sábado, 1 de enero de 2011

Capítulo 1, 2, 3, 4 y 5



Capitulo 1



 Permanecer días completos al interior de una celda puede arruinar completamente tu percepción. Lo digo por experiencia propia.

Desde la audiencia, en donde se decidió que habría un juicio en mi contra como la segura responsable de la muerte de la ex- reina Tatiana, ya habían pasado 3 días y la celda seguía pareciéndome cada vez más pequeña. Todo se hacía más pequeño… bueno, los sonidos no. Los sonidos se amplificaban de una forma molesta. Podía escuchar las conversaciones que se mantenían más allá del pasillo, por donde se llegaba hasta mi lugar de reclusión, a pesar de que los guardias intentaran mantener un tono de voz moderado.

Para bien o para mal, podía escapar por algunos momentos de mi encierro para observa lo que ocurría en el exterior por medio de mi mejor amiga, Lissa.

Si bien las cosas habían mejorado para ella, pues volver con Christian era una de las mejores cosas que le habían ocurrido en el último tiempo y eso la llenaba de felicidad, no podía dejar de preocuparse por mí y la posibilidad de que yo no saliera con vida de ésta. También estaba constantemente en su mente la preocupación maternal que sentía por Dimitri, algo que me tranquilizaba hasta cierto punto. Estar segura de que Lissa estaba pendiente de su bienestar era un alivio, pero aún así no podía evitar sentir celos de la relación que ellos ahora tenían comparada con la falta de relación que el propio Dimitri había establecido entre nosotros poco antes de que me encarcelaran.

No lograba dejar de darle vueltas al asunto. Una y otra vez se repetían en mi mente las dolorosas palabras dichas en la Iglesia, el modo en que me defendió de la guardia real y sus ojos al finalizar la audiencia. La contradicción era terrible, pero yo me había prometido a mi misma dejar las cosas en paz y pensaba cumplirlo.  

Además, en un momento de desesperación y necesidad había impulsado a  que la relación con Adrian pasara a un nuevo nivel, y también le había prometido intentarlo de verdad. Él se estaba esforzando mucho y había sido tan comprensivo que incluso me parecía increíble.

Yo, por mi parte estaba realmente confundida. Enamorada de Dimitri, quien no quería saber más de mi; quién decía ya no amarme y que se encontraba sumergido en un mar de culpas y autorecriminaciones; y a la vez, queriendo también a Adrian, quien a pesar de tener una actitud frívola  hacia el mundo, se preocupaba realmente por mi y aseguraba no poder apartarse a pesar de saber que podría salir gravemente dañado.

Fuera de todo el conflicto amoroso estaba el problema del hermano de Lissa. El supuesto medio hermano o hermana desaparecido, fruto de un amorío entre el padre de mi amiga y una Moroi o Dhampirs que quizás en qué lugar del mundo se encontraba. Esta situación podía verse desde dos perspectivas, que diferían mucho entre sí.

Primero: El que Lissa tuviera un hermano o hermana aseguraba su puesto en la corte de manera inmediata una vez que lo encontrásemos, lo que podría ayudar mucho en lo referente a la absurda ley que obligaría a los Dhampirs de 16 años a iniciar su vida como guerreros activos, y  tal vez, incluso podría ayudarme con el  problema de la acusación si se  extendía lo suficiente, aunque de eso no estaba muy segura. Estaba claro que querían a un culpable ya.

Segundo: El que Lissa se enterara de que su padre había mantenido un romance extramatrimonial la haría sufrir. Ya había tenido bastante al saber que su hermano no había sido el modelo de perfección que aparentaba ser… y eso que sólo era un adolescente haciendo cosas que, bien o mal, a veces los adolescentes hacían. Pero no me gustaba la idea de estropear la imagen que Lissa tenía de su padre.

A eso había que sumar la desaparición de los papeles en el registro de los alquimistas ¿Quién era el responsable de ese robo y para que necesitaba esa información?

Allí había un punto. Era demasiada coincidencia enterarse con horas de diferencia que alguien había robado información que relacionaba al padre de Lissa con una posible amante y el que apareciera un medio hermano/a de Lissa que podría servir de pase directo a un puesto en la corte como la legítima representante de la familia Dragomir. Un puesto que le daría el poder de efectuar cambios y tener voz y voto en los planes de la realeza Moroi… sin contar que la propia Lissa ya tenía su fama, sobre todo después de traer de vuelta a un Dhampirs tras pasar unos meses como Strigoi.

¿Quién? ¿Quién estaba detrás de ese robo? Y por otro lado, ¿quién estaba tras el asesinato de la reina Tatiana?  … me sentía bastante arrepentida de haberla llamado “perra mojigata”. Quizá que infierno había estado viviendo ella. Aún no comprendía muy bien el por qué  me había dejado la carta a mí, pero me sentía agradecida y honrada por la confianza que eso significaba.

El problema más urgente era ¿Cómo iba a sa…

- Rose, tienes visita – dijo Mikhail, sacándome de mi parloteo mental. Lo habían dejado como guardia permanente de mi custodia.

Me giré en la cama para mirar de frente a mi visitante. Sabía que no era Lissa, así que creí que podría ser alguien de la corte que venía a hacer de mi día algo más emocionante, pero estaba algo adelantada en mis suposiciones.

- Abe… - dije algo sorprendida. No nos habíamos visto desde el día de la audiencia.
Vestía como siempre: un costoso traje de diseñador acompañado de una pañoleta color turquesa con extrañas formas en tonos verdes y anaranjados, visible desde quinientos metros de distancia.

- Rose, pareces alarmada de verme.- dijo a modo de saludo.

- Un poco desprevenida nada más. Debiste llamar para esperarte con la cena lista – contesté sarcásticamente.

- Veo que el encierro no surte  buen efecto en ti. Estas algo irritable -  Abe puso algo de su propio sarcasmo mientras me observa con una sonrisita disimulada.- Te ves algo cansada y ojerosa. Deberías dormir más y…

- Bueno, bueno. Dejemos los consejos paternales para más tarde. Ahora quiero que me digas qué sabes acerca del juicio, ¿cuándo voy a salir de aquí?

Como  era mi abogado tendría que estar al tanto de todos los movimientos que se estaban llevando a cavo en la corte. Suponía que ese era el motivo que lo había llevado a visitarme en este día.

El rostro de Abe se endureció, adoptando la seriedad de un verdadero abogado que no lleva buenas noticias a su cliente.

-  Bien. El juicio se realizará en un par de horas. Por eso he venido.

- ¡¿En un par de horas?! ¿Y por qué nadie me lo dijo antes?- Miré significativamente hacia Mikhail que permanecía de pie cerca de la entra del pasillo.

- No lo sabía. Mi deber es vigilarte. No se me informa de nada más- Contestó algo apenado. Supongo que un poco por mi y otro tanto por su propia situación, aunque había notado que el hecho de estar a cargo de mi vigilancia era lo más parecido a un ascenso que había tenido desde hace algún tiempo. Lo más cerca de ser nuevamente un guardián activo en vez de pasar tiempo encerrado en el último sótano del lugar.

- En fin – dije- Lo importante es que voy a salir de esta maldita celda por fin.

- Yo no estaría tan feliz. Tal como están las cosas, lo mejor hubiera sido que permanecieras el máximo de tiempo aquí. De esa manera hubiera podido solucionar algunos asuntos de otra forma…

Ya me imaginaba que Abe intentaría utilizar sus influencias en la corte para sacarme del lío en el que estaba metida. Al parecer quien o quienes fueran sus contactos no estaban logrando buenos resultados.  

Él me miraba con verdadera preocupación. Era extraño encontrar a un padre de un día para otro. Más extraño el que pareciera sinceramente preocupado por tu vida a pesar de haber estado ausente la mayor parte de ella. Más, más extraño aún si se tomaba en cuenta que se trata de un Moroi, un Morioi de dudosa reputación capaz de hacer cualquier cosa por lograr sus objetivos y al que apodaban Zmey…

- … de todos modos- seguía diciendo Abe-, se decida lo que se decida  en el juicio, tú vas a salir de aquí con vida.

- Agradezco tu optimismo, pero la decisión de que yo permanezca viva no depende de ti sino del consejo.

- Vas a salir con vida – dijo con voz y mirada amenazadora- Ya te lo dije, y pienso cumplir mi palabra.

- Está bien, está bien.- Dije algo nerviosa. No me agradaba cuando se ponía en modo “Soy Zmey, mi palabra es ley” Me recordaba a los días que pasé en Rusia y él seguía mi pista.- Y ya que es de mi vida de la que hablamos… se puede saber, ¿Cómo piensas hacerlo?, digo, mantenerme con vida en caso de que el consejo decida que mi cabeza se verá mejor en el salón de té del próximo rey o reina.

Desvié la mirada de Abe a Mikhail, que intentaba disimular la risa aclarándose la garganta. Era la primera vez que me parecía verlo reír desde que nos conocimos.

- Me alegro de que alguien se divierta. Por lo menos unos de nosotros tenía que ver la gracia de esta situación.

-Lo siento- se disculpo, volviendo a una posición más rígida de guardián concentrado en su labor.

- Como iba diciendo, ¿Qué piensas hacer?- volví a preguntar.

- Eso queda en mis manos, no hay nada más que saber.

Muy bien. Eso era algo que debía esperarme de Abe. Si tenía que describirlo con una palabra “críptico” de seguro entraba en la lista.

- Supongo que no podré sacarte más información al respecto- lancé, por sí acaso.

-No.- fue su respuesta.

- ¿Algo más que agregar?¿ Algo que si se me permita saber…?
- Tú madre te envía saludos.

- ¡Genial!- exclamé molesta- Puede encontrarse contigo pero no puede venir a verme directamente.

- Ella ha estado algo ocupada con su propio trabajo. Las cosas se han alborotado y tú mejor que nadie deberías saberlo. Además, ella estará en el juicio. Sólo me ha pedido que te diga que está contigo y que confía en ti.

- Gracias - dije de mala gana. No me gustaba nada que se estuvieran viendo. Yo sabía que algo pasaba ahí,  pero la verdad no quería enterarme de demasiados detalles ni tenía cabeza para molestarme más por otro problema que no podía solucionar. Suficiente tenía con mis propios traumas como para hacerme imágenes mentales de los encuentros entre mi madre y Abe.

- Pues bien. Nos vemos en un par de horas. Vendré por ti. Ah… y toma esto.

Con la sorpresa de verlo no me había fijado que Abe traía consigo una bolsa con aspecto de tienda costosa. Él extendió su brazo con la intención de entregarme el paquete, pero Mikhail se adelanto, poniendo una mano sobre su hombro para detener el movimiento de Abe.

- Lo lamento, pero debo revisar el contenido – dijo Mikhail.

Abe se giro para observarlo de frente, lanzándole una mirada acecina que hizo que Milkhail retrocediera un poco.

-¡Hey! Calma- dije, buscando apaciguar el ambiente-. Abe, muéstrale la bolsa y ya. Él sólo cumple con su trabajo. No nos metas en problemas, ¿quieres?

Abe se relajo un poco, pero no dejó de mirar con cierto recelo a Mikhail, quien por su parte intento revisar el contenido de la manera más ágil que pudo, retomando una actitud serena. Vació la bolsa y dejo caer en una de sus manos una tela color jade, de aspecto delicado y sobrio.

Me quede de una pieza. ¿Un vestido? ¿Tanta confianza tenía Abe en sus planes que pensaba llevarme a algún lugar elegante a cenar para celebrar?

- ¿Qué es eso?- quise saber.

- Un vestido, obviamente.

- Ya sé que es un vestido- Me reprendí mentalmente por haber formulado la pregunta de manera tan estúpida- Me refiero, que significa eso. ¿Para qué quiero un vestido estando aquí encerrada?

- Es para que lo uses en el juicio. Ser una sospechosa de alta traición no significa que debas dar la impresión de no tener quien cuide de ti.

Mire del vestido que aún sostenía Mikhail a Abe un par de veces. Luego decidí que aceptar el regalo era la mejor opción. El vestido era realmente hermoso y mi actual aspecto de seguro rivalizaba con la ropa de un niño de 12 años tras un partido de  futbol en un día lluvioso.

- Bueno… gracias. Lo usaré entonces, aunque creo que no se trata tanto de mí, sino de no hacerte ver mal a ti. Es difícil rivalizar con un aspecto como el tuyo, sabes.

- Digamos que es un poco de las dos cosas.- Abe sonrió y le quitó de las manos el vestido a Mikhail para entregármelo.

Sostuve el vestido frente a mí para apreciarlo mejor. La tela era suave y ligera. Por un momento me imagine con él puesto,  pero en una situación completamente distinta. Me imagine  celebrando que se me permitía ser la guardiana de Lissa y que me encontraba acompañada de todo el grupo en un lugar alejado de la corte, riendo por todo. Me vi separándome de los demás para poder hablar con Dimitri, que permanecía a unos pasos de distancia mirándonos con diversión … y mientras más me acercaba, su rostro pasaba de la alegría a la admiración, la evaluación de quien sabe que lo que ve le pertenece y…

- Rose, Rose… ¿Estás bien? - Era Mikhail, que me miraba con el seño fruncido, entre exasperado y preocupado. Quise golpearlo por sacarme de mi ensoñación, pero me dije que era mejor así. Hacerme ilusiones era lo peor que podía hacer en ese momento.

- Si, si. Estoy bien- Mire hacia todos lados y me percaté de que Abe ya no estaba-. ¿Dónde está Abe?

- Se fue hace un momento.

-¿Dijo algo más?

- No.

Típico.

- Mikhail.

-¿Si?

- ¿Habrá forma de conseguir un poco más de privacidad? Porque, aunque no lo parezca, sigo siendo una chica y hay una fiesta que espera por mí.

- Creo que puedo hacer algo respecto a eso- dijo mientras retrocedía hacia el pasillo para darme algo de espacio.

-¡Ah!- dije antes de que se fuera- ¿Podrías llamar a Lissa por mí? Necesito de su ayuda aquí.


