareció ver un brillo distinto en sus ojos. Fue algo pasajero y no muy fácil de descifrar.

- Gracias. Iré en un momento entonces…

- De acuerdo. Sería bueno que alguien relativamente parcial se mantenga cerca de ellos por si las cosas se ponen feas otras ves. No puedo asegurar que la amabilidad de Sydney sea la adecuada o que la paciencia de los chicos pueda aguantar.

Comencé a caminar junto con Adrian hacia la cocina.

Preparé algunos platos con papas fritas y otros con galletas, mientras ponía más hamburguesas en el horno para prepararlas. Adrian no fue de real ayuda. La cocina claramente no era lo suyo, así que le dije que fuera a la sala de recreación mientras yo terminaba de preparar las cosas.

Mientras giraba la carne en la sartén me quedé mirando hacia la pared con la mente en blanco, bloqueada en otro intento de enlazar todos los últimos acontecimientos.

Me sentía bastante más aliviada después de haberle contado la verdad sobre la nota y el posible hermano o hermana perdido a Lissa. Eso era una de las cosas que más me afligían desde el día de la audiencia.

Ahora nos quedaba por verificar la información y encontrar el paradero de ese hermano incognito.

También estaba lo de Victor…

Volteé otra vez las hamburguesas para evitar que se quemaran y me separe del horno para alcanzar un paño de cocina

Al girar para tomar el paño me encontré con la mirada de Dimitri, que permanecía afirmado en el marco de la puerta con un libro en las manos.

Tangándome el nerviosismo que nuestros últimos encuentros me producían, intenté iniciar una conversación casual.

- ¿Encontraste algo bueno para leer?- pregunté mientras regresaba a las hamburguesas.

- Si. Hay buen material de lectura en esta cabaña.

- Me alegra que hayas conseguido algo. No creí realmente que Abe pudiera tener ese tipo de literatura. No me lo imagino leyendo historias de vaqueros y esas cosas.- Había alcanzado a percatarme que la portada del libro mostraba el rostro de un hombre con sombrero de cuero, sobre un fondo desierto.

- Ni yo.

Se produjo un incomodo silencio.

- ¿Tienes sed? ¿O hambre?- No se me coocurría por que otro motivo había aparecido por la cocina.

Me moví en dirección a una alacena para coger un plato, pero Dimitri se me adelantó y saco un par. Me entregó uno y el otro lo puso sobre la mesa.

- Vine a ver si necesitabas ayuda.

- Gracias, pero estoy bien por aquí.- Hice girar en el aire otra hamburguesa, pretendiendo dejar en claro mi punto, pero el truco me falló y la hamburguesa salió disparada en dirección hacia la puerta.

Dimitri, con uno de esos movimientos rápidos que lo caracterizaban, atajó el pedazo de carne molida con el plato que había dejado antes encima de la mesa.

Caminó hasta el horno, parándose a mi lado, y me miró de manera significativa.

Le entregue la espátula con la que había estado volteando las hamburguesas para que se hiciera cargo de ellas.

- Este bien. No me voy a oponer a un poco de ayuda. Es bueno ver a un hombre cocinar.

Me aparté unos pasos hacia atrás, hasta quedar apoyada en el borde de la mesa.

Dimitri permanecía atento a lo que estaba haciendo. Concentrado en la carne que se cocinaba en la sartén.  Recordé lo que su madre me contó en Siberia. Cosas sobre él de pequeño amasando su propio pan y otras actividades domesticas que practicaba en casa.

Yo no había visto antes a Dimitri cocinar. Esto era nuevo y lo hacía ver más adorable que nunca. Su rostro se encontraba sereno y relajado… algo inusual desde hace un buen tiempo.

Nos quedamos en silencio mientras la carne terminaba de cocinarse.

Luego me ayudó a partir los panes, picar lechuga y rebanar tomates para preparar las hamburguesas, siempre en silencio, lo que ya me tenía bastante irritada. Quería saber porque estaba allí. No “allí” en la cocina… aunque eso también quería saberlo… pero era más bien el “allí” de estar en la cabaña lo que más me intrigaba.

- ¿Por qué estás aquí?- pregunte ya sin poder contenerme más.

- Te estoy ayudando a prepara esto.- dijo señalando, con el cuchillo que utilizaba en ese momento para rebanar un tomate, a la carne y el pan, como si fuese la respuesta más obvia.

- Sabes bien a lo que me refiero- repliqué.

Mantuvo la mirada en la comida y luego fijo sus ojos en mí. Parecía que estaba a punto de responder cuando regresó la vista hacia los tomates que picaba.

- Yo…- comenzó él a decir.

- ¿Qué hacen?- Adrian entró en la cocina con las manos en los bolsillos de sus pantalones.

- Terminando de preparar la comida- contesté algo irritada. Irritada por la dificultad de Dimitri para responder a una simple pregunta y por la interrupción de Adrian. Sabía que otra vez me comportaba como una tonta al molestarme con él, pero no podía evitar querer saber cuál había sido la motivación para el cambio de planes de Dimitri.

Adrian caminó hasta donde nos encontrábamos.

- Yo continuó desde aquí- dijo, dirigiéndose a Dimitri y extendiendo la mano para que éste le entregará el cuchillo.

Dimitri se enderezó y le pasó el utensilio. Inclinó la cabeza a modo de despido y se retiró de la cocina.

- ¿Vas a ayudarme a terminar de preparar las hamburguesas? – le pregunté a Adrian- Ni siquiera pudiste colocar ordenadamente las galletas.- No pretendía hablar acerca de la sutil escena de “mi propiedad” que acababa de presenciar.

- ¿Qué tan difícil puede ser poner verduras y carne dentro de dos rebanadas de pan? – dijo.

Descubrimos que para Adrian Ivashkov poner tomate, lechugas y carne al interior de dos rebanadas de pan podía convertirse en  toda una hazaña.

Nos reímos por un buen rato del desastre que Adrian provocó con un par de hamburguesas (créanlo o no, quedaron incomibles) y luego pusimos todo en bandejas para llevarlo hasta la habitación de recreación.




En el cuarto, Eddie y Christian se encontraban recostados en un sillón de cuero frente a una amplia pantalla plasma jugando con una consola. Puede ver en el televisor que se trataba de un juego de Mario Bross… esos juegos siempre logran hacer ver a la gente más niños de lo que son. Reí interiormente al observarlos tan fascinados en lo que hacían.

Alrededor de una mesita se encontraban las chicas, jugando con un tablero de colores, con piezas y tarjetas que se encontraban sobre él. Me acerqué más a ellas para dejar las bandejas sobre un mueble cercano.

- ¡No pienso decirles eso!- dijo Lissa, con las mejillas encendidas.

- Entonces te ganaras una penitencia…- Mia la miraba con un brillo malicioso en los ojos- Podríamos enviarte a hacer algo… o ponerte una verruga de estas para que te pasees por toda la cabaña hasta que nos vayamos.

- No pienso pegarme eso en la cara tampoco. Se ve asqueroso.- Lissa observaba la horrible verruga de plástico que Mia sostenía sobre su dedo índice.

Jill y Sydney observan el intercambio de palabras. Jill reía ante cada comentario y Sydney luchaba consigo misma para mantener la compostura. Se veía mucho más relajada.

- ¡Suéltalo ya! Lo único que tienes que decir es que tal besa Christian… - Mia lo dijo tan alto que Christian se olvidó momentáneamente de su juego para girarse rápidamente en dirección a la mesita de juego con los ojos muy abiertos y las mejillas sonrojadas.

Eddie dio una carcajada.

- ¡Perdiste!-gritó, saltando de su puesto en el sillón.

Lissa miró a Mia con furia en los ojos. Podía sentir al espíritu en ella inquietándose y tratando de salir.

-De acuerdo- dije-. Desocupen esa mesa muchachas. Necesitamos poner la comida allí.

Dejaron el juego de lado – para mi gran, gran alivio- y ayudaron a Adrian con las bandejas que él traía.

Acomodamos todo y el grupo se acerco para coger algo de comida. Incluso Dimitri, que había permanecido aparatado en una silla cerca del ventanal de la habitación, caminó hasta la mesita y tomó una de las hamburguesas junto con una servilleta. Luego regresó a su puesto en la silla para continuar con su lectura.

Los demás nos quedamos allí de pie junto a la mesa, retomando la conversación pendiente desde la llegada de los chicos.

Con Lissa habíamos decidido que era necesario contarle a los presentes la noticia del hermano o hermana desaparecida. Todos eran de confianza y habían demostrado ser amigos leales. Íbamos a necesitar de su ayuda para organizar y concretar un plan.

- Hay algo de lo que Lissa quiere hablarles- di el pie para que Lissa se los dijera de una vez.

Algo apenada e incómoda, Liss logró resumir lo que yo ya le había contado. Desde la nota de Abrose hasta la desaparición de papeles en la sede alquimista.

- ¿Entonces crees que ambos hechos se relacionan? La muerte de Tatiana y la desaparición de esos documentos, quiero decir - Sydney me miraba de modo profesional.

- Si. Eso es lo que pienso. Es demasiada coincidencia… pero, antes que nada, lo mejor será localizar a Ambrose y cerciorarnos de que la nota de la reina sea autentica y ver si él sabe algo más que pueda ayudarnos.

Tomé la mano de Adrian mientras hablaba. Yo no había podido contarle a él lo de la nota de su tía porque no me correspondía revelar ese secreto a nadie antes que a Lissa. Él se veía algo triste al escuchar que Tatiana sabía que su muerte era algo muy probable.

- Contactar con Ambrose va estar un poco difícil- dijo Mia.

Todos la miramos enseguida.

-¿Por qué lo dices?- pregunté.

-Porque… Abrose abandonó la ciudad horas después de la audiencia. Me lo encontré mientras ayudaba a mi padre con algunos encargos. Él dijo que necesitaba distanciarse por un tiempo… ya saben, todos sabíamos  lo cercanos que eran la reina y él - dirigió a Adrian una mirada algo avergonzada y de disculpa- , así que me pareció lo más lógico el que quisiera alejarse del lugar.

- Esto se está volviendo más y más complicado- dijo Eddie en voz baja.

- Tendremos que confiar en que la nota es cierta- dijo Lissa.

- ¿Y que pasa con la condena de ustedes?- preguntó Jill mirando a Adrian y a mi- ¿Cómo podemos ayudar con eso?

- En eso también tendremos que trabajar. Pero he pensado que lo mejor es que se mantengan un tanto alejados de ese tema. Nosotros ya estamos prófugos… no creo que puedan sentenciarnos a algo peor que la muerte. Ahora, para el mundo Moroi es prioridad que Lissa asuma su lugar en la corte. Con todo lo que ha ocurrido, la realeza se empeñará más aun en sacar al mercado a guardianes que aun son sólo niños, y eso si que puede convertirse en un verdadero desastre.

Lo había reflexionado realmente,  y la prioridad estaba en hacer que Lissa se convirtiera en una más del consejo. Así ella podría generar e influenciar los cambios necesarios en la corte. La acusación en contra de Adrian y mía era algo importante también, pero prefería que mis amigos no se involucraran tanto ya que  podrían estropear sus futuros. Estar relacionados con un par de prófugos no es una buena carta de presentación para nadie. Necesitaba que ellos se concentraran en ayudar a encontrar al hermano de Lissa

- Entonces, ¿Qué sugieres que hagamos?- preguntó Eddie.

- Podrían comenzar por hacer una lista de los lugares que el padre de Lissa frecuentaba. Encontrar gente que lo haya conocido y que pueda darles información acerca de de las personas con las que se relacionaba. Sobre todo mujeres- Me sentía mal por tener que pedir que buscaran eso. Podía notar como a Lissa le dolía pensar en su padre con otra mujer que no fuese su madre.

