sábado, 1 de enero de 2011

Capítulo 31, 32, 33, 34, y 35

Capitulo 31


Una vez que los Dhampirs de Victor se retiraron, pudimos hacer un recuento de nuestro propio estado.

Por suerte no había ningún muerto, pero si varios heridos. Los Dhampirs en peor estado fueron llevados hasta sus hogares con ayuda del resto, así cada quien regresó a su lugar de alojamiento.

Nuestro grupo, camino al hotel, se mantuvo en silencio todo el tiempo. Al parecer la idea de que Jill fuese la hermana de Lissa no era procesada del todo, y menos se aceptaba el hecho de que ella había sido secuestrada frente a nuestras narices por Victor.

Estaba completamente convencida de que aquello había sido mi culpa. Si hubiese puesto más atención en ella, sabiendo cual era el objetivo de Victor, Jill hubiese regresado junto a nosotros y estaría ya en su propia casa, acompañada de su madre.

- No es tú culpa- me dijo Adrian adivinando mis pensamientos, reconfortándome hacia su costado una vez que bajamos del vehículo- Tenias que luchar contra los Dhampirs de Victor, no podías estar en todos lados.

- Pero pude haberme preocupado más por ella- dije sin mirarle.

- Eso ya pasó. Lo importante ahora es recuperarla.

Adrian tenía razón. Lo importante era encontrar a Jill y traerla de regreso con nosotros.

Lissa y Mia se veían devastadas.

Lissa, culpable por no haber protegido a su hermana y Mía por el cariño de la amistad que había forjado con Jill.

Los chicos se encontraban tristes y pensativos.

La mayoría se fue directo a su habitación.

- ¿Quieres que te haga compañía un rato?- me preguntó Adrian con dulzura.

- No, gracias- le di una sonrisa muy poco convincente- Necesito estar un rato a solas para organizar las ideas.

- Bien. Si cambias de opinión ya sabes dónde estoy- Me dio un beso suave en los labios y se fue hacia su habitación.

Entré en mi propio cuarto y Lissa no estaba allí. Supuse que se había ido a la habitación de Christian y que estaría acompañada por él y, dentro de segundos, también por Adrian.

Me senté en la orilla de la cama y luego dejé caer mi cuerpo sobre el colchón. Mis brazos sobre la cara. ¿Cómo íbamos a encontrar a Jill?, ¿Por dónde comenzar a buscar? Para recuperarla teníamos que dar primero con Victor…

El teléfono de la habitación comenzó a timbrar. Pensaba dejarlo así hasta que la persona del otro lado de la línea se aburriese, pero luego cambié de opinión. Con pesadez, me incorporé de la cama y levanté el auricular.

- ¿Diga?

- ¿Rose?

- ¿Nikolay?- la sorpresa de escucharle hizo que mi tono no fuese todo lo cortante que hubiese deseado, pero eso tuvo solución con la siguiente línea- Estas equivocado de numero, este no es el lugar de encuentro de tu nuevo bando. Perdón, quiero decir, de tu antiguo y permanente bando.

- Rose, escúchame…- pidió el Dhampir.

- ¿Por qué debería de hacerlo?, Por qué confiar en una hombre que nos ha engañado a todos durante días, fingiendo ser quien no es. Si no fuese porque Dimitri fue alguna vez tu compañero no crearía ni siquiera en que tu nombre es Nikolay.

Se escuchó una exhalación pesada antes de que Nikolay volviese a hablar.

- Rose, por favor, escúchame. Antes que nada tienes que saber que lo que dije siempre, siempre fue cierto. Lo que omití es por lo que tienes que culparme, no por lo que salió de mis labios los días que permanecí con ustedes.

- No comprendo cual sería la diferencia. Es una mentira al fin y al cabo. Ilumíname, porque para mí ambas son la misma cosa.

- La diferencia está en que cuando dije que me gustabas, que me gustas, y que creo que son un grupo de buenas personas, no miento en absoluto. Y es por eso que te estoy llamando ahora.

- ¿Me estas llamando para seguir en tu papel de Don Juan?- mi voz salió incrédula y molesta al mismo tiempo.

- No- contestó él- Estoy señalando el motivo por el que voy a hacer lo que voy a hacer

Bueno… eso se escuchaba mucho más interesante.

- ¿Y eso sería?... – Si resultaba ser lo que esperaba que fuera, el día que me encontrara a Nikolay otra vez no iba  a destrozarle cada hueso de su cuerpo. Iba sólo a molerlo a la mitad.

- Voy a decirte donde tiene Victor a Jill, pero para esto necesito que sólo vengas tú, ¿Entiendes? Sólo puedo pasar a una persona a través de la guardia sin levantar sospecha.

Era una apuesta arriesgada. Bien podría ser una trampa puesta por Nikolay bajo la astuta mirada de Victor… pero, ¿Qué otra opción tenia para recuperar pronto a Jill?

- ¿Aceptas la oferta?- no había nada más que un tono de pregunta en su voz.

- ¿Qué ganas tú con esto?- quise saber. Algo debía de estar buscando Nikolay. La ayuda no podía ser tan desinteresada.

- Busco que no me odies como supongo que me odias. La mirada que me diste en el bar es algo que me ha estado persiguiendo desde hace horas.

- Una mirada no va a matarte- dije.

- La que me diste tal vez lo haga- Hice rodar mis ojos ante las palabras de Nikolay- Y se que en este preciso instante estás haciendo rodar los ojos como siempre lo haces cuando te digo cosas como estas, pero, te digo la verdad. Lamento que nos hayamos conocido en estas circunstancias y lamento ser una decepción para ti.

- Nikolay, déjalo así.

- ¿Aceptaras mi oferta?- volvió a preguntar.

Dejé pasar un par de segundos y luego contesté:

- Si. ¿Dónde nos encontramos?

Nikolay me dio las indicaciones de cómo llegar a las afuera de Krasnoiarsk. Aún quedaban horas de oscuridad, por lo que nos encontraríamos dentro de una hora en el lugar acordado. Me advirtió de ir armada. Al parecer, los tratos entre Victor y el Cartero habían incluido a un par de Strigois como vigilantes permanentes. Lo que no me quedo claro era si los Strigois estaban allí para ayudar o para vigilar a Victor.

Estaba arreglándome cuando tocaron a la puerta.

- ¡Pasa!- grite sin dejar de abrocharme las botas.

- ¿A dónde piensas ir?- La voz llena de curiosidad me hizo saltar en mi puesto a la orilla de la cama.

- Dimitri, ¿Qué haces aquí?

- Tú me dejaste entrar… ¿Por qué te estás poniendo botas de nieve? ¿A dónde vas?

- He recibido una oferta para rescatar a Jill. Tengo que salir pronto si quiero llegar a la hora acordada- le respondí regresando a mi tarea que en ese momento consistía en buscar una camiseta térmica y ponérmela sobre la camiseta de tirantes que ya llevaba puesta.

- ¿Quién?- dijo Dimitri en un tono impregnado de fastidio.

- ¿Quién qué?- me estaba haciendo la loca, ya sabía a lo que se refería, pero prefería hacerlo hablar a él.

- ¿Quién te llamó? Fue Nikolay, verdad.

- ¿Qué pasa si fue él?- le pregunté indiferente.

Dimitri se acercó a mí tanto que tuve que retroceder un par de pasos para mantener mi espacio personal. Su cara era una máscara de lógica fría, aunque su mandíbula estaba demasiado tensa como para acompañar al resto de la imagen.

- Es una trampa, ¿No lo ves? Tú le gustas, eso está claro, pero va a intentar sacar provecho desde todos los ángulos a esta situación- tenía sus manos en las caderas y estaba ligeramente inclinado hacia mí para verme fijamente a los ojos.

-  No voy a perder esta oportunidad, sea una trampa o no. De todos modos no creo que lo sea- le dije sin apartar la mirada-. No percibí ningún engaño en sus palabras.

- Pues tu sentido de la percepción hacia él es bastante defectuoso- Alzo las cejas en un gesto para remarcar la evidencia. Ok. El ganaba ese punto, pero yo no iba a ceder con mi plan y mis ideas.

- Voy a ir de todos modos, te guste o no.

- No vas a ir a ninguna parte. No con él.

- ¿Quién me lo va impedir? ¿Tú?- le di una mirada que intentó ser despectiva, aunque estoy segura de que resultó ser más bien apreciativa, de todos modos. Caminé hacia una silla cerca a la puerta, dispuesta a tomar mi gruesa casaca sin mangas, pero antes le dije:- Tengo la edad suficiente para decidir lo que puedo o no hacer. Soy una guardiana graduada con la experiencia necesaria para tomar mis propias decisiones y tú- me incliné casi imperceptiblemente hacia él sin apartar la mirada de sus ojos- no eres nadie- marcando muy bien esa palabra- para venir a darme ordenes.

Fui por mi parka, tomándola entre las manos y dirigiéndome hacia la puerta para dejar a Dimitri solo en la habitación.

El tirón que sentí en el brazo, impidiéndome avanzar, fue levemente doloroso. Lo que más me abrumó fue la sorpresa de que me girara e impidiera físicamente salir del cuarto.

- ¡¿Qué haces?!- le espeté, mirando de su mano cerrada sobre mi brazo hacia su cara- Suéltame ahora- exigí.

- No. No vas a reunirte con ese Dhampir, y si tengo que amarrarte, lo haré.

- Suel-ta-me- se lo dije mirándolo con furia en los ojos.

- No voy a dejar que te embarques en una misión estúpida en la cual terminaras siendo utilizada al final.

- Dimitri, juro que si no me sueltas…

- No vas a salir. Deja de ser una caprichosa y terca.

- ¿Yo caprichosa y terca? Ja. Si alguien aquí es el rey de los tercos y caprichosos eres tú, camarada. Y si no te has dado cuenta aún, es sólo cosa de que analices nuestras pasadas conversaciones para que veas que lo que te digo es cierto. Ahora, suéltame por favor- No había hecho un intento real por zafarme del agarre, pero estaba a punto de llegar a mi limite, fuera Dimitri o no.

- ¡No pienso analizar nada! Lo único que pienso hacer ahora es mantenerte dentro de este hotel el tiempo que sea necesario hasta que entres en razón.

- ¡Suéltame!- tiré de mi brazo con un poco más de fuerza.

- No- dijo rotundamente Dimitri sin ceder ni un ápice y con la intención de ir por mi otro brazo.

Antes de que lograra poner su mano sobre mi brazo libre, levanté mi puño derecho, tomando impulso, y lo arrojé con toda la ira reprimida hacia él que guardaba desde el día en que nos vimos en la celda, después de que volviese a ser un Dhampir y me apartara de su lado.

El golpe dio justo entre la mandíbula y la comisura de su boca del lado izquierdo de su cara. Mis nudillos dolieron con el impacto, aunque sospecho que él, de seguro, se llevó la peor parte, por mucho.

Dimitri se quedó muy quieto, tan sólo mirándome sin pestañar mientras yo observaba como la piel allí donde le había golpeado se ponía cada vez más roja e inflamada.

Mis ojos ardieron y mi vista se volvió algo borrosa.

