miércoles, 16 de febrero de 2011

Concurso en nombre del amor...


Hola a todos! Les traigo un concurso del blog Hojas En Blanco. Si. Lo sé. Estoy un poco desfasada con la fecha de San Valentin, pero... bueno. Es el mes de amor!!!

Los chicos del blog organizaron una novedosa forma de celebrar el día del amor mediante la creación de un relato corto u/o imagen que exprese, de algún modo, ese maravilloso sentimiento que mueve montañas.
Para más detalles, hacer clic aquí.

A mi me ha encantado la idea. A ver si alguno más se anima a participar.

jueves, 10 de febrero de 2011

Capitulo 50



A la mañana siguiente el olor a café y a donas me hizo pegar un brinco en la cama y arrancó un gruñido de mi estomago.

El día anterior prácticamente no había sentido apetito. Había estado demasiado ocupada asimilando el estar de regreso, sana y salva, junto a mis amigos, como para pensar en comida. Pero hoy era un día distinto y mi cuerpo estaba más que preparado para hincarle el diente a lo que me pusieran por delante.

Mi bandeja de desayuno venía acompañada de alguien a quien no esperaba encontrar sino hasta una hora más tarde, por lo menos.

El olor de su after shave inundó mi nariz cuando él se acercó, acarreando una seguidilla de agradables momentos en mi mente.

- Buenos días –dijo, esperando a que me acomodase mejor en la cama para poder ofrecerme la bandea.

Rápidamente puse unos cuantos almohadones tras mi espalda, sentándome más erguida y recostada sobre el respaldo de la cama. Recordé que estaba recién despertando, así que recé para que luciera, al menos, lo más presentable posible.

- Buenos días -respondí, extendiendo las manos para sujetar la bandeja y poder ponerla sobre mí regazo-. ¿No deberías estar descansando? –pregunté, mirando cómo Dimitri iba por una de las sillas cercanas a la ventana para aproximarla a mi lado de la cama.

- Ya estoy completamente recuperado. Una buena noche de sueño puede hacer maravillas por un hombre.

- Ya ves. Las mujeres no mienten cuando hablan de necesitar “su sueño reparador”. He visto grandes milagros producidos gracias a eso –dije, mirándolo de reojo al tiempo que inspeccionaba la variedad de donas en mi plato.

Alcancé a ver como una sonrisa aparecía en su cara, haciéndome sonreír a mí a la vez. Mantuve la mirada hacia mi bandeja mientras le escuchaba decir:

- Algo había escuchado al respecto. Ahora no me queda duda acerca de la veracidad del dicho.

Sonreí otra vez. Agarré la taza con ambas manos y me la llevé a los labios.

- Está perfecto- dije una vez que di un trago del aromático café.

- Que bien. Pensé que le había puesto muy poca azúcar – Dimitri miraba hacia mis manos, a la taza de café entre mis dedos.

- ¿Esto lo has preparado tú?- Pregunté, dando unos leves toques con la mano a un costado de la bandeja. Sentí como mis cejas se elevaban, incluso fui consciente del leve tono de sorpresa en mi voz.

- Bueno… -dijo él, viéndose incomodo y risueño a la vez- El café lo preparé yo. Aunque no veo que eso tenga mucho merito, en cualquier caso – Me miró y señaló las donas con un gesto de su barbilla- Las donas se las he encargado a uno de los guardias de Abe que fue hace un rato a la ciudad.

- Vaya… gracias –Le devolví la mirada, sinceramente agradecida-. Este es uno de mis desayunos favoritos –dije, tomando una dona y dándole un gran mordisco.- Mmmm… -suspiré- Nada mejor como una buena dosis de fritura y chocolate para iniciar un buen día.

Dimitri negó con la cabeza, completamente divertido y sonriente

- Tienes un serio problema para diferenciar la comida saludable de la que no lo es.

- La comida saludable no logra hacerme ni la mitad de feliz que un bocado de esto -rebatí, dando otro voraz mordisco. Un par de mordidas más y la dona había desaparecido.

Me llevé los dedos a la boca para quitarme los restos de chocolate y luego me pase la lengua por los labios, por si me había quedado alguna mancha.

Me di cuenta entonces de que Dimitri había seguido cada uno de mis movimientos atentamente. No estaba segura de si él era consciente o no de lo que hacía, pero un sentimiento de satisfacción me inundó.

- ¿Me queda algo en la cara? –me pasé la mano por la barbilla y una de las mejillas para acompañar mi pregunta, ocultando la sonrisa que insistía en tirar de mi boca.

Dimitri se aclaró la garganta antes de responder.

- No, nada – apartó la mirada hacia la ventana.

Seguí el movimiento, no viendo nada en particular.

- Es muy bonita –comentó de la nada.

- ¿Qué?