- Eso podemos hacerlo al interior de la ciudad y con una computadora. Internet tiene mucho que ofrecer.- aportó Mia.

- No creo que a mi quieran contarme sobre esas cosas, pero puedo hacer el intento entre los conocidos de mi padre- comento Lissa.

Christian pasó su brazo por los hombros de Lissa.

- ¡Hey!- dijo él intentando alegrarla- Voy a tener un cuñado o cuñada. Espero que sea más agradable de lo que Rose fue al principio.

Lissa y yo reímos con eso. Yo había sido realmente perversa con Christian al inicio de su relación con mi amiga. Con el tiempo había aprendido a apreciarlo y a quererlo, a pesar de sus pesadeces.

- Deberías estar agradecido de que te permití acercártele al final. Tú tampoco eras un modelo de la simpatía personificada.

- Y tú menos- replicó-. Parecía que ibas a golpearme cada vez que nos encontrábamos.

- Dejé de intervenir sólo porque eras un  buen cocinero- recordé el curso de cocina y lo bueno que resultó ser Christian en él- De hecho debí haberte enviado a ti a preparar toda la comida.

- Yo soy un invitado en estos momentos. Tú eres la anfitriona, no pretendas que haga tus quehaceres.

-  ¿Es eso un pensamiento machista?- le dijo Mia.

- No- contestó Christian- Es sólo que me gusta saber que Rose pude hacer algo más con sus manos que sólo lanzar buenos golpes.

Golpeé juguetonamente su brazo.

- ¡Ven! A eso es a lo que me refiero. Yo sólo pretendo incentivar otras cualidades en ella- dijo mientras se sobaba distraídamente el brazo.

Seguimos hablando de nada trascendental. La verdad era que no quería pasar ese día trazando planes y estrategias. Quería disfrutar de mis personas favoritas después de haber estado encerrada y alejada de ellas.

Abandoné la habitación para ir por más refrescos. Jill había encontrado un juego de Twister y todos estaban encantados con el juego humano. Los Morios estaban en clara desventaja. Eddie y yo éramos los mejores, aunque nos dejábamos tirar al suelo de vez en cuando para hacer feliz a los demás. Sydeney también jugaba, aunque lo hacía de un modo más competitivo que el resto. Lo bueno era que por lo menos se integraba y eso era un avance. Dimitri permaneció siempre en la silla junto a la ventana leyendo,  levantando la vista ocasionalmente para saber que estábamos haciendo.

Aun sonreía por lo que me estaba divirtiendo al llegar a la cocina. Sin saber cómo me encontré tarareando una de las canciones de Sixpence None The Richer.

- Kiss me… beneath the milky twilight (Bésame bajo el crepúsculo lechoso)… -Al parecer estaba de mucho mejor humor del que creía.

- Eso es una petición imposible de negar- dijo Adrian rodeándome con sus brazos por detrás de mi espalada. Había estado tan concentrada en cantar y servir más refresco en los vasos que no lo había sentido aproximarse.

- Creo que tendremos que dejarlo para mañana. Dentro de poco el sol saldrá de nuevo.- Dije mirándolo sobre mi hombro.

- Cambiar el verso de esa canción no es tan difícil de todos modos.

Me alejé de él para poder ordenar los vasos sobre una bandeja.
- Bueno… pero ahora déjame llevar las bebidas y luego vemos como resolver la contrariedad de esa canción.

- Voy a buscar algo que tengo para ti en mi habitación y te veo luego en la  salita de estar.

- De acuerdo- respondí, mientras él ya salía por la puerta. Tomé la bandeja para regresar a la habitación de recreación con cuidado de no tirar los refrescos, cuando tope con un cuerpo alto y bien formado.

Levanté la cabeza y allí estaban esos hermosos ojos marrones observándome.

- Disculpa- dijo- Pensé que me verías- Retrocedió un paso para alejarse de mí.

- Estaba pendiente de no tirar los vasos en la bandeja. Me sobrepasé al llenarlos al parecer.

-¿Necesitas ayuda?

-No. Puedo llevarlos yo, no te preocupes – Di un paso para seguir rumbo a la habitación pero Dimitri no se movió.

- ¿Vas a entrar?- me hice a un lado para darle paso hacia el interior de la cocina.

- No.

- ¿Qué haces entonces?- exigí. Ya estaba a punto de estallar. Nuevamente estaba allí parado sin motivo alguno aparente. Sin decir nada. Sin explicar que lo había impulsado a presentarse en la cabaña.

- Tengo que hablar contigo.

- ¿Quieres hablar conmigo?- repetí molesta.

- Si.

- Entonces, habla.

- Sería mejor en un lugar más privado.- “En privado”, pensé. ¿Privado? Donde pretendía él hablar conmigo en privado en una cabaña llena de gente. Miré hacia una de las paredes de la cocina, donde había una puerta que llevaba hasta una bodega donde se almacenaba leña para la chimenea, según lo que había dicho uno de los hombres de Abe.

- Allí- le dije a Dimitri, señalando la puerta con la cabeza.

Él caminó hasta la puerta, manteniéndola abierta para que yo pasara primero.

Dejé la bandeja en la mesa y me dispuse a cruzar la puerta. “¿Quieres hablar?, muy bien, vamos a hablar entonces…” me dije, mientras me internaba en el sombrío lugar.



Capitulo 7

El destartalado cobertizo se encontraba en penumbras. Tanteé la pared al lado de la entrada para encontrar un interruptor y así encender la luz. Al final pude dar con él y la habitación quedo levemente iluminada por una luz mortecina proveniente de una ampolleta de bajo voltaje.

Me quedé cerca de la puerta mientras Dimitri se adentraba unos pasos más en el espacio lleno de madera y cachivaches. No quise observar que más había en el lugar por temor a encontrarme con un cuerpo envuelto en bolsas de plástico negro. Pensar en Abe ocultando un cadáver allí me hizo sonreír, más bien, pensar en la cantidad de veces que tenía esa clase de ideas con respecto a las actividades de Abe fue lo que me causo gracia. Yo siempre pensaba las cosas más terribles acerca de él. Me dije a mi misma que debía cambiar esos pensamientos. Él se estaba comportando con un padre preocupado y yo realmente no sabía de nada tan horrible como algún asesinato o cosas de ese estilo a manos de él. Lo sospechaba, si, pero no tenía nada confirmado.

Luego me dije “¿Por qué estas pensando en Abe en estos momentos, teniendo a Dimitri justo al frente a punto de decirte algo que ni siquiera sabes que puede ser?” También me dije a mi misma que de seguro mi mente estaba trabajando bajo el estrés de la situación y que, por lo tanto, buscaba maneras de escapar de ello. Ese pensamiento no me reconfortó, así que saqué todo lo que tenía en el cerebro dejando espacio únicamente para las palabras que estaba a punto de escuchar.

Dimitri se había percatado de mi “lapsus” y de mi sonrisa salida aparentemente de la nada. Me miró con el seño fruncido.

- No te preocupes… no es nada. Por favor, si fueras tan amable de comenzar a decir lo que tienes que decir, te lo agradecería mucho.

Recompuso el rostro y cruzó sus brazos sobre el pecho.

- Quiero ofrecerte mi ayuda para encontrar al responsable de la muerte de la reina Tatiana- dijo solemnemente.

Abrí los ojos un poco más mientras alzaba las cejas. El leyó el gesto como una señal que pedía mayores explicaciones.

- Quiero ayudarte en la investigación. Sé que estando recluida y teniendo que cuidarte de no ser vista, buscar al verdadero autor de la muerte de la reina será una tarea muy difícil sino prácticamente imposible.

- ¿Por qué quieres hacerlo?-pregunté.

- Lo hago porque ya no estoy siendo custodiado y porque soy casi libre de ir y salir de la ciudad real.

- Eso no es lo que pregunte. Te estoy preguntando ¿Por qué quieres ayudarme? , no el por qué de que puedas ayudar.

- Esas razones no son de importancia.- dijo de manera fría y distante.

- Claro que son de importancia. Te apareces aquí de la nada después de haber proclamado que ya no querías verme ni saber nada de mí. Asististe a la audiencia y ayudaste en el plan de escape tras el juicio…¿ te das cuenta de lo contradictorio de eso?

- Lo hago por hacer feliz a Lissa.

- ¡No me mientas! Eso no es cierto. Sé muy bien que Lissa no te obligó a venir hoy con ellos. Esto fue una decisión tuya.

- Vine a ofrecerte mi ayuda- Dijo con algo más de exaltación en la voz.

- Otra mentira… No tenias para que venir a ofrecerme tu ayuda personalmente. Si querías hacerlo, podías simplemente enviar una carta o dar tu ofrecimiento verbalmente a Lissa para que me lo transmitiese… pero aquí estas, y quiero saber por qué.

- ¿Por qué estas sobreanalizando esto? Simplemente vine. Preferí venir personalmente. No pensé en cartas ni en recados. Acostumbro a expresarme cara a cara con las personas si es posible.

- Te vi por medio de Lissa- confesé. Estaba exasperada por sus evasivas-. Vi cuan determinado estabas a no venir. Hable también con ella y le pregunté si sabia el motivo de cambio en tu decisión, pero tampoco lo entendía. Así que no me digas que es porque tú acostumbras a hablar las cosas personalmente porque esa no es la verdad respecto al hecho de que te encuentres de pie aquí frente a mí. – Mil pensamientos reprimidos pasaron como un rayo por mi mente y mi boca nuevamente me traicionó soltando palabras sin permitirme censurarlas o examinarlas- ¿Es por Lissa? ¿Estás enamorado de ella? ¿Es por eso que estas aquí, acompañándola, por temor a que le ocurra algo si estas lejos de ella?

La sorpresa era visible en sus ojos. Luego reflejaron molestia y exasperación también.

- Sabes que a Lissa le debo mi alma, pero no mi corazón. Dejo mi vida a su servicio como un pequeño pago por devolverme algo tan preciado para mí y por darme la oportunidad de enmendar mis errores.

- ¿Entonces?- exigí- ¿Por qué estás aquí?

- ¿Qué es lo que quieres que diga?- su voz ya no era calmada y continua.

- ¡La verdad!- dije, acercándome a él hasta casi presionar su pecho con un dedo acusador- ,  es lo que siempre he esperado de ti.

- ¿¡Qué es lo que esperas que diga, Rose!?- Sus manos se aferraron fuertemente en mis brazos, mientras percibía la fuerza apenas contenida de Dimitri. Su constante estructura se estaba viniendo abajo. El carácter tan similar al mío y que él mantenía generalmente bajo estricto control emergía a gran velocidad-  ¿Quieres a caso que te diga que anhelo con cada parte de mi cuerpo poder abrazarte y esconder mi rostro en tu cabello? ¿Qué todas las noches sueño con volver a estar a tú lado sin sentir este maldito miedo y vergüenza que me embargan?, ¿Qué verte con Ivashkov es como una tortura constante y dolorosa?

Con cada pregunta me había ido llevando más hacia atrás. Sentí las tablas de la pared en mi espalda.

Mi respiración se encontraba entrecortada y no lograba sacar la mirada de los ojos de Dimitri. Bueno… la sacaba sólo para observar la distancia que había desde allí a su boca y ser consciente de la distancia que había entre su boca y la mía. Yo no lo había tocado, pero mi mano hormigueaba por alzarse y alcanzar su rostro para trazar esos rasgos divinos, dignos de un dios. Dios… así también solían llamarle…

Por un momento me pareció sentir que se aproximaba más a mí… que iba a besarme, pero resultó todo lo contrario.