No estaba a punto de llorar por haber golpeado a Dimitri, sino que, lloraba por todo lo que con ese sólo golpe había dejado salir. La expresión palpable de toda mi ira y frustración encapsulada. Mis miedos e inseguridades. Todo lo que me atormentaba. Todo mi enojo hacia lo que Dimitri había permitido que ocurriera, sus dolorosas palabras ese día en la Iglesia, y luego las siguientes conversaciones que sólo lograron hacerme sentir peor. La confusión entre lo que estaba ocurriendo en mi vida, tan rápido que parecía querer absorberme hacía la nada. Un hoyo profundo y vacio en la tierra. 

Dimitri me soltó y llevó sus dos manos hacia mi cara para afirmarla y hacer que le mirara, pues yo había girado el rostro para que no viera las cristalinas y saladas gotas que resbalaban.

Me observó por un par de segundos. Su rostro lleno de comprensión, aflicción y desesperación, escudriñando el mío como si yo fuese un espejismo o alguien a quien no se ve en muchos años y por cosas del destino lo vuelves a encontrar.

 Sin preámbulo, sin permiso ni duda alguna, Dimitri cerró el espacio que quedaba entre nosotros para juntar sus labios con los míos en un beso que no buscaba ser tierno ni cuidadoso.

El beso fue el de un hombre desesperado que se consume y espera salvarse a través del oxigeno en la otra persona. Que necesita agua y encuentra un manantial en la boca del otro.

Mis labios se abrieron instintivamente. Para mí fue como salir de la profundidad del mar y dar ese primer trago de aire después de un largo trayecto de ascensión.

Una de sus manos soltó mi cara y resbaló por mi costado hasta llegar a mi cadera, la otra mano le siguió poco después. En un sólo y fluido movimiento me impulsó hacia arriba, logrando hacerme quedar abrazada a su cintura con las piernas. Sin dejar de besarme con la misma desesperación, dio un par de pasos hasta la pared cercana. Puso sus manos tras mi cabeza para evitar que me golpeara con la pared.

Me sentía rodeada por él, como en una burbuja personal donde él era el centro y también la forma. Se apegó a mí dejándome completamente atrapada entre él y la pared. Podía sentir la tibieza de su cuerpo a través de la tela de nuestras ropas mientras el acelerado latido de mi corazón llenaba mis oídos. No podía pensar ni ver… sólo sentir. Sentirlo a él.

Me apegué más él, si es que era posible, pasando mis brazos por su cuello y enredado los dedos en su cabello. El espacio entre nosotros me parecía aún muy amplio. Lo quería más cerca. Necesitaba tenerlo más cerca. Me maravillaba en el perfume de su loción impregnando mi nariz, la textura de sus labios en los míos y el abrazo firme que me mantenía sujeta y protegida a la vez.

Separó su boca de mi boca para poder besarme hasta un lugar secano a mi oído y quedarse abrazado a mí.

- Roza…- murmuró entrecortadamente y luego alejó la cabeza hacia atrás sólo para mirarme con detenimiento.

Ambos respirábamos con dificultad. Yo podía ver sus mejillas sonrojadas y sentía que las mías también ardían ligeramente. Podía ver como su pecho se elevaba y descendía con la pesada respiración

Me observaba. Sus ojos vagaban por mi rostro, pasando de mis labios a mi cabello, luego a mis ojos y de ahí de regreso a mi boca.

Volver a tener un poco de espacio me dio la oportunidad de organizar un poco más coherentemente mis pensamientos. Yo estaba en brazos de Dimitri, nos habíamos besado, y a pesar de que el cielo y las estrellas en ese momento parecían alcanzables para mi, fui consciente también de que la realidad estaba muy lejos de mis fantasías.

Yo estaba con Adrian y el impulso de Dimitri debió de ser un simple acto de compasión ante las lágrimas derramadas.

Le empujé ligeramente para que me liberara y dejara de regreso en el suelo. Él lo hizo de inmediato, cuidando de que yo no perdiese el equilibrio.

- Perdóname- dijo él con  el semblante lleno de agitación. Esto era lo que me esperaba. El arrepentimiento ante un beso inesperado. Levanté las manos para detener sus palabras.

- No te disculpes. Fue sólo un beso y no tiene importancia- le dije, mintiendo. Me miró confundido. Yo mientras tanto comencé a ponerme la casaca.

- Rose, eso no es…

- Déjalo así Dimitri. Comprendo muy bien cuál es tu posición al respecto, así que no tienes que preocuparte pensando en que un beso va a matarme- Lo cual también era mentira. De seguro más tarde, y por mucho tiempo, este beso me atormentaría. La última vez que Dimitri, el verdadero Dimitri, y yo nos habíamos besado fue antes de que él desapareciera para convertirse en Strigoi. Allí, yo no había sabido que ese sería nuestro último beso. Ahora sí lo sabía. Este era el beso que recordaría como el adiós de nuestra relación.

- Rose, déjame explicarte…

- No- dije cerrando la cremallera de mi parka-. Ya sé que el beso fue un impulso guiado por esa veta de vaquero que tienes. Te sentiste en la obligación de rescatar a la damisela en apuros que lagrimeaba- dije mientras me acomodaba la parka y sintiéndome estúpida por haber llorado.

- ¡Rose!- dijo Dimitri sujetándome de los hombros pues yo ya había comenzado a avanzar hasta la puerta- Tienes que escucharme, déjame explicarte lo del…

- ¡Suéltame!- Mi capacidad para soportar más emociones se había agotado. No iba a dejar que Dimitri me retuviera por más tiempo en la habitación. Necesitaba llegar a tiempo a mi cita con Nikolay.

Esta vez sí ocupé la fuerza necesaria para que Dimitri me dejara ir. Tuve suerte de pillarlo algo desprevenido. Yo tenía fuerza, pero sabía muy bien que él me superaba en eso y en muchos otros aspectos de pelea. Lo golpeé en el pecho, lanzándolo hacia atrás. Una de sus piernas tropezó con un banquillo cercano, lo que logró hacerle perder el equilibrio, dejándolo sentado en el suelo.

Abrí la puerta de un tirón, encontrándome de frente con Mikhail a un par de pasos de distancia, viniendo hacia mí.

- Que bueno que te…- Mikhail no alcanzó a terminar de hablar porque pasé por su costado rápidamente y luego le empujé hacia Dimitri que venía detrás de mí.

Escuché el sonido del choque, un golpe sordo en el suelo y quejidos por parte de ambos.

Seguí corriendo hasta el único ascensor del hotelito que estaba a punto de cerrarse. Alcancé a colarme en el espacio entre las puertas y me giré hacia el pasillo para ver como Dimitri intentaba alcanzar a llegar a la puerta del elevador.

No lo logró. Di un pesado suspiro. No supe si fue de alivio o de dolor.

- Un suspiro como ese sólo puede ser a causa de un hombre- me dijo la ancianita que se encontraba dentro del reducido espacio del ascensor junto a mí, como si hubiese escuchado mi muda interrogante y hubiese decidido ayudarme dándome la respuesta. No había reparado en ella con las prisas.

Le sonreí con amabilidad, pero no hice ningún comentario ante sus palabras. No necesitaba ponerme a pensar en lo que acababa de vivir ni reflexionar en el origen de un suspiro.

Lo que necesitaba era llegar con rapidez a las afueras de Krasnoiarsk, para encontrarme con el Dhampir que demostraría si quedaba algo de honradez y verdad en él.




Capitulo 32

Llegué justo a tiempo para mi encuentro con Nikolay.

- Pensé que ya no llegabas- dijo al verme mientras resguardaba sus manos en los bolsillos de su abrigo debido al frio.

- Ya estoy aquí.

- Rose, ahora que estamos en persona, permite…

- Nikolay-dije, deteniendo sus palabras- Ya lo dijiste por teléfono y no creo que sea de mucha ayuda en tu favor repetirlo ahora nuevamente. La confianza ya está perdida. Veremos si es que se puede recuperar al menos una parte. Todo dependerá de lo que ocurra dentro de poco.

- Intentaré ayudarte en todo lo posible – murmuró él- pero tienes que saber que la guardia de Victor es fuerte, sin contar con la guardia extra que ofrece el par de Strigois que el Cartero envía cada noche.

- De acuerdo. Sólo espero que esta vez no me falles, Nikolay.

Nikolay me dio una apenada mirada antes de asentir con la cabeza.

- ¿Vamos?- le pregunté para que nos encamináramos de una vez hacia la guarida de Victor.

Nikolay me guió hasta un Jeep escondido tras las ramas de un árbol.

- ¿Cómo aceptabas conducir los vehículos que dispuso Abe teniendo semejante monstruo?- No pude evitar hacer el comentario ante la vista de uno de los coches más grandes que había visto hasta entonces de cerca. El “monstruo” parecía tener vida propia. De color negro y el tamaño de un elefante bebe (puede que este exagerando un poco, ¡pero es que era gigante!) parecía capaz de convertirse en un Transformer de un momento a otro. Me imaginaba que en el interior de seguro hasta una cocinilla y mesa tenía.

- Creo que se hubiese visto sospechoso tener y conducir mi propio coche- dijo Nikolay, dándome la primera sonrisa “de las de antes” desde lo del bar-. Abe no paga mal, pero Victor… es muy generoso.

- Ya veo- dije. Me preguntaba internamente como había hecho Victor para costear los sueldos. ¿Cómo había hecho para recuperar su dinero estando prófugo? Supuse que eso era otra ayuda del Cartero.

Nikolay sacó la alarma disparando el bip-bip que logró hacer revoletear a unas cuantas aves de los árboles cercanos.

Nos subimos al coche y Nikolay nos dirigió hasta donde Jill se encontraba presa por Victor.



Demoramos 15 minutos aproximadamente en llegar hasta el enrejado de una mansión escondida en el bosque a las afueras de  Krasnoiarsk. Allí había dos guardias Dhampirs vigilando.

Nikolay se detuvo a conversar unos minutos con ellos. Yo podía oír como reían por algún comentario hecho desde la tercera fila de asientos del coche, bajo la lona que camufladamente Nikolay había tirado sobre mí. Los guardias no se detuvieron ni siquiera a darle una mirada al interior del automóvil y dejaron que Nikolay siguiera hacia el interior de la mansión sin problemas.

Un kilometro más allá, otro par de guardias detuvo el coche. Esta vez por lo menos si alumbraron con linternas el interior, pero nada detallista. Más bien como para decir que habían cumplido con enfocar el vehículo. Los Dhampirs conversaron entre todos durante unos minutos para luego dejar a Nikolay seguir con su recorrido.

Al final, Nikolay llevó al “monstruo” hasta un garaje en la parte posterior de la casa.

- Rose- dijo muy bajo-. Rose, no hay nadie, puedes salir.

Sujeté con fuerza la estaca que tenía en mi espalda, casi rogándole para que esta no fuese una emboscada. Para que, al salir de debajo de la lona, no me encontrase a todo un grupo de Dhampirs y Strigois dispuestos a rebanarme ahí mismo.

Con una honda respiración salí de debajo de la tela, preparada por si tenía que entrar en acción de inmediato.

Para mi alivio, sólo Nikolay me observaba con una sonrisa triste en los labios.

- Aun no confías en que te estoy ayudando de verdad- no fue una pregunta, fue una afirmación.