**


Luego de intentar lavarme, utilizando los pocos recursos que tenia al alcance, me puse el vestido con sumo cuidado. No podía observarme de cuerpo completo, puesto que contaba tan sólo con un pequeño espejo que colgaba precariamente de la pared, así que sólo podía mirar el reflejo de mi rostro. Tenía unas ojeras espantosas.  Miré hacia abajo, para observar como la tela caía hasta por debajo de mi rodilla. El escote alcanzaba a considerarse recatado, pero la tela se ajustaba de un modo provocador, justo en los lugares precisos, lo que convertía al vestido en algo de aspecto formal sin dejar de ser sexy.

Tras unos minutos más de autoinspección, me senté en la cama durante un rato, pensando en el juicio que se llevaría a cavo dentro de una hora. Estaba en ello  cuando sentí pasos en el pasillo. Me puse de pie y me acerque a la reja que daba hacia la entrada de la celda.

Lissa entró con paso firme, acompañada de dos guardias que flanqueaban sus costados. Se encontraba claramente molesta por eso, así que le sonreí para demostrar lo feliz que me hacía verla y ella me devolvió la sonrisa deteniéndose frente a mí.

- ¿Podrían darnos algo de espacio, por favor?- fue lo primero que salió de sus labios.
Los guardias no dijeron nada, pero se alejaron hasta la entrada del pasillo, permaneciendo juntos y haciendo como que no nos prestaban atención aunque yo sabía que lo hacían.

- Rose, ¿Cómo estás?- Preguntó con preocupación y luego se detuvo para mirarme con mayor detenimiento- ¡Te ves increíble! – Soltó Lissa de mucho mejor humor.- ¿De dónde has sacado el vestido? ¿Por qué estas vestida así?

- Abe vino hace una hora y me lo trajo de regalo. Quiere que vista bien para no hacerlo ver mal.

Lissa me miró con un poco de reprobación. Ella pensaba que Abe se preocupaba realmente por mí y que yo no valoraba eso. Yo en realidad lo hacía,  pero me costaba reconocerlo ante los demás.

- El juicio es dentro de una hora y necesito de un poco de tu ayuda.- Le dije, dejando atrás el tema anterior.  

- Nos enteramos hace un rato. Personalmente creí que lo aplazarían unos cuantos días más. No esperaba que fuese tan pronto.

-Supongo que tu percepción del tiempo difiere de la mía, porque siento como si estuviese desde hace un siglo aquí encerrada.

- ¡Oh, Rose!, sé que esto es difícil. Sé que para ti estar aquí encerrada sin hacer nada es, quizá, el peor castigo al que te podrían someter, pero siento más temor de lo que el concejo pueda decidir hacer contigo fuera de esta celda. Esto no será nada comparado a lo que te harán si deciden que eres culpable.

Podía sentir el miedo de Lissa como si fuese el mío. Ella estaba aterrada por lo que se pudiera decidir en el juicio. Lo peor era que ella tampoco tenía muchas esperanzas en que la corte me encontrase inocente, y no sabía cómo ayudarme. Yo era su única familia (que ella supiera) en un sentido más allá de los lazos reales de sangre.

Al leer eso desde su mente me sentí culpable por ocultarle aún la información de su medio hermano perdido. Desde el juicio no había podido encontrar el momento adecuado para revelarle la verdad de que su padre había tenido un hijo o hija por fuera del matrimonio con su madre. Si las cosas seguían el curso esperable, es decir, que yo terminara de frente a una pared con los ojos vendados esperando que un hombre encapuchado disparar contra mi cabeza o como fuera que la corte Moroi decidiera mi muerte, yo tendría que gritarle el secreto de ser necesario antes de que mi vida terminara.

Llevada por un impulso fuera de lugar, le pregunté:

-¿Cómo esta Dimitri?
Lissa evadió mi mirada por un segundo y luego, con mucha precaución, respondió:


- Él está un poco mejor. Ahora sólo lo vigila un guardia, así que se siente algo más tranquilo y eso ha ayudado a que su ánimo mejore.

Algo dentro de mí se relajó. Había una parte de mi mente que constantemente estaba preocupada por la posibilidad de que los Moroi no confiaran nunca en que Dimitri realmente no era más un Strigoi, por mucho que las pruebas hubiesen demostrado lo contrario. Si llegaba a ser condenada a muerte, me iría mucho más tranquila sabiendo que él estaría bien y que existía la posibilidad de que volviera a tomar su puesto como guardián.

Lissa esperaba que no le preguntara nada más. En realidad, esperaba que no le preguntara por Dimitri y sus sentimiento hacia mí. Así que no pregunté más respecto a él. No quería escuchar respuestas que sólo destrozarían mi corazón.

Decidí hacer la pregunta que realmente me había llevado a pedirle a Mikhail que llamara a Lissa.

- Lissa, hay algo que necesito que hagas por mí.

- ¿Qué necesitas?- preguntó con curiosidad.

Intenté mantener el tono de mi voz lo más bajo posible para que los guardias no oyeran lo que estaba a punto de pedir a Lissa.

- Lo que necesito- dije acercando mi rostro a la reja- es que encantes un anillo o algo con el espíritu, de modo que yo resulte lo más convincente y encantadoramente posible ante los ojos de la jueza y la corte.

- Eso tal vez pueda ayudar- dijo por un momento esperanzada, para luego angustiarse nuevamente-… pero no será suficiente.

- Cualquier ayuda cuenta. Ahora… ¿Tienes algo que puedas encantar?
Lissa realizo mentalmente una revisión de los accesorios que llevaba puestos. Desde hace algún tiempo ella siempre intentaba cargar algún objeto hecho de plata, por si surgía algún inconveniente que pudiera ser solucionado mediante el espíritu.

Por suerte en este día llevaba una linda pulsera de plata con aplicaciones de piedra esmeralda. Perfecto para combinar con mi vestido nuevo.

Lissa se sacó la pulsera y cerró la mano a su alrededor. Pude sentir el poder fluir de ella hacia el delgado tejido de plata. Sólo demoró un minuto y ya estaba hecho, tenía mi amuleto.

Se sintieron pasos provenientes del pasillo, así que los guardias se dieron vuelta por un momento para ver quien se aproximaba. Adrian apareció en la entrada desde el pasillo y saludó a los guardias.

- Buen día, caballeros- dijo de modo solemne.

La pequeña distracción nos dio tiempo para que Lissa me pasara la pulsera y yo me la pusiera de forma apresurada. Una vez lista volví a  mi posición como si nada hubiese ocurrido y esperamos a ver qué pasaba.

Los guardias dejaron pasar a Adrian sin decir nada, aunque me dio la impresión de que Milkhail, que se mantenía a un costado de la sala, si se percató del intercambio entre Lissa y yo, pero aparentemente había decidido dejarlo pasar.

Durante los días anteriores de mi arresto las visitas habían estado restringidas. Al parecer, alguien de más arriba estaba dispuesto a darme algo así como “mi última voluntad”  o indulto antes de morir. Que considerados… ¡Ja!

Adrian tenía el rostro oscurecido por la preocupación. Se acercó despacio, manteniendo la mirada fija en  mis ojos.

-Rose- dijo, y dejo que todo el amor que sentía por mi fluyera en esa sola palabra.


Yo tampoco lo había visto en persona desde el día del juicio, pero él me había estado visitando durante los sueños, cambiando  el escenario para mí. Nos habíamos visto en una hermosa isla perdida que, milagrosamente, contaban con servicio a la playa; también había creado un parque diversiones donde sólo nosotros teníamos acceso. Él había intentado en cada sueño sacarme de la agitación que sentía por estar encerrada y por las preocupaciones que llenaban mi mente. Siempre se comportaba de una manera dulce y comprensiva, complaciéndome en todo y dejando pasar mis arrebatos de mal humor, que se daban bastante seguido. Yo sabía que el intentaba mantener oculta su propia preocupación para hacerme sentir mejor, pero el juicio que se celebraría dentro de poco lo imposibilitaba para seguir manteniendo una actitud serena y confiada.

-Adrian, ¿Qué haces aquí?- pregunté.

- Eres mi novia, y aunque los sueños son agradables no es realmente como verte en persona. Además me he enterado del juicio y no podía dejar que fueras sin hablar contigo antes.

Lissa, sintiéndose algo incomoda por presentir que la conversación entre Adrian y yo tomaría un carácter más privado, decidió que era momento de dejarnos a solas.

-Yo voy a salir por un momento. Debo pensar en qué más puedo hacer.

Dicho eso, la vi salir por el pasillo con la mente hecha un lio de ideas.

Deje que mis ojos regresaran al rostro de Adrian. Él también me miraba, pero ahora tenía en los labios una pequeña sonrisa muy propia de él. Estaba apreciando mi vestuario y por el brillo de sus ojos podía decir que era de su agrado.

- ¿Te gusta?- pregunté.

-Todo en ti siempre luce bien. Es un bonito vestido… un poco largo para mi gusto, pero supongo que para la ocasión estará muy bien, porque, ¿Es para el juicio, verdad?

-Sí. Una idea de Abe y su sentido del buen gusto.

- Eso me da a entender que él ha estado aquí.

-Sí. Él fue quien me avisó que el juicio será hoy.

El rostro de Adrian volvió a contraerse por la preocupación. Se acerco más aun y levanto sus manos para tocar las mías, que aun permanecían sujetas a la reja. El segundo guardia que permanecía en la celda dio un paso para alejarlo, pero Mikhail le hizo una seña para que nos dejara. Él se encontraba más cerca y podía ver mejor lo que ocurría entre la encarcelada y su visita. El segundo guardia volvió a su antigua posición haciendo caso a Mikhail. Adrian puso sus manos sobre las mías, apretando con fuerza.

- No voy a dejar que nada te ocurra- dijo en un tono muy bajo, pero con la voz llena de vehemencia-. Haré lo que sea necesario para que salgas de esto. No voy perderte.

Sus palabras hicieron que mis ojos ardieran a causa de las lágrimas que querían salir. Las contuve porque a pesar de todo no quería que supieran lo afectada que estaba. No era momento para debilidades y yo debía volver a ser la Rose fuerte y optimista.

¿Qué sería capaz de hacer Adrian por mí? Yo estaba segura que Adrian era capaz de hacer muchas cosas descabelladas y me preocupaba mucho que el espíritu, que ya lo estaba consumiendo bastante, pudiera obrar de forma impulsiva y más alocada aún en él.

- Primero que nada,  no sabemos que decidirá el consejo así que no hay que precipitarnos- dije de modo optimista para que su ansiedad disminuyera si era posible.

- Es cierto, pero tú sabes cuál es la decisión más probable. Todos estamos conscientes de eso.

Teniéndolo tan cerca pude notar que no había rastro de alcohol ni cigarros en su aliento ni ropa. Eso era extraño, pues yo sabía que esos eran los únicos medios que él conocía y utilizaba para mantener a raya los efectos secundaros de su poder.

- No has bebido hoy- Mis palabras dejaban claro lo sorprendida que estaba.

-No, no he bebido desde que desperté y me enteré de que tendrías el juicio. Quería cumplir con mis promesas hoy más que nunca.

Adrian sonrío cansadamente. No beber lo estaba dejando completamente expuesto a la realidad, a las preocupaciones y al espíritu. Ver cuanto se esforzaba por hacerme feliz y lograr que yo lo amase me hacía sentir culpable. Yo quería abrazarlo y que él me besase. Olvidar lo que estaba ocurriendo y olvidar mi amor por Dimitri. Lograr corresponderle de igual modo, con el mismo amor que el demostraba por mí sin pensar en todo lo que estaba pasando. 

Lo miré fijamente, intentando transmitir todo lo que sentía por él. Solté mis manos de las rejas y sujeté las suyas entre las mías. El pareció comprender parte de lo que quise transmitir y sonrió con mayor felicidad.

-Te amo y quiero que me ames. Cuando esto termine vamos a intentarlo de verdad, voy a lograr que me ames.

- Yo ya te amo… - dije en un susurro, sabiendo que mis palabras no se oían lo suficientemente convincentes

-Tú me quieres. Me quieres mucho, pero aún no me amas… Y yo lo entiendo, ya te lo he dicho, y estoy dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario, el tiempo que te tome superar todo lo has que has tenido que vivir. Yo voy a estar a tu lado para el día en que estés lista.

-Adrian…- quería decirle muchas cosas. Quería rebatirle sus palabras, decirle que yo si lo amaba y que no había necesidad de que él esperara porque yo ya estaba lista, pero hubiese sido una mentira. Como él mismo había dicho, yo lo quería profundamente y estaba, posiblemente, enamorándome de él, pero eso no alcanzaba a compararse con el amor que sentía por Dimitri.


- Es mejor que me marche también. Hay algunos asuntos que debo solucionar antes de la hora del juicio- dijo repentinamente.

- ¿En que estas metido?- quise saber.

- En un plan B, por si las cosas no resultan bien.

-¿Un plan B?... mmm. Tus planes me asustan un poco, siempre lo hacen. No hagas nada que yo no haría.

- En tal caso, eso me da mucho margen de acción- Su rostro estaba lleno de malicia.

- Tienes razón. Lo diré de otro modo entonces: ¡No hagas nada que te meta en problemas!, no podemos darnos el lujo de tener a otro encarcelado a quien rescatar.

- No te preocupes, mi pequeña Dhampir. Voy a estar bien. Digamos que no estoy trabajando solo.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- No pudo decir nada más- contesto con una sonrisa malvada en el rostro.
¿Qué estaba ocurriendo? Acaso nadie podía dejar de ser críptico hoy en día ¿Estaba eso de moda?

- Este bien. Sólo ten cuidado.-le pedí.

- Siempre lo tengo.

- Nos vemos en unos minutos entonces.

Adrian no dijo nada más. Tiró de mi mano hacia fuera y antes de que los guardias pudieran objetar algo, beso la palma de mi mano. Luego se dio la vuelta y salió por el pasillo acompañado del segundo guardia. Nuevamente sólo quedábamos Mikhail y yo en la habitación.

-  Tienes suerte. Hay mucha gente que te ama y se preocupa por ti- me dijo.