Pareciendo incluso sorprendido por cómo me sujetaba y de lo cerca que se encontraba de mi, retrocedió unos cuantos pasos y volvió a cruzarse de brazos, pero no de manera desafiante como normalmente se veía. Ahora daba la impresión de que intentaba afirmar los brazos o contener su propio cuerpo.

- Si es eso lo que esperas que diga, no puedo hacerlo. Esta fuera de posibilidad.- dijo en un volumen moderado y mucho más calmado. Mantuvo los ojos cerrados por un par de segundos y luego volvió a observarme.

Mi mandíbula cayó abierta, y creo que incluso boqueé como un pez por un rato.

Se produjo un breve silencio. Yo esperaba que él dijese algo más mientras él parecía poco dispuesto a continuar hablando.

- ¿Qué significa eso?- pregunté finalmente.

- Rose, te lo dije en la Iglesia.- pasaba sus largos dedos sobre sus ojos, en un gesto cansado.

- Si. Me dijiste que ya no me amabas… pero ahora me has dicho lo contrario.

- No. Te he dicho lo que tú esperas que diga. Puede que sienta esas cosas, pero no implican que sea amor lo que las motiva. Se trata más bien de un capricho o un empeño de reconfortarme con lo que en algún momento fue mi vida. Esas cosas ya no están dentro de mis posibilidades.

Otra vez sentía como si mi corazón se despedazara dentro de mi pecho.

- ¡Dios! ¿¡Cómo puedes ser tan obstinado!? ¿Por qué te niegas una vida que es posible que tengas?

- No. Son cosas que están fuera de mi alcance. Yo no puedo perdonarme, Rose. No puedo.  Estuve allí cada segundo, a la sombra, pero presente en cada acto de crueldad, de dolor sin razón. Vi lo que te hice, a ti, la mujer que más amaba. Vi lo que hice con otras mujeres. Vidas inocentes perdidas, familias destrozadas que esperan que sus familiares regresen… y eso no va a suceder por mi culpa.

- ¡Yo no tengo nada que perdonarte! No eras tú, tienes que entenderlo de una vez. Ser un Strigoi es como sufrir de una enfermedad. No podías controlar tus actos.

- No intentes consolarme de ese modo porque no tiene sentido. Yo no puedo perdonarme, mucho menos tú. Por poco te convierto en una puta de sangre – dijo el término más con tristeza que con repulsión- … si no fuera por tu fuerza y valentía en estos momentos estarías convertida en una Strigoi también.

Me estremecí al reconocer la verdad de sus palabras. Muy poco me había faltado para ceder a los constantes deseos de Dimitri el Strigoi por convertirme en uno de ellos.

- Tú no comprendes lo que es pasar por eso. No comprendes lo intrincado que es. No sé qué tanto de mi había en el Strigoi ni que tanto del Strigoi puede haber quedado en mi.

- Tú eres simplemente tú. El mejor guardián que pueda encontrarse, el mejor hombre que he podido conocer. Es imposible que algo de Strigoi haya quedado en ti.

- No puedes asegurarlo. Nadie puede hacerlo. No hay más casos de este tipo que puedan servir de pauta para saber a qué atenerse.

Adrian había planteado en una conversación tiempo atrás algo similar.

- A mi no me importa. Quiero ayudarte, quiero estar contigo en esto… podemos hacerlo. Podemos cumplir los planes que habíamos hecho…

- No.-dijo tajantemente- Entiende de una vez que eso ya no es posible. Además estas con Ivashkov. Es la mejor decisión que permanezcas a su lado.

- ¡Lo hago porque tú me impulsaste a ello!- Me sentía fatal. La cabeza hecha una ensalada. Estaba con Adrian y mis sentimientos por él crecían día a día, pero eso no era suficiente para frenarme en el intento de lograr hacer entrar en razón a Dimitri.

Di unos pasos para tomar su mano. Él se alejo precipitadamente de mí, como si estuviese espantado de que pusiera una mano sobre él.

- No me toques.

- Tú acabas de sujetarme por los brazos, ¿Por qué no puedo tocarte?

- Es diferente- dijo sombríamente, apartando la mirada de mí.

Retrocedí hasta la puerta. Las lágrimas se atascaban en mis ojos y mi garganta. Me sentí muy cansada… de todo.

- ¿Me amas o no?- la pregunta definitiva.

Un minuto tardó en contestar. El minuto más extenso de mi vida.

- No.

- Te dejaré en paz entonces.

Me di la vuelta, queriendo llegar lo más rápido posible al baño de mi habitación para que nadie me vise llorar. No alcance a llegar ni siquiera a la mesa cuando me di cuenta de que Lissa estaba de pie sujetando la bandeja de los refrescos.

- Como tardabas tanto, vine por las bebidas- dijo mirando los vasos en la bandeja, luego levantó la cabeza para mirarme- … ¿Por qué tienes esa cara?- dijo mientras escudriñaba mi rostro. Dejó de mirarme para observar a Dimitri mientras entraba también en la cocina.

Lissa ahora se veía nerviosa.

- ¿Estás bien?- me preguntó dejando la bandeja nuevamente en la mesa para extender los brazos hacia mí. Dejé que me abrazara por un segundo para no herir sus sentimientos y lego me excusé.

- No pasa nada. Estábamos aclarando algunos puntos, pero ahora ya está todo en orden. Ya sé cuál es mi lugar.

Salí de la cocina y entré en el baño de invitados en el pasillo. Lavé mi rostro hasta lograr despejar los indicios de llanto. Tenía un encuentro con Adrian en la salita y en esta ocasión no lo dejaría plantado como con la fiesta que Daniella había organizado días atrás.

Salí del baño luciendo lo más digna que pude.

Adrian me esperaba en el sillón mientras jugueteaba con algo en las manos.

- ¿Cuantos refrescos te bebiste?- fue lo primero que dijo, con una sonrisa esquinada.

Era tan agradable verlo sonreír. Él era como un bálsamo que me relajaba y alegraba mi día. Decidí ser honesta con Adrian, contarle cual había sido el motivo de mi retraso.

- No fue por eso que demoré tanto en venir. Tuve una charla con Dimitri.

- Ah ¿Si?- dijo en un tono indiferente, pero se inclino más hacia mí y sus ojos reflejaban molestia y curiosidad.

- Si- contesté, reconsiderando el que tan honesta pretendía ser. Habían cosas que tal vez era mejor ocultar de le conversación. No iban a resultar ningún beneficio para él y su tranquilidad, ni ayudaría en mucho a fortalecer la relación que en esos momentos estaba empeñada más que nunca en mantener y reforzar con él- Hablamos de algunas cosas del pasado y creo que de hoy en adelante podremos seguir sin más complicaciones, casi como un par de conocidos.

- ¿Te encuentras bien?- dijo mientras acunaba mi mejilla con una mano.

- No puedo negar que ha sido algo difícil, pero creo que lo estoy manejando bastante bien, ¿No crees?

Adrian sonrió y puso su otra mano en mi otra mejilla, sosteniendo mi rostro cerca del suyo.

- Mi pequeña Dhampir, pienso que lo haces de maravilla.- Se acercó un poco más y capturo mis labios con los suyos.

Me permití dejarme ir en el beso. Refugiarme en el amor de Adrian por mí y consolarme en él. Pasé mis brazos por sus hombros y me apreté hacia él. Adrian notó mi aflixión y pasó sus propios brazos alrededor de mi cintura en un abrazo para reconfortarme. El beso que yo había intentado convertir en algo violento y apasionado él lo transformó en algo dulce y apaciguador, en una caricia más.

- No quiero que te sientas presionada a nada, Rose. No tienes porque permanecer conmigo si no es lo que realmente deseas- dijo a mi oído sin dejar de abrazarme.

- Adrian, estar aquí contigo es lo que más deseo en estos momentos. Siento mucho que tengas que pasar y presenciar este episodio, pero te aseguro que quiero estar contigo y hacer que lo nuestro funcione.

- No te dejaré sola mi pequeña Dhampir. Aquí estaré hasta que me ames. No me daré por vencido hasta que me digas que quieres que me aleje de tu lado.

- Adrian, eres tan bueno.- me abracé más fuerte a él. Si no fuera por mi egoísmo le hubiera dicho que se apartara de mí. Ya le había causado suficiente daño con mis confusiones y el amor que sentía por Dimitri, pero tenía que sacarme al guardián de la cabeza y aprovechar la oportunidad de estar con Adrian, un Moroi dispuesto a todo por  mí.- Bueno… ya no importa. Tú y yo estamos aquí- sonreí ampliamente- Todavía tienes que contarme esa historia del traje de bailarín y también acerca de eso que dijiste que tenias para mí.

Los ojos de Adrian volvieron a iluminarse en una mirada traviesa a pesar del cansancio que se expresaba a través de las amplias ojeras bajo sus ojos. Puse más atención en eso, recordando que Adrian estaba controlando al Espíritu por sí mismo sin ayuda de sus usuales vicios, y además, no se había “alimentado” de la forma en que los Moroi necesitaban desde hace un par de días.

- Aunque no lo creas, lo del disfraz es algo que al recordarlo me provoca la misma vergüenza que sufrí en ese entonces- dijo.

- Wau… ¿es posible que algo logre avergonzarte? Pensé que eras el maestro de la clase de “Descaro para principiantes 1” y también para el curso de “Desvergonzados avanzados”.

- Usualmente lo soy, pero podría decirse que en ese momento olvide la materia.

Reímos ante eso y luego nos quedamos en silencio.

Toqué la piel debajo de sus ojos con cuidado.

- Se me había olvidado que necesitas alimentarte mejor.

- Hablé con Abe antes del juicio sobre eso y él quedo de enviarme a un alimentador. De seguro estará por aquí para mañana a primera hora.

- ¿Estás bien? Te ves bastante cansado.

- Son gajes del oficio, mi pequeña Dhampir. No hay de qué preocuparse. Mañana cuando me alimente estará todo como siempre y mi hermoso rostro volverá a encontrarse saludable.

- Con eso me dejas más tranquila. Es una buena señal que tu vanidad y egocentrismo sigan en pie.

- Sólo estoy señalando un hecho- dijo él mientras jugueteaba con un mechón de mi cabello.

- Tienes razón. No podemos permitir que semejante mercancía se estropee. Algún día tu apariencia puede salvarnos. Podríamos ponerte como modelo en alguna agencia u ofrecerte a señoras adineradas para que les hicieras de joven de compañía…pero eso si, sólo compañía, nada más.

- No podría ni pensarlo. Mi único incentivo para hacer semejante trabajo sería saber que tú estarías esperándome en casa al regresar.

Le di un beso ligero en los labios y sonreí.

- Bueno, ahora que ya hemos encontrado una posible solución a nuestros problemas financieros, en caso de que los tuviésemos, estoy esperando a que me digas porque querías que nos viésemos tan apartadamente aquí.

Adrian se giro un poco en el asiento para alcanzar una caja pequeña envuelta en un papel azul profundo y platinado, con un lazo blanco adornando el regalo. Me lo ofreció y lo tomé con cuidado.

- ¿A qué se debe esto?- quise saber.

- Como tu novio, tengo todo el derecho de darte obsequios cada vez que quiera.

- Entiendo…- dije mientras quitaba el lazo blanco con calma. El observaba cada movimiento que hacia mientras desenvolvía la caja con exagerada lentitud.

- No fue buena idea haberle puesto tanto papel. Estas demorando mucho. Has logrado convertir el abrir un regalo en todo un ceremonial.

- Disfruto más viendo tu rostro de exasperación.- dije sonriendo en inclinándome para darle un pequeño beso.

Termine de abrir el regalo y encontré una caja con el perfume Amor Amor. Sólo una vez alguien me había regalado un perfume antes. Había sido Adrian también.