- No- contesté sinceramente- Y no sé cómo puedes esperar que lo haga sabiendo lo que hiciste.

- Supongo que tienes razón. Mis acciones te dirán lo contrario y vas a volver a confiar en mí.

- De veras, ¿Por qué es tan importante para ti volver a ganarte mi confianza?- No podía comprender ese empeño con el que hablaba.

- Porque me gustas, Rose. Te lo he dicho en cada oportunidad que he tenido de decirlo- No se acercó a mí, pero podía ver que tenía el deseo de hacerlo-. Ver la cara que pusiste al enterarte de que trabajo para Victor me dolió más de lo que hubiese imaginado, y me molesta tener ese sentimiento. Me molesta ver que la forma en que me miras ahora ya no es con afecto y paciencia, sino que con desconfianza, esperando a ver en qué momento fallo y te traiciono otra vez.

- Nikolay, el hecho de que me ayudes ahora no cambia nada entre nosotros. A lo más podríamos volver a ser amigos, pero…

- Me conformo con eso.

Lo observé con los ojos entrecerrados por un momento y luego meneé la cabeza en desaprobación y resignación. La verdad es que no podía entender el por qué estaba tan empeñado en recuperar nuestra relación de amistad, ni tampoco ese encaprichamiento conmigo, pero la verdad es que yo no era quien para criticarle o analizarle. Yo tenía mi propio dilema, en el cual estaba más perdida que él de seguro.

Caminamos por un oscuro pasillo varios metros. Nikolay se detenía en cada curva para cerciorarse de que el camino estuviese despejado. Logramos llegar hasta una especie de salón decorado al estilo del siglo XXVII, con pesados muebles y tapices de estilo francés. Muy del gusto de Victor.

Estábamos por cruzar de una puerta a otra cuando se oyeron pasos provenientes de la habitación contigua. La habitación a la cual nos dirigimos en ese momento.

Nikolay me hizo esconder debajo de un sillón de patas elevadas. Tenía que contener el aire la mayor parte del tiempo puesto que el espacio entre el fondo del sillón y el suelo era muy estrecho.

- ¡Aquí estas!- dijo la voz de una mujer. Era una voz peculiar, pero no lograba darle un rostro al tono ni a la cadencia en la manera de hablar. Sólo podía ver las botas de tacón que la mujer llevaba.

- ¿Me buscabas?-preguntó con calma Nikolay en respuesta.

- Algo así- dijo la mujer mientras cambiaba de posición en la sala. Daba pasos deliberadamente lentos muy cerca de donde Nikolay se encontraba- Aunque, la verdad estoy haciéndole un favor a Victor. Es él quien ha estado preguntando por ti. Eso he oído.

- Gracias por decírmelo- Nikolay era respetuoso con ella, pero se notaba en su voz que la mujer no era de su agrado.

- De nada.- La mujer dio unos cuantos pasos hasta la puerta por la que había entrado y se detuvo antes de abrir.- Por cierto- dijo- ¿A quién tienes escondido allí debajo?- No podía saber si estaba apuntando en mi dirección, pero suponía que eso era lo que hacía- Puedo escuchar claramente el sonido del latido de su corazón, ¡oh! Y se está haciendo casi ensordecedor. Pobre criatura. Mala idea traer a alguien sin nuestra autorización- La mujer abrió la puerta y salió a una velocidad que la hizo ver como una mancha fugaz desapareciendo.

Era obvio. Se trataba de una Strigoi.

Y también era obvio que mi factor sorpresa se había ido junto con ella.

Salí gateando de debajo del sillón lo más rápido que pude.

- ¿A dónde podemos ir? Ganar algo de tiempo…- dije, con la adrenalina a mil fluyendo por mi cuerpo.

- Las habitaciones están todas interconectadas- dijo Nikolay, con las manos en las caderas y rostro pensativo a toda marcha. Sus ojos vagaban con rapidez por la habitación, como si fuese a encontrar una respuesta en el empapelado-. Podemos tratar de correr a través de ellas y llegar hasta donde podamos lo más cerca de la habitación central, que es donde tienen a Jill… o, esperar aquí y ver quien viene a nuestro encuentro.

Consideré ambas opciones. Decidí que no quería quedarme de pie esperando como una idiota a ser atacada. Había venido por Jill, a buscarla, y eso era precisamente lo que pensaba hacer.

- Hagamos lo primero. Intentemos llegar hasta donde podamos llegar y ya veremos que hacemos.

- Bien. Sígueme- Nikolay corrió hasta la puerta por la que había salido la Strigoi. Fui de tras de él. Pasamos a una habitación similar pero decorada en otros tonos, llegamos a otra puesta y volvimos a cruzar para encontrarnos con otro cuarto de características similares con distinto color predominante. En total alcanzamos a cruzar unas 8 habitaciones hasta llegar a la novena, donde se encontraba nuestro objetivo.

Antes de cruzar Nikolay dijo:

- No me gusta nada esto. No encontrar a nadie en ninguna de las habitaciones es mala señal.

Claro que era mala señal. Significaba que en la última habitación íbamos a encontrar el premio gordo y el mejor recibimiento de nuestras vidas.

Dicho y hecho. En la novena habitación se encontraba el maldito feliz comité de bienvenida. Un grupo de al menos 15 Dhampirs más un Strigoi a la vista. La mujer Strigoi no era visible, pero de seguro que andaba por allí cerca.

Lo peor de todo no fue ver al magnífico grupo que nos esperaba con los brazos abiertos (abiertos para agarrarnos a golpes y no dejarnos ir), sino que, lo peor fue la imagen del delgado cuerpo que se encontraba en el centro de la habitación.

Sentada y con la cabeza caída hacia un costado, en una posición que se notaba incomoda pero de la cual no parecía consciente, Jill se encontraba completamente perdida en otro mundo. Un mundo lleno de endorfinas en un viaje sin fin. De eso, yo sabía bastante.

A simple vista podía verse un par de marcas rojas en su cuello. Las huellas de que un Moroi o Strigoi había bebido de su sangre, dejándola en ese estado de inconsciencia feliz.

Verla de ese modo me hizo sentir arcadas. Era irónico y patético por mi parte. Yo misma había anhelado y deseado en su momento cada dosis de endorfina que una de las mordidas que Lissa, Dimitri y Adrian me habían dado, pero era muy distinto ver a Jill así. Lo que debió significar para ella ser mordida, la degradación de aquel acto y vivirlo dentro de un grupo de amenazantes y peligrosos extraños debió suponer un verdadero trauma.

Necesitaba sacarla de allí con rapidez.

Observé todo lo que había a mi alrededor, registrando la presencia de ventanas y las salidas más próximas.

En poco tiempo se haría de día, lo que dejaba fuera del juego a los Strigois al menos, siempre y cuando lograra salir al exterior.

Nikolay se encontraba muy cerca de mí, a mi espalda. Rogaba con todas mis fuerzas para que no me fallara en ese momento porque, si todo había sido una trampa, mi vida y la de Jill pendían de un hilo.

Los Dhampirs se hicieron a un lado para dar paso a Victor, quien apareció desde una puerta trasera. Una de muchas otras que conectaban las habitaciones.

- Rose, querida- dijo sonriéndome- Siempre es un placer volver a verte.

- Siento no poder decir lo mismo- fue mi respuesta.

Victor meneó la cabeza, como si le pesara mi comentario.

- Es… una lástima- se acercó un poco más-. Pero en fin, no todo en la vida es perfecto, ¿No es así?

- Tú mejor que nadie debe de estar al tanto de eso- repliqué. Victor y su enfermedad no eran algo perfecto. La muerte de Natalie, tampoco lo fue.

Victor hizo chasquear la lengua, un gesto algo vulgar para él, y me miró como un profesor que observa a un estudiante que no logra comprender la materia a pesar de haberle explicado al menos diez veces.

- Rose…- suspiró como si estuviese cansado- Es mejor que me digas a que se debe tu presencia… Aunque al parecer, esto se trata más bien de una invitación, ¿o no Nikolay?- Victor miró hacia atrás de mi, donde Nikolay se encontraba.

El Dhampir no dijo nada. Se limitó simplemente a devolverle la mirada de forma impasible. Victor lo observó por un par de segundos más, con un indescifrable brillo en sus ojos.

- Ya veo…- dijo al ver que Nikolay no hablaba- Supongo entonces que hasta aquí llega nuestro acuerdo-. Dio una mirada a sus costados y los Dhampirs se adelantaron un paso en dirección a nosotros.

- ¿Qué tal si yo me hago cargo de ellos?- la voz de la mujer Strigoi que había hablado con Nikolay, poco antes, llegó desde el fondo de la habitación. No podía verla, pero podía escucharse el repiquetear de los tacones de sus botas sobre el suelo de madera.

Victor no se giró hacia su dirección, lo que me permitió ver como su rostro se transforma ligeramente ante la voz de la Strigoi. Ese simple gesto de contracción dio la muestra de que él no estaba muy contento de tenerla ahí, y que ella no era santo de su devoción… para nada. Algo de repulsión y temor se reflejaba en los rasgos de su cara, acompañado de cautelosa indiferencia.

- Tengo la situación bajo control, querida- Le respondió Victor. “Querida” fue dicho como si estuviera diciendo algo más parecido a “vomito”, “indigestión”, y palabras a fines.

- ¿O es que acaso no quieres que ella me vea?- preguntó la Strigoi con voz sinuosa. De algún modo seguía manteniéndose oculta tras el grupo de Dhampirs. ¿Por qué pensaba que Victor quería mantenerla fuera de mi vista?

- Para nada- Victor se cruzó de brazos con despreocupación.- La verdad es que a estas alturas lo tuyo me tiene sin cuidado. No interfiere en ninguno de mis asuntos, así que no tengo por qué molestarme en intentar mantenerte alejada.

- Siendo así…- dijo la Strigoi, y poco a poco comenzó a deslizarse entre el grupo de Dhampirs para quedar de pie frente a mí.

Si las cosas no hubiesen venido siendo extrañas desde un tiempo a tras, creo que me hubiera sorprendido enorme y realmente verla allí, de pie, como si el tiempo no hubiese avanzado desde años atrás en la Academia.

- Rose- fue lo único que dijo mientras me observa con detenimiento y una pequeña y maligna sonrisa en los labios.

- Señorita Karp…- Sonya Karp me devolvía la mirada sin pestañar, con sus ojos bordeados de rojo y uno de sus colmillos asomando en su media sonrisa.

- Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos- dijo, acercándose un paso más, con extremada lentitud-. Veo que ya estas hecha toda una mujer.

¿Qué tan pequeño podía ser el mundo? De entre todas las posibilidades, justo en ese momento tenía que encontrarla. No sabía se pensar en el hecho como algo positivo o negativo. Intentaba verlo como algo ventajoso. Al menos podría darle a Mikhail la buena nueva de que Sonya si se encontraba en la ciudad… lo malo era que no estaba muy segura de poder llegar a tener alguna otra conversación con él, o con cualquiera.

Miré a Nikolay, pidiendo con los ojos una explicación. Él tenía que haber escuchado en algún momento de que Mikhail estaba buscando a la Strigoi que teníamos al frente, y él se había quedado callado todo ese tiempo. Un engaño más.