- Si. Tengo mucha suerte… - Y a pesar de que estaba feliz de que fuera verdad, había una persona a la que deseaba ver más que a nadie y que sabía no sería uno de mis visitantes antes del juicio.



Capitulo 2


Faltaban 15 minutos para el juicio cuando un grupo de guardias apareció por el pasillo de mi celda. Cuatro de ellos se formaron en una hilera frente a la reja y dos se acercaron hasta la puerta de la celda. De esos dos, uno abrió la puerta y el otro me tomo de un brazo para llevarme hacia afuera. Luego de haberme sacado, dos guardias se situaron a mis costados, dos quedaron frente a mí, y otros dos escoltaban desde atrás.

-¡Hey, con más cuidado!- les dije- No hay necesidad de tanta brusquedad.- Ellos no me miraron y siguieron como si no escucharan nada.

Caminamos desde allí, o más bien, me arrastraron desde allí  hacia al salón donde se celebraría el juicio a un buen paso. En el exterior parecía como si al mundo lo hubieran puesto en pausa, todos los que se encontraban en los alrededores se quedaron completamente quietos mientras veían pasar a la escolta que me transportaba, quizás por el impacto o tal vez por el temor al ver a una supuesta asesina. Ninguno de los guardias hablaba tampoco y mantuvieron siempre el rostro carente de expresión. En esta ocasión, Milkhail no nos acompañaba. Me había dicho que él debía esperar en el salón y custodiarme allí, lo que me hizo sentir algo solitaria. Yo quería hablar y decir alguna broma respecto a lo que estaba a punto de acontecer, pero estaba segura de que a ninguno de estos Dhampirs les iba a caer en gracia cualquiera de mis comentarios, por lo que decidí mejor mantenerme en silencio al igual que todos.

Seguimos nuestro camino con más miradas y caras de espanto hasta que llegamos al gran salón. Se encontraba repleto de Morois y Dhampirs bastante exaltados que al divisarme guardaron silencio de inmediato. ¡Eso me exaspero aún más!, en esos momentos hubiera preferido que me gritaran directamente a que se quedaran callados. Su silencio sólo significaba que realmente me creían la asesina de Tatiana y tenían miedo de lo que yo pudiera hacerles.

Cruzamos el pasillo hasta llegar al fondo de la sala donde ya me esperaba Abe en el lugar que nos correspondía como el defensor y la acusada.

Un poco más atrás de Abe se encontraba Mikhail, tal y como había dicho, observando hacia todos lados con discreción.

Un par de bancas atrás se encontraba Lissa y Adrian, que me observaban con atención y el rostro tenso, pareciendo muy ansiosos, y al lado de Lissa se encontraba Christian sujetándole la mano. También estaba Eddie, Mia y… ¿Jill? ¿Qué hacia Jill allí? No tenía idea del porque se encontraba ella allí. Supuse que quiso visitar a Christian o a Adrian y se enteró del juicio.

Algo en ella llamo mi atención. Se veía distinta, más adulta. Posiblemente debido al nuevo modo de sujetar sus rizos castaño claros que le despejaban el rostro y la hacían ver más sofisticada.

Deje de prestarle atención para ver si reconocía a otros rostros entre la multitud. A simple vista no pude ver a nadie más. Así que, un tanto decepcionada, sonreí de todas formas hacia donde se encontraban mis amigos y luego tome asiento en mi lugar asignado.

- ¿Estás listo para hacer el mejor trabajo de tú vida? Espero que por lo menos hayas ojeado algún manual de “Como defender a alguien en un juicio y no morir en el intento”- le dije a Abe mirándolo con diversión.

- No necesito de ningún manual para saber lo que tengo que hacer.

-Te recuerdo que en la audiencia no lo hiciste muy bien que digamos.

-Y yo ya te dije que la audiencia era sólo un paso a seguir y al que en realidad nunca pensaron prestarle atención. Tú eres la única sospechosa y eres la mejor opción para satisfacer a una multitud espantada. Tú muerte sería un signo de seguridad para todos los Morois, una prueba de que su bienestar no se verá afectado, un recordatorio de que las leyes se cumplen y que las sanciones son severas para quienes las desobedecen.

Le concedí un punto por eso. Él tenía razón y no había dudas de que ese era el objetivo de la corte real en estos momentos.  No alcance a preguntar ni decir nada más porque en ese momento la jueza, a la cual Abe había llamado anteriormente “Paula”, entró por una puerta cerca del estrado para tomar su puesto al frente.

Todos los presentes comenzaron a acomodarse y a guardar silencio nuevamente.

- Muy bien. Veo que están todos los involucrados- dijo la jueza mirando hacia ambos lados del salón.

A mi derecha se encontraba la misma abogada de la audiencia, Iris Kane, con una sonrisa de suficiencia que no se despegaba de su rostro. Parecía que ya daba el caso por ganado… yo no la culpaba por eso, pero si la odiaba bastante.

- Entonces comencemos.- Así, la jueza dio inicio a la reunión en la que se decidiría el que yo siguiera con vida o no.  La corte Moroi y el resto de la audiencia se reacomodo en sus lugares para poner a tención a lo que se aproximaba.

- Muy bien. ¿Quiere comenzar, señorita Kane?- preguntó la jueza.

- Claro.- Antes de comenzar, la abogada se tomo un minuto para leer unas hojas que se encontraban sobre su mesa, y luego de eso levantó la cabeza- Quisiera hacer algunas preguntas al joven Adrian Ivashkov.

Murmullos se escucharon por toda la habitación. Era de esperar que entre los Moroi ésta fuera una de las partes más sabrosas de juicio. La mal vista relación entre “un miembro de la realeza y la desvergonzada muchachita Dhampir” siempre había causado comentarios mal intencionados, pero esta vez había mucho más y muchas más teorías de lo que supuestamente ocurría entre Adrian y yo.

Durante los días de reclusión, por medio del vínculo con Lissa, había podido escuchar un montón de las más estúpidas y descabelladas ideas.

Algunos Morois pensaban que yo estaba ¡embarazada! de Adrian y que él, en un momento de impulsividad, alentado  por mí, había decidido acercase esa noche a la habitación de su tía, y aprovechándose del cariño que Tatiana le tenía, la había atacado de forma desprevenida par dejar que yo la estacara. Otros pensaban que yo la había sujetado y él la había estacado… que de seguro debía de haber recibido alguna clase de instrucción de pelea por mi parte y que ambos estábamos involucrados. Y, por supuesto, la habíamos matado porque ella estaba al tanto de la situación, del embarazo, y no nos permitiría seguir juntos y vivir nuestro amor libremente… bla bla bla.

Otra teoría, y la más popular, era que todo se debía al altercado y el intercambio de palabras de la última reunión del concejo. Esa, en donde había llamado a Tatiana por unos cuantos apodos poco apropiados, y que en venganza por ello y por lo de su oposición a mi relación con Adrian, había llegado hasta su habitación eludiendo a los guardias gracias a mis reconocidos talentos – en eso me sentía un poco pagada de mi misma- para matarla. Una idea sumamente estúpida que ya había dejado en claro en la audiencia anterior, pero que al parecer insistían en creer.

Otra teoría – la que más apestaba y que  sólo un par de personas había comentado- era que yo, bajo alguna clase de poder inducido por Dimitri “el Strigoi” -porque esas personas seguían creyendo que Dimitri era un Strigoi-, había llegado hasta la habitación de Tatiana para matarla y así lograra un descalabro que conduciría, de algún modo, a la liberación de Dimitri. Una vez él estuviera en libertada podría hacer de las suyas al interior de la ciudad real, realizando una masacre en masa con mi ayuda.

Otra teoría - y esta había logrado hacerme reír por un buen rato- era que yo estaba teniendo un romance con Abrose. Él, como el “supuesto secreto amante de la reina”, tenía acceso libre a su habitación y así me había permitido la entrada ese día para un supuesto jueguito de a tres, o algo por el estilo. Yo la había matado con la ayuda de Abrose para poder quedarnos con algunas de las pertenecías de la reina y vivir nuestro amor, escapándonos lejos  sin temor a represalias.

Dejé de lado las teorías para poner atención a Adrian, que se encaminaba hacia el frente para sentarse en un banco al lado de la jueza.

-Muy bien, joven Ivashkov. Primero que nada quiero que todos tengamos claro algunas cosas antes de ir al grano.- Dijo la abogada, mirando hacia Adrian y luego dirigiéndose a los presentes.- Me gustaría que nos dijera si Ud. efectivamente pasó toda la noche con la señorita Hathaway.

Los murmullos de reprobación siguieron a esa frase.
- Si. Lo hice.- Contestó Adrian sin inmutarse. Casi con un desvergonzado tono de satisfacción en la voz, lo que me hizo sentir a mi sí algo avergonzada. No era que me hiciera mucha gracia que ahora todos los presentes estuvieran al tanto de mis actividades íntimas.

- De acuerdo…- prosiguió la abogada- Pero me gustaría saber si Ud. se mantuvo despierto toda la noche con ella.

¡Ah, no! ¿¡Qué!? ¿A caso no podía arrendar alguna clase de cinta de video o ver algo por internet si quería ideas para su propia vida sexual? ¿A caso era necesario saber tanto?

- ¿De verdad tengo que contestar a eso?- preguntó Adrian. La pregunta parecía haberle causado gracia.

- Señorita Kane – se pronunció la jueza- Espero que esa pregunta tenga algún punto al cual llegar.

- Lo tiene, su Señoría- Dijo la abogada con una sonrisa petulante.

La jueza hizo un gesto con la mano dándole a entender que la dejaba continuar.

- Entonces- continúo Iris-, ¿Podría responder a mi pregunta, joven Ivashkov?

Adrian se removió algo incomodo ahora, pero contestó.

- La respuesta es no a su anterior pregunta. Nosotros estuvimos… en algunos asuntos que debíamos resolver- Di gracias porque no se le ocurrió detallar lo que realmente habíamos hecho- y luego nos dormimos.

- ¿Asuntos que debían resolver? ¿Asuntos como pensar en encubrir un asesinato? ¿Esa clase de asuntos?- La abogada no perdía oportunidad.

-Asuntos – dijo Adrian- que no son de su incumbencia, a menos que espere una narración detallada de lo que dos jóvenes en buen… – se detuvo un momento como considerando sus palabras y luego continuó- o relativamente buen estado físico – eso de seguro lo dijo por él y sus vicios-  son capaces de hacer con sus cuerpos y sus vidas. Porque, en tal caso, podría comenzar con describir el tiempo que demoramos en quitarnos la ropa uno al otro y seguir con el resto de las cosas que hicimos hasta la hora en que nos dormimos.

Allí estaba Adrian respondiendo como Adrian.

Sentí como mis mejillas se ruborizaban a niveles extraordinarios, y de soslayo vi como el cuerpo de Abe se agitaba por contener la risa. ¿No se suponía que los padres ante comentarios como estos, venidos desde el novio de sus hija, debían mostrarse molestos y querer estrangular al supuesto novio? Bueno, Abe definitivamente no entraba en el prototipo de padre común y corriente.

La abogada no pareció incomodarse ante tal respuesta y siguió enfocada en lo suyo.

- Esta bien. Nos queda claro en que ocuparon su tiempo mientras estaban despiertos. Ahora, me gustaría saber qué actividades realizó antes de visitar a la Señorita Hathaway.

¿Qué buscaba conseguir con esas preguntas? No faltaba mucho para que me diera cuenta de sus verdaderas intenciones.

- Estuve dando un paseo por los alrededores y luego me fui a hacia el edificio de Rose para hablar con ella.

- ¿Alguien podría dar cuenta de que le vio a Ud. paseando por los alrededores?

- ¿Cómo se supone que yo podría responder eso?- Adrian contesto algo exasperado- Yo estuve paseando por los jardines más alejados al edificio. No estaba prestando atención por si había gente para que me hiciese de testigo en algún posible juicio más tarde. Uno no va pensando en esas cosas cuando sale a caminar.

Se me escapó una risa algo tonta en ese momento.

Adrian miró en mi dirección. Sonrió al percatarse que yo había sido la del ruido y me guiñó un ojo.

Me dio la impresión de que a la jueza y a la abogada yo no les parecía tan encantadora como a Adrian porque me observaron con verdadera molestia.

Iris continúo tras una pausa para dirigirme otra mirada airada.

- Veamos, entonces. Ud. dice haber salido a caminar a los jardines más alejados de los edificios centrales y  no está seguro de si hubo testigos de dicho paseo, ¿Es correcto?

- Correcto.

- Entonces… ¿Quién nos asegura que Ud. no se reunió con la Señorita Hathaway en ese momento?

- ¿Por qué iba a hacer eso? Y ¿Quien podría decir que lo hice?

- No es necesario que me responda- la abogada lo atajó- Su Señoría, no tengo más preguntas por el momento.

Iris le dio una falsa sonrisa a Adrian  y se devolvió a su asiento en el puesto de abogada de la corte, mientras Adrian se quedo un par de segundos algo perplejo. Luego él se puso de pie y regresó a su puesto de igual modo, dirigiéndome una mirada cómplice al pasar por mi lado.

Esto no iba nada bien.  La maldita abogada estaba involucrando muy profundamente a Adrian en todo este asunto. ¿Qué estaba planeando la muy astuta? ¿De donde habían sacado a esta mujer y quien la había contratado para hacer de abogada de la corte?

De todos modos era el turno de Abe.

Se puso de pie y caminó hasta el estrado donde se encontraba la jueza. Él le sonrió de forma descarada, saludándola con familiaridad, tal y como lo había hecho la vez anterior. La jueza –Paula- le devolvió el saludo pero de un modo frío y distante. Lo que hubiesen tenido en algún momento esos dos ya estaba muerto y enterrado para esa mujer. Abe no podría valerse de los encantos, que a muchas otras parecían hacerle gracia, con ella.

Se volteó para mirar a los presentes y comenzar con su discurso.