- Es una manera de recordar el día en que nos conocimos. No olvidaré nunca la forma descaradamente sexy en la que me observabas.

- Jajajajja… tú lo hacías igual o mejor que yo.

- Puede ser…

Saque el perfume de la caja y encontré alrededor de la botella una cadena de la que colgaba un hermoso medallón ovalado con intrincadas figuras y el sello de la familia Ivashkov en el centro.

- Adrian, no puedo aceptar el medallón- dije mientras se lo entregaba devuelta-. Pertenece a tú familia, no puedes dárselo a cualquiera.

- Tú no eres cualquiera, Rose. Eras la persona que más amo en este mundo, no hay nadie más indicado para que lo conserve. Además, a mi nunca se me vera igual de bien de lo que puede vérsete a ti.

Lo puso en mis manos otra vez.

- Pensaba entregártelo el día en que te asignaran tú puesto de trabajo, esperando que fuese Lissa la Moroi a quien debías proteger… pero con todo lo que ha ocurrido no había podido encontrar el momento adecuado hasta ahora que estamos algo más libres de todo lo que ocurre en la ciudad.

No estaba muy segura de aceptar el medallón. Yo no podía usarlo así nada más. Si alguien me veía con él puesto pensaría de inmediato en que era una ofensa a la realeza Moroi. Nadie confiaba realmente en que la relación entre Adrian y la Dhampir fuese a formalizarse hasta el punto en que él me incluyera legalmente a la familia Ivashkov, ni yo tampoco lo esperaba… la verdad, no quería pensar en eso. Sólo quería disfrutar de Adrian y del tiempo que teníamos por delante.

Apreté el medallón en la mano y abrace a Adrian.

- Gracias- le dije fervorosamente. Le agradecía el recordatorio del perfume, el simbolismo que podía entender del medallón y, por sobretodo, el hecho de que a pesar de todos los desaires que le había hecho desde que nos conocimos hasta ese preciso momento, él siempre estuvo esperando pacientemente a mi lado, ayudándome con lo que podía y dispuesto a escucharme.

- No hay de que, mi pequeña Dhampir.- dijo antes de besar con cariño mi cuello para apartarse un poco y poder observarme directamente-. Ahora, será mejor que regresemos a la sala de juegos antes de que se termine toda la diversión.

- Claro. Donde hay diversión no podemos faltar.

- Por supuesto.- contestó poniéndose de pie y ofreciéndome su mano para ayudarme a levantarme.



 Capitulo 8

De vuelta en la habitación de recreación encontramos a los chicos riendo en el suelo. Eddie y Sydney se encontraban de pie, ella con el tablero del Twister en las manos, intentando contener la risa, y él, sin hacer mayor esfuerzo en reprimirse.

- ¡Dijo mano derecha en amarillo!, ¡no en el tobillo!- gritaba Mía entre carcajadas.

- ¿Cuál es la diferencia? Para mí se oyó igual. ¿No dan puntos por creatividad? Tal vez debería llamar a la juguetería y  proponer esa idea… en vez de color, que sean partes del cuerpo. Mucho más divertido- dijo Christian.

Lissa, que se encontraba atravesada sobre el estomago de él, se elevo un poco y juguetonamente le dio un golpe en la barriga.

- Mejor que el juego se quede como es. No quieras pasarte de listo.

-Sólo intentaba hacerlo un poco más interesante.

- Hasta aquí ha llegado su buena suerte, muchachos. Voy a hacer llorar a sus puntajes en la tabla- dije mientras ayudaba a Jill a ponerse de pie- Si quieres hacer el juego más interesante, Christian, deberíamos poner dos alfombras y jugar todos.

- ¡Si! Podríamos jugar en parejas a demás- Jill llegaba a dar saltitos.

-Buena idea. Estamos justos- Mía nos contaba.

- No. No lo estamos. Alguien tiene que hacerse cargo del tablero y llevar la cuenta. Hacer de árbitro- dijo Sydney.

Casi todos se giraron para mirara a Dimitri que nos observaba de pie junto al ventanal donde había pasado la mayor parte del tiempo en la habitación.

- Lo siento, pero sólo sé lo que he visto que han estado haciendo- dijo él antes de que le preguntasen algo.

- No hay problema. No necesitas aprender nada más porque yo no quiero dejar el tablero. Me gusta más verlos caer.- A pesar de la malicia que había en su comentario todos pudimos notar que lo decía en broma, así que nadie se molestó con Sydney. Después de todo, la alquimista había logrado congeniar con los chicos.

Mia fue haciendo una lista de las parejas

- Lissa y Christian, Rose y Adrian…- iba pasando la mirada en cada uno mientras nos contaba- Eddie, tú eres mío -Eddie se sonrojo levemente-. Falta alguien para hacer pareja con Jill.

- Dimitri, ¿Por favor?- pregunto Lissa, poniendo su mejor cara de cachorro y vocecita de inocente.

Esto ya no me estaba gustando tanto. Estaba a punto de decir que mejor dejáramos el juego como era originalmente o que simplemente jugáramos a las damas o las cartas, algo mucho más seguro, pero no podía decir tal cosa porque era dar evidencia de mi malestar y nadie, aparte de de Lissa y Adrian, sabía lo que había ocurrido entre Dimitri y yo minutos atrás.

- ¡Por favor!- pidió Jill- Si ud. no juega yo tampoco podré, y tengo ganas de jugar…- ella puso la misma cara que Lissa, pero sus rasgos ya más infantiles hicieron mayor efecto.

Dimitri se acercó hasta donde estábamos.

- Sólo un juego- dijo.

- Si, si. Sólo uno- Lissa estaba feliz.

¿Por qué diablos tenía que abrir mi bocota? ¿Quién me mandaba a dar ideas tan “geniales”? Este juego iba a ser de lo más incomodo, pero tenía que pensar positivo y tomar las cosas con naturalidad. Esto era sólo un juego. Las personas lo juegan constantemente. No tenía por que haber inconvenientes en estar demasiado cerca de una persona con la que has discutido por problemas de “cercanía” hace un rato. Los dos éramos personas adultas y si él estaba dispuesto a comportarse como si nada pasara, yo también podía hacer lo mismo, es más, yo podía hacer un trabajo mucho mejor.

- Comencemos, entonces. Pero hay que poner un par de reglas extras para que el juego funcione bien.- Fui a buscar una alfombra más de Twister.

Tras algunos minutos de acordar las nuevas reglas quedamos en jugar en pareja e ir reduciendo el espacio de las alfombras tras cada salida, entre otras cosas.

Todo iba de maravilla-ja ja-. Yo ponía atención exclusivamente en las indicaciones que Sydney daba tras girar la ruleta del tablero, no prestaba ni una pisca de atención a lo íntimamente cercano que nos encontrábamos allí, tan extremadamente cerca unos de otros.  Todos hacían su parte para mantenerse sobre la alfombra con círculos de colores sin caer ni equivocarse. Bueno… algunos hacían mayores esfuerzos que otros. Lissa y Christian parecían más interesados en jugar al estilo de Christian que en el modo original del Twister.

- No estamos jugando bajos las reglas de Christian- los reprendí, sólo por molestar- si no ponen más atención serán los primeros en salir.

- Yo también hubiera preferido jugar al estilo de Christian- dijo Adrian, que se encontraba intentado alcanzar con su mano izquierda un círculo verde cercano a donde se encontraba mi rostro en esos momentos.

-No me parece buena idea en estos momentos- instintivamente dirigí mi mirada hacia donde estaba Dimitri, un poco más allá. Siendo claramente el más alto, no parecía tener problemas para alcanzar cualquiera de los círculos. Al comenzar el juego me había instalado estratégicamente lo más lejos posible de él y él había hecho lo mismo por su parte.

Christian intentó poner  también su mano en uno de los círculos verdes, y por pasar a rozar a Lissa intencionalmente en el intento, izo que ella perdiera el equilibrio, cayendo sobre el suelo y tirándome de paso también.

-Lissa y Christian están fuera- anunció Sydeny.

- ¡Pero si las que se han caído son Lissa y Rose!, ¿Por qué tengo que salir yo?- preguntó Christian, poniéndose en pie.

- Porque estamos jugando en parejas y esas son las reglas. Además, Rose cayó porque Lissa se afirmó en ella y eso no cuenta. Tú tuviste la culpa.

Christian entrecerró los ojos y soltó un suspiro de resignación. Se acerco hasta Lissa y la ayudo a ponerse en pie.

- ¿Y a mí no me ayudas?- le dije.

- No. Tú estás jugando y ayudarte podría significar un acto de favoritismo, lo que obviamente no siento. No puedo interferir en nada. Ponte de pie tu sola.

- Yo te ayudaría, mi pequeña Dhampir- dijo Adrian con la voz tensa- pero no me encuentro en condiciones para hacerlo- él estaba bastante contorsionado intentando mantener las manos y pies en los lugares correctos.

- Yo puedo sola. Ni pienses en moverte de donde estas.

- No creo que pueda de todos modos. Creo que no siento las piernas- Adrian parecía estar realmente en problemas y su voz era un sonido entrecortado.

- ¿Estás seguro que quieres seguir jugando? Podemos salir un rato… no es tan importante- La verdad era que yo deseaba ganar más que nada, pero verlo así de incomodo me hacía sentir un poco mal… aunque también me causaba mucha gracia verlo en esa posición.

- Tranquila. Puedo hacerlo… Sydney, ¿Quieres dar la siguiente indicación? Me gustaría ver si mi pierna derecha aun sigue conectada al resto de mi cuerpo.

Antes de seguir, doblé por la mitad una de las alfombras, reduciendo el espacio y afirmando el plástico para que no resbalara, tal como indicaban nuestras reglas tras la salida de una de las parejas. Volví a mi antigua posición y Sydney continuó con las indicaciones.

El juego se había convertido en competencia pura. Tres Morois y tres guardianes. Los guardianes éramos los más comprometidos en la causa de ganar y los Morois se veían arrastrados en nuestro empeño por la victoria. Las parejas estaban equilibradas en habilidades ahora que el duo de Morois había sido eliminado.

En un momento,  por un leve error de Mía que Eddie quiso solucionar, ambos se fueron al suelo, quedando sin duda desclasificados para continuar.

Quedó sólo una alfombra, y sobre ella estábamos Jill, Dimitri, Adrian y yo. Hasta allí llegaron los esfuerzos por mantenerme apartada de él.

Sydney comenzó con las indicaciones. Tanto Dimitri como yo hacíamos dobles esfuerzo: mantenernos en el juego sin tocarnos ni rozarnos. ¿Saben cuán difícil es jugar al Twister así? Nos mantuvimos de ese modo aproximadamente 5 min. Lissa, Christian, Eddie y Mia nos observaban, cuestionando cada movimiento o decisión.

- ¡No, no, no!- decía Mia- No pases el brazo por ese lado Jill, pásalo por entre las piernas de Dimitri… ¡No!, ¡no por ahí!, más a la derecha… ahí, eso.

¿Qué clase de indicaciones eran esas? Dejando por un segunda mi férrea concentración, incline la cabeza un par de centímetros para ver de que hablaba Mia.

Jill esta inclinada hacia el suelo, intentando casi pegar su torso  al piso mientras su brazo derecho  pasaba entre un par de piernas largas y bien formadas.

- Mano izquierda en rojo- indicó Sydney.

Los que ya estaban fuera del juego se acercaron más hasta la alfombra. El movimiento que estábamos a punto de dar era peligroso. Nuestras manos izquierdas estaban en los círculos azules, para poder ponerlas en el rojo teníamos que cruzar la alfombra completa. Hasta ahora estábamos jugando con la cantidad de círculos justos, un círculo de cada color por cada uno.