Sonya se dio cuenta de mi mirada y dijo:

- No creo que tu baboso enamorado esté al tanto de quien soy en realidad- alzó una ceja despectivamente hacia Nikolay- Ahora me hago llamar Irina.

Vale. Me daba igual. Para mi seguía siendo la señorita Sonya Karp. Mejor sólo Sonya.

Su aclaración me dio un leve respiro. Por alguna razón saber que Nikolay no había fallado también en ocultar esta información me dejaba más tranquila y esperanzada.

Un par de segundos después procesé un poco más de lo que había dicho y tuve que aclararle:

- Él no es mi enamorado. Es… un amigo.

- Un amigo muy estúpido, sin duda. Acaba de entregarse en bandeja de plata después de habernos traicionado. Y lo mejor, es que aunque haya intentado ayudarte, que es lo que supongo pretendía hacer al traerte aquí, nos ha hecho el favor de nuestras vidas. Mi jefe estará muy feliz de ver lo que voy a conseguir aquí- sonrío un poco más, lo que la hizo ver más cruel de lo que ya parecía.

- ¿Tu jefe?- pregunté.

- Ya lo conoces. El Cartero ha quedado muy impresionado contigo.

¿Cómo demonios podía tener tanto poder e influencias ese Moroi para manejar incluso a los Strigois como simples empleados?

-¿Rose?- un hilillo de voz apareció desde la espalda de la señorita Karp. Jill estaba recuperando la conciencia.

- ¡Oh!, nuestra bella durmiente está de regreso- dijo Sonya, girándose hacia Jill y avanzando en su dirección.

- ¡No lo hagas!- ladré al ver cuales eran las intenciones de la Strigoi.

- ¿El qué?, ¿Esto?- Sonya se inclino por detrás de la silla, acercando su boca al delgado y largo cuello de Jill- Ella es realmente una dulzura- dijo con los labios a centímetros de la piel. Me dio una última sonrisa cargada de maldad y luego enterró los colmillos en la vena que ya estaba marcada.

Jill se quejó ligeramente, pero al instante se quedó callada y su rostro se relajó. Estaba de regreso en el mundo de las fantasías.

Dimitri en cierto modo había tenido razón. Esto no estaba resultando como lo había imaginado, aunque lo cierto era que ni siquiera sabía muy bien que había esperado encontrar. Lo único que tenía claro en esos momentos era que si no se me ocurría algo con rapidez, nuestras vidas, o nuestra libertad, estaban perdidas.

Sonya levantó la cara y se relamió los labios antes de hablar:

- Vadim, llévate a la muchacha hasta el coche y espérame allí- le dijo al otro Strigoi, que sonreía allí en la habitación, apuntándome con la cabeza- Victor, el Dhampir es tuyo- le sonrió con desgana.

Victor parecía a punto de protestar, pero finalmente no dijo nada.

Bien. El momento había llegado. Me defendía y posiblemente terminara muerta, ó, me dejaba atrapara sin resistencia, para terminar prisionera o muerta a manos de un psicópata Moroi.

¿Por qué demonios no podía tener mejores opciones aunque fuese una vez en la vida? Sinceramente, hay momentos en que la suerte apesta.



Capitulo 33

“Uno…dos…tres” conté mentalmente mientras el despreocupado Strigoi se me acercaba como si yo fuese la presa más fácil de atrapar en mundo. O mejor dicho, como si pensara que yo era un simple adorno sobre una estantería que había que cambiar de lugar.

Lástima que el Strigoi me estaba subestimando. Subestimar es igual a estar muerto.

Cuando estuvo a un paso de distancia de mi, con esa horrible sonrisa malvada y petulante en los labios, saqué mi estaca con un rápido y fluido movimiento para dejarla clavada en su pecho, directo en el corazón.

El Strigoi abrió los ojos desmesuradamente, sin poderse creer lo que había sucedido en unas milésimas de segundo. Bajó la vista hasta lo que quedaba de la estaca asomando en su pecho y luego levantó la mirada directamente a mis ojos, con pánico sustituyendo a su anterior arrogancia.

- Maldito imbécil- murmuré mientras veía como la vida, o la “no-vida”, desaparecía de sus ojos. Antes de que se derrumbara sobre el suelo saqué mi estaca, lista para atacar al siguiente que se me viniese encima.

El resto de los Dhampirs se apresuraron en atacarme, pero Nikolay se interpuso entre nosotros, ayudándome a defenderme.

La estaca con ellos no tenía el mismo efecto, pero de todos modos era bastante dañina y dolorosa haciendo cortes y golpes.

El primero de los Dhampirs que logró llegar hasta a mi recibió como regalo un feo corte en la cara. Mi intención no había sido atacarle ahí, pero él se agachó cuando yo pensaba atacar su brazo, lo que hizo que el golpe fuese a dar a su mejilla, dejando la piel abierta y expuesta… muy expuesta.

El Dhampir dio unos cuantos pasos hacia atrás, con sus manos sobre la cara para contener la sangre que corría a chorros manchando su ropa y el piso.

Dos Dhampirs llegaron a sustituirlo y a atacarme en conjunto. Nikolay puso su espalda contra la mía, de modo que tuviéramos todos los lados cubiertos, defendiéndose también de sus propios Dhampirs.

- Yo me ocupo de este lado- dijo, adoptando una posición de ataque.

- Bien- Yo estaba con la mitad de la atención puesta en los guardianes que tenía frente a mí y la otra mitad puesta en seguir los pasos de Sonya. Ella estaba hablando por celular y miraba con entretención los esfuerzos que Nikolay y yo hacíamos para no ceder ante el ataque.

Jill continuaba inconsciente en su silla. Por suerte la habitación era lo suficientemente grande como para poder llevar a cabo una pelea sin tener que quedar peligrosamente cerca de ella y que recibiera algún golpe repentino a manos de cualquiera.

Los Dhampirs nos rodearon en un círculo y atacaron en parejas a cada uno de nosotros. Victor estaba fuera de vista y Sonya seguía allí de pie, como una maldita espectadora en una competencia de lucha libre.

En esos momentos sólo deseaba ponerle las manos encima y retorcer su delgado cuello hasta que no quedara aire en sus pulmones. Lo que en realidad era una acción poco practica porque como no-muerta la falta de oxigeno sólo la haría perder la consciencia, nada más. Por otro lado, no pensaba en causarle algún daño permanente. Ella era el gran amor de Mikhail y yo le había prometido a él que le ayudaría a rescatarla y liberarla de la enfermedad de ser una Strigoi.

Comencé a perder un poco de la visión panorámica cuando el círculo de Dhampirs comenzó a cerrarse a nuestro alrededor. Ya no atacaban de dos en dos. Ahora cualquiera lanzaba golpes desde cualquier posición, lo que hacía más difícil contrarrestar los ataques y realizar una buena defensa.

- No son más que un grupo de cobardes- dije jadeante sin dejar de lanzar golpes al que se me acercara- Deberían atacar de a uno, así veríamos quien es el mejor.

Ninguno de ellos contestó. Se limitaban a tratar de reducirnos, y con cada minuto lograban acorralarnos aun más

Giré mi rostro ligeramente, sin perder de vista a los que intentaban golpearme en el estomago para derribarme, y así poder decirle lo más bajo posible a Nikolay:

- ¿Cuánto tiempo crees que podremos aguantar?

Su respuesta demoró en llegar, estaba dando puñetazos a la cara de uno de sus Dhampirs.

- Sólo unos cuantos minutos.- dijo finalmente- Hemos golpeado a varios, pero siguen siendo demasiados- contestó, al tiempo que daba una fuerte patada en el costado a otro  Dhampirs de su lado.

Nikolay tenía razón. Era una suerte que aún estuviéramos en pie y sin las manos atadas. Si los Dhampirs hubiesen estado un poco más organizados ya nos hubieran tenido de rodillas y reducidos hace mucho.

Ruidos de radios comenzaron a escucharse. Las voces que se oían desde los aparatos parecían alteradas y urgentes.

Algunos de los Dhampirs se miraban entre sí y otros cuantos salieron del círculo de pelea, corriendo hacia una de las puertas a toda velocidad.

-¿Qué está pasando?- le pregunté a Nikolay de soslayo, pensando en que él, como miembro, o ex miembro ahora del grupo de Víctor, podría comprender la situación.

Nikolay estaba observando con cuidado a todos los presentes y parecía estar poniendo especial atención a los trasmisores que aún se oían por la sala.

Víctor regresó en ese momento a la habitación, acompañado de dos Dhampirs. Tenía cara de temor y miraba hacia la ventana con expectación. Por otro lado, Sonya ya no tenía su sonrisa socarrona y cruel en los labios. Ahora miraba hacia las puertas con el rostro hecho una máscara de piedra, intraducible.

- Intrusos- dijo Nikolay, muy bajo.- Han logrado traspasar la entrada y se encuentran al interior de la mansión.

- ¿Intrusos?- repetí con lentitud ¿Quién más había decidido hacer un recorrido nocturno por la guarida de Victor? ¿Cuántos enemigos podía tener el Moroi?

Nos detuvimos todos, del todo. Podíamos escuchar y sentir en el piso barias pisadas corriendo hacia nosotros. Las puertas de la gran sala se abrieron y algunos los Dhampirs que habían salido, junto a otros cuantos más, entraron con los ceños fruncidos y miradas determinadas y algo nerviosas.

- Señor- dijo uno de ellos, acercándose  a Victor- Tenemos que sacarlo a Ud. y a la niña de aquí. No somos suficientes para retener al grupo intruso.

Victor miró hacia el suelo y luego levantó la vista hacia el Dhampir.

- ¿Cuánto tiempo tenemos hasta que lleguen aquí?- le preguntó al Dhampir.

- Segundos, Señor. Tiene que salir ahora mismo. Sígame.

Victor no se movió de su puesto, pero si giró su cabeza para quedárseme mirando. Eso fue raro. ¿En que estaba pensando?... Siguió sin moverse, sin hacer nada más que observarme.

- ¿Señor?- repitió el Dhampirs, apremiante- Señor, tenemos que salir.

Demasiado tarde. Las puestas volvieron a abrirse y más Dhampirs aparecieron. Pero a estos los conocía de antes. No sólo de minutos, sino de horas… días, meses.

Los Dhampirs de nuestro grupo de guardianes entraron en tropel. Mikhail apareció tras unos segundos, con las mejillas enrojecidas por el frio del exterior y el calor de la pelea. Un Dhampir se le abalanzó de la nada, haciéndolo chocar contra la pared, enzarzándose en una contienda.

Un cuerpo entró arrastrándose por el suelo y un segundo después Dimitri también estaba ingresando a la habitación. Su primera mirada fue directa hacia mí. Tenía el cabello atado en una coleta, pero algunos mechones se le encapaban. Me escudriñó a través de los mechones de cabello de pies a cabeza, buscando alguna lesión o daño. Su mirada se relajó por un instante, sólo hasta que vio a quien se encontraba a mi lado. Le dio una mirada furiosa a Nikolay y después desapareció entre los cuerpos de los Dhampirs que ya estaban de vuelta en la lucha.

Mi propio tiempo de descanso había acabado.