- Queridos amigos - ¿ah?- ¿Cuál es el punto en toda esta historia? Con sinceridad les pregunto ¿Realmente piensan que una joven como Rose va a necesitar acecinar a la Reina para lograr sus objetivos? Esta muchacha, a la cual pueden ver allí- dijo apuntando en mi dirección- es una mujer capaz de lograr lo que se propone y a quien no le importa lo que los demás digan o piensen de ella. Los problemas que Rose pudo haber tenido con Tatiana, perdón, la reina Tatiana, no eran suficiente razón para que Rose la asesinara. Si, es verdad de que Rose puede alterarse y hablar más de la cuenta, pero de allí a ser capaz de matar a la reina, hay una gran diferencia.

>>Por otro lado, las pruebas expuestas en la audiencia anterior no son suficientes para sentenciar a esta joven por asesinato. No hay nada realmente comprobable en lo expuesto en la audiencia pasada.

>>Ahora, sólo para dejar en claro lo que mi defendida izo el día de la muerte de la reina Tatiana, me gustaría que Rose pasará a dar su declaración.

Abe me hizo señas para que me acercara al puesto junto a la jueza.

Me puse en pie y camine lo más resueltamente posible a pesar del apretón que sentí en el estomago cuando por tercera o cuarta vez en el día todos me miraron mientras me sentaba.

- Rose, cuéntanos que es lo que hiciste durante el día en que acecinaron a la reina Tatiana.- Pidió Abe.

- Muy bien, veamos…- Organicé mis ideas mentalmente y luego procedí a enumerar mis actividades del día anterior y posterior a la muerte de Tatiana-. Lo primero que hice ese día fue asistir al servicio de la iglesia.- Casi no había puesto atención al sermón del padre, pero había asistido y eso era lo que contaba.- Luego me devolví a mi habitación y estuve durmiendo varias horas. Desperté cuando alguien tocó a mi puerta y resultó ser Adrian.- Me detuve a pensar si debía o no dar más explicaciones respecto a eso siendo que Adrian ya lo había dejado claro. Decidí no agregar nada más.- Al día siguiente  me dirigí a una cafetería, a comprar algo para desayunar. Allí me encontré con el guardián Belikov- Aproveche la instancia para dar a conocer mi pensamiento respecto a Dimitri y su cargo, recordándoles el rango que le correspondía-  y sus guardias. Estábamos todos conversando cuando la guardia real llegó para apresarme.

- ¿Y qué ocurrió luego?-preguntó Abe.

Yo no quería responder a eso. Contar lo de la pelea podría traerle problemas a Dimitri  y yo no quería involucrar a nadie más en esto. Suficiente estaba resultando que la abogaducha esa quisiera culpar a Adrian también.

Miré a Abe de forma significativa, como diciéndole “¿Es necesario?”. Él lo entendió y dio un asentimiento con la cabeza para que respondiera a su pregunta.

- Si- contesté- Tuvimos un altercado, hubo una pelea. Pensé, pensamos, que querían llevarse otra vez al guardián Belikov.

- Pero, ¿No intentaste huir?

- ¡Claro que no!- ¿Cómo podía pensar que yo iba  a salir corriendo? En un instante entendí lo que Abe intentaba afirmar, así que continúe más calmada.- No. Yo permanecí ahí intentando derribar a los guardias reales. La pelea se detuvo porque no queríamos que se pensarán mal del guardián  Belikov. Cuando les hice mención de eso a los guardias ellos me anunciaron que era a mí a quien debían llevarse. Me sorprendí al escuchar eso y luego pregunte el por qué. Uno de los guardias me notificó que la orden de arresto se debía al cargo de alta traición por la muerte de la reina Tatiana.

-¿Y quién iba ganando en la pelea?

- ¿Es eso relevante, señor Mazur?, ¿O es sólo para satisfacer alguna clase de curiosidad deportiva o morbosa?- preguntó la jueza algo irritada.

- Pretendo demostrar algo con la respuesta.- le dijo Abe, sonriendo de un modo poco común en él, es decir, con amabilidad.

- Conteste entonces, Señorita Hathaway.- dijo la jueza mirándome directamente.

- Íbamos ganando nosotros.

- Eso quiere decir que Ud. tenía la posibilidad de escapar si así lo hubiese querido.

- Si. Supongo que sí.

- ¡Ahí lo ven, amigos míos!- dijo Abe girándose hacia la audiencia. Eso del “amigos míos” sonaba realmente extraño saliendo de su boca-  Ella tenía la oportunidad de escapar y aún así está aquí afrontando un cargo del cual no es culpable. Y esta aquí porque está segura de no haber acecinado a la reina Tatiana. Como bien dice el dicho: “Quien nada hace, nada teme”, y Rose Hathaway no ha hecho nada de lo cual deba sentirse realmente avergonzada- Las últimas palabras las dijo mirando hacia mi dirección, y con una sonrisa malvada en los labios. Se estaba riendo nuevamente de la información de Adrian y yo pasando la noche juntos.

Reprimí mis ganas de gritarle para que me dejara en paz con lo de Adrian, pero no se hubiese visto bien ante toda esa gente y menos dada la situación que estábamos viviendo. Mi vida pendía de un hilo, y aunque el discurso de Abe era bueno, no era lo “suficientemente bueno” como para sacarme la acusación de encima

- ¿Algo más que quiera preguntar, Señor Mazur?

- No, Su Señoría. Eso es todo.

- Señorita Kane, ¿Algo más que agregar o podemos dejar al concejo deliberar?- pregunto la jueza.
- Si. Hay algo que quiero mostrarle a todos antes de que el respetable consejo tome su decisión.

Por la cara de Iris, fuese lo que fuese que tenía en sus manos, era algo que lograría ponerme definitivamente bajo la guillotina.

La abogada se acerco al estrado de la jueza y luego se volteo hacia el público. Levantando algunos de los papeles que llevaba en las manos comenzó a hablar nuevamente.

- Estas fotografías que tengo aquí en mi mano muestran a la Señorita Hathaway acompañada del Señor Ivashkov el día de la muerte de Tatiana caminando cerca de las instalaciones donde la habitación de la reina Tatiana se encontraba.

-¡Eso es imposible!- proteste poniéndome de pie- ¡Yo ni siquiera sé donde se encontraba la habitación de la reina Tatiana!

- Pero el Señor Ivashkov si lo sabía. Además, eso no es todo. Hay testigos que aseguran haberlos visto minutos antes de la muerte de la reina acercándose a la habitación de ella.

- ¡Eso no es posible!- volví a protestar.

Asiendo caso omiso de mí, la abogada le entrego un papel a la jueza.

- Su Señoría,  en ese papel se encuentran las declaraciones juradas de tres testigos que aseguran haber visto a la Señorita aquí presente acompañada del joven Ivashkov por las instalaciones de la habitación de la reina.

- ¡Exijo ver esos papeles!- dijo Abe, encaminándose hacia el estrado para arrebatarle uno de los papeles a Kane.

- Aquí tiene, Señor Mazur- dijo la abogada. Luego ella se encamino hacia la corte, que se encontraba a uno de los costados del salón, y les ofreció un papel a cada uno.- Integrantes de la Corte- dijo- como pueden observar, las personas que allí han firmado y declarado, aseguran haber visto a estos dos jóvenes el día y a la hora en que se le dio muerte a la estimada reina Tatiana.

Quería ver esa lista. Quería patera a esos supuestos testigos, aplastarlos hasta dejarlos estampados en el suelo y las paredes del salón como recordatorio a cualquier otro que intentase volver a mentir de eso modo para perjudicarnos a Adrian y a mí. Y la abogada Iris Kane sería la primera en pasar a formar parte permanente del decorado de la habitación.

-¡Maldita bruja!- Exploté- ¿Por qué estás haciendo esto? Ya me han culpado a mi ¿Por qué quieres involucrar a Adrian? ¿Quién te ha pagado para mentir así? ¿De dónde has sacado a esos mentirosos? Ya he dicho que a esa hora yo estaba durmiendo en mi habitación y que más tarde Adrian llegó a hacerme compañía.

- Señorita Hathaway, Ud. es muy reconocida por sus habilidades. Nada le impedía escapar de su habitación por la ventana o cualquier otra salida sin ser vista.

-¡Seguro!- dije- ¡Nadie me vio salir de mi habitación, pero tres personas si nos vieron paseando cerca del cuarto de la reina1, ¿Un poco extraño, no le parece?

- La verdad es que no.-Contestó la muy arpía.- Su habitación se encuentra en una zona apartada y menos vigilada que el área en donde se encontraba el dormitorio de la reina. Es muy lógico que allí hubiera más personas que pudieran declarar haberla visto.

- Es suficiente- dijo la jueza.- El consejo deliberará por algunos minutos y luego se les hará saber la decisión.

La jueza se retiró y el consejo en su totalidad salió detrás de ella.

Me quede en el puesto frente al público, donde había declarado, porque nadie me dijo que regresara a donde había permanecido en un principio. Sospeché que era para poder apreciar mi rostro al momento en que se dictara mi absolución o mi sentencia.

Abe se acerco nuevamente a mí.
- Espero que Paula y su buen juicio ayuden en algo.

- No creo que ayuden en nada. Más de la mitad de los miembros de la corte no son precisamente fans míos.

- Esperaremos a ver que deciden y ya decidiremos cuál es el siguiente paso.

Desde esta nueva posición pude volver a observar los rostros de los presentes. Todos conversaban acaloradamente, lanzando miradas incriminatorias hacia mí. Al final del pasillo, junto a una puerta pude ver por fin el rostro que tanto había buscado.

Dimitri esta allí de pie, inmutable como siempre, con los brazos cruzados sobre su pecho y observándome directamente. Me quede inmóvil, intentando alcanzar ver si encontraba en sus ojos nuevamente esa determinación que había observado al finalizar la audiencia anterior. Estaba en ello cuando un par de guardias obstaculizaron mi visón.  Se dirigían hacia Adrian.

Tomándolo de cada brazo lo llevaron hasta el frente del salón, sentándolo  a mi lado.

Daniella estaba entre el público, agitando los brazos de forma desesperada y con el rostro distorsionado por la angustia. Le hablaba a alguien a quien no pude reconocer, y este intentaba calmarla.

El resto de mis amigos miraban hacia nosotros con el mismo rostro desencajado, lleno de miedo y preocupación. Cerca de allí también estaba mi madre, con el rostro pálido y endurecido por el rumbo en el que iban las cosas. No quise seguir mirándolos porque el miedo me estaba llenando y yo debía apoyar a Adrian que ahora era mi compañero de puesto.

- Adrian, lo siento tanto. Esto no debería de estar ocurriendo.

- No te disculpes, mi pequeña Dhampir, porque nada de esto es tú culpa. Alguien aquí nos quiere muertos y vamos a vivir para averiguarlo.

- Créeme, eso es lo que más quiero, ¿Pero cómo vamos a lograrlo?

Adrian se disponía a responderme cuando la jueza y el resto de la corte volvieron al salón.

Otra vez todos los presentes guardaron abruptamente silencio y volvieron a sus puestos para escuchar la decisión de la corte real.

- Adrian Ivashkov –dijo la jueza- .Por decisión de la corte Ud. quedará arrestado bajo el cargo de cómplice de alta traición por la muerte de la Reina Tatiana Ivashkov. No se le sentencia hoy porque la mitad de los miembros de la corte cree que su grado de implicancia en la muerte de la reina no puede ser igual o mayor al de la Señorita Hathaway.

Oh, oh.

- Rosemarie Hathaway – “Inhala, exhala, inhala, exhala”, me dije-, acusada de alta traición por la muerte de la reina Tatiana Ivashkov, la corte declara encontrarla culpable de todos los cargos y su castigo es la muerte.

Mierda. Ya me lo esperaba…



Capitulo 3

La jueza terminó de hablar y algo extremadamente loco ocurrió en ese momento. De hecho, varias cosas pasaron en cadena.

Todos los presentes se pusieron a hablar, elevando la voz en acaloradas discusiones referentes a los dos nuevos anuncios de la jueza.

Primero que nada, tras oír que mi sentencia era la muerte, volví mi rostro hacia Abe para mirarlo con furia. ¿No había él prometido que yo saldría sana y salva de todo eso? Había esperado que la preparación de la defensa fuera más elaborada o que hubiese sobornado a unos cuantos Morois de la corte real para que votaran a favor de mi absolución… pero no. Eso no había ocurrido y yo estaba a punto de ser llevada a mi ejecución.

Algo me pareció extraño en la posición en la que él se mantenía. Se encontraba mirando hacia una ventana, como si nada lo perturbara. Tenía una mano en el bolsillo interior de su chaqueta, una mano que sacó con mucha calma hasta meterla en el bolsillo de su pantalón. ¿Estaba él también silbando? De hecho, ¡Estaba silbando!

Me encontraba aún mirándolo, con una creciente ira e indignación, cuando escuché un gran ruido, como el de una estampida de animales acercándose desde algún lugar desconocido.

Los presentes en el salón se giraron en sus puestos para mirar hacia la puerta de entrada y, un segundo más tarde, un ejército de hombres vestidos con trajes oscuros, cascos que ocultaban sus rostros y un gran arsenal acecino cubriendo sus cuerpos, se precipito al interior derribando a la gente que se encontraba a su paso. Más hombres irrumpieron, destrozando los grandes ventanales del salón. Era como si nos encontrásemos en la cabina de mando del Titanic y, en vez de agua inundándolo todo, fueran hombres de uniformes oscuros los que se derramaban por toda la habitación.

Los Morois gritaban horrorizados, intentando mantenerse lo más alejados de esos misteriosos guerreros mientras que los guardianes Dhampirs intentaban organizarse y adoptar posturas defensivas, ocultando a la mayor parte de los Morois para protegerlos de lo que fuese que el batallón de extraños intentara hacer.

Busque a mis amigos entre la multitud alborotada y deje que mi conexión con Lissa la encontrara. Los localicé a todos apiñados cerca de una ventana. Lo que pude percibir desde Lissa no era miedo ni preocupación, como suponía, sino un gran estado de nerviosismo y el deseo de que algo se llevara a cabo de manera limpia y rápida. Estaba preocupada, esperando haber hecho algo del modo correcto.

