miércoles, 26 de enero de 2011

Capitulo 47 alternativo. (Dimitri Strigoi)





Mi trofeo al fin.

Mi primer gran sorbo.

Ciertamente la sangre de Dhampir no es tan buena como la de un Moroi, pero esta sangre en especial tenía un valor agregado que ninguna otra sangre hubiese podido tener.

Cada trago fue una victoria en sí misma.

Bebí de él con ansias, con la satisfacción más grande que había experimentado hasta el momento como una Strigoi.

Bebí hasta que el pulso del Dhampir entre mis brazos había casi dejado de existir.

Cuando el momento preciso llegó, rompí la piel de mi muñeca y dejé que la sangre que fluía de la herida chorreara hasta la boca de Dimitri. Él tosió un poco, casi negándose a que el fluido pasara más allá de su garganta. Me pregunté si en algún nivel de su consciencia aún sabía que el líquido espeso y metálico en su boca era mi sangre. La sangre que lo convertiría en un Strigoi como yo.





El tiempo fluyó con rapidez.

Me mantuve a la espera del gran momento todo el tiempo.

Recostada junto a su cuerpo en la habitación que el Cartero me había dado al llegar.

Había decidido que ya que Dimitri despertaría como un Strigoi, no había necesidad de mantenerlo en la habitación de máxima seguridad. Él ya no se resistiría más.

Observé cada cambio.

Desde la palidez progresiva de su piel, que ya había comenzado al drenar su sangre, hasta el enrojecimiento del borde de sus ojos.

Seguí en la misma posición por más tiempo. Esperando.

Hasta que fui recompensada por mi paciencia.

Dimitri tensó las manos, convirtiéndolas en puño y luego soltó los dedos con cuidado. Repitió el movimiento un par de veces antes de abrir los ojos.

Su mirada permaneció en el techo durante algunos segundos. Yo sabía que la primera sensación al despertar en este nuevo estado era, en un principio, algo desorientador. Los sentidos hiper-desarrollados avasallaban la atención de uno, por lo que era difícil concentrarse el algo.

Tras un momento Dimitri habló:

- Rose.- Su voz aparentemente era la misma, pero había algo de fondo que había cambiado profundamente. Una nota que dejaba un rastro, un aviso de precaución, amenaza y crueldad para cualquiera que le escuchase. Poder impregnado en sus palabras.

Me gustó de inmediato.

¿Mi voz habría cambiado de la misma manera?

- Dimitri. – dije a modo de respuesta. Él no me había mirado aún. Seguía con los ojos puestos sobre el techo.

- Lo has hecho después de todo- dijo él, pero ahora se giró con rapidez, quedando recostado de lado. Afirmaba su cabeza con una mano y me observaba con una media sonrisa torcida en los labios, dejando entrever uno de sus recién, y vueltos a adquirir, colmillos.

- Te dije que ganaría- mire directamente a sus ojos, sabiendo que el escudriñaba mi rostro en una especie de inspección.

- Lo hiciste.- Seguía mirándome. Sus ojos recorriendo mi rostro y luego más abajo.

- ¿Te gusta lo que ves?- pregunté, sin moverme. Su inspección no me molestaba en lo más mínimo. Yo había estado haciendo lo mismo durante su proceso de cambio.

- Por supuesto- regresó su mirada hacia mis ojos- Era lo que había deseado hacer la vez pasada, ¿nso? Pues bien. Te me has adelantado… y has hecho un buen trabajo.

Seguimos observándonos el uno al otro por un buen rato. Midiéndonos en silencio.

- Tengo planes- dije finalmente.

- Lo recuerdo…- Se detuvo. Parecía estar pensando y considerando lo que recordaba haber escuchado como Dhampir.- Te vas a casar- su voz fue fría. Más fría de lo que era ahora su nueva voz- … pero tu matrimonio no durará demasiado.

- Había pensado en algo parecido- dije con una sonrisa de aprobación hacia él.- Pero estaba esperando a convertirte para contarte el plan completo.

- Soy todo oído, Roza.

Mis planes eran los siguientes:

Yo cumpliría con la primera parte del acuerdo. Me casaría con el cartero y llevaría a cabo mi papel de “guardaespaldas-conyugal”, una estupidez en la que me había embarcado al aceptar su propuesta.

En el mismo contrato, quedaba estipulado que yo podría mantener un amante. Específicamente, Dimitri era el amante al que yo había insistido al Cartero en agregar  y aceptar dentro de los puntos en los papeles de nuestra relación.

El asunto es que yo no podía tocarle ni un solo pelo al Cartero sin perder los beneficios de ser su esposa, entendiéndose tales beneficios como el dinero, acceso a cuentas bancarias, joyas, influencias poderosas, rango social y futura posición de reinado.

Y este era el “pero” que me mantenía obedeciendo los estúpidos deseos del Cartero. Era la soga que ataba mi cuello y a la cual no encontraba una solución real.

- ¿Y quien dice que tengas que hacerle caso? – preguntó Dimitri después de haber hecho un resumen de mi actual condición frente a las disposiciones del Cartero.