Podía ver que Adrian estaba en sus límites. Durante el juego había tomado una mala decisión que lo había dejado completamente contorsionado, si es que era posible estarlo más que al iniciar la competencia.

Para mí las cosas no pintaban mejor. Para poder llegar hasta el maldito círculo no podía evitar tener que enredarme más entre Dimitri y Adrian. Iba a tener que estirarme mucho para poder pasar sobre ambos y tocar el dichoso círculo rojo.

Adrian estaba boca arriba y muy cerca de mí, por lo que no me costó pasarlo. Dimitri estaba boca abajo. Mucho mejor- pesé-. De ese modo no nos tendríamos que dar miradas de incomodidad.

 Me estiré un poco más. Mi cara estaba muy cerca de su cabeza. Podía ver un poco de su mejilla izquierda y como su cabello marrón colgaba detrás de su oreja. Me distraje en eso y pude notar que él se puso algo tenso. Al parecer me había acercado mucho y mi respiración llegaba justo a su oído. Él giro levemente el rostro y yo salí del ensimismamiento en el que había caído al quedarme observándolo. Quise seguir con lo que pretendía hacer, alcanzar el círculo rojo, pero el movimiento de mi brazo fue torpe y apresurado por lo que me abalancé y termine chocando las rodillas a un costado del cuerpo de Adrian, haciéndolo caer y perdiendo yo misma el equilibrio. En un acto reflejo intenté apoyar las manos para no caer de narices. Dimitri intento salirse de allí antes de que le cayese encima, girándose  para quedar boca arriba e impulsarse con las manos hacia fuera de la alfombra, pero no fue lo suficientemente rápido y termine cayendo atravesada sobre su pecho y mi cara frente a la mano con la que se afirmaba, una mano que se convirtió en un puño tenso.

Risas se escucharon, supuse que de todos los demás.

Me quedé ahí un par de segundos, Dimitri sin moverse y con su puño temblando… ¿Qué le ocurría?
Un par de manos me aferraron por los brazos y me ayudaron a poner en pie.

Adrian me levantaba con cuidado mientras observaba mi rostro con detenimiento. Despejando mi mente lo mire alegremente de regreso.

- ¿Estás bien?- me preguntó una vez que me dejó en pie.

-Sí. No ha sido nada.

Su rostro se relajó y me sonrío.

- Felicítame. No he sido yo el primero en caer.- se burló.

- Felicitaciones, rey del Twister.

- ¿No crees que merezco un premio?- Con una sonrisa esquinada y la perversión en los ojos Adrian me acercaba más a él.

- Por su puesto.- Sabía que Adrian esperaba que lo besara, pero me sentía muy incómoda allí delante de todos, podía sentir la mirada que iba discretamente de nosotros a Dimitri. Sentía la propia mirada de él sobre nosotros.

Decidí que un beso en la mejilla era algo que salvaría la situación. Me incline para besarlo allí. Adrian aprovecho para decirme en un susurro que sólo yo podía escuchar:

- Tomaré esto como un tercio del premio.

Me eché para atrás con lentitud mirándolo fijamente. Hice rodar mis ojos y luego le sonreí con resignación.

- Deberías estar agradecido. Nunca acordamos nada acerca de premios.

La puerta de la habitación se abrió.

Con pazos confiados, Abe avanzó con una pequeña sonrisa en los labios.

- Veo que disfrutan de una agradable velada- dijo acercándose hasta llegar a mi lado.

Sin poder restringirme, cerré la distancia que nos separaba para poder atraparlo en un gran abrazo. Abe no reaccionó enseguida. Se quedó por un momento con los brazos a sus costados como si no supiera que tenía que hacer. Luego, con una ternura que no hubiese imaginado de su parte, alzó los brazos para poder devolverme el abrazo con igual fuerza. Me sentí como una niña pequeña otra vez.

Escuché los pasos que se alejaban. Los demás nos estaban dando un poco de privacidad.

- Me alegra que te alegres de verme- dijo en voz baja.

- A mí también me alegra que te alegre- dije con sinceridad. Abe se había comenzado a ganar mi cariño con cada acción que hacía por mí y mis seres queridos. Había pensado que sentir algo más que un temeroso respeto por él me llevaría años, por lo menos. Me sentía sorprendida ante los sentimientos que en ese momento tenerlo junto a mí me provocaban. Lo sentía como al padre que quería tener.

Nos apartamos un poco para poder hablarnos de frente.

- ¿Te ha gustado la cabaña?- preguntó. Ahora se veía un poco avergonzado de haberse comportado tan abiertamente vulnerable. Lo comprendía muy bien. Yo tampoco era de las que andaba repartiendo flores en una canasta y dando abrazos como si fuera lo más natural.

Para alivianar la carga emocional hice como si no notara nada extraño y contesté a la pregunta como lo hubiera hecho siempre.

- Es un poco pequeña para mi gusto y creo que le hace falta una piscina temperada.

El me miró con extrañeza y luego pregunto:

- ¿Lo dices en serio?

- No. La cabaña es simplemente perfecta. El tamaño, la decoración y todo lo que hay es genial.

- ¿Está bien la ropa que compré? Me pareció que es lo que usas normalmente, pero…

- La ropa es de todo mi gusto.

- Muy bien.- Todavía tenía ese aspecto de estar fuera de lugar, algo realmente extraño viniendo del hombre que la mayor parte del tiempo era la “seguridad en sí mismo” y el “desinterés por los otros” en persona.

- Tengo que pedirte disculpas- dije, haciendo que pusiera sus ojos en mi.

- ¿Por qué?

- Por haberte gritado el día del juicio… y por no haber confiado en ti. Pensé que me habías mentido y que en realidad no habías estado verdaderamente comprometido con sacarme de allí. Me sentí por unos minutos realmente fastidiada contigo.

- Te dije que te sacaría de ahí por las buenas o por las malas.

- Lo sé. Por eso te estoy pidiendo disculpas.
- Era natural que pensaras eso. No fue como si hubiese demostrado verdaderas dotes defensoras como abogado en el juicio.

- La verdad es que no. Como abogado te mueres de hambre.- estuve de acuerdo con él.

- Por eso nunca quise ser uno. Odio realmente odio a esos hombres. Son una espina en el trasero… - parecía que Abe recordaba a alguien en particular. Tenía una mirada de odio perdida en el techo.

- De todos modos- dije, trayéndolo de vuelta a la habitación- quiero que se sepas lo mucho que te agradezco lo que has hecho por mí y por Adrian. También por ayudar y trabajar con los chicos.

- Ivashkov es un buen muchacho, y la joven Vasilisa es adorable- se giro un poco para verlos conversar en los sillones frente a la gran pantalla plasma- Ellos se preocupan mucho por ti.

- Si. Son geniales… y los demás también- todos ellos eran importantes para mí.

Abe pasó su mirada hacia la ventana, donde Dimitri mira hacia afuera.

- Veo que el guardián Belikov los acompaña también.

Abe lo llamaba por el título de guardián, lo que significaba que él respetaba a Dimitri. Ya sabía que Abe lo conocía por lo menos de nombre, pero no sabía sí se habían presentado formalmente.

Dimitri se dio la vuelta en ese momento mientras lo observábamos. Aproveché para presentarlos por si no se conocían.

- Abe- dije mientras nos acercábamos al ventanal-, este es el guardián Dimitri Belikov, mi antiguo Mentor- Desde ahora eso sería él para mí. Sólo el hombre que me había enseñado a combatir Strigois, no el hombre que había sido mi primer gran amor.

Dimitri tendió su mano para estrechar la de Abe.

- El hombre por el que vagaste por toda Siberia y más- dijo Abe mientras evaluaba con la mirada a Dimitri.

Hubo un rastro de dolor en los ojos de Dimitri antes de contestar.

- Señor Mazur. Es un gusto conocerlo personalmente al fin.- aunque su tono no concordaba con sus palabras.

- ¿Ya habías escuchado de él?- lo miré directamente.

- Él es una leyenda en el lugar de donde vengo- contestó Dimitri con la voz fría y distante sin dejar de observar a Abe.

- También sabes que es mi padre, ¿verdad?

Sus ojos marrones se posaron en mí.

- Sí, estoy al tanto de eso. Vasilisa me lo dijo.- su voz un poco menos indiferente que antes.

- Cooorrecto…- Ellos seguían mirándose como si pudieran calcular cuánto valía el otro con tan sólo mantener más rato la mirada allí.

Arrastre mi pie y comencé a desplazarme lentamente hacia un costado para alejarme de ellos. Si iban a hablar de antiguas historias yo no estaba de humor para escuchar ese tipo de material en ese momento.

Sabía que no se harían daño. Dimitri no lastimaría a un Moroi y Abe parecía respetar a Dimitri… pero era obvio que había algo común entre ellos sin resolver. Eso me causaba curiosidad, pero todavía tenía mal sabor de boca por la “pequeña conversación” que había tenido con el Señor Remordimiento-Injustificado, y estar mucho tiempo cerca de él no era la mejor solución para aclarar mis ideas.

- ¿A dónde vas?- dijo Abe al darse cuenta de que me alejaba.

- ¿Conoces el dicho tres son multitud? Bien, la multitud se va.- Camine hacia atrás mientras ellos me seguían con la mirada con cara de extrañeza por unos segundos para luego volver a mirarse entre sí.

Llegue hasta el respaldo de uno de los sillones, me afirme en él y los seguí observando desde ahí.

Abe y Dimitri conversaban fluidamente, manteniendo un volumen de voz moderado que no me permitía alcanzar a saber de que hablaban. Mi curiosidad seguía creciendo y me arrepentía de haberlos dejado… aunque si me hubiera quedado, dudaba de que hubiesen mantenido la misma conversación en la que estaban sin mí. Abe no había hecho esfuerzo alguno por retenerme.

- ¿Que estas mirando tan concentradamente?- me pregunto Adrian mientras tomaba mi mano. El estaba sentado en el sillón y seguía con la mirada a la dirección en donde ponía mi atención.

- A esos dos- conteste en un murmuro.

- ¿Y por qué los estamos observando?

- Algo hay entre esos dos- contesté.

- Sabes, eso sería realmente enfermo- Adrian los miraba con perversión.

- No seas tonto- dije bajando la voz y apretando sus dedos. Adrian estaba ahora afirmando su pera sobre mi hombro sin dejar de jugar con mi mano-. Me refiero a que ellos saben algo que nosotros no.

- ¿Información valiosa?

- Si, algo así- Definitivamente esos dos estaban compartiendo información de la cual el resto no estábamos al tanto. Esperaba que Abe, con suerte, me hablara de eso más tarde.

Dimitri miró a nuestra dirección y nos encontró mirándooslos. Adrian tiro de mí hacia atrás para arrastrarme como en una jugarreta por el sillón hasta quedar del lado del asiento.

- Creo que nos han descubierto- dijo Adrian como si fuéramos dos niños pequeños a los que sus padres han atrapado espiando por la puerta.

- No era necesario que fueras tan sigiloso para sacarme de evidencia- le respondí irónicamente.

- Puede que haya llamado un poquito más de la cuenta su atención, pero para el caso, ya daba igual.

- Ajá. De todos modos no importa. Pienso averiguar de qué hablaban.



Capitulo 9

Veinte minutos habían transcurrido… Abe y Dimitri continuaban enfrascado en lo que parecía ser una acalorada conversación. Eso, por la rígida y tensa postura en la que los dos se mantenían.

El resto de nosotros estábamos en nuestra propia mini contienda frente a la gran pantalla plasma, sumidos en una nueva competencia por lograr hacer que Mario rescatase de una vez por todas a la bendita Princesa Peach.