Quería indagar un poco más en esos pensamientos ya que me parecían muy extraños considerando la situación actual, pero la mano de Adrian dando un apretón a mi propia mano me distrajo. Él acerco lentamente su cabeza hacia la mía y casi en murmullo me dijo:

- Rose, haz lo que yo haga.

- ¿Qué…

No termine la pregunta porque unos cuantos  hombres uniformados se acercaron rápidamente hasta nosotros y nos rodearon.

Quise adoptar una posición de combate frente a Adrian para protegerlo, tal y como mi instinto y educación de guardián me lo pedía, pero él volvió a apretar mi mano reteniéndome en mi puesto

-¿Qué estás haciendo?- grite- Este no es momento para que te pongas sobreprotector.

- Haz lo que yo haga – volvió a repetir, pero de un modo más firme.

Los hombres se acercaron aún más, hasta dejarnos apretados y rodeados. Comenzaron a avanzar hacia la puerta.

Realmente no entendía porque Adrian me había pedido eso, pero algo me decía que debía hacerle caso en esta ocasión.

Pequeñas contiendas se llevaban a cabo por todo el salón entre guardianes Dhampirs y los hombres de uniformes negros.  Pude ver a mi madre combatiendo ágilmente con tres de ellos y más allá vi a Mikhail haciendo lo propio. Lissa y los demás se mantenían fuera de problemas y nos observaban con atenta ansiedad pero sin intentar acercársenos.

Los hombres ya nos habían llevado hasta la puerta cuando vi pasar por el aire a otro de los extraños guerreros. Este chocó contra una de las paredes, causando un gran destrozo en la madera que recubría ese sector y provocando que más gritos desesperados por parte de los Morois se alzaran ante tal hecho.

Me removí entre los guerreros de negro para ver quien  había sido el responsable de semejante golpiza y para mi sorpresa, o no tanta sorpresa, me encontré con los ojos de Dimitri. Él estaba luchando con al menos 5 de los enmascarados y se había deshecho del sexto lanzándolo con un buen golpe al parecer.

Por un par de segundos me observó con gran intensidad, como si no pudiera despegar la mirada de mis ojos. Creí que en ese momento se acercaría hasta mí e intentaría deshacerse de los hombres que me rodeaban, pero en vez de eso, desvió la mirada y volvió a lo suyo. 

Eso me dolió.

A pesar de saber que ya no me amaba, había albergado algo de esperanza tras sus acciones y miradas el día de la audiencia. Había creído que en realidad seguía queriéndome, pero el hecho de que continuara luchando, protegiendo a los Moroi en vez de intentar rescatarme, confirmó que sus palabras en la Iglesia habían sido reales. Él había dicho tiempo atrás que su amor por mi incluso podría interponerse en sus funciones de guardián, algo que sabía era cierto pues yo misma estaba segura que por protegerlo podía dejar de lado todo, pero hoy eso no había ocurrido. A pesar que por ahora él estaba destituido de su labor como guardián, aun así se encontraba paliando por los Morois, incluso por aquellos que aun no confiaban en que fuese un Dhampir nuevamente. Ese era el Dimitri que yo había conocido… pero dolía. Dolía a pesar de todo. Egoísta o no, había esperado que él me rescatase y no lo había hecho.

Los hombres de negro (sin parecerse en nada a los de la película, por cierto) cruzaron la puerta, arrastrándonos a Adrian y a mí con ellos, alejándonos de Dimitri y el resto de los presentes en el salón

A nuestra espalda se escucho el grito de la abogada Kane.

- ¡Se escapan!, ¡que alguien detenga a Hathaway!

No pude ver si alguien venia tras nosotros porque los hombres nos guiaron aún más rápido hacia el exterior, hasta llegar a una SUV blanca igual a  las que se utilizaban comúnmente en la academia y en la pequeña ciudad real. Nos empujaron hacia el interior mientras unas manos tiraban de nosotros a la vez para dejarnos sentados y desparramados sobre los asientos mientras el vehículo se ponía en marcha.

- ¡Quiero que me digas ahora mismo que es lo que está ocurriendo, Adrian! ¡Quiero que me lo digas ya!, porque sé que estas metido en esto, de otro modo no podría entender porque me has pedido que no luche contra estos orangutanes.- le dije.

- Tranquila, mi pequeña Dhampir – contestó Adrian-. Ya la parte más difícil ha pasado. De verdad te agradezco que me hayas hecho caso. Tenía  serias dudas sobre si lo harías o no, pero no podíamos contarte nada o sino las cosas no se hubieran visto lo suficientemente reales.

- ¡¿De que estás hablando?! No estás respondiendo a mi pregunta. No entiendo de que se trata todo esto.- Me incline en el asiento, acercándome a uno de los hombres que en ese momento se saca el casco, dejando al descubierto que se trataba de un Dhampir de mediana edad- Tú- le dije al Moroi agarrándolo sorpresivamente por el cuello del uniforme-, tú me vas a decir quién eres y que pretenden.

- Rose, tranquila –dijo Adrian- él es uno de los empleados de tu queridísimo padre.

Abe…

Así que después de todo había cumplido su promesa. Le debía una disculpa por pensar mal de él y enfadarme de forma anticipada.

- Empleados de Abe… ¿Y uds. dos planearon esto?

- En realidad, hay más gente involucrada... – dijo Adrian mientras tomaba mi mano y trazaba distraídas figuras sobre el dorso con su dedo.

- Lissa, ¿Verdad? – Recordé los extraños pensamientos que había captado de ella y se lo comenté- Por eso estaba tan extraña allí dentro. Yo esperaba que estuviera asustada, pero sólo estaba algo ansiosa y expectante.

- Si. Ella junto a Christian, Eddie y Mía estaban al tanto y cooperaron. El plan original fue de Abe, pues obviamente se maneja más con el tema de los secuestros y la extorción… espero poder aprender un poco más de su técnica…

-¡Adrian!- dije, cortando sus divagaciones- En vez de estar ahí idolatrando a un mafioso, mejor dime de qué se trata esto. ¿A dónde vamos ahora?

- Eso te lo puedo contestar yo – dijo una voz conocida desde el asiento delantero.

Desde mi puesto vi como unos cabellos rubios aparecían para mirar hacia atrás y cuando giró el rostro para mirarnos directamente la reconocí.

-¡Sydney!- exclamé.- ¿Qué haces tú aquí?

La joven alquimista que había conocido en mi viaje por Rusia se encontraba mirándome con una pequeña sonrisa en sus labios. Supuse que eso era algo así como “yo también me alegro de verte”. Sus ojos pasaron de mí para mirar hacia Adrian, deteniéndose allí por un buen tiempo.

Aclare mi garganta para dar a entender que era momento de pasar a las explicaciones en vez de estar haciéndole ojitos a mi novio. Lo sé, lo sé… hace un par de minutos estaba muriendo de tristeza por culpa de Dimitri y ahora estaba celosa de que Sydney mirara de esa manera a Adrian. Lo siento, pero digamos que me gusta cuidar lo que es mío.

Adrian apretó mi mano y luego se la llevo a los labios, mirándome con dulzura y diversión. Parecía encantado por mi evidente molestia.

Sydney volvió la mirada nuevamente hacia mí e hizo como si nada hubiese ocurrido.

- ¿Y bien?- pregunté para que contestara a mi antigua pregunta.

- Estoy haciendo un favor a Abe.

- Te dije que hacer tratos con él era como vender tú alma al diablo- Recordé nuestra reciente conversación vía internet y el favor que Abe le había hecho para que ella pudiera regresar a su país. Ahora estaba condenada a realizar quizá que tareas como retribución a Abe por un tiempo indefinido.

- Sí. Ya me lo habías dicho- contestó Sydney con un poco de irritación.-, pero eso no importa. Deberías estar agradecida de eso y de que estoy aquí ayudando a salvar tu trasero.

- Ok. “Gracias Sydney por ayudar a salvar mi trasero”, ¿Estas feliz?- La mirada de Sydney me dijo que ella no estaba nada feliz y que, por el contrario, se encontraba a punto de mostrarse muy poco amable conmigo. Decidí no molestarla más y preguntar por lo que realmente me interesaba.

- Ahora –dije-  alguien puede por favor explíqueme ¿cuál es el plan a seguir? Porque no creo que la idea sea irnos de viaje en esta furgoneta y vivir prófugos ganando dinero a base de lecturas de manos y hurtos en pequeños supermercados, ¿verdad?

- No seas tonta- me dijo Sydney- El plan es…

El conductor de la SUV había llevado el vehículo con suavidad hasta ahora. Él había hecho una seña a Sydney para recordarle que estaban próximos a llegar a la reja.
En la salida de la pequeña ciudad real se encontraba sólo un guardia pues la mayoría de ellos habían sido llamados a acudir al gran salón para resguardar la seguridad en ese lugar.

El guardia se acercó a la ventanilla del conductor para verificar la identidad y la procedencia del vehículo.

El chofer no fue quien contesto. Lo hizo Sydney.

- Soy la invitada que vino desde la congregación de los Alquimistas, ¿recuerda?

- Si, la recuerdo- contesto el guardia- ¿Ya ha terminado el juicio? – preguntó.

- Si. Ya ha finalizado, por eso es que me retiro. Ya he cumplido con mi deber de responder ante la invitación y ahora tengo que regresar a mis obligaciones.

- Claro- dijo el guardián- Pues, continué entonces, y que tenga un buen viaje.

- Gracias.

El guardián se alejó de la SUV, regresando a su caseta de vigilante.

Todos habíamos permanecido en sumo silencio durante el intercambio de palabras entre Sydney y el guardia. Tras avanzar unos cuantos metros desde la reja fui la primera en volver a hablar.

-¿Cómo has hecho para que te dejara pasar así nada más?

- Eso es gracias a Lissa. Ha encantado unos cuantos objetos con el poder de la coacción.- se anticipó Adrian a contestar.

Lissa, sin duda alguna, había captado las ideas y materiales esencialmente necesarios para llevar a cabo un buen secuestro.

Una gran dosis de remordimiento se disperso por mi organismo. Nuestro bien ejecutado plan también había tenido buenos resultados y por ello en esos momentos Victor y su loco hermano andaban prófugos, escondidos tal vez en una cueva o un hotel cinco estrellas en Australia.

- En fin…- dijo Sydney de manera desdeñosa-… Lo que ahora importa es llevarlos hasta un lugar seguro. Abe nos dio las indicaciones para llevarlos hasta  una cabaña oculta a unos cuantos quilómetros de aquí. Suficientemente cerca para evitar las sospechas de que hayan podido permanecer en los alrededores, pero lo bastante alejada como para no toparse con nadie indeseable. De este modo será más fácil mantenerlos protegidos y poder trasladarlos con rapidez ante cualquier imprevisto, contando con la ayuda de sus amigos que pueden acudir ante cualquier eventualidad.

- A una cabaña… - Repetí.

Adrian me miraba sonriente. No había soltado mi mano y seguía jugando a trazar dibujos sobre el dorso.

-Sí, mi pequeña Dhampir – dijo Adrian, y luego, acercando sus labios hasta mí oído, en un susurro para que sólo yo lo oyese- Tú y yo tenemos cosas aun por arreglar.

Mis mejillas enrojecieron. Recordé la noche de  “casi sexo” y supe enseguida que a eso se refería. Adrian estaba claramente de muy buen humor debido a que nos habíamos librado de muertes seguras, supuse.

Tanto el Moroi que trabajaba para Abe como Sydney  se percataron de mi enrojecimiento y me miraron con el seño fruncido, extrañados por mi reacción.

No quise mirar a Adrian porque eso hubiese sido muy evidente, así que intenté retomar la conversación con temas menos complejos en esos momentos.

- ¿Alguien va a estar esperándonos allí?- pregunté.

- Una escolta más de los hombres de Abe – respondió esta vez el Moroi que nos acompañaba-, por seguridad. Pero lo más probable es que ni siquiera te percates de ellos porque estarán vigilando desde las periferias del recinto y sólo se acercaran en caso de avistar problemas.

- ¿Cuántos hombres trabajan para Abe?- quise saber, curiosa por la cantidad que ya había visto.

- La verdad es que no lo sé. Conozco tan sólo a una cuarta parte de la gente de Abe. Me relacionó con mis jefes directos y cada quien hace lo que se le ordena. El Señor Mazur tiene personal  por todo el mundo.

¿Por todo el mundo? Ya sabía que Abe no era de los trigos muy limpios y que era el rey de lo turbio, pero de ahí a imaginar que sus “negocios” se extendía “por todo el mundo”… No quise seguir analizando aquello ni preguntar más porque sentía verdadero temor de saber hasta dónde llegaban sus límites, si  es que los tenía, y conocer cuáles eran sus verdaderos trabajos. Una cosa era imaginar lo que Abe era capaz de hacer y otra muy distinta era “saber” lo que él si hacia…

La SUV seguía su camino a moderada velocidad y sin obstáculos. Sólo podía imaginar como de alborotada debía de estar toda la gente en la pequeña ciudad real, temerosos de tener a dos, no, tres de los peores criminales de la historia Moroi: Victor, Adrian (como cómplice de asesinato) y yo.

**

Deje nuevamente que el lazo psíquico me guiara hasta Lissa para ver que estaba ocurriendo a esas horas en el salón del juicio.

Lissa ya no se encontraba allí. En ese momento se encontraba en su habitación junto a los demás. Estaban todos sentados en los sillones acomodados en su salita de estar, bebiendo refrescos y bastante felices.

- Ya me siento mucho más tranquila. Por un segundo creí que el plan de Abe no daría resultado y que los guardias detendrían al pequeño ejército de negro- dijo Lissa. Ella realmente se encontraba muy aliviada de que yo ya no estuviera encarcelada y, por sobre todo, que siguiera viva después de semejante sentencia.

- Yo estaba muy seguro de que todo saldría al pie de la letra- dijo Christian-. Abe no se anda con miramientos cuando quiere lograr algo. ¿Vieron la cantidad de hombres que aparecieron en cosa de segundos?

- Si. Eso fue realmente asombroso.- acotó Eddie- Si el objetivo de ese batallón hubiese sido algo más serio, como atacar a los Morois presentes, las cosas hubieran estado realmente mal para nosotros los guardianes.