- La casa –dijo él, regresando la vista hacia mí y luego hacia los diseños de la colcha- Mientras esperaba por las donas aproveché de dar un paseo por los alrededores –volvió a levantar la vista.

- Ya veo –dije sonriendo y mirando hacia las paredes-. Ayer solo pude ver algunas de las habitaciones, pero me parecieron todas muy acogedoras. Me gusta el estilo que Abe tiene para decorar sus casas. La cabaña, por ejemplo, también resultó un muy agradable lugar para alojar- Le estaba mirando a la cara en ese momento, así que pude ver como su semblante se ensombrecía un poco- ¿Qué ocurre?

- En la cabaña yo…

- Dimitri, no – quise interrumpirle, intuyendo hacia donde se dirigía.

- Rose, he cometido tantos errores desde que regresé –dijo. Estaba inclinado hacia adelante, mirándose las manos unidas que mantenía colgando entre sus rodillas-. Uno tras otro… -continuó- En ese tiempo pensé que hacía lo correcto. Que era lo mejor. Que de ese modo evitaría causar daño a los demás. No me sentía capaz de hacer frente a mi vida pasada, de recobrar lo que había dejado atrás.

>>Estaba asustado, Rose – Susurró aún mirando hacia abajo-. Creo… que aún estoy un poco asustado –levantó la cabeza, recorriendo mi rostro con unos ojos tan tristes que mi corazón sufrió por él-. Pero ya no tengo miedo a vivir –dijo con seria intensidad- Ahora temo a las consecuencias de mis actos en las últimas semanas. Temo a lo que yo mismo puede haber forjado en mi empeño por alejarte de mí.

Dejé la bandeja con comida a un lado en la cama y me arrodille sobre el colchón.

Con lentitud alcé una mano y fui acercándola al rostro de Dimitri. Cuando mis dedos por fin rosaron su mejilla, él inclino la cabeza hacia ese contacto como si lo anhelase, cerrando los ojos.

Vi como sus pestañas hacían sombra en sus mejillas, como la luz del sol que llegaba por la ventana se reflejaba en su liso y suave cabello. La forma de su nariz, el ángulo de sus pómulos. Lo cada vez más cerca que estaba mi rostro del suyo.

Me moví con tanta sutileza que él no abrió los ojos sino hasta que estuve a milímetros de sus labios.

Seguí acercándome mientras le devolvía la mirada. Lo miré hasta que acaricié su labio con el mío. Él no se movió, así que volví a rozar sus labios, cerrando mis ojos y permitiéndome vivir solo de la sensación.

Volví a pasar mis labios sobre los suyos y él respondió con la misma ternura con la que yo intentaba besarle.

Todo fue lento y cuidadoso por un momento. Dulces besos, como aleteos de mariposas. Probando, reconociendo. Disfrutando del tiempo y de un reencuentro.

Poco a poco los besos fueron cambiando a algo más ansioso, más necesitado.

Como cuando estas a la orilla de la playa y la marea comienzan a subir. No hay nada que puedas hacer para que retroceda o para que se detenga. Porque el mar, la vida o el amor son fuerzas a las que no puedes combatir.

Sentí como sus manos rodeaban mi cintura y me atraían hacia él. Terminé sentada a horcajadas sobres sus piernas, aferrando el cabello de su nuca con los dedos.

Yo…

- ¿Rose? – tres golpes en la puerta y la voz de Lissa volvió a resonar desde el pasillo- ¿Puedo entrar?

Me separé con calma de los labios de Dimitri. Permanecimos abrazados, mirándonos por algunos segundos más.

Sabía que tenía que abrir la puerta. Que había cosas importantes por hacer durante la mañana pero, no quería dejar ir a Dimitri.

- ¿Rose? –Repitió mi amiga, golpeando nuevamente de un modo suave la madera.

La realidad cayó sobre mí como un manto de responsabilidad. Había cosas que no podían esperar y de las cuales debíamos hacernos cargo. Ya tendríamos tiempo para solucionar lo que tuviésemos que solucionar. Al menos, mi corazón ya bailaba su propia danza de celebración por el avance que acabábamos de experimentar.

Ambos sonreímos y yo regresé a mi puesto debajo de las mantas.

- Pasa Liss –dije, alzando la voz.

Lissa abrió la puerta con rapidez, con un notorio entusiasmo en el rostro que se quedó congelado en cuanto vio que Dimitri estaba en la habitación.

- Oh… -dijo mi amiga, mirando de él hacia mí con una pequeña sonrisa cómplice- Si quieren puedo regresar más tarde… –hizo ademan de sujetar la manilla de la puerta para salir del cuarto.

Era muy consciente de cómo mis mejillas ardían levemente.

- No, Lissa –Le sonreí y le señalé la bandeja a un costado en mi cama- Dimitri me ha traído el desayuno.