Dos brazos se cruzaron por mi pecho, apareciendo a una velocidad que ni siquiera me permitió prepararme. Los brazos se ajustaban con más y más fuerza a mí alrededor, impidiéndome respirar con facilidad. Sentía curvas en mi espalda. Era un cuerpo de mujer el que me tenía apresada e inmovilizada.

- Se acabo el juego- dijo la voz de Sonya junto a mi oído, pero a un volumen que hizo a todos detenerse.

Un par de pasos vacilantes se adelantaron, resonando sobre la madera.

- ¿Sonya?- A Mikhail se le quebró la voz al final. Tenía los ojos abiertos como dos grandes esferas brillantes e incrédulas.

En el cuerpo que me sostenía hubo una leve inquietud. Sonya se removió ligeramente y pude sentir que la presión sobre mi torso disminuía unas decimas.

- Mikhail- dijo ella en respuesta, con voz neutra.

Mikhail dio más pasos para acercarse a nosotras. Él no me veía, sus ojos estaban centrados únicamente en el rostro de Sonya.

Dimitri, que estaba a un par de pasos de distancia de él, se le acercó hasta poner una mano en su pecho, deteniéndolo.

- Ten cuidado Mikhial- le dijo Dimiri- Ella ya no es Sonya, lo sabes.

Mikhail miró a Dimitri y este dejo caer su mano, permitiendo que Mikhail siguiera avanzando.

- ¿Qué haces?- preguntó Mikhail, mirando otra vez a Sonya, pero ahora no había ese brillo de alegría irreal en sus ojos. Ahora había dolor.

- Hago lo que tengo que hacer- contestó Sonya, mirándole de regreso, pero haciendo más firme su agarre en mí. No pude evitar hacer una mueca de dolor por el cambio repentino de la fuerza que ella estaba ejerciendo. Estaba a punto de romperme un par de costillas, de seguro.

Dimitri y Nikolay dieron un paso hacia mí. Sonya apartó la vista de Mikhail para mirar a los otros dos Dhampirs por un momento, advirtiéndoles que se mantuvieran en sus puestos, y luego regresó a los ojos de Mikhail.

- Quiero ayudarte- dijo Mikhail, acercándose un poco más- Se cómo hacerlo.

- ¿Ayudarme?- Sonya elevó el tono de voz una octava- ¿Quién dijo que yo necesito o quiero ayuda?

- ¿Recuerdas nuestros planes? ¿Las ideas acerca del futuro, un futuro juntos, tu y yo?- Mikhail rogaba con los ojos por una señal de que algo de la antigua Sonya siguiera ahí.

Sonya retrocedió un paso, arrastrándome con ella.

- Eso es historia. Esta vida me dio la libertad que nunca tuve y que no hubiese podido tener, incluso permaneciendo a tu lado.- Hubo una pequeña aceleración en su respiración- No hay ayuda para mí.

- Si la hay. Permíteme ayudarte. Regresa conmigo. Podemos hacer que vuelvas a ser quien eras antes, Sonya…

-¡No quiero ser quien era antes! -Gritó ella, saliendo por completo del aparente autocontrol. Ahora parecía más bien histérica. Su agarré se intensificó. El chasquido de mis costillas trisándose quedó apagado por sus gritos. Solté un jadeo de dolor.

- Mikhail- Dimitri le llamó. Me miraba con preocupación y se había dado cuenta del dolor que estaba sintiendo- Deja que yo hable con ella.

Mikhail parecía reacio a cederle el puesto, pero finalmente lo hizo. Agachó la cabeza y se detuvo en su puesto. Sonya miraba de uno al otro. Al parecer no se había fijado bien en Dimitri porque un par de segundos después de haber centrado parte de su atención en él, soltó aire, como si estuviera viendo un fantasma.

- ¿Tú?... pero tú… No creí que los rumores fueran ciertos… Tú eras un Strigoi…- Sonya tropezaba con las palabras.

- Lo era- Contestó Dimitri- Pero hay un modo de deshacer eso. Hay un modo de regresar. Lo estás viendo por ti misma.

- Es cierto- dije, pero mi voz salió casi estrangulada- Estuve ahí cuando sucedió—Cerré los ojos porque hablar empeoraba el dolor. Las imágenes del instante en que Lissa alcanzaba  a Dimitri y todo se volvía segador pasaron por mi mente como un flash- Se puede hacer.

El agarre de Sonya cedió un poco, permitiéndome tomar más aire y trayendo a su vez más dolor.

¿Sería posible que esta Sonya- Strigoi aceptara por voluntad propia ser transformada de regreso? Tal vez haber sido una usuaria del Espíritu tenía algo que ver, podía influir en algo en las características esenciales de los Strigois. Eso, sumado a los estímulos correctos, podía hacer la diferencia. Tal vez…

El agarre de sus brazos se esfumó y a cambio fui empujada con brusquedad hacia el frente, cayendo de rodillas y con los brazos estirados para no darme en la cara con el piso.

Sonya desapareció en lo que se demora dar un pestañeo. Mikhail corrió hasta la puerta por la que había desaparecido, pero se quedó de pie en el umbral. Quieto, con la mano apoyada en el marco, mirando.

Dimitri y Nikolay acudieron en mi ayuda. Fue Dimitri quien me ayudó a ponerme de pie, soportando la mitad, o más, de mi peso mientras yo me afirmaba con la mano el costado donde se encontraban mis costillas rotas.

Victor seguía allí, acompañado de un puñado de sus Dhampirs. El resto estaba inconsciente o quejándose en el piso, o afirmado contra las paredes. Algunos de los nuestros también lo estaban, pero ahora mi grupo no estaba en desventaja numérica. Además, éramos mejores luchadores que ellos.

- ¿Y bien?- dije mirando a Victor con una sonrisa altanera, a pesar de que el dolor desfiguraba en algo mi actitud satisfecha.

- Ni siquiera en el estado en que estas puedes dejar de ser una altanera- El Moroi sonrió ligera y cansadamente- Supongo que es una buena cualidad en ti, de todos modos.

- No estoy entendiendo- meneé un poco la cabeza y volví a mirarle- ¿Por qué no te fuiste cuando tuviste la oportunidad? Vi que dudaste cuando tu Dhampir quiso escoltarte fuera de la mansión.

- Supongo…-dijo, bajando la cabeza para mirar sus manos que se encontraban con las palmas juntas como en meditación- Supongo que algo noble debe de quedar en mi. –Levantó en rostro y llevó sus ojos hacia los míos- Rose, lo que el Cartero tiene planeado para ti es algo que hice tiempo atrás y que quisiera enmendar cada día de mi vida.- Había un rastro de dolor allí en el fondo de sus ojos. Comprendí inmediatamente a que se refería.

- Eso sería una locura. Yo no le serviría de nada.

- El sabe como dominarlos. El puede hacerlo. Tiene ayuda y consejo para ello.

Dimitri y Nikolay me miraban sin comprender, por lo que dije:

- Victor piensa que el Cartero quiere transformarme en un Strigoi.

Las manos con la que Dimitri me sujetaba se tensaron sobre mi cintura y muñeca.

- Yo no lo pienso. Lo sé de primera fuente. Se suponía que parte de mi retribución hacia él por los favores prestados sería ayudar a llevarte hasta él. Al parecer, eso no he podido cumplirlo.

- No quiero escuchar una palabra más sobre eso- dije, apartando la mirada de él.- Ahora, ¿Vienes con nosotros por las buenas, o por las malas?- Miré hacia todos nosotros, recordándole que la ventaja estaba de nuestro lado, y luego le mire nuevamente directo a los ojos.

- Voy con ustedes- dijo Victor calmadamente, como si su respuesta fuese la más lógica-. Cuando el Cartero se entere de que no hice nada por ayudar a Sonya para que te llevase con él, las cosas para mí no serán agradables. Me conviene mucho más permanecer a tu lado en estos momentos, incluso si mis propios planes se ven retrasados momentáneamente.

¿Victor aún creía que sus planes tenían posibilidades? ¿Los planes que incluían a Jill en él? Había muchas preguntas por responder, pero ahora que le teníamos habría tiempo para interrogatorios más tarde.

Mikhail fue por Jill. La desató con cuidado y la tomo entre sus brazos para cargarla hasta el exterior.

- Todos ustedes- dijo Victor, dirigiéndose a su grupo de Dhampirs- Van a decir que fue secuestrado por el grupo de la Señorita Hathaway, ¿Comprendido? Sabré inmediatamente si alguno me ha traicionado- los amenazó.

Los Dhampir asintieron solemnemente y se quedaron en sus puestos.

- ¡Oh!, por favor…- masculle ante el modo en que manejaba todo a su favor- ¿Nos podemos ir?- le pregunté, irritada.

- Si, pero tenemos que llevarnos a Robert con nosotros- dijo Victor, mirando hacia la puerta lateral de la habitación.

¡¿Cómo me había olvidado de su hermano?! Ellos habían huido juntos y fue notorio en nuestra reunión en grado de compromiso entre ellos. Robert era la única familia real que le quedaba a Victor, y Victor era lo mismo para ese Moroi, usuario del Espíritu.

- ¿Qué hay de él?- me preguntó Dimitri, mirando a Nikolay con desdén.

- Viene con nosotros- dije, mirando también a Nikolay- Puede ayudarnos.

Dimitri me dio una mirada de “¿estas loca?”, pero no dijo nada. Me ayudó a caminar a través de las puertas, siguiendo a Victor. Llegamos hasta una de las habitaciones centrales. Encontramos a Robert recostado en un sillón, con un libro entre las manos.

El Moroi nos miró con miedo creciente, buscando respuestas en los ojos de su hermano.

- ¿Qué es esto?- pregunto, inseguro, a Victor.

- Nos vamos con ellos, Robert. Empaca algunas cosas. Tenemos que salir de aquí ahora mismo.

- Pero, pero…- dijo Robert, mirándonos a todos.

- Por favor, has lo que te pido.- Victor avanzó hacia la siguiente puerta y antes de cruzar dijo:- Esta es mi habitación. Voy a sacar un par de cosas. ¿Si alguien quiere acompañarme?...

Dimitri le indicó a dos de los Dhampirs de nuestro grupo que nos acompañaban, que siguieran a Victor.

Pocos minutos después estábamos saliendo de la gran mansión, directo a los vehículos que Abe nos había proporcionado al llegar a Siberia.

- ¿Cómo nos encontraron?- dije una vez que Dimitri me ayudó a sentarme en el asiento trasero del coche.

- Por el GPS que instalé en tu casaka- Contestó Mikhail, sin mirarme, desde el asiento del conductor.

- ¡¿El qué?!- estaba realmente molesta por el hecho de que se hubiese atrevido a poner rastreadores en mi ropa.- ¿Cuándo hiciste eso? ¿Cómo?

- Los puse hace días. En casi todos tus abrigos y chaquetas. Ordenes de Abe- contestó con la misma voz carente de expresión.

Mikhail estaba aún muy adormecido por el encuentro con Sonya. Decidí no presionarlo más con el asunto de los GPS. Estaba enojada: Si. Pero al final de cuentas los benditos aparatos habían salvado nuestras vidas.

Victor estaba sentado en asiento del copiloto. A Robert lo habían sentado en otro de los coches. Dimitri seguía a mi lado y a mi otro costado estaba Nikolay. Yo había pedido que se quedara conmigo para evitar peleas con los otros Dhampirs que se sentían igual de engañados por su pasada traición.