No podía dejar de enviar furtivas miradas en dirección a la los dos hombres que se encontraban a nuestras espaldas, lo que varias veces me valió una secuencia de bufidos y malas palabras en mi contra por dejar a Mario a merced del despiadado Rey Koopa.

Superada por mi ansiedad y curiosidad, dejé el juego de lado y me encaminé a la cocina por un poco de jugo, esperando despejar mi mente y encontrar un poco de paciencia para aguantar hasta el momento en que pudiera interrogar a Abe acerca de la conversación, e incluso, de ser necesario, encarar al propio Dimitri para enterarme de lo que estaban ocultando.

Ocultando era la palabra indicada. Ellos no hubieran estado cuchichiando  al fondo de la sala en vez de plantear lo que fuera que supieran ante todo el grupo sino quisieran ocultar lo que sabían… pero no se iban a librar de un interrogatorio al estilo Hathaway. Yo iba a conseguir todo ese material de cualquier modo.

Regresé a la habitación para encontrar a Abe sentado en el sillón con el mando de la consola en las manos mientras Christian, Eddie y Adrian le daban indicaciones de cómo matar a una Planta Piraña. Las chicas por otro lado sólo hacían caras de tensión, siguiendo con la mirada a los personajes en la pantalla, como si sufrieran ante el peligro que Mario corría en manos de Abe.

Me quede ahí con la boca abierta mientras observaba al gran Zmey jugar… Bueno, ¿De qué me asombrada? Las consolas de video juego y sus derivados son capaces de transformar al más serio de los hombres en un niño de 12 años otra vez, ¿Por qué no iba a surtir el mismo efecto en un Moroi mafioso?

Me reí por lo bajo y me acerqué hasta llegar al lado de Adrian. Él me sonrío y cogió una de mis manos.

-Abe aprende rápido- dijo dándome una dulce sonrisa- para ser tan viejo, no está nada mal.

- Tengo las manos ocupadas, pero estoy escuchando, Ivashkov.

Los ojos de Adrian se dilataron levemente y se giró para mirar a Abe.

- Me refiero a que la edad te hace sabio… y tú tienes mucha sabiduría.

Abe dejó de mirar la pantalla para darle a Adrian una fría mirada.

- Sabes, no estás arreglando las cosas. Me caes bien muchacho… valora eso y no lo estropees.

Adrian tragó y se volvió hacia mí.

- Él da realmente miedo- dijo en un susurro.

- Abe, necesito hablar contigo antes de que tengan que regresar todos a la ciudad- le dije.

Abe puso pause el juego y los rostros en la habitación fijaron sus miradas en mi.

- Rose, pensábamos en quedarnos a pasara la noche aquí, si no les molesta. En la corte están muy preocupados por solucionar lo de sus secuestros, lo que nos da un poco más de libertad por el momento. Poder salir sin que se genere un gran revuelo por nuestra ausencia- dijo Lissa.

- Por mí no hay ningún problema- dije feliz de saber que los tendría cerca por un tiempo más- pero que hay del resto ¿Todos piensan quedarse? ¿Pueden hacerlo?

- En un par de días me asignaran al Morio al cual debo proteger, pero mientras tanto puedo disponer de mi tiempo a voluntad. Así que no tengo problemas en quedarme por aquí y ser útil en lo que necesiten- Eddie estaba próximo a asumir su nueva vida de guardián tal cual como se suponía debía ser. Sentí un poco de envidia por ello. Cuanto deseaba poder estar en una situación similar, comenzando a vivir la vida que siempre había esperado… cuidar de Lissa y quedarme a su lado para protegerla de cualquiera que intentase hacerle daño… Pero ese tiempo ya se había ido. Ahora una vida muy distinta era la que estaba experimentando y sólo podía esperar salir viva en el proceso.

- Y que hay de Jill y de Mia… a ti ni te pregunto- dije mirando a Christian- Se que cuentas con la aprobación de Tasha, y si no la tuvieras, tampoco es como si le fueses a hacer caso- sonreía con malicia.

- Correcto, Sherlock- contesto Christian sujetando la mano de Lissa.

- Si, si… Eso no necesitaba de tanta deducción. Pero si necesito saber qué pasa con ustedes dos, chicas- dije mirando a Mia y Jill.

- Mamá sabe que estoy en casa de Mia…- Jill tenía una sonrisa aparentemente inocente en los labios.

- Y mi padre sabe que estoy disfrutando de unos días de descanso en casa de Jill con ella y bajo la atenta mirada de su madre- sonrió de manera cómplice Mia.

- ¿Están conscientes de que esto puede acarrearles serios problemas a ambas? No es una simple escapada para una pijamada. Estamos hablando de una pijamada con prófugos acusados de asesinato- Necesitaba dejar eso en claro. No quería que ninguno de mis amigos terminara encarcelado por participar implícita o explícitamente en todo este gran problema.

- Tranquila, Rose. Somos chicas grandes y sabemos en lo que estamos- dijo Mia.

- No te preocupes por la seguridad de ninguno de estos muchachos- aportó Abe- Me encargare personalmente de hacerlos llegar a sus casas sanos y salvos, sin que nadie se entere de donde han pasado los últimos días.

- De acuerdo. En entonces se quedan- Varias sonrisas asomaron en sus caras-. Pero eso sí: No hay camas suficientes, así que tienen que saber que a más de alguno le va a tocar dormir en los sillones.

- No hay problema- dijo Eddie- Puedo dormir en el suelo si es necesario.

- ¿Qué hay de ti, Sydney?- Ella había dicho anteriormente que tenía que irse al finalizar el día.

- Tengo que regresar a mis tareas en la sede alquimista, así que alguien puede tomar mi puesto en tu habitación.

Parecía que la mayoría de los presentes sintió una increíble necesidad por mirar hacia el techo y buscar imperfecciones o grietas allí. Todos, menos Sydney, habían escuchado la declaración de Adrian acerca de haber pasado la noche conmigo el día del asesinato de la reina Tatiana. Yo también me sentía incomoda, sobre todo porque Abe estaba ahí y ahora el sentimiento de padre-hija había aumentado… lo que me hacía sentir peor. Tener presente el que él estaba al tanto de la vida sexual de su hija y su novio.

- Como si no lo supiera…- dijo Abe, sacando a todos de su fingido ensimismamiento.

Christian se aclaro la garganta sonoramente y Lissa le dio un codazo en las costillas.

Sentía una pesada mirada en mi nuca. Ya sabía a quien correspondía  y por lo mismo preferí pasar de ella y no girarme para verificar.

Pasando también del comentario de Abe, seguí con el tema, saltando la parte incomoda.

- Bueno. Ya veremos cómo nos acomodamos. – Miré a Abe- Ahora me gustaría hablar contigo un minuto, a solas.

Abe levantó un ceja, pero de todos modos se levanto del sillón y caminó hacia la puerta.

- Vamos entonces.

Le seguí por el pasillo hasta la salita de estar donde nos quedamos de pie frente a la chimenea.

- ¿Qué es lo que quieres saber?- preguntó.

- Quiero que me digas lo que sabes. ¿Cuál es la nueva información?

- ¿Qué nueva información?

- La que discutías con Dimitri y de la cual no has dicho palabra alguna a nosotros.

- ¿Y quien dice que estábamos hablando de algo que les incumbiese a ustedes?

Él tenía un buen punto ahí. Pero mi instinto me decía que ellos estaban hablando de algo que tenía relación con la muerte de Tatiana.

- No me mientas, Abe. Tengo un radar especial para detectar cuando alguien no dice la verdad y el mío está dando pitidos 15 veces por segundo ahora mismo.

Abe me observó fijamente, con el rostro despejado de cualquier emoción, casi indiferente.

- No tengo nada que decirte, Rose. Puede que tu radar este fallando. Yo que tú, le compraría baterías nuevas.

Bien. No iba a conseguir nada con él… “¡Que novedad!”, pensé irónicamente.

- Lo sabré de todos modos, ya lo sabes.

- No sé de qué me estás hablando- respondió, abriendo los ojos y alzando las cejas con fingida inocencia.

Le devolví una mirada irritada que no surtió efecto alguno en el gran Zmey.

- Regresemos a la habitación para que puedas terminar de matar a esa Planta Piraña- le dije.

- Es un juego bastante interesante. Nunca le he dedicado real atención esos aparatos, pero creo que estoy comenzando a comprender porque los humanos son tan adictos a ellos.

¡Lo que faltaba!, Abe viciado con juegos de video. ¡Dios no lo permita!




En la habitación los chicos seguían jugando frente a la pantalla… y como siempre, Dimitri permanecía mirando hacia afuera por el ventanal.

Mi única opción era interrogarlo a él. Pero eso tendría que esperar hasta el final, o hasta que Abe saliera de la cabaña. Si él me veía cerca de Dimitri no permitiría que averiguara nada. Existía la posibilidad de que el propio Dimitri no dijese nada, pero tenía que correr el riesgo. Ya no me quedaba duda de que algo grande se traían entre manos tras la negativa mal actuada de Abe,  y no pensaba quedar fuera de eso.

Adrian se acercó a mí y con su dedo aliso la piel entre mis cejas. No me hubiera dado cuenta de que tenía el ceño fruncido de no ser por su acción.

- ¿En qué estas pensando, mi pequeña Dhampir? - preguntó, buscando encontrar en mis ojos la respuesta.

- En técnicas para conseguir información por la fuerza. De preferencia, muy dolorosas.

- Espero que no sea a mí a quien intentas torturar. Yo no tengo problemas en contestar cualquier clase de pregunta que tengas para mí. Mi respuesta será siempre “Si”.

Tomé su mano y observé nuestros dedos entrecruzados.

- No. No es a ti a quien deseo sacarle información, aunque me agrada la parte en donde dices “si” a todo lo que yo te diga. Eso puede resultar muy peligroso para ti.

- Soy un hombre al que le encanta el peligro. ¿De qué otro modo podría ser queriendo estar a tu lado?- él levantó nuestras manos y besó el dorso de la mía.

Adrian se había convertido en el hombre más dulce sobre la faz de la tierra. O tal vez siempre lo fue y sólo necesitaba de alguien para liberar toda esa ternura y romanticismo.

- Y eso me agrada más- le dije, dándole un beso en la mejilla.- Ahora que ya has dejado feliz a tu novia puedes volver a tu juego. Vas a perder tu turno si sigues aquí conmigo.

- No me importa. He comprendido que Mario tiene mucho camino por recorrer y yo no tengo paciencia para él.

- Ajá… ¿debo deducir entonces que eres pésimo para ese juego?.

- Si. Apesto… y yo no suelo apestar en los juegos. En los casinos soy el rey, sobre todo con las cartas.

- Ya lo creo. Estoy muy al tanto de eso.

- Ya ves a que se debe mi frustración. No vale la pena malgastar mí tiempo en un estúpido juego cuando puedo ocuparlo en cosas mucho más interesantes- Adrian se inclino ligeramente hacia mí, dándome a entender “en que” quería ocupar su tiempo.

La verdad es que yo estaba bastante a favor de ocupar el tiempo de ese mismo modo, pero con tanta gente en la cabaña era casi imposible conseguir un momento de privacidad.

- Si no vas a jugar más, podrías ayudarme a buscar algunas mantas para tener a mano a la hora de que todos se vayan a dormir.

- Soy tu esclavo, mi pequeña Dhampir.




Fuimos a nuestras respectivas habitaciones y no encontramos mantas extras allí, así que comenzamos a buscar en los cuartos que no habíamos registrado todavía y que eran dos.

Entramos en el primero y encontramos una especie de mini gimnasio muy bien equipado. Al parecer Abe y sus muchachos se mantenían en forma.

Pasamos a la siguiente habitación y encontramos nuestro tesoro.