- Que agradable detalle –dijo ella, sonriendo hacia Dimitri.

- ¿Quieres una dona? – alcé el plato para que ella viese las que quedaban.

- No, gracias. Ya he desayunado con los chicos –se acercó más a la cama, sonriendo aún-. Además, yo venía a decirte que debes prepararte ya. El interrogatorio comienza en media hora y Abe me pidió que te sacara de la cama.

- ¡Estupendo! –Dejé de lado las mantas, cayendo con un salto sobre el piso-. Estoy deseando ver como el cretino del Cartero no tiene más remedio que darnos la información que necesitamos y que tanto se negaba a entregar.

- Todos esperamos lo mismo –agregó Lissa-. Mientras más pronto obtengamos la información que necesitamos, más pronto podremos deshacernos de él, enviándolo a Tarasov.

Oh. Y yo sí que deseaba eso.

Habíamos visitado la cárcel para Morois y Dhampir descarriados, así que sabíamos de primera mano cómo era la vida al interior del recinto de alta seguridad en donde mantenían a la clase de calaña como el Cartero. Esperaba que a él le asignaran la celda con más ratas del lugar.

Y… bueno. También esperaba que desde nuestra última visita hubiesen mejorado los sistemas de seguridad.

Avancé hacia un ropero frente a la cama con la intención de sacar algunas prendas de ropa para vestirme. Me quedé mirando el espacio vació al interior del mueble y luego me giré hacia Lissa.

- No quiero parecer una pesada, pero… Cuándo salieron del último hospedaje en el que estuve con ustedes, por casualidad, ¿no sacaron mi ropa?

- Hum…- Lissa se vio apenada- Lo siento, Rose. Tuvimos un pequeño percance con algunas maletas. No solo con la tuya – sonrió, disculpándose-. Se me había olvidado ese detalle.

- Esta bien –dije, dando una segunda mirada al ropero vacio. Me lamenté mentalmente al pensar en algunas prendas muy bonitas que había conseguido durante el viaje- Liss, ¿Tienes un par de vaqueros y una camiseta que puedas prestarme?

- Claro –sonrió de un modo alegre-. Vamos a mi habitación para que escojas lo que necesites.

- Gracias.

- Yo voy a ver cómo están los preparativos para salir de aquí una vez que el interrogatorio finalice- dijo Dimitri poniéndose de pie.

- De acuerdo- dije.

Lissa decidió que el árbol fuera de la ventana era realmente interesante, porque comenzó a mirarlo de un modo concentrado, como si se tratara de una extraña obra de arte, girándose de modo que quedaba dándonos la espalda.

Dimitri avanzó hacia la puerta, y en el camino se quedo de pie frente a mí.

- Rose… -parecía a punto de decir algo más, pero finalmente se limitó tan solo a sonreír- Hablaremos luego.

- Bien –sonreí de regreso y lo vi salir por la puerta.



- Me parece que interrumpí algo grande cuando toqué a la puerta- dijo Lissa, dándose la vuelta para mirarme desde la ventana con una sonrisa conocedora.

- No te preocupes. No es nada que no pueda retomarse desde el principio- abrí la puerta alegremente-. Y ahora vamos – señale el pasillo con una mano-, mira que tenemos una cita, y no queremos hacer esperar a nadie, ¿verdad?


domingo, 6 de febrero de 2011

Capitulo 49



Alcancé a Abe a un par de metros en el pasillo. Él tomó mi mano para enganchar mi brazo en torno al suyo.

- Han pasado muchos días y muchas cosas desde la última vez que hablamos –dijo Abe. Yo miraba hacia el frente, pero con la visión periférica podía notar que él si me observaba.

- Así es –contesté.

- Aquí –Mi padre se detuvo frente a la última habitación de extremo contrario del pasillo. Sacó una llave del bolsillo interior de su chaqueta y abrió la puerta con ella. Con un gesto de caballerosidad me hizo pasar primero, para luego seguirme y cerrar la puerta. La habitación estaba casi en penumbras. Iluminada nada más que por la tenue luz de la luna que se filtraba entre las nubes que deambulaban por el cielo.

Abe caminó hacia la ventana, encendiendo unas cuantas luces a su paso. El cuarto era un pequeño y acogedor despacho donde el cuero y la madera eran el factor más notorio de la decoración. Había un par de estanterías con libros de aspecto gastado, un mullido sillón tapizado en cuero y un escritorio de oscura madera veteada, con curvas figuras talladas en el frente.

Levantando una mano, Abe me indicó que tomara asiento en el sillón al tiempo que se aproximaba para sentarse a mi lado.

La habitación estaba un poco más helada que el resto de la casa, seguramente porque era una de las habitaciones a las que no todos tenían acceso.