- ¿A qué te refieres? –pregunté, curiosa por el extraño brillo en sus ojos. Me acomodé mejor sobre la cama, sentándome con las piernas cruzadas.

- Una vez que el Cartero te conceda ante todos un puesto como la nueva realeza Strigoi, no habrá nada que rescinda ese título. Por lo que comentas, el Cartero se limitó a establecer clausulas sólo al aspecto monetario de su relación matrimonial contigo. No se habla acerca de los planes de títulos de realeza en el contrato. E, incluso si hubiese incluido en los términos de la sociedad el factor “titulo”, una vez que seas nombrada ante la sociedad Strigoi y el resto de los Morois y Dhampirs, no habría nada que te evitara gobernar.

>> Nosotros dos somos lo más poderoso sobre esta tierra. Juntos seremos invencibles. Las sociedades humanas, Morois, Dhampirs y Strigois nos temerán. Nadie se atreverá a objetar lo que digamos. 

- ¿Qué hay del Cartero?- pregunté, a pesar de que ya intuía la buena respuesta que Dimitri me daría.

- Lo mataremos después de que seas coronada. Los acuerdos sobre el dinero no son importantes. Lo tomaremos de todos modos. ¿Quién podría interponerse en nuestro camino entonces?

Tan sencillo como eso.

La verdad es que, yo sola era poderosa. Pero con Dimitri de mi lado, éramos, ciertamente, lo más temible del planeta.


- Me gusta tu estilo- dije. Cambié de posición, empujándole para que quedara de espaldas y yo sobre él. Lo besé con fuerza.

El entrelazó los dedos en mi cabello, pero no con la suavidad con la que antes me hubiese tratado. Su modo ahora era brusco y sin cuidado.

- Esto es mejor-dijo, girando para quedar él sobre mi- Odiaba tener que ser cuidadoso contigo cuando eras Dhampir y yo Strigoi- Su boca volvió a la mía, mordiendo mi labio inferior, logrando que sangrara.

No me molestaba que fuese rudo en tratarme. Yo no era “señorita suavidad” de todos modos. Es más. Me gustaba causarle daño mientras nos besábamos. Una guerra de poder camuflada entre besos y carisias.

Y mientras continuábamos en nuestra privada, y mucho más ardiente batalla personal, pensé que nuestra relación desde ahora en adelante no sería una que se basase en el romanticismo, el cariño o esa clase de sentimientos. Yo no sentía… no sentía amor por él. Lo que yo sentía era… algo similar a ser su dueña. Como si tener a Dimitri a mi lado fuese un objetivo en mi agenda que debía ser tachado como algo ya logrado. Como si tenerlo fuese algo que debía ser porque yo podía lograrlo. Él debía estar conmigo porque era mío. Mi posesión.

Supuse que para Dimitri el sentimiento era parecido.

***



Dimitri y yo caminábamos por el pasillo rumbo al despacho del Cartero.

Abrí la puerta sin tocar, entrando con Dimitri a un par de pasos tras de mi

Encontré al Cartero sentado tras su escritorio, dirigiendo lo que podría llamarse “una reunión de negocios”.

Sentados en los sillones laterales de la habitación había un par de Morois vestidos con trajes de diseño; un par de guardias Dhampirs, aprestados a los costados del Cartero al fondo de la sala, mantenía la vista fija al frente; y un Strigoi recostado del lado contrario a los sillones, sobre una de las estanterías repletas de libros, se giró en cuanto nos vio. Su cara palideció más de lo que una cara Strigoi ya puede palidecer.

Miró de Dimitri a mí, y luego al Cartero, como si le pidiese una explicación de lo que veía.

- Caballeros- dije, mirando a los presentes, en un tono burlonamente educado- Les presento a un amigo, que creo, la mayoría ya conoce- Miré hacia atrás, donde Dimitri se mantenía de pie con los brazos cruzados- Dimitri Belikov se une a las filas… ¿No les parece estupendo?

- ¿Estupendo?-repitió uno de los Morois con pinta de abogado, mirándome con horror- Quién ha permitido semejante barbaridad- miró al Cartero y luego de regreso a mi- Esto no estaba en los planes- dijo en murmuro, asustado y claramente contrariado con la noticia.

- Acuerdos de último minuto, mi querido Jason – dijo el Cartero, con una mirada evaluativa fija en Dimitri.

El Strigoi se adelanto unos cuantos pasos, acercándose a mí.

- ¡Estás loca! –me dijo- Lo has convertido en uno de los nuestros a sabiendas de lo que fue capaz. ¡Él es una amenaza y tú eres una mujer estúpida!

Dimitri se movió tan rápido que incluso a mi me costó seguir el movimiento con claridad. Un segundo atrás había estado a mi lado y, al siguiente, se encontraba tras la espalda del Strigoi. Puso las manos en la cabeza del vampiro y con un solo giro de muñeca fracturó su cuello, dejando que la cabeza colgara del cuerpo en una posición antinatural.