Era como una especie de mini lavandería. Había una lavadora, una secadora y una tabla de planchar con plancha incluida. También una repisa repleta de productos de limpieza y aseo: detergentes, suavizantes, jabones, lustra muebles, cloro, etc. Y en otra pared se encontraba otra serie de repisas con toallas, sabanas, mantas y frazadas.

Nos acercamos con Adrian para tomar algunas de las mantas. Las sacamos y regresamos a la habitación de recreación. Todos seguían sumergidos en el juego por lo que no prestaron atención a nuestro sigiloso acarreo. Como no sabíamos cómo nos íbamos a reorganizar, decidimos llevar provisionalmente las mantas a esa habitación, pensando en que más de alguno querría quedarse cerca de la televisión a la hora de ir a dormir.

Regresamos con Adrian al cuarto de lavandería por más mantas.

Me puse de puntillas para alcanzar unas que se encontraban hasta arriba de la repisa pero no alcanzaba, así que Adrian fue quien las sacó.

Las mantuvo por un par de segundo sobre las manos y luego fue hasta la lavadora y dejó las mantas allí.

- ¿Qué haces?- le pregunté.

- Nada… - dijo mientras regresaba a mi lado con un brillo malicioso en los ojos.

-¿Nada?- volví a preguntar.

- ¿Qué pasa? ¿Le tienes miedo al lobo?- dijo mientras se acercaba hasta quedar a sólo unos centímetros de distancia.

- Difícilmente podrías ser un lobo. Se supone que vendría siendo como tu antagonista en las historias humanas.

- Nunca me he sentido realmente de mi familia. Creo que simpatizo más con los lobos- susurró mientras pasaba lentamente su nariz cerca de mi oreja. Se deslizé de ese modo hasta llegar a la comisura de mi boca.

- ¿Y eso por qué?- pregunte sin inmutarme en apariencia.

- La verdad no estoy prestando mucha atención ahora, y más bien quería llevarte un poco la contra después de que arruinaste mi frase.

No pude evitar reírme de eso. Pero mi risa murió cuando él me silencio con un beso suave que terminó encendiendo llamas.

Realmente me estaba costando respirar. Adrian siempre fue bueno besando, pero este beso era con creces el mejor. 

Pasé mis brazos alrededor de sus hombros mientras él me aferraba más hacia su cuerpo y enterraba sus dedos en mi cabello al tiempo que profundizaba más aún el beso.

Dejé mis labios y bajó dando pequeños besos hasta mi cuello.

Podía sentir el filo de sus dientes contra mi piel y me encontraba deseando perderme por un momento en el placer y las drogas de esa mordida. Dejar de lado todo lo que nos estaba ocurriendo. Todo lo que había tenido que pasar. Pero Adrian no iba a morderme, el sólo me besaba con ansias.

De repente sentí una brusca inhalación que no pertenecía ni a Adrian ni a mí. Abrí mis ojos y pude ver como Dimitri se abalanzaba hacia nosotros.

Tomó a Adrian por los hombros y lo empujó hacia la pared contraria donde se dio un fuerte golpe en la espalda.

- ¡¿Qué crees que estás haciendo!?- grité mientras me acercaba rápidamente a Adrian que se encontraba en el suelo, afirmado contra la pared.

- ¡Él iba a morderte!- dijo Dimitri en un tono bajo y aterrador, con sus ojos fijos en Adrian.

- Él no iba a hacer eso, y si lo hubiese hecho, no es asunto tuyo. Eso sería algo que nos incumbe sólo a él y a mí.

Dimitri parecía dolido. Me miró fijamente por algunos segundos más y luego desvió la mirada.

- Ciento haberlos interrumpido entonces- dijo.

Los demás llegaron rápidamente y se agolparon en la puerta.

- ¿Está todo bien?- Preguntó Abe abriéndose paso hasta llegar a mi lado.

- Nada más que un pequeño mal entendido- conteste mientras ayudaba a Adrian a ponerse de pie.

- Una confusión de percepción- dijo Adrian.

- Creo que es hora de que los Morois se alimenten- Abe comenzó a salir de la habitación- Me han llamado para avisar que los alimentadores estarán aquí en 10 min.

Todos emprendieron la caminata de regreso a la salita de estar para esperar a los humanos.

- Justo a tiempo…- Alcancé a escuchar que Dimitri mascullaba antes de abandonar también la lavandería.

- ¿Te encuentras bien, Adrian?

- Me duele un poco la espalda y el orgullo. Pero puedo aguantar ambas cosas.

Le di una sonrisa y un pequeño beso en los labios.

- Muy bien lobo… parece que tu caperucita viene en camino.

- Querrás decir que la abuelita viene en camino. Caperucita esta justo frente a mí.

- No me vienen las capas rojas- le dije.

- No importa. De todos modos sería sólo un estorbo- Adrian tomó mi mano y caminamos juntos hacia la salita de estar.



Capitulo 10

Los alimentadores llegaron a la cabaña poco después de que Abe los hubiese anunciado.

De apariencia refinada y cuidada, seis humanos se presentaron en la sala de estar y fueron guiados por el propio Abe hacia la cocina donde cada uno de los Morois se dispuso a obtener su propia cena.

Los demás nos dispersamos por la cabaña.

Sydney regresó a la habitación para poner en orden las cosas que había dejado allí y alistarse para su regreso a la comunidad alquimista. Eddie se fue directo de regreso a continuar jugando con la consola frente a la televisión. Yo me quedé ensimismada observando las llamas crepitar en la chimenea, perdida en la visión de las figuras y danzas  del fuego mientras se alzaban lentamente sin dispersarse más allá.

No me había percatado que no estaba sola en la sala.

Unos pasos se acercaron hasta un sillón cercano a mí.

Ninguno de los dos habló, y yo no quise moverme de mi lugar. Estaba molesta por el incidente de la lavandería y no tenía ganas de hablar del asunto precisamente con él.

Fingí no prestarle atención. Puse mayor interés en la chimenea y el fuego que se extendía desde la madera que ardía, buscando figuras reconocibles, despejando mi mente del enfado que aún se mantenía rotando en mi sistema.

Como ya saben, no soy una chica reconocida por la paciencia y la meditación. Nunca fueron lo mío.

Sin poder morderme la lengua por más tiempo, me giré en el asiento para encararlo.

- Te comportaste como un completo imbécil.- escupí.

- Ya me he disculpado- Dimitri también se encontraba observando el fuego y mantuvo su mirada allí mientras hablaba impasiblemente.

- No tenías ningún derecho a tratar de ese modo a Adrian.

- Estoy de acurdo. No fue el modo correcto de actuar. Lo siento, nuevamente- Pero no había ninguna inflexión en su voz que reflejara un verdadero pesar por su comportamiento. Lo dijo como si fuese una grabación exenta de emoción alguna.

- Podrías al menos simular que de verdad lo sientes.

- Tal vez. Y tal vez ustedes deberían mantener la puerta cerrada si no quieren que alguien mal interprete sus actos.

Si antes estaba ya enojada, ahora podía sentir la furia espesa recorriendo mi cuerpo bajo la piel. Tenía muchas ganas de golpear algo… o a alguien.

- Y tú no tenías porque andar como un perrito faldero tras de nosotros- No estaba segura de si mis palabras eran ciertas o no, a esas alturas sólo quería que se sintiera tan ofendido como yo.

- Yo pretendía ser de ayuda, nada más.

- Sí, claro.

- Rose, no es mi problema si tú no me crees.

Me disponía a rebatir sus palabras con una nueva idea que había surgido en mi cabeza a raíz de su exaltada reacción en la lavandería, cuando Dimitri se puso de pie sin siquiera darme una mirada y caminó por el pasillo en dirección a la habitación de recreación, dejándome sola con mi inmensa furia.

Agarré uno de los mullidos cojines y lo golpeé repetidas veces para descargar un poco la rabia. Luego me lo llevé a la cara y grite contra él con todas mis fuerzas hasta quedar ligeramente más libre de las emociones que me estaban consumiendo.

Me quede allí hasta que los Morois comenzaron a salir de la cocina. Lissa fue la primera en regresar a mi lado.

- ¿Qué tal la comida?- pregunté, intentando aligerar el estado de humor en el que me encontraba.

- Muy bien, gracias- dijo ella mirando con una sonrisa en los labios-.No sé de donde los ha conseguido, pero el sabor es distinto del de los alimentadores en la corte o de la academia… Es mejor aún, un sabor dulce afrutado… ¿Abe tendrá alguna clase de agencia que se encargue de alimentarlos de un modo especial? Porque no creo que el sabor se deba a una simple casualidad. Creo que es algo preparado.

Nunca había escuchado algo así. La verdad es que yo sólo sabía lo que se sentía ser mordida y lo placentero y adictivo que eso podría resultar. Ni por asomo se me hubiera pasado por la cabeza pensar en la distinción entre una sangre y otra. La idea, de cierto modo, lograba hacer que mi estomago se retorciera con desagrado.

- ¿Son muy distintos los sabores?- le pregunte, algo curiosa ante sus palabras.

- No siempre. Los humanos tienen un gusto muy similar entre sí. La diferencia entre su tipo de sangre no es una real diferencia.

- ¿Y qué hay del resto?- Me refería a las veces en que ella había tenido que alimentarse de mí a causa de la necesidad en los días en que nos mantuvimos fugitivas entre el mundo de los humanos.

Ella había entendido hacia donde se dirigía mi pregunta. Se vio algo incomoda, pero respondió de todos modos.

- Bien… tu sangre, y supongo que la de los Dhampir en general, es más dulce que la de los humanos- había en sus ojos una cuota de entendimiento y pesar a la vez, antes de proseguir- Supongo que es por esa razón por la que algunos de los nuestros prefieren beber de los Dhampirs.

El tabú acerca de las Putas de sangre era algo que había llegado a convertirse en mi propia realidad con gran peso meses atrás. Meses atrás no era verdad. Yo había permitido a Adrian beber de mí poco antes de que me arrestaran, aunque no consideraba ese acto del mismo modo del cómo se veía y juzgaba a las Dhampir que dedicaban sus vidas a la prostitución, motivadas por la necesidad de la droga que proporcionaba la mordida de los Morois y Strigois. Lo veía como un acto de intimidad y entrega, aunque no podía negar que cierta parte de mi había estado deseosa de volver a sentir los efectos de ese acto y avergonzada más tarde por haber esperado los efectos de la droga.

Los días con Dimitri como Strigoi habían sido un poco distintos. La droga me mantenía en un estado similar, además de atenuar y nublar mi pensamiento ante lo que Dimitri era realmente en esos momentos. Lo único que lograba era hacerme anhelar la próxima mordida para poder perderme libremente en la mentira que yo misma me hacía creer.  Pensar que Dimitri como Strigoi no era tan malo y que existía la posibilidad de que pudiéramos permanecer juntos si yo finalmente accedía a ser convertida por él. Había estado sólo a unos pasos de aceptar sus constantes e insistentes ofrecimientos, pero gracias a Lissa y nuestro vínculo había logrado salir de esa burbuja de pesadilla, recobrar el sentido y hacer lo que debía hacer.

Sacudí ligeramente la cabeza, a modo de que mi mente regresara al presente y a la conversación que mantenía con mi amiga.

- ¿Qué hay de la sangre Moroi?- Los Morois también podían alimentarse entre ellos, pero eso estaba más íntimamente ligado a la relación que existiera entre ellos. Era un acto de más pura intimidad.

Las mejillas de Lissa se enrojecieron ligeramente ante mi pregunta. Apartó la mirada de mí para fijarla en las llamas al interior de la chimenea.