- Ya lo creo- dijo Mía- Los guardianes estaban realmente sorprendidos ante tantos de esos hombres.

Pude ver que Jill también se encontraba en la habitación pero permanecía sentada allí en silencio. A Lissa no acababa de gustarle, pero se sentía incomoda por el hecho de que Jill pareciera más tímida de lo común debido a ella.

- Espero que no te hayas asustado mucho, Jill- le dijo Lissa para impulsarla a perder el temor de hablar ante el grupo. Jill no sabía nada del plan y sólo se enteró hasta después que todos los hombres de Abe desaparecieron rápidamente del lugar.

- La verdad es que si me asuste bastante- contestó Jill- Sobre todo por Adrian y Rose, que  estaban siendo secuestrados por esos extraños guardias y nadie hacia nada para ayudarlos.

- Siento no haber podido decírtelo antes, Jill- dijo Christian mientras pasaba su brazo por los hombros de Lissa. El toque de sus dedos generó una oleada de satisfacción y anhelo en Lissa; recuerdos involuntarios de otros momentos en los que había disfrutado de caricias similares, y otras más subidas de tono, vinieron a su mente. Aunque no me gustaba sentir lo que ella sentía, permanecí en su mente para enterarme de algunos detalles más.

- No te preocupes- dijo Jill sonriendo con amabilidad.

**

-¿Qué haces?- me preguntó Adrian.

Se encontraba mirándome muy de cerca y me llevé un susto al abrir los ojos y encontrármelo a esa distancia.

- Estaba viendo como han quedado las cosas en la corte después de que nos sacaron a rastras de allí.

- ¿Qué más ha pasado?- preguntó él.

- No mucho, al parecer. Por lo que he podido escuchar a través de Lissa, los hombres de Abe desaparecieron rápidamente y ninguno pudo ser capturado por los guardianes de la corte. Eso nos deja como un par de inocentes secuestrados- reflexioné sobre eso y retracté mis palabras- Quiero decir, quedamos como una asesina y su cómplice que no tienen la culpa de haber sido secuestrados, pero que si son culpables de haber acecinado a una reina.

- Mi pequeña Dhampir, veo que no has perdido tu magnifico sentido del humor- y acercándose un par de centímetros más besó mi mejilla de un modo muy afectuoso.  Afectuoso sólo en modo, porque su mirada decía algo totalmente distinto. En sus ojos había algo completamente insinuoso y pecaminoso.

Lo miré por un momento, pues él retenía mi mirada, y luego volví a cerrar mis ojos y le dije:

- Voy a ver que otra información puedo rescatar.

**

Lissa se encontraba conversando y riendo por algo que Christian había dicho.

- La madre de Rose le dio una buena paliza a uno de los hombres de Abe. Vi como otro par de ellos tuvieron que llevárselo casi volando para no dejarlo atrás y que lo apresaran.

- Si. Ya sabíamos claramente de donde Rose había heredado sus habilidades de pelea y defensa- dijo Lissa.

- Y ahora sabemos de dónde ha sacado esa condenada imaginación y esas ideas que llaman a los problemas pero que de algún extraño modo terminan por funcionar - dijo Christian.- Nadie puede negar que Abe es su padre.

Ja- ja… así que en eso estaban ocupando su tiempo.

Se habían trasladado hacia una habitación continua, una terraza. Estaban disfrutando de la agradable briza nocturna cuando alguien golpeó la puerta principal de la habitación de Lissa.

Eddie se puso de pie.

- Yo iré a ver quién es.

El resto siguió conversando apaciblemente. Lissa se sentía confiada y se encontraba pensando en cómo hacer para poder visitarme al día siguiente en la cabaña donde Adrian y yo nos refugiaríamos durante un tiempo indefinido. Estaba segura de que Christian la acompañaría, pero se cuestionaba el invitar o no a los demás, por temor a involucrarlos aún más en el plan.

Eddie regreso y tomó asiento en su puesto. Alguien venía tras él, un hombre que se quedo de pie en la puerta de la terraza.

Lissa lo había percibido y levanto la cabeza para cerciorarse de que su recién llegado invitado era quien creía que era.

Y allí estaba él.
- Dimitri – dijo Lissa de manera casi cantarina- creíamos que ya no llegabas.



Capitulo 4

Dimitri permanecía en la puerta, mirando a Lissa con esa adoración completa que destilaba desde el día en que ella lo trajo de vuelta como un Dhampir.

-¿Por qué no te sientas? Tenemos bastantes cosas por organizar aún- le dijo Lissa.

¿Qué cosas tenían que organizar? ¿En qué otros asuntos estaban metidos todos ellos? Bueno… de mis amigos todo podía esperarse. Además, ellos formaban parte del plan de Abe… pero ¿Dimitri? ¿A caso Lissa lo había llamado para contarle todo lo que habían hecho y para decirle que el secuestro de Adrian y mío era sólo un engaño para evitarnos la muerte?

Me concentré más aun, intentando captar cada detalle de lo que se vivía en esos minutos en la terraza de la habitación de Lissa. Quería ver la reacción de Dimitri ante la noticia. Quería saber si en sus ojos habría una señal de aprobación o desaprobación ante el plan de fuga.

Dimitri finalmente caminó hasta una de las sillas libres y se sentó manteniendo una postura rígida y centrada. Mirando hacia el cielo despejado y estrellado sobre sus cabezas.

- Muchas gracias por participar en la función del salón, Dimitri- Lissa logró recuperar su atención, atrayendo la mirada de Dimitri  nuevamente hacia ella.

¿Participar de la función?

- Ese lanzamiento estuvo realmente estupendo- agregó Christian- Nadie sospechará nunca que tú sabías que todos esos “mastodontes” eran sólo parte de la farsa para sacar a Rose y a Adrian de forma disimulada.

Así que Dimitri sabía que todo había sido un espectáculo, y además había participado para ayudarnos… él se preocupaba por mí aún. ¡A pesar de todo, él lo hacía!

- Gracias- dijo Dimitri, realizando un asentimiento con la cabeza en dirección a Christian. Luego regresó la mirada hacia a Liss para preguntar- ¿Se encuentran todos bien?

Esa pregunta no iba dirigida a saber por el bienestar de alguien en particular, pero yo quería creer que de fondo la pregunta era “¿Rose se encuentra bien?”

- Si - Respondió Lissa-. Lo último que supimos por medio de Abe es que todos sus hombres se encuentran casi perfectamente. A excepción, claro, de aquel al que aventaste… pero son sólo magulladuras leves. Rose y Adrian también lograron salir sin problemas de la ciudad. A esta hora deben de estar próximos a llegar a la cabaña donde deben refugiarse por un par de días.

Dimitri pareció no inmutarse ante la noticia, pero podría haber jurado ver pasar por sus ojos un rastro de desconfianza y celos… Aunque tal vez eran sólo mis exaltados deseos de que él mostrase algo más que preocupación normal por mí.

- Pensaba ir mañana a visitarla para saber cómo se encuentran y si necesitan algo. Es más- continuó Lissa-, iba a pedirte que nos acompañases, de ese modo sería más seguro y pienso que a Rose le agradará verte.

Mi corazón se aceleró a la espera de la respuesta de Dimitri. Él tardó algunos segundos en contestar. Se encontraba con los brazos afirmados en las piernas y las manos enganchadas colgando entre las rodillas. En ese momento él las miraba con gran detenimiento, o por lo menos eso parecía a simple vista. Yo más bien creía que se encontraba con la mente en un sitio muy lejano… pero no me atrevía a especular en donde.

Finalmente su respuesta llegó.

- No.

- ¿Por qué?- preguntaron Lissa, Mia y hasta Jill.

Dimitri se vio algo extrañado por la pregunta simultánea, pero contestó sin mayores rodeos.

- He hecho lo que me has pedido, Lissa. Sabes que mi gratitud hacia ti es eterna y así también tienes mi palabra de poner mi alma a tus pies, pero no me pidas que te acompañe a esa cabaña.

Mi corazón en ese momento se congeló.

Lissa se puso de pie y disculpándose con los presentes pidió a Dimitri que la acompañase a la salita de estar para hablar en privado.

Desde la salita se podían escuchar como los demás reían por algo que Jill había dicho, pero Lissa no logró entender el por qué. Ella se encontraba concentrada en el rostro de Dimitri.

Viéndolo más de cerca, podía percatarse de lo cansado que su rostro se veía. Él claramente no estaba durmiendo lo suficiente, tal vez ni siquiera se alimentara como era debido.

- ¿Qué ocurre? – Lissa quiso saber- ¿Te has sentido mal? ¿Algo de lo que quieras hablar?

Dimitri tenía ahora una expresión cargada de duda y angustia. Parecía estar a punto de contarle a Lissa el motivo de su dolor, pero no lograba finalmente hacerlo, guardándose y escondiendo como siempre sus preocupaciones.

- No – Respondió él- No he sentido nada nuevo en relación a lo de haber sido un Strigoi… nada más aparte del remordimiento normal- las últimas palabras salieron casi en un murmullo ininteligible.

-¿Y en relación a otro tema? – Insistió Lissa. Ella estaba pensando en que tal vez todo ese sufrimiento y cansancio que el rostro de Dimitri reflejaba tenía que ver conmigo o con lo que él sentía por mí. Lissa nunca alcanzó a enterarse de mi conversación con Dimitri en la Iglesia, no tuve tiempo de contarle eso… ni tampoco lo de su hermano…

- No- dijo Dimitri de un modo tajante-. No hay nada más de lo que desee hablar.

-¿Por qué no quieres acompañarnos a la cabaña? Tal vez sólo puedas escoltarnos en el viaje y esperar a fuera si es que no quieres pasar…

- Lissa… por favor. Te pido, te suplico que no insista con ese viaje. Yo no puedo… no debo ni deseo ir. Ayudaré en lo que me pidas, siempre a tú disposición, pero no me fuerces a ir a esa cabaña.

Nuevamente todo tuvo sentido.

Dimitri no había cambiado de parecer. Él simplemente estaba intentado hacer feliz a Lissa. ¿Su actitud en la cafetería había sido el simple reflejo de un guardián por proteger al más indefenso? ¿Tanto me había equivocado en traducir la mirada con la que me observaba el día de la audiencia? 

Realmente ya no sabía que pensar, en que creer o que esperar. Sentía que la cabeza me iba a explotar de tanto buscar una explicación a todo, de encontrar el sentido de lo que había vivido en las últimas semanas. Tenía que entender y comprender de una vez por todas la frase que se mantenía constantemente en mis pensamientos, las palabras que en todo momento me acompañaban: “El amor se desvanece… el mío lo ha hecho”

Ya no quise seguir escuchando. Ya había sido suficiente. Yo no era de la clase de persona masoquista que se regocija en su propio sufrimiento.

**

Abandoné la mente de Lissa para encontrarme de regreso en el asiento trasero de la SUV, sentada junto a Adrian. Él se encontraba mirando por la ventanilla lateral. Afirme mi mano en su rodilla y me incliné hacia la ventana para ver qué era lo que había allá afuera que llamaba tanto su atención.

El Vehículo se encontraba detenido, estacionado de forma paralela a corta distancia de una cabaña que decía agritos “soy pequeña, pero muy lujosa”

Habían hombres de Abe esparcidos por el perímetro revisando la seguridad del lugar, supuse.

La puerta de la SUV se abrió desde afuera y uno de los guardias dijo:

-Pueden bajar. Todo está en orden.

Adrian salió primero y extendió su mano para ayudarme a salir.

-Hogar, dulce hogar…- me dijo, manteniéndome sujeta en un medio abrazo tras bajar, y mientras contemplábamos juntos el lugar donde nos esconderíamos por un tiempo, hasta encontrar al verdadero responsable de la muerte de Tatiana.

- No está nada mal- comenté.

- Yo hubiese preferido un sitio más cercano a un casino, pero en fin. Habrá que buscar otras formas de matar el tiempo.

Me pareció sentir que su agarré se hacia un poco más firme en torno a mi cintura.

- ¿Piensan quedarse allí todo el día? – Sydney también había bajado de la SUV y se encontraba cerca de la puerta de entrada a la cabaña. Nos observaba con evidente impaciencia.

- Estamos simplemente preservando este momento. El día en que dos recientemente prófugos reciben las llaves de su nueva residencia… el sueño de todo recién incriminado y sentenciado.- contestó Adrian.

- Ya sabes, Adrian - dije, sumándome a su juego-, el auto siempre se lo lleva la secretaría del gerente de la empresa… en este caso, la cabaña se la queda el novio de la hija y la hija del mafioso.

Varios rostros giraron hacia mí ante la broma. Los hombre de Abe no parecían conocer el sentido del humor.

-¿Qué?- pregunte sin dirigirme a alguien en particular- No van a decirme que todos Uds. trabajan en una institución de beneficencia para los más necesitados y que Abe es el próximo Gandy…

Los hombres volvieron a lo suyo sin decir palabra.

-¿Y bien?- preguntó Sydney nuevamente, con los brazos en jarra y con cara de pocos amigos.

-Ya vamos- le contesté.

-¿Podrías recordarme de donde se conocen y cómo es posible que sean amigas?- me dijo Adrian en un tono discreto, de modo que la conversación quedara entre nosotros. Eso no resultó porque Sydney contestó por mí.

- Nos conocimos en Rusia, y no somos amigas.

- Definitivamente ella es uno de los seres más encantadores que he podido conocer.- Adrian la observaba con diversión en los ojos.

- Ni que lo digas… Yo tuve que aguantar su mal genio por unos cuantos días, pero al final terminas acostumbrándote. En el fondo es una buena chica.

Yo sentía un cariño muy especial por Sydney. A pesar de que ella fuera ruda y afirmara sentir una completa y total adveración por las criaturas no humanas, seguía siendo una persona considerada y de buen corazón. Ella había sido lo más cercano a un amigo y a un apoyo que había podido tener por unos días allá en Siberia.

Sydney abrió la puerta de entrada y se hizo a un lado para que fuésemos Adrian y yo los primeros en entrar.