El Strigoi no estaba muerto, pero definitivamente el susto y el dolor no se los quitaría nadie.

- Gracias- dije a Dimitri y él asintió con la cabeza, dejando caer el cuerpo del Strigoi con un golpe sordo sobre la alfombra.

Los Dhampirs estaban sumamente quietos en sus puestos y los Morois parecían hojas de árboles azotadas por el viento, tiritando y respirando con dificultad.

Avancé hacia el escritorio del Cartero, aprovechando de pisar y patera el cuerpo del Strigoi en el camino.

- Siento lo de tu muchacho- dije, apuntando con mi pulgar hacia mi espalda-, pero estarás de acuerdo que Dimitri no hizo más que defender nuestro acuerdo. No creo que nadie más deba inmiscuirse en nuestros asuntos, ¿verdad?

- Claro, cariño- El Cartero sonrió, pero noté que había cierta inquietud en su semblante. Al parecer, ya no estaba tan convencido acerca del haberme permitido transformar a Dimitri.

Dimitri se acercó también hasta nosotros. A su paso se escuchó el chasquido de huesos quebrándose. Un poco de propina para el Strigoi.

- Señor-dijo Dimitri, tendiéndole una mano al Cartero- Rose me ha puesto al tanto de todo. Quiero decirle que estoy de acuerdo en sus planes y que estoy dispuesto a ayudar en lo que sea necesario.

El Cartero extendió su propia mano para estrechar la de Dimitri, pero sin antes basilar ligeramente. Un gesto tan imperceptible para los demás, pero muy claro para la vista Strigoi.

- Excelente…- dijo el Cartero finalmente, retirando con cuidado su mano de la de Dimitri, como si temiera que él fuese a destrozarle los huesos en cualquier segundo. Cosa que yo hubiese disfrutado de observar –Nuestra alianza será provechosa.

>> Mañana se llevará a cabo nuestro matrimonio -dijo mirándome a mí y luego regresando la vista hacia Dimitri- y unos días más tarde yo también seré transformado por mi hermano en uno de ustedes.

Sonreí, como si la descripción de su plan fuese lo más razonable.

Pero el asunto era que el Cartero no disfrutaría mucho de su vida como Strigoi. Una vez que se llevase a cabo nuestra titulación como nueva realeza Strigoi, Yuri Vasíliev, alias el Cartero, dejaría de existir definitivamente. Su muerte a manos de Dimitri Belikov y Rose Hathaway, los nuevos amos y señores del mundo.

- Perfecto- dije- Y yo sé bien donde conseguir una dama de honor perfecta para nuestro matrimonio. Nada mejor que la propia realeza Moroi comience a socializar con la futura realeza Strigoi.

Dimitri sonrío perversamente.

- Yo puedo traerla para ti, Rose. Será un honor –dijo él.

- De acuerdo. Así podré hacerme cargo de su vestido y del mío –dije sonriendo hacia el Cartero, quien sonreía a su propio modo, muy divertido al parecer por mi idea- Vasilisa Dragomir será la madrina perfecta. Y más tarde será también la mejor muestra del poder de los Strigoi. La desaparición de su línea de sangre será el aperitivo a la presentación de nuestra nueva era.


jueves, 20 de enero de 2011

Capitulo 47



Era el momento. 


Mi preciado trofeo. A segundos de convertirse en un Strigoi más.

No lo llevé a ningún otro lugar. Mis planes eran beber toda su sangre, allí, sobre el césped en el que había vencido al Dhampir que tiempo atrás fue apodado “el Dios”.

Me recosté a su lado, haciendo a un lado los cabellos sueltos que habían escapado de su coleta. Contemplé la vena que latía apaciblemente en su cuello bajo su piel. Puse mis labios allí, acariciando con la lengua el lugar en donde mis colmillos atravesarían la fina membrana que me daría mi nuevo y precioso alimento.

No me importaba nada más que mi persona y lo que iba a disfrutar bebiendo toda esa sangre. Sabía que los demás Morois estaban muy entusiasmados observando el espectáculo de “proceso de transformación”, como si yo fuera una clase “en vivo” de cómo hacer caer a una celebridad al lado oscuro, siendo yo misma, para ellos, una celebridad.

Dejé esos pensamientos de lado, junto con las palabras y sonidos provenientes desde el sector en donde el Cartero y sus invitados se encontraban.

Mis colmillos perforaron su piel. Me disponía a dar el primer gran sorbo.

Pero algo me interrumpió.

Levanté la cabeza para ver como un grupo de Dhampirs aparecía desde los árboles al final del jardín.

El Cartero gritaba hacia el interior de la casa, llamando a su propio grupo de guardianes mientras sus amigos Morois se apiñaban como un sólo organismo, con caras de pánico y ojos que miraban en todas direcciones.

Desde los laterales de la casa aparecieron más Dhampirs, de los cuales puede reconocer a varios. Algunos Morois también conformaban el grupo de recién llegados, y a esos también les conocía.

Me puse de pie, en vista de que había algo más urgente que atender, y di una rápida mirada llena de decepción hacia la comida que tendría que aplazar.