- Gracias- dije en voz baja- Por venir a rescatarnos. Otra vez.

Dimitri me dio una media sonrisa, pero sabía que en sus ojos estaban las palabras “Te dije que no vinieses”. Di gracias por su silencio.

Cerré los ojos y apoyé la cabeza en el respaldo. Me sentía segura allí, a pesar de que Victor era un psicópata y Nikolay todavía estaba a prueba. No importaba. Tenía a mi otro lado a alguien a quien le confiaba mi vida a ojos cerrados, tal como los tenía en ese momento. Las punzadas de dolor seguían tirando de mí,  hasta hacerme quedar perdida en el sueño. Sueños en donde una chica igual a mi me devolvía la mirada con ojos bordeados de rojo.






Capitulo 34

Llegamos al hotelito sin mayores contratiempos, exceptuando el momento en que tuvimos que detenernos debido a que Jill se sintió mareada, por lo que todos los coches aparcaron a horilla de carretera para permitirle bajar, junto a los Dhampirs de guardia, y que así  pudiera tomar aire fresco y estabilizarse.

Al llegar, en la recepción del hotel se encontraba todo el resto del grupo, mirando hacia la puerta con cara de angustia y nerviosismo.

Lissa tuvo un serio debate entre ir primero hacia Jill o hacia mí. Con un gesto le indiqué que fuese hacia su hermana. Ella sonrío, disculpándose, y corrió a ver como se encontraba Jill. Al ver las marcas en su cuello, la cara de Lissa se contrajo y sus labios temblaron. A cambio, pasó su mano por el cabello y rostro de Jill con afectuosidad, despejando los alborotados mechones de la frente y ojos de nuestra muchacha dormida, que descansaba en los brazos de Mikhail en ese instante.

- ¿Ella está bien?- preguntó Lissa en mi dirección.

- Si, lo está. Han sido un par de mordidas, pero no pasa de eso- contesté.

Mi amiga se relajó un poco. Miró al resto del grupo que estaba de regreso y se percató de que había tres inesperados rostros entre nosotros.

-¡¿Qué hacen ellos tres con ustedes?!- Christian fue hasta ganarse a su lado y la cogió de la mano.

- Victor y su hermano se han ofrecido voluntariamente como trofeo de guerra- dije mirando a Victor.

- ¿De qué estás hablando, mi pequeña Dhampir?- preguntó Adrian- ¿Qué hay de Nikolay? ¿Por qué dijiste “ellos dos” y no “ellos tres”?

-Nikolay no es parte de los capturados. Él está aquí a prueba. Fue quien me ayudó a entrar en la casa de Victor y se decidió por nuestro grupo.

- Ya veo- dijo Adrian, mirando a Nikolay con repulsión- Así que vas de grupo en grupo, traicionando a todos. Eso es un gran ejemplo de lo mucho que vales como Dhampir.

El rostro de Nikolay se volvió de un color rojizo, desde el cuello hasta las mejillas.

- Supongo… que me merezco esos pensamientos- el Dhampir levantó la mirada hacia Adrian y luego hacia los demás- Pero puedo asegurarles que he ayudado a Rose de corazón. En esto no ha habido engaño hacia ustedes. Me gustaría ofrecer una disculpa a todos los presentes por haberles ocultado la verdad y haber actuado con segundas intenciones hace unos días. También quiero que sepan que en realidad el engaño nunca fue directo. Sólo oculté que trabajaba para Victor, pero las amistades y los comentarios personales, mi forma de ser con ustedes, todo eso siempre fue real. Así que, espero logren disculparme algún día.

Nikolay parecía un disco rayado de tanto escucharlo pedir perdón. Detuve esa línea de pensamiento al darme cuenta de que los demás merecían oír también esas mismas disculpas, así que no hice ningún comentario al respecto.  

- ¿Qué se supone que vamos a hacer con ellos?- preguntó Christian, mirando con enfado a Victor y a su hermano, y sin soltar a Lissa.

- Vamos a interrogarlos y a vigilarlos.- Miré a Victor para decir la siguiente frase a pesar de que mis palabras estaban dirigidas a responder a la pregunta de Christian- Y cuando los interroguemos ellos se mostraran realmente amables y colaboradores, si saben lo que les conviene. A menos, claro, que quieran ser envueltos y enviados en papel celofán, directo a la casilla postal del Cartero, como una hermosa ofrenda de paz.

La mirada de Victor no vaciló ni por un segundo. Se mantuvo estoico en su puesto. Esperaba que eso fuera una señal que decía que él nos diría todo lo que quisiéramos saber.

- Si les parece bien- dijo el Moroi, devolviéndome la mirada- Me gustaría ir al cuarto en el cual seremos recluidos. Mi hermano y yo nos encontramos un poco cansados después de todos los últimos sucesos. A demás, ya hay luz solar, y el agotamiento es demasiado.

Lo cierto era que todos teníamos el mismo rostro medio demacrado por el cansancio y la necesidad de dormir.

- Supongo que es razonable. Chicos- dije, dirigiéndome a unos cuantos de los Dhampirs del grupo de guardia- llévenlos a una de las habitaciones que estamos ocupando. Voy a conseguir una extra para poder mantenerlos ahí, pero mientras tanto organicen turnos de vigilancia y no los pierdan de vista. Son un par de geniecillos para escapar de hoteles a la primera oportunidad.

Estaba haciendo un verdadero esfuerzo por lograr que mi voz saliera sin el jadeo que sentía la necesidad de exhalar. El dolor se intensificaba con cada segundo que permanecía allí de pie. No había querido que nadie me ayudase desde que bajamos del coche para evitar que se preocuparan por mí. Quería que prestaran atención a Jill y que se encargaran de Victor y Robert lo más rápido posible.

Los Dhampir se agruparon en torno a Victor y Robert, dispuestos a tomarlos por los brazos para guiarlos a las habitaciones. Victor les dio una fría mirada antes de decir:

- No es necesario que nos sujeten. Podemos caminar perfectamente sin  la ayuda de ustedes. No estamos ciegos.

Robert miraba de su hermano hacia los Dhampirs, con recelo hacia estos últimos y temor hacia todo lo que estaba sucediendo. Los Dhampirs los encaminaron hacia los ascensores, hasta que se perdieron de vista por el pasillo.

- Mikhail, ¿podrías llevarla a mi habitación, por favor?- pidió Lissa sin quitar los ojos del rostro sereno de Jill.

Mikhail se limitó a asentir con la cabeza. Todavía mantenía la mirada perdida en un lugar lejano.

- Su madre ha llamado varias veces- dijo Mía, quien lanzaba miradas preocupadas hacia  Jill- Como no sabía de qué manera manejar sus preguntas, mentí. Le dije que teníamos una fiesta de chicas en la habitación de Lissa y que Jill no podía contestar porque estaba en el baño…- titubeó un poco antes de seguir- No fue una buena idea porque de las cinco veces que llamó le dije lo mismo en cada una de ella… y como no sabía si podía decir el nombre del hotel en donde estamos… creo que eso la puso más histérica la última vez que llamó.


- Habrá que decírselo todo- dijo Adrian, acercándose a mí y pasando un brazo por mis hombros. Me recargué sobre él, apreciando el punto de apoyo porque estaba realmente exhausta y adolorida. La o las costillas rotas estaban cada vez peor.

- Si- dije, estando de acuerdo con él- Tarde o temprano tendremos que decírselo- y cuando fuese el momento, habría mucho más de que hablar además del secuestro de Jill- Mia, por favor, la próxima vez que la madre de Jill llame dile la dirección del hotel.

- De acuerdo- contestó Mía, asintiendo ligeramente con la cabeza.

Mikhail salió rumbó al ascensor con Jill en los brazos, manteniendo el rostro carente de expresión. Lissa salió a su siga con Christian tomado de su mano, y unos cuantos pasos más atrás Mía los seguía de cerca, acompañada de Eddie.

- Adrian- dije, tragando con fuerza- ¿Puedes ayudarme a subir hasta mi cuarto?- Necesitaba de alguien para que me ayudara a caminar. La adrenalina en mi cuerpo se había disipado por completo y ahora el dolor era abrumador.

Adrian me devolvió una mirada cargada de preocupación que se arrastró por mi cuerpo, buscando la causa del dolor que mi rostro de seguro reflejaba porque ya ni eso podía seguir disimulando.

- ¿Qué está mal?- preguntó, haciéndose cargo de más parte de mi peso contra su costado.

- Creo que me he roto un par de costillas. No me mires así- dije al ver que su preocupación y miedo iban en aumento-, no es tan grave. Sólo voy a necesitar  un poco de reposo.

- Rose…- La voz a mi espalda era reprobatoria. Dimitri no había dicho ni una sola palabra, y al parecer tampoco se había movido ni un milímetro desde que entramos en el hotel- Necesitas que un medico te atienda. Debemos saber si hay más daños internos o algo- él caminó hasta situarse frente a nosotros.

- No seas exagerado. Sólo son unas costillas rotas, y no es como si fuese la primera vez que me ocurre. No estoy escupiendo sangre, así que no hay ni siquiera que pensar en daños internos.

- Entonces por lo menos déjame cargarte hasta tu habitación- pidió él, acercándose un paso a mí y extendiendo una mano para alcanzarme.

De ninguna manera. No estaba para seguir el jueguito de damisela en apuros y el vaquero al rescate. Lo del beso y su post arrepentimiento estaba muy fresco en mi memoria. Por ningún motivo estaba dispuesta a dejarme envolver por sus brazos. Sabía que Dimitri era perfectamente capaz de soportar mi peso y llevarme con el mayor cuidado posible hasta mi habitación, pero prefería sufrir un poco más de dolor físico antes que la mortificación emocional.

- No gracias- dije- Adrian puede ayudarme a llegar a mi cama sin problemas.

- Rose, tal vez es mejor que lo haga Dimitri- ¡Dios! ¿Estaban a caso todos en mi contra?... No. Podía ver en los ojos de Adrian como sus propias palabras le molestaban y como se libraba alguna clase de lucha en su interior- Yo no podría cargarte hasta tu habitación… Si él te lleva, las punzadas de dolor serán menores.- Había tristeza al final en sus ojos. Como si le doliese no ser capaz de hacer más por mí.

Puse una mano en su mejilla y dije:

- No es necesario que me cargues, Adrian. Sólo necesito apoyarme en ti para llegar al cuarto. Puedo caminar.

Por el modo en que Adrian seguía mirándome podía notar que no estaba convencido de hacerme caso en lo que le decía.

- Rose, permíteme cargarte. Serán unos cuantos metros hasta tu habitación y ya- Repitió Dimitri otra vez, pero sin acercase más.

- No- contesté tajante y obstinada- Adrian puede hacerlo.

Adrian miró de Dimitri a mí, de un modo extraño que no supe identificar por lo rápido que la expresión desapareció de sus ojos. Finalmente puso su brazo por mi espalda, sujetándome por el costado y atrayendo mi peso hacia él.

- ¿Está bien así?- preguntó Adrian, mirando hacia nosotros y verificando que estuviera haciéndolo bien en sujetarme. Su rostro lleno de ansiedad.

