martes, 1 de febrero de 2011

Capitulo 48





Para el momento en que al fin la estaca atravesó mi corazón, sentí que todo había acabado al fin. Y me alegraba de ello.

Fue una de las sensaciones más ambiguas de toda mi vida.

Por un lado estaba ese increíble dolor, acompañado de la firme creencia de que mi hora de morir había llegado. El dolor era tan intenso… como fuego expandiéndose desde el centro de mi pecho hacia afuera, calcinando todo a su paso.

Y por otro lado… ¡Dios! Estaba la sensación de pureza y libertad más grande que se pueda sentir. La sensación de que ese mismo fuego me limpiaba y se llevaba todo lo malo.

De lo que recuerdo, me parece haber visto como el poder del Espiritu en la estaca era igual a la luz blanca y cegadora que había observado en el propio regreso de Dimitri y Sonya. Una luz tan potente que se abría paso en la oscuridad que me rodeaba, la misma oscuridad que batallaba por quedarse. La misma que quemaba a medida que la magia actuaba en mí.

Parecieron horas, días… toda una vida. Pero sé que el proceso de conversión sólo duró unos cuantos segundos.

Cuando pude abrir los ojos me encontré abrazada a Sonya. Sollozaba de una manera que creo, en otras circunstancias, me hubiese asombrado y avergonzado. Era esa clase de llanto que viene desde el alma. De ese llanto que al terminar de derramar todas las lágrimas acumuladas te deja agotada y tranquila porque ya no hay más. Me di cuenta entonces de que realmente estaba de regreso. Mi alma estaba allí. Yo estaba de vuelta. Yo era otra vez yo.

Sonya me abrazaba firme y tiernamente. Sentía como su mano acariciaba mi cabeza con un ritmo apaciguador mientras murmuraba palabras de aliento en una voz amable y dulce.

Me tomó un tiempo poder levantar la cabeza y recorrer los rostros de los demás presentes en la habitación.

Todos nos observaban con cuidado. Me daba la impresión de que tenían miedo de hacer movimientos bruscos, como si yo fuese un cervatillo asustado, a punto de salir corriendo por el bosque por temor a ser cazado.

Lissa se fue acercando poco a poco hasta mí, arrodillándose con calma a mi lado para poder tomar el lugar de Sonya. Me abracé a mi amiga con más fuerza aún. Mi llanto en vez de calmarse aumentó, pues recordaba como la había tratado cuando fui en busca de Dimitri y como me había sentido hacia ella mientras fui Strigoi. Odiaba haberme sentido así por ella. Tan llena de odio y maldad.

- Lissa, perdóname… -dije entre lagrimas- Yo… yo no podía hacer que parara. Nunca. Ella… yo… dios… - tragué, porque me estaba atorando con las palabras y con la urgencia de disculparme ante todos a lo que había causado mal.

- Shuuu…-murmuró Lissa, al tiempo que nos mecía a ambas- No hay nada que perdonar. Tú eras tú. Todos sabemos eso. Ahora déjame disfrutar el poder tener a mi mejor amiga devuelta.

Me dejé acunar por Lissa y las lágrimas poco a poco fueron cediendo terreno. Logré serenarme lo suficiente para poder alzar la vista otra vez.


Miré hacia la puerta, buscando un par de rostros a los que les debía disculpas especiales por todo lo que había hecho. El solo pensar en ellos hacia doler mi corazón por la culpa.

Allí, junto a la puerta, encontré a uno de ellos.

Me regresaba una mirada que pocas veces había podido apreciar en su rostro. La sonrisa torcida y maliciosa había dejado paso a la mirada más llena de alivio que se pueda encontrar.

- Adrian -dije mirándolo.

Adrian se acercó y arrodilló frente a mí. Lissa me soltó para que pudiera sentarme mejor y tomar así las manos de Adrian entre las mías.

- Oh, Adrian…- las lagrimas volvieron a mis ojos- No sabes cuánto lo siento…. -Recordar la manera en la que había amenazado su vida me hacia estremecer de miedo. Había estado tan cerca de matarlo- Adrian… yo…

- No tienes que decir nada, pequeña Dhampir –dijo él, estirando los brazos para darme su propio apretado abrazo. Puso mi cabeza sobre su hombro y acarició mi espalda con afecto.- Lo pasado es pasado. Y tú no fuiste la culpable de lo que ocurrió. No eras tú. No tienes nada por lo que sentir culpa o dolor, ¿me oyes?

- Yo estaba allí, Adrian. Y no podía controlarme. En un momento pensé que realmente iba a hacerlo… que iba a… - respiré profundamente, intentando desterrar esas imágenes de mi mente.