Más Dhampir aparecían a cada minuto. El jardín iba llenándose de cuerpos. Las luces provenientes del interior de la mansión se extinguieron y gritos de los Morois hicieron eco en la oscuridad.

Sombras se movían cuidadosamente entre los árboles, y más ruidos de peleas eran audibles, provenientes del interior de las habitaciones de la gran casa del Cartero.

Llamas aparecieron, como antorchas repentinamente encendidas. Dispersas por todas partes.

Más gritos. Gente corriendo. Un caos total.

Yo podía ver muy bien a pesar de eso.

Y por lo mismo adopté una posición de pelea al divisar al grupo de Dhampirs que se acercaba sigilosamente hasta mí, rodeándome  en un círculo. Eran cinco hombres. Tres de ellos habían compartido bastante conmigo en mi vida anterior.

Mikhail, Nikolay y Eddie me observaban con cuidado, siguiendo cada uno de mis movimientos e intentado adelantarse a un posible ataque por mi parte.

Cada cierto tiempo yo daba miradas hacia la casa, esperando a que más Strigois saliesen a combatir a la creciente masa de Dhampirs que no paraba de aparecer “¿De dónde han salido tantos?” me pregunté.

Nikolay debió darse cuenta de mis silenciosas preguntas porque dijo:

- Los demás Strigois no aparecerán, si es lo que estas esperando- Se movió un par de pasos hacia un costado, igualando el movimiento que yo había hecho.

- ¿Y eso por qué?- pregunté, dando otro par de pasos sin quitar la vista de ninguno de los que me rodeaba.

- Un grupo de Dhampirs y un par de Morois amigos se hicieron cargo de ellos durante la tarde.

Entrecerré los ojos.

Entendía que al referirse a “se hicieron cargo” estaba diciendo que ya los habían eliminado… pero no me explicaba como habían logrado infiltrarse en la mansión y mucho menos como habían dado con la dirección.

Eddie respondió esta vez.

- Dimitri incertó bajo la piel de su brazo un chip similar al que Mikhail había puesto en tu ropa hace unos días ¿Recuerdas como pudimos dar contigo y Nikolay cuando fuiste al rescate de Jill?

Lo recordaba. Recordaba haber estado muy molesta por la invasión a mi privacidad… pero no tan molesta como estaba ahora.

- Dimitri sabía que ibas a ir por él – agregó Mikhail, desde mi espalda en ese momento. Me giré un poco para mirarlo de soslayo- Por eso, poco después de que te subieran en la avioneta, pidió que un medico de confianza fuese a donde nos hospedábamos para que le insertara el chip.

Un gruñido bajo salió de mi garganta y mi labio superior se levantó, dejando ver a los demás mis colmillos.

Estaba furiosa.

Todo el tiempo Dimitri había estado emitiendo señales.

Todo el tiempo el grupo de Dhampirs había sabido donde nos encontrábamos, y de seguro nos habían estado espiando.

Esperando el momento preciso para atacar.

Me lancé contra el más cercano y menos experimentado, desde lo que sabía.

Eddie.

Logré darle un par de duros golpes en el estomago antes de que los demás se me viniesen encima.

Me giré para golpear a uno con la mano y luego al del otro lado con el pie. Propiné patadas y golpes a diestra y siniestra sin detenerme a ver quien recibía los puñetazos.

Golpeé tan duro como pude, pero a los minutos más tarde me vi inmovilizada por cinco Dhampirs que maniobraban rápidamente para atarme con gruesas cadenas.

Cruzaron el metal alrededor de mis muñecas y tobillos. Luego otras cadenas más rodearon mi torso y brazos.

Intenté darle cabezazos a todos los que se acercaban lo suficiente.

Grité como una loca poseída, maldiciendo a cada miembro de la familia de cada uno de los Dhampirs. Escupí y traté de morder a todos. Disfruté de cada porción de carne que logré retener entre los dientes. Pero no fue suficiente.

Más tarde fui arrastrada por tres de los Dhampirs a través de la casa.

El pasillo principal era una carnicería.

Las paredes con algunos rastros de sangre. Cuerpos de los Dhampirs del Cartero desparramados por el piso. Quejidos de dolor por allí y acá.

Llegamos a la puerta principal, donde varios vehículos Escalde negros nos esperaban con los motores en marcha.

Fui lanzada como un saco a la parte posterior de la camioneta más cercana.

- Lo siento, Rose- dijo Eddie luego de haber ayudado a descargarme sobre el tapete del vehículo- Eso es por el pedazo que arrancaste de mi mano.

Le siseé en respuesta.

Otros cuatro Dhampirs, a los que no conocía, se ubicaron a mis costados. Dos de cada lado, perfectamente sincronizados para actuar en caso de que me pusiera rebelde. Cosa que no podía hacer en el estado de inmovilidad en el que me habían dejado.

Pude ver por unas de las ventanas que daba hacia la casa como el Cartero era transportado hacia uno de los coches restantes. Él había recibido un trato mejor que el mío. Sólo le habían atado las muñecas tras la espalda y alguien había puesto una mordaza en su boca.  Felicité mentalmente a quien hubiese sido el responsable de esa última idea.