La cabaña era tal y como la imaginaba… los interiores en madera y el piso igual. Amoblado de forma moderna y acogedora, con sillones de cuero y cojines de aspecto mullido y suave. Una chimenea que se encontraba lista para encender un buen fuego y sobre ella un montón de fotografías enmarcadas.

Me acerque para verlas mejor.

Abe se encontraba en cada una de ellas, acompañado por hombres y mujeres Morois y Dhampirs que no conocía en su mayoría, a excepción claro, de la joven de cabello rizado que abrazaba a mi padre mientras su rostro brillaba con una sonrisa.

Era extraño ver a mi madre en esa fotografía. Ella se veía tan joven allí. Calculaba que en ese entonces tendría mi edad, y su expresión no era la que yo conocía. En la fotografía parecía una mujer feliz… y Abe también.

Devolví la imagen a su lugar y continué el recorrido detrás de Sydney, quien seguía encendiendo luces con cada paso que daba internándose en la cabaña.

- Aquí hay un baño- dijo señalando una puerta cerrada mientras caminábamos por el pasillo- , y estas son las habitaciones- dijo mientras apuntaba a dos puertas a medio abrir.

Entramos en la primera. Era claramente la habitación de un hombre por los colores y materiales utilizados en la decoración. Las paredes y piso seguían siendo de madera y todo estaba decorado en tonalidades verdes; desde las cortinas hasta la colcha que cubría a una gigantesca cama. Los sillones también eran de un cuero café oscuro y los muebles también de aspecto pesado.

Pasamos a la siguiente habitación. Esta era del mismo tamaño, también el piso y paredes recubiertas de madera. Se encontraba decorada con muebles y sillones similares a los del cuarto anterior, pero las cortinas, colcha y cojines variaban en diversas tonalidades de crema y dorado. Mucho más femenina e igualmente acogedora.

Ambas habitaciones contaban con sus propios baños y también con “mini centro de recreación”, es decir, un mueble sobre el cual se encontraba una variada oferta de licores y que en su interior albergaba juegos y tecnología: Notebook, consolas de Nintendo, etc. que podían ser conectados a los televisores de pantalla plasmas instalados en las paredes de cada cuarto.

- Esto sí que me gusta…- dijo Adrian mientras se encaminaba hacia las botellas. Se detuvo a medio camino y regreso a mi lado-. Mmmm… creo que mejor paso. Intentaré volver a batir mi propio record.

Adrian no había bebido desde la mañana, al enterarse de la hora del juicio. Aunque había dejado de beber por bastante tiempo, los últimos días antes de la muerte de Tatiana él se había visto sobrepasado por todos los conflictos con los que tuvimos que lidiar. Por lo mismo, su abstinencia se había acabado, volviendo de regreso a sus vicios

Al parecer él  retomaría sus promesas, tal y como había dicho horas atrás. Ahora eso parecía un tiempo tan lejano, como si hubiesen pasado días, y no horas, desde que el juicio iniciara para luego terminar de manera tan abrupta.

Sydney miraba de Adrian a mí con cara de no entender. Bueno, ella no sabía de la dependencia de Adrian por el alcohol y los cigarrillos… tampoco era como si tuviera que saberlo.

- Como las camas son los suficientemente amplias para dos personas- dijo ella repentinamente-, hoy dormiré contigo Rose. Supongo que nos quedaremos en esta habitación, ¿cierto?

- Si- conteste algo indecisa y sorprendida. No esperaba que Sydney pasara la noche en la cabaña, pero de cierto modo la noticia me alivió. Yo sabía que al momento de ir a dormir esa noche tendría que decidir si quedarme en la misma habitación con Adrian o dormir en mi propio cuarto. Las cosas entre nosotros ya habían avanzado al siguiente nivel, pero aún me encontraba confundida por todo lo que había pasado desde la noche de “casi sexo”.

Adrian parecía un poco decepcionado, pero no dijo nada al respecto.

- Muy bien, señoras. Las dejo para que se acomoden. Que pasen una buena noche… si necesitan de mi ayuda, estoy en la otra habitación-. Adrian beso tiernamente mi mejilla y salió de la habitación.

-¿Dije algo malo?- pregunto Sydney sin expresión alguna en el rostro.

- No… ¿Piensas quedarte con nosotros por más días?

- No lo creo. Tengo mis propias responsabilidades como alquimista y hay bastante trabajo esperándome en casa.

- Aja… y ¿Cómo es que Abe te convenció de hacer esto?- quise saber. Si había alguien que se caracterizaba por hacer lo correcto, esa era Sydney.

- Eso ya lo sabes. Estoy cumpliendo mi palabra con Abe

- Pero hay límites… no tendrías porque ayudarlo con esto si no quisieras realmente hacerlo.

-  Ya no importa. Estoy metida en esto hasta el cuello y no hay vuelta atrás.

-¿De verdad crees que no somos amigas?- ¿Qué era entonces yo para ella?

- No estoy segura…- contesto- Yo no soy amiga de Dhampirs, Morois, Vampiros ni nada de esas cosas- ¿¡Me dijo cosa!?- , pero… no lo sé. No es algo que quiera detenerme a analizar en este momento. Lo que sí quiero es dormir- y con esas palabras se encaminó hasta un ropero y sacó unas cuantas prendas de ropa. Me extendió otras tantas a mí-. Esta ropa la compro Abe. Hay más aquí dentro para mañana y unos cuantos días-. Luego caminó hasta el baño y cerró la puerta, dejándome parada allí con un pijama en las manos.

Me puse la camiseta y el pantalón rápidamente, y de un salto me metí en la cama.
Cerré los ojos y me dije “Bien, Rose. Es hora de descansar”… pero no pude hacerlo.




Capitulo 5

El sueño de Lissa me arrastro con él.

Se encontraba soñando con Christian. Estaban en una playa a orillas del mar, disfrutando del sol que caía sobre ellos sin las usuales molestias que afectan a los Morois. Ella se sentía feliz y enamorada. Rodeada por el calor de los rayos luminosos y el cuerpo de Christian posado suavemente sobre el suyo.

Él se apoyaba en un codo mientras con su otra mano trazaba las facciones de Lissa. Reían por bromas y palabras susurradas que entre dos personas que se aman parecen naturales, divertidas y muy ingeniosas… aunque si uno las mira desde afuera, normalmente puede encontrarlas sin sentido y nada graciosas. Por lo menos eso era lo que yo sentía en ese momento. Deseaba salir rápidamente de ahí porque sabía que de cualquier segundo a otro las imágenes en la mente de Lissa podían pasar de un tierno paisaje a una escena digna de un canal para mayores de 18 años. Ya lo había vivido un par de veces y la confusión de sentimientos y sensaciones había sido abrumadora y molesta en extremo.

Lissa besa a Christian… ¿o yo lo besaba?... no estaba segura, como siempre ocurría en estas situaciones. Algo cambió repentinamente en el sueño. El cielo antes despejado ahora se nublaba por completo, y más allá sobre el mar podían verse los rayos de una tormenta que se aproximaba.

Christian ya no estaba a nuestro lado. Nos encontrábamos solas en una playa fría y oscura que se transformaba en una habitación de paredes negras y pisos de baldosa semejantes a un tablero de ajedrez.

En una esquina un hombre se encontraba acurrucado, con sus brazos sobre la cabeza intentando mantenerse oculto.

Lissa sentía miedo de acercársele. Había algo sobre ese hombre que a ambas nos causaba temor y a la vez una gran dolor por él. Yo quería acercarme a ese misterioso sujeto. Algo me llamaba a ir a su encuentro, elevar su rostro y comprobar quien era.

Liss finalmente se atrevió a caminar hacia la esquina donde él se encontraba, dando pasos dudosos pero continuos. Mientras más cerca nos encontramos, el aire a nuestro alrededor parecía cargarse más y más de una pesadez que agotaba y oprimía. Era como si no estuviésemos sólo nosotras y aquel hombre en la habitación. Algo nos vigilaba desde los alrededores. 

Estando a unos pasos de alcanzarlo, un grupo de hombres nos rodeó. Sus rostros no eran visibles pues la luz lo impedía. Sombras cubrían sus rasgos.

Nos dimos la vuelta para encararlos, intentando proteger a al chico temeroso tras nosotros. De todos modos caminamos dando pasos hacia atrás, para acercarnos más al hombre e intentar ponerlo en pie en caso de tener que salir corriendo de allí. Giramos el rostro un poco para poder hablarle y pedirle que se levantara del suelo. El hombre parecía ser bastante alto y algo en su contextura me dijo que se trataba de alguien conocido.

Con esa nueva idea, y llevada por un sentimiento de terror y aprensión, intenté que Lissa se moviera más cerca del hombre, que tomara su rostro y viera de quien se trataba. Ya sabía quién era y eso me asustaba terriblemente ¿Qué le había pasado? ¿Quién lo había dejado así?

Lissa se acercó aún más y finalmente hizo lo que yo esperaba. Tomó la cabeza del hombre entre sus manos. El cabello de él sintiéndose suave y largo entre los dedos. Ojos de un profundo marrón nos miraban con desesperación.

Mi estomago se apretó en un puño y mi corazón también.

Olvidando a los hombres a nuestro alrededor, caímos de rodillas para abrazar a Dimitri. Él tiritaba entre nuestros brazos, murmurando palabras que no alcanzaba a entender.

Pasos se acercaron a nosotros y una risa carente de humor resonó en el aire. Quien quiera que fuese se encontraba ahora justo tras nosotros.

Sentí una sensación de cosquilleo en la nuca que nos inmovilizaba.

Giramos la cabeza para ver de quien se trataba. Desde la altura en la que nos encontrábamos sólo podíamos ver sus piernas, pero ahora el resto de los desconocidos se encontraban también más cerca y sus rostros eran visibles. Se trataba de un grupo de Strigois. Un ejército de ellos había aparecido de la nada. Todos sonreían de forma siniestra y nos observaban con evidente diversión. Como leones jugando con la cena.

Con dificultad nos pusimos nuevamente de pie. Lissa sentía un miedo casi paralizante, pero de todos modos encaraba la situación. Mirando directamente al rostro del hombre frente a nosotras ambas contuvimos el aliento.

Victor nos observaba con una sonrisa aparentemente amable en los labios. Se veía saludable, más joven y ágil.

Con un movimiento rápido e inesperado nos asió por los hombros firmemente.

- Mi querida Vasilisa. Necesito más espíritu.

Y con esas palabras nos arrastró entre los Strigois a pesar de mis intentos por manejar el cuerpo de Lissa e intentar ofrecer resistencia. Ambas queríamos permanecer junto  Dimitri, quien en ese momento nos observaba con mayor terror mientras los Strigois se le acercaban y el permanecía inmóvil en el mismo sitio.

Desperté violentamente con un grito ahogado en mi garganta.

Mire a mi alrededor, algo desorientada del lugar en el que me encontraba. Recordé en ese instante lo del juicio y el hecho de que estaba en la cabaña de Abe. Mire hacia mi costado y pude observar como Sydney dormía plácidamente. Por suerte no la había despertado.

Me levanté de la cama con cuidado y salí de la habitación camino a la cocina.

Había de todo para comer. Me preparé una hamburguesa y mientras la comía observé como poco a poco el sol se perdía en el horizonte dando paso a la oscuridad. Un nuevo día comenzaba para nosotros, un día más de vida y tenía mucho por hacer.

Varias tareas me esperaban para los próximas semanas: Encontrar al asesino de Tatiana; hablar con Lissa acerca de su hermano perdido e iniciar su búsqueda; encontrar al responsable de los papeles robados del centro alquimista; y por último, encontrar a Victor y regresarlo a donde pertenecía.

Terminé de comer y lave los platos que había ensuciado. Después regresé  a la habitación para entrar en el baño y darme una larga ducha.

Tomé del ropero un  jeans, una camiseta blanca sin mangas y unas zapatillas para vestirme. Una vez lista prendí la televisión, dejando el volumen al mínimo, para distraerme un rato… algo que no conseguí porque en mi mente el sueño de Lissa se repetía una y otra vez.  Ver a Dimitri de ese modo me asustaba. No podía imaginar volver a verlo así nunca. La imagen era muy similar a lo que había ocurrido el día en que Lissa lo convirtió nuevamente en Dhampir, pero era como una versión diez veces peor. Él se veía más indefenso y perdido… y yo nuevamente había sido apartada de su lado sin poder ayudarlo.

Adrian tocó muy despacio a la puerta, sacándome completamente de mis pensamientos.

- ¿Despierta ya, mi pequeña Dhampir?

Me levante del sillón y abrí la puerta para salir de la habitación, dejando a Sydney seguir durmiendo. Estaba asombrada de que no hubiera despertado con todo el movimiento que ya había a su alrededor.

Adrian también se encontraba completamente en pie y viéndose tan perfecto como siempre. Al parecer Abe había comprado ropa para él… o él mismo había enviado antes sus ropas. Posiblemente lo último.

- ¡Esto es un milagro!- me burlé- ¡Adrian Ivashkov levantado a primera hora del día!

- Cosas más increíbles se han visto antes…- Con una sonrisa en el rostro, me rodeó con sus brazos para besarme suavemente en los labios y luego se apartó un poco para mirarme directamente-. ¿Cómo has dormido?

Pensé por un momento en contarle toda la historia de mi sueño, pero luego decidí omitir algunas partes.

- Veamos… Dormí toda la noche, lo que es algo bueno. Pero lo malo es que mis sueños pasaron de un romántico día en la playa a un ataque Strigoi acompañado por Victor.

Adrian frunció el seño y yo continué explicándole.

- Nuevamente uno de los sueños de Lissa me arrastró. Ella estaba con Christian en una playa y al momento después todo se volvió tenebroso.

Adrian acarició mi mejilla, mirándome con ternura.

- Lamento eso. Pensé dejarte  anoche sin visitas en tus sueños para que descansaras de todo. De haber sabido que tendrías que vivir esa pesadilla, te habría llevado a nuestro propio día romántico en la playa sin Strigois ni Victor incluidos- Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios.