- Toma esto- Abe me ofreció una manta que colgaba del respaldo del sillón al darse cuenta del pequeño estremecimiento que me había afectado a causa del frio. Se puso de pie y fue hasta un regulador al lado de la puerta. Ajusto la temperatura y regresó a su puesto- En unos minutos estará más cálido. –sonrío mientras me observaba.

- ¿Esta casa también es tuya?

- Si –respondió, mirando a su alrededor- Solía pasar mucho tiempo en esta casa cuando venía a Rusia.

- Es muy bonita –dije, mirando también alrededor.

- Lo es. No es una gran casa, pero siempre que llegaba me hacía pensar en que tenía una verdadera familia que me esperaba al regresar.

Lo miré y vi una pequeña grieta en su armadura de hombre duro. Había en el fondo de sus ojos una cuota de vulnerabilidad que no había visto antes en él.

Alcancé su mano y la estreche con fuerza entre las mías.

- Ey, lo siento –sonreí para quitarle hierro al asunto- Lamento haberte preocupado. Prometo ser una buena niña de hoy en adelante – puse cara de solemnidad y le guiñé un ojo, esperando que sonriera con burla.

- Rose –me regresó el apretón de la mano con cariño- Cuando tu madre me contó que estaba embarazada pensé que… bueno… no pensé en nada. Era un embarazo más entre un Moroi y una Dhampir. Puede que en mi juventud hasta lo haya considerado un aporte a nuestra sociedad. Mi pequeño grano de arena al número de nuestra población –me miró, esperando alguna reacción de mi parte. La verdad es que yo no podía moverme ni un milímetro de mi asiento- Yo amaba a tu madre…-continuó- de hecho, aun creo que la amo, aunque creo que eso es otra historia…

- Definitivamente- dije. No quería escuchar acerca de él, mi madre y su tórrido romance. Demasiada información. No estaba preparada para saber sobre ellos en esos momentos.

- Bueno, aunque la amaba, yo no estaba preparado para hacerme cargo de un bebé –siguió-. Ella tampoco quería dejar su trabajo para establecerse como una dueña de casa. Así que decidimos que cada uno debía tomar su propio camino. Ella seguiría con su ascendente carrera como una de las mejores guardianas y yo me dedicaría a mis negocios.

>>A través de los años nos hemos reunido en varias ocasiones para charlar y recordar viejos tiempo –sonrío de un modo soñador y pícaro que me hizo enrojecer. Se quedó un momento así y luego recobró el hilo de sus pensamientos-. Ella siempre me contaba como ibas progresando. Desde que eras una bebé, al momento en que entraste en la academia San Vladimir. Tu madre se sentía algo culpable por no poder pasar todo el tiempo que ella quería contigo. Ella sabía que tú deseabas estar con ella, pero los tiempos en los que vivimos, la disminución de la población Moroi y Dhampir, es un asunto del cual no podía desligarse. Tu madre es una mujer responsable que siempre espera hacer lo mejor para todos.

Yo sabía que Abe tenía razón. Los problemas con mi madre se habían solucionado un poco en los últimos años. Yo había comenzado a comprender la importancia y el valor del esfuerzo de mi madre. La legendaria Janine Hathaway.

- Yo no estaba interesado en presentarme ante ti –continuó Abe- Yo escuchaba siempre con atención lo que tu madre decía, pero no sentí un real vinculo entre nosotros sino hasta el momento en que escapaste de la academia.- Sonrío otra vez, pero en esta ocasión su sonrisa fue cómplice y llena de diversión- Oh… -meneó la cabeza, divertido- tu madre estaba vuelta loca en esos meses. Hizo uso de todos sus contactos para localizarte. Me lo pidió también a  mí, pero le dije que eras como una sombra inlacanzable para mí en América. Una mentira que pareció creerse, o al menos, fingió que así lo hacía.

Lo miré con los ojos como platos.

- ¿Tú sabías donde estábamos Lissa y yo?- pregunté después de un instante.

Abe elevó un ceja, de modo burlón.

- Por supuesto. Todo el tiempo las tuve vigiladas – seguía sonriendo- Cuando te escapaste puede sentir que en ti vivía ese espíritu rebelde y libre que siempre me ha guiado. Sentí que realmente eras mi hija. No un asunto meramente biológico, sino que emocional. Desde ese momento te he seguido la pista.

- Sabes que eso podría considerarse acoso –dije, molesta al pensar en las cosas que pudo haber visto.

- Y luego cuando nos conocimos personalmente – movió la cabeza, con una sonrisa torcida en los labios, sin tomar importancia a lo del acoso-… en ese momento quedó completamente claro para mí. La misma determinación y testarudez. Características que no solamente heredaste de mí, sino también de tu madre.

Estaba tan sorprendida por el tumbo de nuestra conversación. Jamás se me había pasado por la mente que íbamos a tener esta clase de “momento sincero” Abe y yo.