Al poco tiempo aparecieron Mikhail y Nikolay, transportando a Dimitri, quien parecía fluctuar entre la conciencia e inconsciencia a pequeños intervalos. Lo cargaban con un brazo de él sobre los hombros de cada uno, animándolo con palabras para que reaccionara y diera los últimos pasos hasta el asiento de pasajero de otro de los Escaldes.

Maldición.

Había estado tan malditamente de cerca.

De no ser por el grupo de idiotas que ahora me llevaba de regreso a quizás donde, hubiese podido ser la mejor de todas. La reina de los Strigois. Y Dimitri hubiese sido mi mejor ayudante y juguete privado.

Seguí gritando, sólo por fastidiarles… y porque estaba enojada, también.

Uno de los Dhampirs intentó amordazarme. Pero se dio cuenta rápidamente porque los demás habían desistido anteriormente de hacer lo mismo, cuando me quede con un trozo de él también.

-¡Mierda!- gritó el Dhampir, mirándome con resentimiento. Los demás le miraron con cara de lastima.

Escupí el trozo y le enseñé los dientes.

Los Dhampirs fueron abandonando la mansión con relativa rapidez.

Estaba sorprendida, dentro de mi furia general, por la cantidad de congregados.

De verdad, ¿De dónde habían conseguido a tantos Dhampirs en tan poco tiempo? Y ¿Dónde habían conseguido a los otros Morois, usuarios de fuego, que ayudaron en escaramuza?

Había alcanzado a notar que Christian era uno de los que comandaba al grupo de Morois usuarios del fuego, haciendo que se dispersaran ayudando a los Dhampirs para someter a los guardias del Cartero.

De seguro esos mismos Morois habían sido los responsables de las muertes de los Strigois en la mansión.

¿De dónde habían salido?

Lissa, Adrian y Sydney salieron de la gran casa, con sobres de polvos azules aún en las manos. Se montaron con rapidez en el Escalde tras el que yo me encontraba.

Luego salió Christian con su grupo de pirómanos.

Otros cuantos Dhampirs más subieron a los coches y luego estábamos en movimiento en un rumbo incierto para mí.

Recorrimos barios kilómetros de carreteras oscuras, bordeadas de árboles y curvas sinuosas.

Los Dhampirs en los asientos delanteros comentaban anécdotas sobre la batalla, rememorando lo rotundo que había logrados ser el triunfo. Sus voces, irradiando alegría por estar aún con vida.

Sospeché de que habían dudado acerca “vivir para contarlo” antes de lanzarse a la batalla.

Unos cuantos kilómetros más nos llevaron hacia otro camino lateral. El asfalto cambiado por tierra y piedras.

La camioneta se tambaleaba con suavidad en el trayecto, hasta detenerse en una casa de tamaño medio, de dos pisos, solitaria en una amplia extensión de bosque.

La gente en los Escaldes fue descendiendo. Apresurándose a cumplir con sus tareas.

Los cuatro Dhampirs a mis costados bajaron de la camioneta y dos de ellos me arrastraron hasta el borde para sacarme. Entre los cuatro me cargaron al interior de la casa mientras yo retomaba mis amenazas y maldiciones.

Mientras pasábamos a los Dhampirs y Morois a mí alrededor, todos parecían buscar otro punto en donde fijar la vista.

Los Dhampir me llevaron escaleras arriba y me dejaron sobre una plataforma que parecía una mezcla entre cama matrimonial convencional y camilla de hospital.

Una vez que me depositaron sobre la superficie, los cuatro retrocedieron hacia las esquinas de la habitación, adoptando la posición estándar de guardián vigía.

Cerré los ojos y maldije a todos en silencio. Me había aburrido de gritar.

La puerta se abrió una hora más tarde.

No puedo decir que fue una sorpresa ver quien entraba por la puerta.

- Vaya, vaya, vaya…-canturrié – Dichos los ojos que los ven…

- Rose…- La voz aprensiva de Lissa resonó en la habitación.

- ¿Qué pasa, Lissa? ¿No estás feliz de verme tú también?- me burlé de ella.

- Lo estoy- dijo con lentitud- Y estaré realmente feliz cuando esto haya terminado y vuelvas a ser la de siempre.

Yo miraba hacia el techo en ese momento, sin estar dispuesta  a hacer esfuerzos por levantar un poco la cabeza para tener una mejor vista del grupo.

Alguien se adelanto algunos pasos.

- Seré rápida, lo prometo- dijo una voz, que de primera me costó reconocer, pero que luego identifiqué.

- Que amable de tu parte, Sonya- dije con sarcasmo.

La nueva Moroi hizo un gesto con  la cabeza y dos de los Dhampirs de guardia se acercaron a mí también.

- Muevan un poco las cadenas. Necesito espacio para llegar al corazón- dijo ella.