- No lo sé – dijo en un tono más bajo- Nunca he probado sangre de otro Moroi… - ahora estaba indecisa entre confiarme o no sus siguientes palabras. Lissa y yo antes solíamos contarnos cada uno de nuestros secretos y pensamientos más ocultos. Las circunstancias durante los últimos meses habían entorpecido nuestra amistad, pero las cosas poco a poco estaban volviendo a ser cómo eran antes.  Yo la quería como a mi propia hermana y estaba segura de que el sentimiento de ella hacia a mí era el mismo, por eso las dificultades y problemas vividos se desvanecían con facilidad.

Lissa sonrío tímidamente y regresó la mirada hacia mí.

- He sentido el deseo de morder a Christian un par de veces cuando… bueno, cuando… cuando estamos juntos, pero no me atrevo. Me da mucha vergüenza hacerlo. No sé como él podría reaccionar ni que podría pensar de mí.

Le devolví la sonrisa y me acomodé en mi puesto para quedar frente a ella y poner toda mi atención en eso.

- ¿Se lo has dicho? ¿Han hablado de eso?

- ¡No!- Su respuesta fue instantánea, en un tono bajo y ansioso mientras miraba hacia los lados, como cerciorándose de que nadie nos estaba escuchando a hurtadillas. Yo sabía que nadie lo hacía gracias a mis oídos más sensibles, por eso no me giré para verificar.

- ¿Por qué no? Ustedes dos se aman. No veo nada de malo en que hablen de lo que sienten. Además, estoy segura de que Christian no se sentirá intimidado, molesto o nada por el estilo- Yo más bien creía, si es que no estaba segura, de que Christian deseaba lo mismo. Seguramente no se había atrevido a manifestárselo a Lissa por las mismas reservas que ella mantenía.

- ¿De veras lo crees?- sus ojos con un poco de incredulidad.

- ¡Claro que sí! No te lo diría de no pensarlo.

- Oh, Rose- Estiro los brazos para alcanzarme y rodearme con ellos en un abrazo- Es tan bueno hablar contigo de estas cosas.

- Si- le contesté, pensando en lo que yo misma estaba viviendo pero que no me atrevía a contarle para no abrumarla con mis propios pesares- Estoy para ayudarte y escucharte siempre. Pero, si un día tienes la necesidad de revelar detalles acerca de lo maravilloso que Christian puede llegar hacer utilizando cualquier parte de su cuerpo, quiero que sepas que no soy la persona indicada. Lissa, te quiero con todo mi corazón, pero escuchar detalles esta fuera de mi rango de tolerancia.

Lissa se apartó de mí para mirarme con fingida indignación.

-¡Rose! ¿Cómo puede decir semejantes cosas? Yo que esperaba poder darte cada uno de los más mínimos pormenores de lo que nosotros hacemos- dijo en broma.

Si Lissa supiera cuantas veces me había tenido que enterar de primera mano- en vivo- de lo que ellos hacían o dejaban de hacer… Sólo recordarlo me daba escalofríos de los malos en la espalda.

- Lo siento. Pero ya sabes mis límites.

En ese momento Adrian, Christian y Mia salían de la cocina y caminaban hasta los sillones.

- ¿De qué hablaban?- preguntó Christian mientras se acercaba a Lissa y se sentaba junto a ella.

- De lo mucho que hace por tu rostro una buena comida. Podría decir que casi pareces normal.- dijo Adrian mientras se sentaba en el apoyabrazos del sillón a mi lado.

Lissa le dio una mirada reprobadora a su primo y luego se giró para acariciar tiernamente el rostro de Christian.

- De lo guapo que te ves siempre- le dijo. Christian sonrío complacido y tomo su mano para besarla.

- Eso es mentira- dije. Lissa me miró con creciente ansiedad, como si creyera que me había vuelto loca y fuese a confesar sus palabras anteriores. Le guiñé un ojo para calmarla-. Estábamos hablando de cómo acomodarnos para pasar la noche. Ya es tarde y hay que comenzar a prepararnos para ir a dormir.

Sydney apareció por el pasillo con una pequeña maleta en la mano.

- ¿Dónde está Abe?- preguntó, mirando a los presentes.

- Aquí- contestó él, saliendo desde la cocina para reunirse con nosotros. Más atrás apareció Jill-. Veo que ya estas lista para regresar a tus labores.

- Si. Tengo que encargarme de algunos asuntos pendientes. Estoy segura que tras un día de ausencia tendré que responder ante algunas autoridades por abandono del trabajo.

- ¿Te fuiste sin autorización de tus jefes?- Yo pensaba que Sydney tenía la autorización de los alquimistas para permanecer con nosotros.

- No. Esto es un trabajo extra que no tiene que ver con la sede alquimista.

Eso quería decir que Sydney tenía bastante que arriesgar. Hacer tratos con Abe era un asunto complicado. Sospechaba que  a pesar de todo lo que ella siempre decía, y tras ver como se había relacionado con mis amigos, ella no estaba aquí solo como pago al favor de Abe, sino que estaba ayudando porque sentía algo de sincero afecto hacia mí.

- Espero que no te metas en muchos problemas entonces.

-Si las cosas se dan como espero que se den, puede que sólo me sancionen levemente. Lo malo sería si se llegan a enterar de lo que realmente he estado haciendo durante mi tiempo de ausencia.

La mayoría se agrupó para entablar conversación mientras los alimentadores salían por la puerta para subir a unas SUV que esperaban para regresarlos a su lugar de residencia.

Me acerqué a Sydney para hablar con ella.

- Quiero agradecerte por ayudar con nuestro rescate.

- Ya sabes que es parte de lo que tengo que hacer.

- Si. Pero creo que hay más aparte de solo retribuir el favor de Abe, y es por eso por lo que estoy agradecida. Quiero que sepas que si necesitas cualquier cosa no dudes en pedírmelo porque estaré ahí para ayudarte.

- Gracias- Sydney asintió con la cabeza mientras mantenía una amable sonrisa en los labios, algo poco usual en ella.

- ¡Muy bien!, hora de retirarnos entonces. ¿Estás lista?- pregunto Abe acercándose a Sydney.

- Si. Podemos irnos – Sydney caminó hasta la puerta y se giró para observar al grupo- Adiós. Nos veremos dentro de poco-. Y se volvió para seguir su camino hasta un vehículo negro de línea elegante con los vidrios tintados.

Abe se acercó más a mí.

- Mi número está programado en los teléfonos. Si necesitas cualquier cosa, ya sabes que puedes pedírselo a cualquiera de los empleados que andan por los alrededores o puedes llamarme directamente y estaré aquí en un dos por tres. 

- Gracias- dije con gratitud por todo- ¿En cuánto tiempo más te tendremos de vuelta por aquí?

- Tengo que encargarme de algunos trabajos, así que espero poder pasara por aquí dentro de un par de días. Estaré al pendiente de ti.

- De acuerdo… Quisiera pedirte un favor.

Abe me miro con picardía en los ojos.

- ¿Qué es lo que quieres?

- ¿Podrías enviar saludos a mi madre de mi parte? Sé que ustedes han estado manteniéndose en contacto, y ya que estoy aquí, y sé que ella no puede abandonar sus obligaciones, me gustaría que le dijeras que estoy bien y que le agradezco el modo en que vi que luchó por mi hace unos días.

- Por supuesto que lo aré. Intentaré encontrar algún modo por el cual puedan comunicarse sin ser rastreadas.

- Eso estaría bien.- Me incliné y bese su mejilla.

Abe parecía un poco confuso y feliz a la vez. Extendió su mano y me dio un suave y afectuoso apretón en el brazo.

- Nos veremos pronto.

Luego avanzó despidiéndose de los demás y salió en dirección al vehículo en el que Sydney esperaba.

Jill bostezó audiblemente y todos los presentes nos giramos para observarla. Sus mejillas se volvieron de un tono rosa que sólo la hacía ver más tierna y joven.

- Disculpen- dijo tapándose la boca tardíamente- Parece que tengo un poco de sueño.

- ¿Parece?- dijo Mia mirándola con diversión.

- ¿Un poco?- Adrian la miraba con la ternura de un hermano mayor hacia su hermanita.

- Bueno, vamos a la habitación de recreación donde dejamos las mantas y veamos cómo nos distribuimos para dormir.



Eddie estaba jugando frente a la televisión tal cual pensábamos. Quien nos sorprendió fue Dimitri, quien también sujetaba su propio control y hacia un buen trabajo en dar una golpiza al guerrero que al parecer pertenecía a Eddie.

Al vernos entrar, el guerrero de Dimitri dio un último golpe al representante de Eddie, dejándolo de espaldas en el suelo. En la pantalla apareció “GAME OVER”. Dimitri dejó el control en el sillón y se puso de pie.

Todos los que veníamos de la salita de estar entramos.

- ¿Dónde está Sydney y Abe?- pregunto Eddie.

- Se acaban de marchar – conteste mientras me paraba frente a la pantalla.

- Oh.- Eddie también dejó su control y se sentó más rectamente para mirarnos.

- Tenemos que organizarnos y distribuirnos para dormir- informe- Somos varios y en la casa hay dos camas y muchos sillones.- enfaticé eso dando unos golpecitos al apoyabrazos cercano a donde me encontraba.

- Lo mejor es que las mujeres tomen las camas y nosotros ocupemos los sillones- dijo Dimitri, que se había alejado y se encontraba tras el sillón.

- Me parece una buena idea- dije, luego miré a Adrian, elevando una ceja. - ¿Estás dispuesto a ceder tu cama como un caballero, Adrian?

- Mi Lady, la pregunta me ofende- contestó haciendo una profunda reverencia- Sepa usted que estoy al servicio de todas las damas presentes.

- Cuidado con lo que dices Adrian…- le advirtió Mia.

- Si. No sabes en los aprietos que te puedes meter por hacer ofrecimientos como esos- agregó Christian.

Jill lo observaba como si no hubiera hombre más encantador sobre la faz de la tierra que Adrian.

- Muy bien, Príncipe Arturo, puesto que has cedido tus aposentos sugiero que Mia y Jill se queden allí y Lissa y yo utilicemos el cuarto donde ya estoy. Ustedes, chicos, pueden repartirse los sillones como deseen. Sugiero que utilicen los de esta habitación y los de la sala de estar.

- ¿No puedo utilizar el de su habitación?- preguntó Adrian dándome un mirada de niño pequeño travieso.

- Eso no sería justo- dijo Christian- Yo también quiero ese sillón en tal caso.

- Yo lo he pedido primero.

- ¡Alto! No hemos dicho que “si” a ninguno de los dos, así que no discutan por eso.- los atajó Lissa.

- Podrían llevar otro sillón a la habitación, si es que hay suficiente espacio- sugirió Eddie.

- Esa es una excelente idea- dijo Adrian dándole una mirada de aprobación.

- Pero eso sería como si tuvieran su propia pijamada privada en el mejor de los casos, o una orgia completa en el peor.

Todos nos giramos para mirar a Mia.

- ¿Qué? Eso es lo que cualquiera pensaría. No me parece justo que hagan su fiestesita privada estando los demás también por aquí. Propongo que hagamos una habitación común.

- ¡Si!- saltó Jill- Eso sería divertido. Podríamos quedarnos aquí, todos juntos hablando hasta quedarnos dormidos… o jugando frente a la televisión si no tenemos sueño. Podríamos traer los colchones de las habitaciones y ponerlos aquí.

Por un rato nos miramos unos a otros considerando la idea de Mia y las propuestas de Jill.

- Bien. Si vamos a pasar la noche juntos, vamos a hacerlo bien- dije, y Adrian me dio una sonrisa demoníaca que fingí no ver-  Además, quiero que por lo menos Jill y Mia tengan el cinco por ciento de verdad a la hora de mentir cuando digan que estuvieron en una pijamada.




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