- Te has convertido en una persona muy especial para mí, Rose Hathaway. Es increíble como logras meterte en el corazón de la gente a pesar de ser un constante dolor de cabeza.

Estiré los brazos en un arranque de ternura y lo abracé con fuerza.

- Creo que yo también te quiero, viejo.

Permanecimos abrazados unos cuantos segundos más antes de que Abe me apartara con cuidado.

- Esto ha sido solo porque estoy con la guardia baja. No soy la clase de Moroir que va por la vida dando discursos al estilo “abre tu corazón”.

- De acuerdo, tipo duro.

- Bien -dijo él.

- Bien -dije yo.

Nos quedamos mirando el uno al otro. Una pequeña risa salió de mis labios. Luego otra de los de él. Al final terminamos riendo a carcajadas como un par de locos. Un ataque de risa múltiple en toda regla. Reímos hasta que las lágrimas cayeron de nuestros ojos y poco a poco fuimos recobrando el control.

- De esto tampoco diremos nada a nadie –dijo Abe.

- Ni una sola maldita palabra.


Hablamos de muchas otras cosas; de su viaje, de cómo seguían las cosas en América. Él preguntó acerca de lo ocurrido antes de que me capturaran. Le conté acerca de Alexader y Jill, y todo el asunto de la verdadera identidad del segundo Dragomir; Hablamos de cómo Sonya también había regresado; y como Víctor y Robert habían terminado viviendo con nosotros.

Le conté también algunas de las cosas que habían sucedido en mis días de Strigoi.

Al final fue mi turno de preguntar.

- ¿Qué vamos a hacer con el Cartero? Vi como lo metían en unas de las camionetas cuando me rescataron de su mansión.

- Por el momento lo tenemos encerrado en una de las habitaciones de la planta baja. Hay que lograr que revele el nombre de sus secuaces al interior de la Corte Real antes de que regresemos a América, de ese modo podremos planear como desmontar todo su plan de cambios de realeza y saber de una vez por todas quien es el verdadero acecino de Tatiana.

Tenía razón. Habíamos pasado demasiados días en Rusia. Tantos que la fecha para escoger a un nuevo Rey o Reina estaba a la vuelta de la esquina.

- ¿Qué hay de la gente del Cartero?- pregunté al recordar la gran influencia y poder que el Moroi manejaba.

- El Cartero controlaba a sus Dhampirs y Morois a fuerza de miedo mediante su gran numero de aliados Strigoi. Ahora que lo tenemos cautivo, sus Dhampirs y Morois se han dispersado, sin ninguna muestra de querer recuperar a su líder. En cuanto a los Strigois, ellos terminaran matándose unos a otros, intentado apoderarse de la fortuna del Cartero – Miró hacia una de las paredes y continuó- En algún momento uno de ellos lo logrará, y será un gran problema para eliminar, pero por ahora lo más importante es solucionar todo lo relacionado con la Corte y con las acusaciones de asesinato en contra de ustedes.

Abe nuevamente tenía razón. Lo más importante era solucionar los problemas que en el inicio nos habían llevado hasta allí.

- ¿Cuándo regresamos a América entonces?

- Voy a preparar todo para poder partir de aquí mañana al medio día, después de interrogar al Cartero.

Asentí con la cabeza en aprobación, y luego le dije, retomando nuestro tema inicial.

- Gracias por preocuparte por mí –esperaba poder transmitirle cuán importante era para mí sentir que de verdad de le importaba.

- No tienes nada que agradecer. Soy yo el que agrádese poder tener la oportunidad de poder preocuparme por ti –Se inclinó hacia mí y besó mi frente- Ahora, salgamos de aquí- dijo apartándose y poniéndose de pie. Extendió una mano y me ayudó a levantarme- Yo tengo cosas que arreglar y tú aún tienes que descansar.




Salimos del despacho y Abe me llevó hasta mi habitación. No se quedó tranquilo hasta verme recostada sobre la cama, y bien cubierta por un montón de mantas.

- Descansa, Rose- dijo ya en la puerta de la habitación-. Mañana nos espera un largo día – Apagó la luz y cerró la puerta, dejando mi cuarto iluminado solo por los mismos rayos que habían atravesado la ventana del despacho, antes de que encendiera las lámparas.


Me quedé de espaldas sobre la cama, escuchando el ruido de pasos y de gente moviéndose en el resto de la casa.  Cerré los ojos, sintiendo como el aire pasaba por mi nariz. Decidí aguantar la respiración hasta que ya no pude resistir más la falta de aire.

Fui feliz al probar cuanto necesitaba respirar.

Yo necesitaba aire para vivir. Yo estaba viva.

Me puse en posición fetal, mirando hacia la ventana. Una sonrisa en mis labios.

Estaba tan feliz: Por estar viva. Por tener una segunda oportunidad. Por el día maravilloso que había tenido desde mí regreso gracias a mis amigos, a mi padre y a Dimitri.