Caminamos hacia la sala de estar y nos recostamos sobre unos de los sillones.

Adrian me atrajo a sus brazos y yo recosté mi cabeza sobre su hombro.

- ¿Dónde se encontrará Victor en estos momentos?- reflexioné en voz alta.

- Escondido como la rata que es. 

- Si… ¿Pero dónde?

- Una cosa a la vez, mi pequeña Dhampir. Ahora tenemos que encargarnos de quitarnos de encima los cargos de asesinato y luego encontrar a Victor.

- Espero no tener que pasar mucho tiempo escondida. No soporto sentirme como una inútil sin posibilidades de tener más acción. No soy de las que se sientan a esperar que las cosas simplemente ocurran y ya.

- Claro que no lo eres. Tú eres de las que no pueden esperar: Impaciente, testaruda, ruda, un completo dolor de cabeza, maravillosa e increíblemente sexy.

Eleve mi rostro para mirarlo fijamente.

- ¿Desde cuando te has convertido en la voz de la sabiduría?- me reí.

- Tengo mis momentos- dijo poniendo una cara de fingida seriedad absoluta.

- Así veo.

Sin dejar de mirarme, se acerco lentamente hasta que nuestros labios se encontraron en un beso calmado. Se separó de mí para observarme.

- Si. Eres definitivamente la perdición de cualquier hombre.

-¿Se supone acaso que eso es un cumplido?- eleve una ceja, intentando imitar su teatral seriedad anterior.

- Lo es. Sólo tengo cumplidos para ti- Sonrío ampliamente y se acerco para besarme otra vez.

En esta ocasión el beso fue más profundo, urgente y encendido.  Me distancie un poco, deteniendo el beso para acomodarme mejor. Me apoyé en una de las abrazaderas del sillón y tire de Adrian para que me siguiera. Eso lo hizo sonreír de un modo desvergonzado.

Nuevamente acercó su rostro de un modo sinuoso. Con la intención de besarme pero sin llegara a hacerlo.

Sujetó una de mis manos, que mantenía sobre mi regazo, dejándome ligeramente inmovilizada mientras que su otra mano se deslizaba por mi cuello hasta enredar sus dedos por detrás de mi cabeza.

La puerta de entrada a la cabaña se abrió de golpe.

-¿Ro…?- la suave voz se apagó en cuanto nos vio.

Allí se encontraba Lissa mirándonos algo desconcertada y avergonzada. Se aclaro la voz e intento hacer como si esto no fuera una situación incómoda.

Adrian y yo nos quedamos congelados ahí. No era como si nos hubiesen encontrado en algo realmente íntimo, desnudos o lago por el estilo, pero fue una gran sorpresa verlos aparecer así por la puerta sin aviso alguno.

Se nos había dicho que los guardias de Abe tenían llaves y era posible que ingresaran a la cabaña de ser necesario. Podían pasearse por la sala, la cocina o el baño del pasillo si lo necesitaban, pero no por las habitaciones.

Sabía que Lissa posiblemente vendría a visitarnos, pero no se me ocurrió que llegaría a primera hora del día.

Ella no estaba sola. Todos la habían acompañado finalmente.

Christian intentaba disimular la risa contenida. Jill parecía nerviosa y avergonzada. Mía sonreía y Eddie también.

Detrás de ellos una sombra apareció. Instintivamente me aparte de Adrian un poco más, pero deje mi mano donde estaba y él no hizo intento alguno por cambiar de posición.

Dimitri nos observó por un momento fijamente y luego escudriñó la habitación, como si no le llamáramos más la atención.

Mi corazón golpeteaba velozmente en mi pecho, mientras intentaba mantener mi respiración ligera para que Adrian no se diera cuenta de lo que ver a Dimitri allí me había generado.

¿Qué diablos hacia él ahí parado?

- Abe nos dio las llaves de la cabaña para que entráramos en cuanto llegáramos y estar así fuera de vista enseguida – Lissa se disculpó.

- Esta bien- le aseguré- Estoy feliz de verte- dije mientras me ponía de pie y caminaba hacia ella para abrazarla.

Nos quedamos así por un tiempo, disfrutando la una de la otra, y luego saludé a todos los demás con abrazos también. Menos a Dimitri.

-Hola- le dije- ¿Qué tal estas?

-Bien. Gracias- contestó. Caminó hasta la pared contraria a la chimenea y permaneció allí de pie.

Los demás tomaron asiento en los sillones mientras yo iba por refrescos para todos. Dimitri no acepto su vaso, permaneciendo en la típica posición de guardián ante un grupo de muchachos a su cuidado. Su actitud me molestaba, pero a la vez era algo reconfortante verlo como el guardián que siempre fue. Realmente no entendía por qué razón acompañaba al grupo, pero ya lo averiguaría.

-¿Cómo van las cosas en la corte?- Miré a Lissa esperando que respondiera con sinceridad.

- Todo está hecho un lío… - se detuvo un momento, como reflexionando acerca si decir o no lo siguiente- La verdad es que están organizando grupos de búsqueda con los mejores guardianes de los que puedan disponer.

-Están ofreciendo una generosa recompensa por tu cabeza. Viva o muerta- agregó Christian, inclinándose hacia adelante en su asiento- Por Adrian ofrecen una suma similar, pero el debe volver sano y salvo.

- ¿En qué has pensado, Rose?- Eddie me miraba fijamente.

- Algo debe de habérsete ocurrido ya para salir de esto- acotó Mía.

- Lo único que sé es que hay que encontrar al verdadero responsable de la muerte de la reina Tatiana.- No quise decirle “Tatiana” así nada más, por respeto a su memoria y sobre todo a  Adrian, quien quería de verdad a su tía.

- ¿Abe se ha pasado por aquí hoy?- preguntó Lissa.

- No. Ustedes son nuestras primeras visitas oficiales, primita-. Respondió Adrian.

Todos se quedaron en silencio, mirando hacia algo atrás de mí.

- Buen día- dijo Sydney. Se encontraba vestida con ropa limpia, ropas más del estilo del que yo vestiría, nada similar a sus atuendos más bien formales.

-Hola- respondieron todos los presentes, excepto Dimitri, que sólo hizo una inclinación de cabeza hacia su dirección.

Sydney los observo a todos uno por uno y se detuvo en Dimitri.

-Así que es verdad- dijo-. Eres nuevamente un Dhampirs… asombroso.- Su voz no denotaba asombro real, pero si se podía ver en su rostro lo curioso que le parecía el cambio de Dimitri. Ella estaba al tanto de que era a él a quien yo había estado buscando por Rusia.

- Si nos disculpan- me puse de píe y tomé a Lissa de la mano- Lissa y yo tenemos algunas cosas pendientes. Mientras tanto, los dejo para que se conozcan.

Mire a Sydney y le guiñé un ojo.

- Sé amable, estos chicos ya vienen desayunados así que no intentarán beberte tu sangre- bromeé. Sabía que a ella le incomodaban casi todos los seres sobrenaturales.

Sydney me devolvió una mirada acecina y luego fue a sentarse donde se encontraba Adrian, pero a una distancia considerable.

Guié a Lissa hasta mi dormitorio y cerré la puerta tras nosotras.

- ¿Qué ocurre?- Lissa me miraba con preocupación.

- ¿Qué hace Dimitri aquí?

-¿Pensé que te alegrarías de verlo?

-Ese no es el problema… aunque no sé si me alegro realmente de verlo… El asunto es ¿Cómo has hecho para convencerlo?

No quise decirle que había estado espiando a través de su mente porque ya sabía que aquello no le agradaba.

- Intente convencerlo, pero él se negó a acompañarnos ayer. Hoy, así nada más, apareció en el lugar que acordamos para reunirnos. No quise preguntar el por qué. Simplemente me alegré de que decidiera venir con nosotros.

Lissa no tenía ni la menor idea acerca del motivo de cambio de decisión de Dimitri, así que no podía averiguar nada más. Tenía tantos deseos de regresar a la sala y apartar a Dimitri para preguntarle directamente la razón por la que había rectificado su decisión de no visitarnos en la cabaña, pero no podía hacerlo. Eso no era realmente importante en estos momentos.  Por otro lado, yo estaba empeñada en cumplir con su pasada petición: dejarlo en paz. Intentar ser y hacer feliz a Adrian.

Ahora que por fin estaba completamente a solas con Lissa me percaté de que no encontraría mejor momento para hablarle del mensaje que Ambrose me había entregado de parte de Tatiana.

-Lissa..- comencé algo nerviosa.

-Hay, no…esa voz  sólo significa problemas. Cada vez que pones ese tonito es que te has metido en algún problema. ¿Qué más ha pasado de lo que no me enterado?

Quise reír de su suposición. Era cierto que usaba ese tono para anunciar que había hecho algo “no tan bueno”, pero en esta ocasión no había controlado el modo de decirlo. Simplemente estaba preocupada por el cómo contarle lo que sabía.

- No es eso, Lissa. Lo que pasa es que tengo un par de novedades de las quisiera hablar contigo.- Novedades… supuse que sería una buena palabra para anunciar a un medio hermano desaparecido.

- ¿Qué es esto?- me miraba con las cejas alzadas y los ojos muy abiertos- Rose, me estas poniendo muy nerviosa con tanto rodeo. Tú no eres de las que dan rodeos para decir las cosas.

- Bien.- Hice una pausa y exhalé profundamente- El día de la asamblea, al finalizar, mientras caminaba por el pasillo Ambrose me entregó una nota de parte de Tatiana.

- ¿Y que decía la nota?- me apremió Lissa al ver que yo me detenía otra vez.

- Bueno… de eso es lo que quería hablarte. En la nota Tatiana dejaba en claro que esperaba que alguien la acecinase y también dejaba claro que no creía que fuera yo, pues la nota estaba dirigida a mí y a pedirme un favor.

-¿Por qué estás diciendo esto ahora?- dijo Lissa de un modo alterado- ¡¿Por qué no dijiste esto ayer en el juicio?, ¿Te das cuenta de que estarías libre en estos momentos? Serias una guardiana, podrías ser mi guardiana… - continuó hablando cada vez más rápido y con mayor entusiasmo- No importa. Esa nota puede demostrar que tú  no mataste a la reina. ¡El consejo tendrá que rectificar y declararte inocente! Ellos tendrán que dejarte ser mi guardiana a modo de retribuir una parte del mal que han cometido al condenarte tan injustamente….¡ah! y esa Kane también tendrá que ser sancionada. ¿De dónde habrá sacado a esos testigos? Que mentirosa…

Yo también me preguntaba lo mismo, ¿De dónde había sacado ella a esos testigos? y ¿Quién era el responsable de su contrato? ¿Bajo el mando de quien estaba ella?... Pero eso tendría que esperar. Lissa no me había dejado terminar la historia, y el punto más difícil de tratar era el siguiente.

- Liss… yo no dije nada porque la nota tiene información muy importante, y tiene que ver contigo y tú familia-. Ella había estado moviéndose por la habitación mientras divagaba con respecto a mi liberación… se detuvo cuando le dije eso y me miró fijamente.

- Continua-. Pidió.

- Al parecer existe la posibilidad de que puedas acceder a tu puesto en la corte en un corto tiempo.

- Eso es imposible- me miraba con severidad ahora- Tu escuchaste en la reunión del consejo que no puedo hacerlo a menos que tenga mi propia  familia, y para eso se necita de tiempo. Incluso si Christian se casara conmigo… No podemos realizar una boda de un día para otro, además, somos demasiado jóvenes.

- No se trata de eso.

- ¿Qué quieres decir?

- Liss… tienes un hermano vivo.

- ¿Por qué estás diciendo semejante mentira?- sus ojos se nublaron por lágrimas contenidas.

- No es una mentira, Liss. Tatiana estaba al tanto y, al parecer, más gente también lo sabía.  Por eso no podía mostrar la nota en el juicio. Hubiera significado poner a más personas al corriente de la situación y esto es un secreto del que sólo algunos deben saber… por lo menos hasta que encontremos a tu hermano o hermana y ya nadie pueda hacer algo en contra tuya o de él… o ella.

- ¿Cómo es posible?- murmuró más para ella misma que como una pregunta hacia mí. Se sentó lentamente en el borde de la cama, agarrando con fuerza la colcha con ambas manos.

- Al parecer- continué decidida ya a contarle todo lo que sabía-, tu padre en algún momento mantuvo una relación amorosa con otra mujer. No sé si era Moroi o Dhampir, por lo mismo tampoco sé que es tu hermano o hermana.

- Mi padre- repitió.

- Lo mejor será encontrar a Ambrose y cerciorarnos de que la nota sea realmente de Tatiana, por las dudas.

- Tú crees que lo que dice la nota es cierto, ¿Verdad?

Yo lo creía. El día del encuentro con el hermano de Victor había conocido a un hombre que sabía de las continuas visitas entre el padre de Lissa y una bailarina del lugar. Luego estaba el robo de información en el centro alquimista…

- Si- contesté-. La posibilidad de que sea cierto es muy alta.

- Un hermano… o una hermana.

- Es algo bueno, ¿Verdad? Tener más familia, tener a alguien más.

- ¿Cómo pudo hacerle eso a mi madre?- preguntó- ¿Cómo pudo ocultarnos a un hermano?... o tal vez mi madre lo sabía y no quisieron contarnos a André y a mí…

Podía sentir la ira reprimida de Lissa por medio del espíritu. Absorbí un poco para mejorar la situación. Ya sabía que sería difícil aceptar que otro miembro de su familia no era lo que parecía ser. Que la perfecta imagen de familia feliz que había tenido en su cabeza era sólo una ilusión.

Me acerque a ella y la abrace. Ella recostó su cabeza sobre mi hombro y se permitió soltar las lágrimas que intentaba retener.

-Liss, no pienses en eso. Piensa en ese hermano que debemos encontrar. Él no tiene nada que ver con los errores que tus padres puedan haber cometido y merece tanto como tú ser feliz sabiendo de la existencia de su hermana.

Lissa suspiro, algo más calmada.

- Hay, Rose… tengo un hermano.

- Lo tienes- dije, y pensé “¿Pero dónde diablos estará?”


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