- ¡Hey!, ¡Lissa! – dije en un tono un poco más elevado y burlón- ¿Por qué no lo haces tú misma? ¿No quieres ensuciarte las manos un poco?- reí con fuerza. Una violenta carcajada- ¿O es que no eres lo suficientemente fuerte como para soportar estacar a tu amiga?

Escuché un jadeo.

- No. No lo soy- murmuró ella. El sonido opacado. Seguramente estaba hablando contra el pecho de Christian.

Los Dhampirs movieron un poco las cadenas, dejando espacio suficiente para que una estaca encantada pasara sin dificultada hasta mi corazón.

- Sólo será un segundo- dijo Sonya, antes de levantar la estaca, con ambas manos, sobre su cabeza y dejarla caer con fuerza.

La Moroi tuvo que hacer dos intentos antes de lograr alcanzar su objetivo.


viernes, 14 de enero de 2011

Capitulo 46


Los últimos rayos del crepúsculo ya desaparecían al fondo del terreno tras la mansión del Cartero.

La hora para la última batalla de Dimitri como un Dhampir había llegado al fin y yo estaba más que preparada para hacerlo caer ante todo el grupo de amigos que mi futuro marido había llevado hasta las mesas ubicadas en los pastos del jardín trasero.

Los había visto llegar en pequeños grupos,  parejas, y algunos solitarios. En total conformaban un montón de Morois de alta sociedad, millonarios, a los que les encantaban las apuestas y presenciar peleas ilegales.

Y lo que estábamos a punto de llevar a cabo era de seguro algo que iba contra las normas. Algo al nivel de una pelea callejera. De un “todo vale”.

Hice sonar mis nudillos y sonreí para mí misma. Estaba ansiosa por comenzar de una buena vez, probar que era la mejor, y que así sería desde ese momento en adelante.

Caminé con lentitud hasta la habitación de Dimitri. Hice un gesto con la cabeza hacia los guardias que se encontraban de pie a los costados de la entrada y pasé entre ellos hacia la primera puerta. Marqué la clave, avancé y la puerta se cerró tras de mí. Marqué la segunda clave para la puerta siguiente, repitiendo los pasos anteriores hasta quedar en el interior del cuarto, observando a un Dhampir que se encontraba estirado y de espaldas sobre la cama, con ambos brazos sobre la cara.

- Es la hora- anuncié, al tiempo que daba unos cuantos pasos para sentarme en el borde del colchón, quedando a poco espacio de distancia de Dimitri.

- Me lo imaginaba- dijo él con un dejo de suspiro en la voz.

- ¿No te alegras por qué todo este por acabar?- le pregunté- Pensé que después de tres días de encierro, salir a dar una batalla te levantaría en animo.

- Pelar contigo nunca podría causarme alegría ni entusiasmo. Menos en una situación como en la que nos encontramos- levantó uno de sus brazos para mirarme de reojo.

- De todos modos- me dejé caer de espaldas a su lado, mirando hacia el techo-… es la hora y es mejor que te prepares. Tenemos que salir de inmediato. Nos esperan en los patios.

- ¿Los amigos del Cartero?

- Si. Ya están instalados para ver la pelea. ¿No te emociona? Esto es un evento de los grandes, al parecer.

Dimitri no contestó. Se puso de pie, esperando a que yo hiciese lo mismo.

Me incorporé en la cama, mirándolo de regreso.

- Hay algo que prometi y debo entregarte antes de que salgamos.

- ¿Y es…?

- La estaca- dije al tiempo que llevaba mi mano derecha hacia mi espalda para sacar el trozo de madera afilado que había encargado a uno de los empleados del Cartero- Toma- le tendí la estaca y él la cogió para examinarla.

- ¿De verdad quieres que clave esto en tu corazón?- Dimitri giraba la madera entre sus manos.

- Si. Si logras estacarme… aunque dudo que eso vaya a ocurrir. Pero un trato es un trato- Me puse de pie y me acerqué a Dimitri hasta quedar a un costado de él, inclinada hacia su oído. Besé su cuello y mordí ligeramente el lóbulo de su oreja- Es tiempo. En unos minutos más serás completamente mío. Para siempre- murmuré. Pude sentir como el cuerpo de Dimitri se tensaba bajo la mano que había puesto sobre su pecho al inclinarme sobre él- Vamos- le empujé con esa misma mano hacia la puerta. Él perdió un poco el equilibrio, pero se recuperó con rapidez. Giró y me siguió mientras yo desactivaba la seguridad con la que lo había mantenido cautivo esos días.


Caminamos sin prisa a través de los pasillos hasta las puertas francesas que daban hacia los jardines de la mansión. Dimitri observaba todo con cautela, ahora a un paso de distancia frente a mí.

Cuando los amigos del Cartero nos vieron llegar se quedaron en silencio con los ojos puestos fijamente en nosotros. Sus rostros reflejando un rastro de aprensión, temor y excitación ante la perspectiva de la pronta pelea.

Empujé a Dimitri para que siguiera caminando, más allá de donde se encontraba en grupo de Morois, hacia el amplio espacio de césped libre. Nos detuvimos cuando alcanzamos una distancia considerable. Giré en torno a él, evaluándolo, hasta quedar uno frente al otro.