-Dimitri… –dije en un murmuro.

Suspiré y me abracé a una almohada.

Yo estaba viva y no iba a perder más tiempo. Porque cuando una chica regresa de la No-Muerte no puede quedarse sin hacer nada respecto a su futuro, sueños y metas.

Y una chica que sabe lo que quiere… Esa chica menos.

Volví a cerrar los ojos y esta vez estaba mucho más feliz conmigo misma; con una decisión tomada y con una muy aceptable vida por delante.

Bueno… una muy aceptable vida por delante siempre y cuando todo se solucionase al regresar a América.

martes, 1 de febrero de 2011

Capitulo 48





Para el momento en que al fin la estaca atravesó mi corazón, sentí que todo había acabado al fin. Y me alegraba de ello.

Fue una de las sensaciones más ambiguas de toda mi vida.

Por un lado estaba ese increíble dolor, acompañado de la firme creencia de que mi hora de morir había llegado. El dolor era tan intenso… como fuego expandiéndose desde el centro de mi pecho hacia afuera, calcinando todo a su paso.

Y por otro lado… ¡Dios! Estaba la sensación de pureza y libertad más grande que se pueda sentir. La sensación de que ese mismo fuego me limpiaba y se llevaba todo lo malo.

De lo que recuerdo, me parece haber visto como el poder del Espiritu en la estaca era igual a la luz blanca y cegadora que había observado en el propio regreso de Dimitri y Sonya. Una luz tan potente que se abría paso en la oscuridad que me rodeaba, la misma oscuridad que batallaba por quedarse. La misma que quemaba a medida que la magia actuaba en mí.

Parecieron horas, días… toda una vida. Pero sé que el proceso de conversión sólo duró unos cuantos segundos.

Cuando pude abrir los ojos me encontré abrazada a Sonya. Sollozaba de una manera que creo, en otras circunstancias, me hubiese asombrado y avergonzado. Era esa clase de llanto que viene desde el alma. De ese llanto que al terminar de derramar todas las lágrimas acumuladas te deja agotada y tranquila porque ya no hay más. Me di cuenta entonces de que realmente estaba de regreso. Mi alma estaba allí. Yo estaba de vuelta. Yo era otra vez yo.

Sonya me abrazaba firme y tiernamente. Sentía como su mano acariciaba mi cabeza con un ritmo apaciguador mientras murmuraba palabras de aliento en una voz amable y dulce.

Me tomó un tiempo poder levantar la cabeza y recorrer los rostros de los demás presentes en la habitación.

Todos nos observaban con cuidado. Me daba la impresión de que tenían miedo de hacer movimientos bruscos, como si yo fuese un cervatillo asustado, a punto de salir corriendo por el bosque por temor a ser cazado.

Lissa se fue acercando poco a poco hasta mí, arrodillándose con calma a mi lado para poder tomar el lugar de Sonya. Me abracé a mi amiga con más fuerza aún. Mi llanto en vez de calmarse aumentó, pues recordaba como la había tratado cuando fui en busca de Dimitri y como me había sentido hacia ella mientras fui Strigoi. Odiaba haberme sentido así por ella. Tan llena de odio y maldad.

- Lissa, perdóname… -dije entre lagrimas- Yo… yo no podía hacer que parara. Nunca. Ella… yo… dios… - tragué, porque me estaba atorando con las palabras y con la urgencia de disculparme ante todos a lo que había causado mal.

- Shuuu…-murmuró Lissa, al tiempo que nos mecía a ambas- No hay nada que perdonar. Tú eras tú. Todos sabemos eso. Ahora déjame disfrutar el poder tener a mi mejor amiga devuelta.

Me dejé acunar por Lissa y las lágrimas poco a poco fueron cediendo terreno. Logré serenarme lo suficiente para poder alzar la vista otra vez.


Miré hacia la puerta, buscando un par de rostros a los que les debía disculpas especiales por todo lo que había hecho. El solo pensar en ellos hacia doler mi corazón por la culpa.

Allí, junto a la puerta, encontré a uno de ellos.

Me regresaba una mirada que pocas veces había podido apreciar en su rostro. La sonrisa torcida y maliciosa había dejado paso a la mirada más llena de alivio que se pueda encontrar.

- Adrian -dije mirándolo.

Adrian se acercó y arrodilló frente a mí. Lissa me soltó para que pudiera sentarme mejor y tomar así las manos de Adrian entre las mías.

- Oh, Adrian…- las lagrimas volvieron a mis ojos- No sabes cuánto lo siento…. -Recordar la manera en la que había amenazado su vida me hacia estremecer de miedo. Había estado tan cerca de matarlo- Adrian… yo…

- No tienes que decir nada, pequeña Dhampir –dijo él, estirando los brazos para darme su propio apretado abrazo. Puso mi cabeza sobre su hombro y acarició mi espalda con afecto.- Lo pasado es pasado. Y tú no fuiste la culpable de lo que ocurrió. No eras tú. No tienes nada por lo que sentir culpa o dolor, ¿me oyes?