Me dolía un poco, pero era soportable.

- Perfecto. Casi ni siento que me duela algo- Sonreí un poco para calmarlo y pasé mi brazo alrededor de su cintura para estabilizarme más- ¿Vamos?- le pregunté y luego me giré para ver a Dimitri- Nos vemos luego.

Dimitri me devolvía la mirada con los labios apretados, el rostro sin expresión y los ojos brillantes con algo similar al enfado.

Adrian me ayudó a caminar hasta el ascensor, dejando en la recepción a Dimitri solo.

- ¿Estás segura de que prefieres que te ayude yo? Sigo pensando en que es mejor que te carguen hasta tu habitación…- dijo Adrian mientras con su mano libre apretaba el botón para llamar al elevador.

- Muy segura- dije con convicción- Estoy perfecta así.

Adrian se quedó estudiando mi rostro por un rato.

- Bien- dijo, apartando la vista y mirando hacia los números sobre la puerta del ascensor. Su rostro seguía igual de ansioso. Su voz había sonado algo fría en comparación a su modo habitual. Algo había visto en mi semblante y no le había gustado.

- ¿Qué pasa?- quise saber, temerosa de todos modos de escuchar lo que esperaba no se reflejara de mi fluctuante estado emocional.

- Nada. Estoy preocupado por ti- contestó él, mirándome nuevamente. Claro que había verdadera preocupación por mí en sus ojos, pero además se sumaba tristeza por algo más.

El sonido del elevador anunciando su llegada nos sacó de nuestro pequeño ensimismamiento. Adrian me ayudó a dar los pasos necesarios para ingresar al pequeño espacio y luego presionó el número del piso al cual nos dirigíamos.

Cuando estuvimos en la habitación, Adrian me depositó sobre la cama con cuidado. Me senté y luego el levantó mis piernas para que pudiera quedar recostada sobre el colchón. Probamos con unos cuantos almohadones en la espalda, encontrando que sólo lograban hacerme sentir peor por el dolor que nacía al intentar respirar en esa posición. Finalmente quedé con una sola almohada tras la cabeza.

Cerré mis ojos y sentí una tibia caricia en la mejilla. La mano de Adrian se encontraba allí, y él mirándome desde arriba con el ceño fruncido.

- Voy a llamar a Lissa para que arregle esto- dijo mirándome seriamente. Levanto su mano para alejarse de mí, pero alcancé a sujetarle por la muñeca.

- No- pedí.- No llames a Lissa para esto. La dejara agotada y me gustaría que reservara esas energías para algo de mucha mayor utilidad que un par de costillas rotas- Porque si las cosas salían como debían salir, Sonya Karp podría ser una Moroi nuevamente y Lissa era quien lograría el milagro.

- No puedo ver como tu rostro se contorsiona por el dolor, Rose.- dijo Adrian, acariciando mi frente y mejilla con sus dedos. Se quedó pensando un rato, en silencio, y mirándome aún. De repente habló otra vez- Tal vez pueda hacerlo yo- Sus ojos brillaron. Se sentó al lado en mi cama y levantó mi camiseta para poner sus manos sobre mi costado adolorido.

- Adrian… no es necesario que gastes tu Espíritu en mí de este modo. Lo tuyo son los sueños, no la sanación- Puse mi mano sobre las suyas y le di un ligero apretón.

- Déjame intentarlo, por favor- pidió- Hemos seguido practicando con Lissa y han habido algunos avances… No puedo asegurar que sanen por completo, pero puedo aliviar algo aunque sea.

Miré directo a esos hermosos ojos verdes y vi tanta determinación y esperanza que no pude negarme. No quería que se agotara por mi culpa, pero sabía que dejarlo intentar sanarme significaba más para él que para mí. Era una forma de probarse a si mismo y yo no iba a ser quien se lo impidiera.

- Adelante entonces, doctor Ivashkov.

Adrian sonrío y acarició con ternura la piel en donde sus manos se encontraban. Dio una larga inhalación y cerró los ojos.

Al principio no sentí absolutamente nada más que el contacto tibio de sus manos sobre mi piel. Poco a poco una sensación de calor fue abarcando la zona en donde sus manos estaban puestas. Una clase de irradiación en ondas.

Abrí mis ojos y lo encontré a él con sus ojos firmemente cerrados. Los abrió segundos después, expulsando el aire con agotamiento mientras sus hombros se encorvaban hacia adelantes reflejando su situación. Su sonrisa esquinada apareció a pesar de todo.

- Creo haber logrado algo- dijo mirándome.

- ¡Lo hiciste!- dije, levantándome recuperada casi completamente. Aun me molestaba un poco, pero el dolor había desaparecido casi por completo. De seguro las costillas estaban casi soldadas.- ¡Gracias!- Pasé mis brazos por su cuello para abrasarle apretadamente. Él me devolvió el abrazo, aunque su agarre fue menos efusivo.

Me separé para poder mirarle a la cara. La sonrisa aun permanecía en sus labios, pero era más bien una parodia de sus sonrisas habituales.

- ¡Ey! Si que has hecho avances. Pronto serás igual de bueno que Lissa- Quería animarlo. Por alguna razón parecía muy triste ahora y eso me estaba asustando- ¿Qué pasa, Adrian? ¿Te sientes mal…? – Tomé su rostro entre mis manos, preocupada porque el exceso de energía del Espíritu que había utilizado en mi le hubiese afectado de mala manera.

Hice que me mirara directamente, examinando sus pupilas. Adrian puso sus manos sobre las mías, apartándolas de su cara pero manteniéndolas sujetas. Acarició distraídamente el dorso de mis muñecas con los pulgares y me devolvió la mirada.

- Rose, mi pequeña Dhampir- sonrío con pesar otra vez- creo que es mejor que desde ahora nos distanciemos un poco.

Abrí los ojos desmesuradamente, sin creer lo que me estaba diciendo.

- ¿Adrian?

Adrian tragó, bajando la vista por un momento y dijo:

- Creo que es mejor para los dos que seamos sólo amigos y que tengamos un tiempo para reconsiderar lo que hay entre nosotros.

Esto no podía ser cierto. A pesar de haberlo pensado mil veces, de saber que no merecía a Adrian y que debería dejarlo ir debido a todas mis inseguridades, no estaba preparada para oírlo decir lo que en estos momentos estaba escuchando.

- ¿Por qué?- pregunté estúpidamente. Quería preguntar si es qué había hecho algo mal… pero yo sabía la respuesta a eso. Lo había hecho todo mal. Todo el tiempo. Aun así otra pregunta salió de mis labios. Me maldije luego interiormente por hablar y por ser una egoísta.- ¿Ya no me quieres?, ¿Es eso?- De algún modo esperaba que dijera: “Si, Rose, ya no te quiero de este modo. Vamos a dejar las cosas como están y seamos amigos”, porque si esa era su respuesta al menos sabría que él hacía las cosas por él y no por mí. Porque él quería y necesitaba buscar la felicidad en otro lugar y no porque yo fuese la causante de su dolor.

- Te quiero como no he querido a nadie en la vida- contestó, levantando la vista hasta mis ojos, haciendo que los míos comenzaran a arder con lagrimas contenidas- Pero sé lo que está pasando y no puedo seguir haciendo la vista gorda ante eso- Miró hacia un costado, apartando sus ojos de mi-  Y sé también que tú no vas a decirme que terminemos porque aunque digas que no, te sientes muy comprometida hacia mí como para terminar conmigo.- Regresó sus ojos a los míos y continuó- Así que, pienso que este es el mejor modo de hacer las cosas. Esta decisión será mi responsabilidad.

Adrian no dijo lo siguiente, pero yo sabía bien que es lo que quería decir: “Y así no tendrás que sentirte culpable por terminar nuestra relación”

- Adrian, por favor…- No sé porque tenía el impulso de insistir a pesar de saber que Adrian estaba en lo correcto. Continuar con él sólo traería más dolor a larga. Aún así mi corazón se había trisado. Yo amaba a Adrian, sólo que no del modo en que el merecía ser amado.

Adrian se me acercó y beso mis labios con una ternura que logró hacer que mis lágrimas no pudieran mantenerse más en su lugar.

Se apartó de mí y mantuvo los ojos cerrados por unos segundos más. Se puso de pie, beso mi frente y caminó hacia la puerta. Sin darse la vuelta dijo:

- Si necesitas cualquier cosa, llama a mi cuarto y estaré aquí en un minuto.

- Si- dije, casi en un susurro.

Adrian acortó el espacio y abrió la puerta. Salió y cerró con cuidado, dejándome sola, sentada en la cama con la vista clavada en las cristalinas gotas que habían caído sobre las manos en mi regazo.

Mi ex – novio no me quería y se sentía culpable y arrepentido por besarme. Mi nuevo-ex novio tenía el corazón destrozado por mi culpa y terminó conmigo porque yo era tan cobarde que no podía hacerlo por mi cuenta.

Mi vida era un asco y yo me había convertido en un desecho de lo que era. ¿Dónde estaba la fuerte Rose Hathaway cuándo se le necesitaba?  “Escondida debajo de la cama” dijo una vocecilla en mi interior “Escondida, asustada y confundida”

Bien. Ya era momento de decirle que la hora de jugar a las escondidas se había terminado. Era hora de hacer lo que había que hacer.




Capitulo 35

Cuánto tiempo estuve sentada mirando hacia la puerta… no lo sé. Cuánto tiempo demoré en procesar lo que había ocurrido… menos. Cuánto tiempo demoraron en tocar a mi puerta para molestar… nada. Por lo menos eso me parecía a mí.

- ¿Rose?, ¿Rose, puedo entrar?- La voz pertenecía a Eddie. Me extrañó que fuese él quien tocara a mi puerta, pues no solía venir a mi cuarto prácticamente nunca. De eso ya se encargaban Mikhail, Nikolay, Dimitri… y Adrian. Supongo que él ya no vendría más.

- Pasa- dije, frotándome la cara para despejar un poco mi entumecimiento.

- ¡Hey, Rose!- Eddie me miraba sonriente. Él no había ido a la mansión de Victor ya que había quedado al frente del grupo encargado de proteger a los Moroisen nuestra ausencia, asío me lo había informado Dimitri en el trayecto de regreso al hotel cuando pregunté por él. Por lo mismo no estaba enterado ni de mis ex -costillas rotas, ni de nada más de lo sucedido en nuestro encuentro con los Strigois y Dhampirs de Victor, como casi todos los demás.

- ¿Qué pasa?- Intenté sonreír de regreso, pero no funcionó.

- Venía a contarte algo, pero…- Su sonrisa se fue borrando de su rostro hasta convertirse en un ceño fruncido- ¿Estás bien? Te ves un poco… mmm… demacrada.

Lo miré como si la respuesta a sus palabras fuese evidente. Como si la culpa de todo la tuviesen los últimos acontecimientos y no el hecho de que me sentía más sola que nunca.  Justo o no, así era como me sentía.

Meneé la cabeza para despejarme y le dije:

- Lo siento, es que estoy todavía un poco cansada. No he podido dormir desde que llegamos… supongo que es por culpa del estrés a causa de todo lo que ha estado ocurriendo. Me preocupa cómo se va a tomar las cosas la madre de Jill cuando hablemos con ella- No estaba mintiendo. Realmente estaba preocupada por el cómo reaccionaría la señora Mastrano cuando se enterara de que su hija había sido secuestrada… y cómo iba a reaccionar cuando supiese que nosotros ya sabíamos quién era ella y que historia se ocultaba en su pasado.