- ¿Preparado?- le pregunte, lamiendo mis labios y sonriendo desdeñosamente hacia él.

- Si- respondió, adoptando una postura de combate.

- Bien.

Desde lejos pude escuchar como el Cartero decía:

- Amigos, ¡la hora de la diversión comienza!

Hice rodar mis ojos y puse toda mi atención en Dimitri. Esperaba que él diera el primer golpe, pero nada pasaba. Él seguía mirándome en la misma posición.

- ¿Qué ocurre?- quise saber- ¿Por qué no atacas? Te estoy dando la ventaja.

- No puedo golpearte- Dimitri dijo entre dientes- Aún en tu estado… no puedo ser el que lance el primer golpe- Tragó con incomodada, regresándome la mirada.

- Oh, demonios… - meneé la cabeza con disgustos- En fin… si no puedes, mala suerte. Comenzaré yo entonces.

Antes de que él pudiese pestañear, me lancé contra él con una mano estirada para agarrar su cuello, tirándolo de espaldas a un par de metros de distancia.

Cayó con un golpe sordo sobre la tierra y rodó para ponerse en cuclillas, mirándome y tosiendo. Una mano afirmada en el suelo y la otra en su garganta.

- Parece que esto va a resultar más fácil de lo que esperaba…- dije mientras caminaba con una deliberada lentitud frente a él, pero sin acercarme.

Dimitri se puso de pie con un fluido salto, adoptando una posición de defensa.

Volví a lanzarme contra él, pero en esta ocasión encontré algo de resistencia. El puño con el que me disponía a golpear su cabeza fue interceptado por uno de sus antebrazos y empujado en dirección contraria.

Dimitri intentó sujetar ese mismo brazo para llevarlo hasta mi espalda, pero fui más rápida y me zafé de su agarre antes de que pudiese tomar ventaja. Giré hasta situarme tras su espalda, atrapando sus dos brazos a los costados de su torso y comenzando a comprimirlo entre los míos. Dimitri dio un cabezazo hacia atrás con fuerza, golpeando mi nariz y haciéndome retroceder lo suficiente como para perder la sujeción de su cuerpo.

Él giró y retrocedió, dejándonos nuevamente de frente uno al otro.

Se lanzó con fuerza contra mí, para darme un caballazo, con intenciones de derribarme. Lo único que logró fue hacerme retroceder un paso. La verdad es que encontré que su jugada fue muy mal pensada, pues logre sujetarlo y propinarle un rodillazo en el estomago que lo dejó buscando aire.  Dimitri jadeó, pero con el puño derecho dio tres duros golpes a mi costado. Perdí parte de mi estabilidad y el aprovechó para enganchar uno de sus pies por el interior de mis tobillos. Jaló con fuerza, haciéndome caer de espaldas. Mientras me precipitaba hacia el suelo, le agarré de los brazos, llevándolo conmigo.

Dimitri puso sus manos alrededor de mi cuello, apretando con fuerza.

Yo lo sujeté por las axilas, poniendo mis piernas alrededor de su cintura, y haciéndolo girar para terminar con él de espaldas y yo a horcajadas sobre él.

Me arrastré un poco más arriba por su cuerpo y vi como sus ojos se ampliaban un poco.

Con un rápido movimiento arrastré mis manos sobre su pecho hasta su cuello, levantando su cabeza y dejándola caer con fuerza contra el verde pasto. El golpe fue lo suficientemente fuerte como para causar gran dolor, pero no para romperle el cráneo. Yo lo necesitaba vivo si quería transformarle.

Estaba por darle el siguiente golpe contra el suelo cuando sentí que la mano izquierda de Dimitri hurgaba entre su propia ropa.

Saqué mi mano derecha de su cuello para sujetar la mano de él. La mano que estaba buscando la estaca que le había dado antes. Él aprovechó para sujetar con su mano derecha mi mano que aún permanecía en su cuello. Forcejeamos un poco. Él intentando librarse de mi agarre. Me dejé caer sobre él para inmovilizarlo más y Dimitri me dio un cabezazo.

Salté hacia atrás, dejándolo en el suelo. Él seguía con la estaca en su mano y se apoyó en un codo para incorporarse.

Crucé el poco espacio que nos separaba y le di una patada en el estomago que lo hizo doblarse sobre sí mismo por el dolor. Di otra patada más, con impulso, haciéndolo rodar sobre el campo.

Se puso de pie con dificultad, con una mano apoyada en el costado donde acababa de golpearle con más fuerza.

- ¿Quieres continuar?- le pregunté al tiempo que me sujetaba el cabello para reacomodar la liga de mi coleta.

Dimitri respiraba pesadamente  mientras me miraba.

- No tienes porque seguir sufriendo esto… ¿Para qué humillarte más?- miré en dirección al grupo de amigos Morois del Cartero para dar más relieve a mis palabras.

- No siento que pelear por mi alma y por la tuya sea una humillación. Preferiría morir de este modo antes que rendirme- la voz salía entrecortada de su boca.