- Yo estaba allí, Adrian. Y no podía controlarme. En un momento pensé que realmente iba a hacerlo… que iba a… - respiré profundamente, intentando desterrar esas imágenes de mi mente.

- No vuelvas a pensar en eso. Nadie lo recuerda ya. Yo no lo hago –Sonrió de ese modo tan suyo que logró sacarme una especie de ladrido a modo de risa. Salió de mis labios entre el llanto que parecía no querer parar. Pero en ese momento los sollozos se sintieron más como un llanto de alegría; porque mi amigo estaba con vida y yo era la Rose que debía ser y que podía ser feliz por ver a sus amigos sanos y junto a ella.

El resto de los presentes se fue acercando paulatinamente para darme la bienvenida, decir palabras amistosas, dar golpecitos alentadores en mi espalda o manos… Christian, Eddie, a quien tuve que pedir disculpas por la mordida; Mikhail y Nikolay, con quienes también me disculpé; Jill, Mía, Sydney, Alexander, Emily… incluso Victor y Robert estaban por ahí.

Poco a poco fueron desocupando la habitación. Al final sólo quedábamos Lissa y yo, sentadas en unas sillas que un par de Dhampirs habían llevado.

Me aclaré la garganta, sintiéndome extrañamente tímida, pero decidida a preguntar.

- Lissa, necesito saber…

Lissa extendió su mano para darle un apretón cariñoso a la mía.

- Necesitas saber donde esta Dimitri- dijo, sonriendo.

- Si –dije yo, sintiéndome avergonzada por todo lo que le había hecho pasar- Necesito hablar con él y pedirle perdón.

- Dimitri está descansando en la habitación al final del pasillo – Lissa me miró y luego dijo- Y, por sí te lo estabas preguntando, él no estuvo aquí porque no se lo permitimos. Está terminando de recuperarse. Nos permitió usar un poco de Espíritu en él para acelerar el proceso de curación, pero aún está algo débil.

Algo en mi interior se sintió más relajado. No me había dado cuenta de lo ansiosa que estaba por no haber visto a Dimitri entre el grupo de personas que se había acercado a la habitación para acompañarme. Ciertamente me había preguntado el por qué de su inasistencia al proceso de conversión, pero me había imaginado que él no tenía ganas ni interés en ver a quién había hecho de sus últimos días un completo infierno.

- ¿Quieres que te acompañe?- preguntó Lissa, sacándome de mi trance.

- No, gracias. Tengo que hacer esto sola.

- Muy bien -dijo ella, poniéndose de pie y tirando de la mano que aun me tenía sujeta para levantarme de mi silla- Deja que por lo menos te guíe hasta la habitación correcta.



Salimos al pasillo y Lissa me acompañó hasta la última puerta del lado izquierdo. Me dio un beso en la mejilla y un abrazo apretado.

- Estoy tan feliz de tenerte conmigo otra vez –dijo sonriendo. Me besó otra vez y dio la vuelta para dejarme sola, de pie, frente a la habitación de Dimitri.

Llevé mis manos hacia mi cabello para acomodarlo lo mejor posible. Me imaginaba que estaba hecho un nido de pájaros, pero… en fin. No podía hacer más por él, y en ese momento lo más importante era pedir perdón al Dhampir tras la puerta.

Di tres golpes leves sobre la madera y esperé.

- Adelante –dijo la voz de Dimitri, amortiguada desde el interior.

Entré muy despacio, con temor a que me expulsara de su cuarto en cuanto me viese. Pero no fue así.

Dimitri se sentó en su cama con una rapidez increíble para alguien convaleciente. Aunque podía apreciar que, gracias al poder del Espíritu, los daños más graves habían sido ya reparados. Yo estaba al tanto de cuánto daño había logrado hacer mi yo-Strigoi… y había sido mucho. Me alegraba ver que al menos eso había sido reparado.

- Acércate, por favor –dijo Dimitri con una mirada que de verdad parecía rogar que lo hiciese.

Me moví como un autómata hasta su cama.

Él tomó mi mano y jaló de ella hasta casi hacerme caer sobre él, pero antes de que eso sucediera, Dimitri me atrapó en un abrazo tan o más apretado que el Lissa me dio.

- Eres tú, eres tú, eres tú…- murmuraba una y otra vez. Podía escucharle porque sentía como sus labios se movían, pronunciando las palabras, muy cerca de mi oído. Sentí también como él tomaba un par de respiraciones profundas antes de soltarme.

Hizo que me sentara en la cama para mirarme.