- No vuelvas a pensar en eso. Nadie lo recuerda ya. Yo no lo hago –Sonrió de ese modo tan suyo que logró sacarme una especie de ladrido a modo de risa. Salió de mis labios entre el llanto que parecía no querer parar. Pero en ese momento los sollozos se sintieron más como un llanto de alegría; porque mi amigo estaba con vida y yo era la Rose que debía ser y que podía ser feliz por ver a sus amigos sanos y junto a ella.

El resto de los presentes se fue acercando paulatinamente para darme la bienvenida, decir palabras amistosas, dar golpecitos alentadores en mi espalda o manos… Christian, Eddie, a quien tuve que pedir disculpas por la mordida; Mikhail y Nikolay, con quienes también me disculpé; Jill, Mía, Sydney, Alexander, Emily… incluso Victor y Robert estaban por ahí.

Poco a poco fueron desocupando la habitación. Al final sólo quedábamos Lissa y yo, sentadas en unas sillas que un par de Dhampirs habían llevado.

Me aclaré la garganta, sintiéndome extrañamente tímida, pero decidida a preguntar.

- Lissa, necesito saber…

Lissa extendió su mano para darle un apretón cariñoso a la mía.

- Necesitas saber donde esta Dimitri- dijo, sonriendo.

- Si –dije yo, sintiéndome avergonzada por todo lo que le había hecho pasar- Necesito hablar con él y pedirle perdón.

- Dimitri está descansando en la habitación al final del pasillo – Lissa me miró y luego dijo- Y, por sí te lo estabas preguntando, él no estuvo aquí porque no se lo permitimos. Está terminando de recuperarse. Nos permitió usar un poco de Espíritu en él para acelerar el proceso de curación, pero aún está algo débil.

Algo en mi interior se sintió más relajado. No me había dado cuenta de lo ansiosa que estaba por no haber visto a Dimitri entre el grupo de personas que se había acercado a la habitación para acompañarme. Ciertamente me había preguntado el por qué de su inasistencia al proceso de conversión, pero me había imaginado que él no tenía ganas ni interés en ver a quién había hecho de sus últimos días un completo infierno.

- ¿Quieres que te acompañe?- preguntó Lissa, sacándome de mi trance.

- No, gracias. Tengo que hacer esto sola.

- Muy bien -dijo ella, poniéndose de pie y tirando de la mano que aun me tenía sujeta para levantarme de mi silla- Deja que por lo menos te guíe hasta la habitación correcta.



Salimos al pasillo y Lissa me acompañó hasta la última puerta del lado izquierdo. Me dio un beso en la mejilla y un abrazo apretado.

- Estoy tan feliz de tenerte conmigo otra vez –dijo sonriendo. Me besó otra vez y dio la vuelta para dejarme sola, de pie, frente a la habitación de Dimitri.

Llevé mis manos hacia mi cabello para acomodarlo lo mejor posible. Me imaginaba que estaba hecho un nido de pájaros, pero… en fin. No podía hacer más por él, y en ese momento lo más importante era pedir perdón al Dhampir tras la puerta.

Di tres golpes leves sobre la madera y esperé.

- Adelante –dijo la voz de Dimitri, amortiguada desde el interior.

Entré muy despacio, con temor a que me expulsara de su cuarto en cuanto me viese. Pero no fue así.

Dimitri se sentó en su cama con una rapidez increíble para alguien convaleciente. Aunque podía apreciar que, gracias al poder del Espíritu, los daños más graves habían sido ya reparados. Yo estaba al tanto de cuánto daño había logrado hacer mi yo-Strigoi… y había sido mucho. Me alegraba ver que al menos eso había sido reparado.

- Acércate, por favor –dijo Dimitri con una mirada que de verdad parecía rogar que lo hiciese.

Me moví como un autómata hasta su cama.

Él tomó mi mano y jaló de ella hasta casi hacerme caer sobre él, pero antes de que eso sucediera, Dimitri me atrapó en un abrazo tan o más apretado que el Lissa me dio.

- Eres tú, eres tú, eres tú…- murmuraba una y otra vez. Podía escucharle porque sentía como sus labios se movían, pronunciando las palabras, muy cerca de mi oído. Sentí también como él tomaba un par de respiraciones profundas antes de soltarme.

Hizo que me sentara en la cama para mirarme.

- Dimitri…- comencé a decir, notando como las lágrimas volvían a hacer acto de presencia.

- No digas nada – Su voz fue dulce. Estiró una mano, agarrando un mecho de mi cabello para jugar con él.

- Tengo que hacerlo –le contesté, mirando como sus dedos se entrelazaban entre las hebras marrones -. Tengo que pedirte perdón por lo que te hice en la casa del Cartero. Por las cosas que dije, por las cosas que te obligué a hacer y a soportar.