- Como gustes…-dije, avanzando hacia él, dispuesta a dejarlo inconsciente de una buena vez para terminar con esto y declararme ganadora.

-¡Cariño!- La voz era del Cartero, y supe que él se encaminaba hacia mi- ¡Cariño, espera!- siguió caminando hasta situarse a mi lado. Miró a Dimitri y le saludó con un gesto de cabeza- Señor Belikov- dijo con una sonrisa educada y un tono igual de educado- Muy buenas noches… jmm… aunque al parecer no son muy buenas para usted.

Dimitri se limitó a devolverle la mirada más fría que pudo sin decir palabra.

El Cartero sonrió de nuevo y se giró para hablarme.

- Cariño, quisiera pedirte que alargaras esto un poco. Noté que te preparabas para dar el último golpe y… quería saber si puedes contenerte aunque sea unos minutos más. Mis amigos y yo estamos disfrutando mucho de esta entretenida muestra de habilidades que están presentando, y tratándose de dos Dhampirs- me miró y sonrió disculpándose- Mis disculpas. Quiero decir, y tratándose de dos personajes tan celebres como ustedes, en nuestros círculos, sería muy agradable poder presenciar algo más de tan maravillosa demostración.

Hice rodar mis ojos.

- Por favor- dije con desprecio y rezumando ironía-,  deja de ser un pesado y desaparece de mi vista – no miré al Cartero mientras lo dije. Mi vista estaba centrada en Dimitri, quien se veía un poco más recuperado.

- Alarga el juego, cariño- dijo el Cartero con más autoridad y con una mirada que me recordaba nuestro trato.

- Bien, bien. Ahora vete.- hice un gesto desdeñoso con la mano para que se alejara de nosotros.

- ¿Le haces caso?- Dimitri miraba como el Cartero regresaba a las mesas.

- Un pequeño contratiempo que pienso corregir más adelante- contesté, mirando también la espalda de mi futuro marido, con odio y con planes de una desaparición limpia y rápida de su existencia.

- ¿Qué harás ahora?- preguntó.

- Alargarlo. Te daré unos minutos más de tu vida como Dhampir… y luego te convertiré. Lo sabes, ¿no? Sabes que no vas a ganar esta pelea.

- No puedo dejar que me conviertas, Rose.

-¿Tienes miedo de ser lo que realmente eres? ¿Un Strigoi?- Sabía que esas palabras iban a dolerle. Eran como decirle que todo lo que él había hecho como Strigoi había sido obra de su cosecha. No una enfermedad… nada de excusas. Sólo él.

Yo no podría decir realmente quién soy y quién no. ¿Lo que sentía y hacia como Strigoi era yo misma, o era obra de la supuesta enfermedad que conllevaba el ser un Strigoi? Lo único que tenía claro era mi falta de interés por entender eso, y mi despreocupación por los demás. La falta de remordimiento y la sensación de no tener que rendir cuentas. No entendía ahora porque Dimitri insistía en condenarse por cosas tan sin sentido.

- No- dijo Dimitri- No es por eso. Yo… no puedo dejar que me conviertas porque estoy seguro de que si ambos fuésemos Strigois, nuestra sociedad, el mundo de los Morois y Dhampirs, desaparecería. Tú eres, muy posiblemente, la Strigoi más fuerte que existe. Sí yo fuese un Strigoi me aliaría contigo y luego… después, no habría fuerza en el mundo que nos detuviera. No a menos de que hubieran grandes sacrificios.

>> No puedo dejar que mi alma se marchite otra vez… no creo poder soportarlo…

No podía dejar que siguiera hablando. No me importaban sus temores… y sabía que antes me hubiera importado. Que en algún nivel de conciencia moral, o lo que fuera, debería haberme importado… pero no lo hacía. No me importaba nada de lo que él decía. Yo sólo quería cumplir con lo que me había propuesto. Mis propias expectativas sin nada más.

- Dimitri, lo siento mucho…- me detuve y decidí ser sincera- La verdad, es que no lo siento. Nada. Y el asunto es que… voy a transformarte. Lo quieras o no. Dentro de muy poco.

Dimitri adoptó nuevamente una posición de combate, anticipándose a lo que se veía venir.

Y entonces comenzamos a pelear otra vez, pero en esta ocasión no fui tan cuidadosa o condescendiente. Golpeé duro y deliberadamente, causando gran daño sin llegar a matarlo.

- Rose…- Fue una especie de jadeo y suspiro, un murmullo imposible de comprender sin oídos de Strigoi. Esa fue la última palabra de Dimitri poco antes de que perdiese la conciencia.

Para hacer las cosas más fáciles, apreté su garganta hasta hacerle perder el conocimiento a causa de la falta de aire. Ya había cumplido con la petición del Cartero y no había necesidad de aplazar por más tiempo lo inevitable.

- Nos vemos en poco tiempo…- le dije, observando su rostro, enrojecido debido a la presión sanguínea, y sus ojos, que miraban a lo lejos, cerrándose lentamente.