- Dimitri…- comencé a decir, notando como las lágrimas volvían a hacer acto de presencia.

- No digas nada – Su voz fue dulce. Estiró una mano, agarrando un mecho de mi cabello para jugar con él.

- Tengo que hacerlo –le contesté, mirando como sus dedos se entrelazaban entre las hebras marrones -. Tengo que pedirte perdón por lo que te hice en la casa del Cartero. Por las cosas que dije, por las cosas que te obligué a hacer y a soportar.

>> Ahora comprendo realmente cuan duro debió de ser todo para ti. Yo sólo alcancé a ser una Strigoi por unos días… ¡tú tuviste que soportarlo durante meses! Yo… maté gente en estos días, pero gracias a Dios no hubo tiempo para que saliera muy lejos, a las calles de la ciudad – me mordí el labio-. Me siento mal por lo que hice, pero creo que… bueno… que las muertes de las que soy culpable como Strigoi posiblemente las hubiese llevado a cabo como Dhmapir. Eran hombres del Cartero. Un par de Strigois y un Dhampir…y es su muerte la que más lamento de las tres. El Dhampir murió solo porque ella no se sentía… yo no me sentía… ufff… - me pasé la mano por la cara para despejar toda la confusión que estaba sintiendo.

La mano de Dimitri soltó mi cabello para posarse sobre mi mejilla y acariciarla.

- Eres muy valiente, Rose. Más valiente que yo.

- No creo que lo sea. Aún sigo asustada.

- Es natural. Sólo ha pasado… ¿cuánto? ¿Un par de horas desde que estas de regreso? Todo está demasiado fresco en tu mente.

Después de unos segundos en silencio dije:

- ¿Por qué haces esto? –miré hacia su mano que aún seguía acariciando mi mejilla. Él la retiró, viéndose algo herido.

- Discúlpame –pidió.

- No es eso –me apresuré a decir. Quería sujetar su mano y ponerla de regreso sobre mi mejilla, pero no me atreví.- Lo que quiero decir es, ¿por qué no te alejas de mí? ¿Por qué no me rechazas a pesar de todo lo que te hice?

Una pequeña sonrisa floreció en sus labios. Dimitri se acercó un poco más a mí.

- ¿Por qué no te alejaste tú de mí cuando yo fui un Strigoi? – preguntó él mirándome fijamente, expectante a la espera de mi respuesta.

- Yo no me alejé porque te amaba –contesté sin dudarlo.

Dimitri se alejó un poco, con un rastro de tristeza en sus ojos. Algo había cambiado en su estado de ánimo.

- Me amabas –repitió.

- Yo… -iba a aclarar eso. Decirle que lo amaba aún. Algo me decía que tenía que hacérselo saber.

La puerta se abrió estrepitosamente y la persona que menos esperaba encontrar apareció en el umbral con los ojos casi desorbitados.

- Rose.- exclamó, internándose en la habitación.

Me puse de pie de un salto. Increíblemente feliz de verlo.

- Papá –dije, sin detenerme a pensar en que lo llamaba de ese modo.

El Moroi extendió los brazos para atraparme y abrazarme.

Hoy era el día de “abraza a Rose. La nuevamente Dhampir”

- Muchacha –dijo Abe en un suspiro aliviado- No sabes el susto que me has hecho pasara. Pocas veces en mi vida me he sentido tan falto de control, y tú has sido la causante ya de unos cuantos de esos momentos.

- Lo siento –dije, porque no sabía que más decir.

- Sólo no vuelvas a dejara que te conviertan. Con eso me doy por pagado- dijo él, dándome un beso en la frente y apartándose para retomar su postura de suficiencia acostumbrada.

Abe miró hacia Dimitri y elevó una ceja. No sé lo que habrá visto, porque yo estaba de espaldas a la cama.

- Espero no haber interrumpido algo importante –dijo mi padre, mirando de mi hacia Dimitri.

No dije nada.

Abe había interrumpido algo importante pero estaba muy feliz por poder verlo, así que no hice ningún comentario.

Dimitri también permaneció en silencio.

- Muy bien entonces –dijo Abe, viéndose algo incomodo. Tomo mis manos y dijo:- ¿Puedes acompañarme a otra habitación? Me gustaría que mi joven hija me pusiera al tanto de todo.

- Claro- respondí.

- Hasta luego, guardián Belikov- se despidió Abe, inclinando ligeramente la cabeza a modo de saludo.

Dimitri imitó el gesto y Abe comenzó a caminar rumbo al pasillo.

Me giré hacia Dimitri.

- Nos vemos luego.

- Hablaremos más tarde- repuso él, agregando al instante con una mirada ansiosa:- sí lo deseas, claro.

- Si – contesté y me di la vuelta para salir de su habitación, con la sensación de que sus ojos seguían puestos en mí hasta cerrar su puerta.