>> Ahora comprendo realmente cuan duro debió de ser todo para ti. Yo sólo alcancé a ser una Strigoi por unos días… ¡tú tuviste que soportarlo durante meses! Yo… maté gente en estos días, pero gracias a Dios no hubo tiempo para que saliera muy lejos, a las calles de la ciudad – me mordí el labio-. Me siento mal por lo que hice, pero creo que… bueno… que las muertes de las que soy culpable como Strigoi posiblemente las hubiese llevado a cabo como Dhmapir. Eran hombres del Cartero. Un par de Strigois y un Dhampir…y es su muerte la que más lamento de las tres. El Dhampir murió solo porque ella no se sentía… yo no me sentía… ufff… - me pasé la mano por la cara para despejar toda la confusión que estaba sintiendo.

La mano de Dimitri soltó mi cabello para posarse sobre mi mejilla y acariciarla.

- Eres muy valiente, Rose. Más valiente que yo.

- No creo que lo sea. Aún sigo asustada.

- Es natural. Sólo ha pasado… ¿cuánto? ¿Un par de horas desde que estas de regreso? Todo está demasiado fresco en tu mente.

Después de unos segundos en silencio dije:

- ¿Por qué haces esto? –miré hacia su mano que aún seguía acariciando mi mejilla. Él la retiró, viéndose algo herido.

- Discúlpame –pidió.

- No es eso –me apresuré a decir. Quería sujetar su mano y ponerla de regreso sobre mi mejilla, pero no me atreví.- Lo que quiero decir es, ¿por qué no te alejas de mí? ¿Por qué no me rechazas a pesar de todo lo que te hice?

Una pequeña sonrisa floreció en sus labios. Dimitri se acercó un poco más a mí.

- ¿Por qué no te alejaste tú de mí cuando yo fui un Strigoi? – preguntó él mirándome fijamente, expectante a la espera de mi respuesta.

- Yo no me alejé porque te amaba –contesté sin dudarlo.

Dimitri se alejó un poco, con un rastro de tristeza en sus ojos. Algo había cambiado en su estado de ánimo.

- Me amabas –repitió.

- Yo… -iba a aclarar eso. Decirle que lo amaba aún. Algo me decía que tenía que hacérselo saber.

La puerta se abrió estrepitosamente y la persona que menos esperaba encontrar apareció en el umbral con los ojos casi desorbitados.

- Rose.- exclamó, internándose en la habitación.

Me puse de pie de un salto. Increíblemente feliz de verlo.

- Papá –dije, sin detenerme a pensar en que lo llamaba de ese modo.

El Moroi extendió los brazos para atraparme y abrazarme.

Hoy era el día de “abraza a Rose. La nuevamente Dhampir”

- Muchacha –dijo Abe en un suspiro aliviado- No sabes el susto que me has hecho pasara. Pocas veces en mi vida me he sentido tan falto de control, y tú has sido la causante ya de unos cuantos de esos momentos.

- Lo siento –dije, porque no sabía que más decir.

- Sólo no vuelvas a dejara que te conviertan. Con eso me doy por pagado- dijo él, dándome un beso en la frente y apartándose para retomar su postura de suficiencia acostumbrada.

Abe miró hacia Dimitri y elevó una ceja. No sé lo que habrá visto, porque yo estaba de espaldas a la cama.

- Espero no haber interrumpido algo importante –dijo mi padre, mirando de mi hacia Dimitri.

No dije nada.

Abe había interrumpido algo importante pero estaba muy feliz por poder verlo, así que no hice ningún comentario.

Dimitri también permaneció en silencio.

- Muy bien entonces –dijo Abe, viéndose algo incomodo. Tomo mis manos y dijo:- ¿Puedes acompañarme a otra habitación? Me gustaría que mi joven hija me pusiera al tanto de todo.

- Claro- respondí.

- Hasta luego, guardián Belikov- se despidió Abe, inclinando ligeramente la cabeza a modo de saludo.

Dimitri imitó el gesto y Abe comenzó a caminar rumbo al pasillo.

Me giré hacia Dimitri.

- Nos vemos luego.

- Hablaremos más tarde- repuso él, agregando al instante con una mirada ansiosa:- sí lo deseas, claro.

- Si – contesté y me di la vuelta para salir de su habitación, con la sensación de que sus ojos seguían puestos en mí hasta cerrar su puerta.


1 comentario:

  1. alena ha estado estupendo y jolines q cuando se estaba poniendo mejor va y el padre y los interrumpe me cachis ,bueno habra q esperar al capi siguiente gracias alena me ha encantado soy fatima aunque supongo q te lo habras imaginado

    ResponderEliminar