Eddie me seguía inspeccionando con la mirada.

- ¿Estás segura que eso es todo? Te he visto estresada varias veces, pero esta no es la cara que tienes cuando eso pasa. Te ves agotadamente distinta ahora.

Eddie era un gran amigo, y al parecer, más perceptivo de lo que imaginaba.

- De verdad, Eddie, es sólo cansancio- Intenté sonreír otra vez y funcionó mejor. Posiblemente porque la sincera preocupación de mi amigo me reconfortaba un poco-. Ahora dime a que se debe tu visita a este humilde aposento.

Las mejillas de Eddie comenzaron a colorearse y tragó compulsivamente como si estuviera a punto de atorarse con algo.

- ¡Oye, tranquilo!- dije casi riendo ante el inusual ataque de nerviosismo. Esto de seguro escondía algo realmente bueno-. ¿Qué pasa? ¿Ya no quieres contarme?- Si bien no me hacía olvidar lo que había ocurrido minutos u horas antes -quien sabe, había perdido la noción del tiempo-, estaba logrando mejorar considerablemente mi estado de ánimo.

Eddie se aclaró la garganta y miró hacia sus pies, igual que un pequeño y tierno niño tímido.

- Sabes que desde que Mason se fue… bueno, nosotros siempre hemos sido amigos. Tú y yo, quiero decir. Pero, la perdida nos ha hecho más unidos… creo.

- Claro- dije en un murmuro, recordando a Mason y lo mucho que solíamos divertirnos juntos. Él había sido mi novio por un breve periodo, y su muerte fue un duro golpe tanto para Eddie como para mí. Nuestra relación no estaba destinada a durar a largo plazo, pero eso no significaba que yo no valorara la amistad que teníamos desde antes. Otra prueba más de que era un desastre en el plano amoroso.

- Bien…- dijo Eddie, sin mirarme aún- Pues… por lo mismo fue en ti en quien pensé en salir primero a contarle.- Carraspeó otro poco más- Eh… voy a sonar como un niño de 13 o años, o algo así, pero… estoy realmente… feliz. Creo que esa es la palabra que mejor define el cómo me siento…

- Ajáaa…- Lo miré significativamente, para que continuara hablando.

- Me está costando un poco, y no sé por qué. Realmente no es que tenga mucha importancia. Bueno, sí la tiene. Es importante, supongo- Más saliva pasó por su garganta- El asunto es que hace un rato… yo… me quedé platicando con las chicos en el pasillo. De repente sólo estábamos Mía y yo, y los demás habían desaparecido- Comenzó a hablar aceleradamente de aquí en adelante, pero ya no era problema porque en cuanto el nombre de Mía salió a relucir yo ya intuía hacia donde se dirigía el final de esta historia- Entonces, de la nada una cosa llevó a la otra. Conversamos de todo y de nada y no sé cómo, ni de donde terminó saliendo el impulso y la determinación, pero le dije lo que pensaba de ella y lo que sentía y ella simplemente me besó.- Se detuvo como si el impacto de ser besado por Mía lo hubiese sacudido otra vez- Ella me besó y luego nos abrazamos. Todo fue… surrealista. Aun no me lo creo…- Miró hacia mí con cara de… enamorado. Yo no sé porque parecía tan sorprendido de que Mía se hubiese fijado en él. Eddie era un chico lindo, bueno, valiente y un leal amigo. Era una de las mejores personas que conocía y estaba segura como el demonio de que se merecía más que nadie ser feliz- Dijo que sentía lo mismo y que estaba feliz y aliviada de que yo sintiera lo que siento por ella. Dijo que había estado asustada de haberme espantado con todas las señales que dio… pero eso no lo entendí, ¿Qué señales?- ¡Dios mio! Hombres… Eddie podía ser muy perceptivo para algunas cosas, pero para otras… ¡uf!- Lo que quiero contarte es que… estamos juntos. Juntos-juntos, como siendo una pareja. Incluso tal vez pida un trabajo en la corte para poder quedarme cerca de ella cuando regresemos a América- Concluyó con una sonrisa radiante de verdadera ilusión.

Y vaya si sabía yo lo esperanzado que uno podía ponerse en una situación como la suya. Yo misma me había visto en algún minuto de mi vida meses atrás haciendo planes similares a los suyos. Una vida en la Corte junto a mi mejor amiga y al amor de mi vida. Planes. Sueños. Nada más… Por lo menos para mi.

Me levanté de la cama y pase mis brazos por los hombros de Eddie para darle un apretado abrazo. Él me lo devolvió de igual forma. Mi intención era demostrarle lo feliz que me sentía por él y su nuevo futuro, pero me encontré refugiándome en su abrazo como un consuelo a mi propia pena.

Sé que Eddie notó el cambio en el agarre de mis brazos, pero no me soltó. Por el contrario, me atrajo con mayor fuerza hacia él, como un hermano protector. Reprimí el sollozo que luchaba por salir de mis labios. Estaba hecha una verdadera patética. Llorando por todo. De seguro era algo hormonal…

Pasó un rato antes de que me apartara de Eddie.

- De verdad que estoy feliz por ti, Eddie. Por los dos.

- Lo sé- dijo él, mirándome detenidamente- ¿Estás segura de qué estás bien?

- Si. Estoy hecha una sentimental, eso es todo.

Eddie volvió a darme una mirada que decía: “Vale. No te creo nada, pero no voy a insistir más”.  Puso una mano sobre mi brazo, dando un pequeño y afectuoso apretón.

- Si necesitas hablar con alguien, sabes que siempre puedes contar conmigo. Aunque supongo que Lissa es mucho mejor escuchando que yo- dijo, dándome una sonrisa alegre y positiva.

Lissa… Quería contarle a ella todo lo que desde hace días venía sintiendo y viviendo. Todo lo que había ocurrido estando en Siberia y, sobre todo, quería decirle lo que había sucedido horas a tras entre Adrian y yo. Pero no podía cargar a mi amiga con mis problemas sentimentales. Ella ya tenía suficiente con preocuparse de tener una nueva hermana, que para sorpresa de todos había resultado ser Jill, y a quien habíamos rescatado tan sólo un rato atrás. Yo no iba a someterla a más pesares, por mucho que deseara desahogarme con mi mejor amiga, por mucho que necesitara con fervor un consejo que me ayudase a comprender lo que me estaba ocurriendo y quisiera salir a flote.

- No te preocupes. Si necesito ayuda ya sé dónde buscarla- contesté al final.

- De acuerdo- Eddie repitió el apretón y luego se alejo algunos pasos caminando de espaldas hacia la puerta- ¡Ah!, por cierto – se detuvo abruptamente y me dio una mirada examinadora- Tenía la misión de saber cómo se encuentran tus costillas… - me dio otra mirada de seño fruncido e incomprensión- , pero te veo bastante bien físicamente… No entiendo porque Dimitri me envió a chequearte.- eso fue como una reflexión.

- ¿Te dijo por qué tenías que preguntar por mis costillas?- quise saber.

- No. Sólo me pidió que viniese a ver como estabas.

Medité eso por un momento. Dimitri sabía que yo no deseaba que nadie más se enterara de mi fractura, pero era extraño que no hubiese hecho ningún comentario más al respecto, o haber buscado o insistido en solicitar ayuda médica…

- Estoy bien. Así que si lo ves infórmale que necesito que nos reunamos todos para nuevas indicaciones. El interrogatorio de Victor debe hacerse a la brevedad.

Eddie asintió con la cabeza y antes de salir de la habitación, dijo:

- Se lo diré ahora mismo.






Treinta minutos más tarde todos los Dhampirs estábamos en la habitación de un Mikhail sumamente silencioso y meditabundo. A pesar que el espacio era amplio, nos encontrábamos casi apiñados entre las cuatro paredes.

- Muy bien chicos, esto es lo que vamos a hacer- comencé a decir-: Victor se quedará algunos días con nosotros y una vez que regresemos a América, lo que supongo será en aproximadamente 3 días, vamos a enviarlo a donde pertenece, es decir, a la cárcel- Varios asintieron en aprobación- Pero, mientras tanto, tendremos que hacer turnos de vigilancia dentro y fuera de la habitación que comparte con su hermano. También, algunos, deberán rondar el exterior del edificio por si a nuestros huéspedes se les ocurre experimentar con el descenso en paredes. ¿Alguna pregunta antes de continuar?- pregunté por si acaso.

Un Dhampir del grupo se aclaró la garganta y dijo:

- ¿Qué hay de Nikolay?...- Miró de reojo al susodicho, que se encontraba cerca de mí afirmado en una pared lateral.- Es decir… ¿Él participará de las rondas y de las actividades como miembro del grupo de guardias, o qué?

Yo no había pensado mucho en el asunto de Nikolay. Le había dejado regresar a modo de prueba, pero no tenía claro que funciones iba a desempeñar los días que aún nos quedaba por permanecer en Siberia.

- Nikolay trabajará directamente conmigo- habló Dimitri, contestando a la pregunta del Dhampir. Pude notar que muchos de los presentes parecieron aliviados con la respuesta. Imaginé que se debía a que aún no confiaban en Nikolay, pero aún así estaban conscientes de que él  poseía capacidades mejores que las del promedio, por mucho, y que por ende sentían algo así como temeroso respeto por lo que podía o no hacer.

- ¿Están de acuerdo?- No esperé a que contestaran y proseguí- Bien, así será. Tú te harás cargo entonces- dije mirando directamente a Dimitri, quién me devolvió una mirada cargada de algo que no logré comprender. Aparté la vista, pues no estaba para analizar nada más en esos momentos- Dividamos las parejas de trabajo para comenzar con las guardias. Luego necesito que un par de ustedes se quede conmigo para entrar a interrogar a Victor- Miré a Nikolay y dije:- Nikolay, tú y Dimitri se quedan también.

Nikolay sonrió cansadamente y se acercó para hablarme mientras los demás Dhampirs se agrupaban en sus propios asuntos, dividiéndose el trabajo. Dimitri se paró frente a mí, cortando el camino de Nikolay, quien se quedó de pie a unos cuantos pasos de distancia.

- Tenemos que hablar- sentenció Dimitri con voz firme y mirada severa.

- Si es de trabajo, adelante.

- No es de trabajo- dijo él, sin inmutarse, pero en un tono más bajo para que nadie pudiera escuchar lo que hablábamos.

- No tengo tiempo para estupideces.

- Rose-pidió- De verdad, tenemos que hablar.

- Ahora no quiero hablar contigo. Por favor, dame un respiro, ¿quieres?

Me miró con tristeza, como si sintiera…  lastima por mí, o eso me pareció. Lo odié por eso.

- Esta bien- dijo Dimitri- Pero no dejaré de insistir. En algún momento debes dejar que te diga algo de real importancia.

Ya cansada, contesté:

- Bien, bien. Lo que sea… pero más tarde.

Dimitri sólo se me quedo mirando. Así sin decir más. Recordé lo que Eddie me había dicho antes y pregunté:

- ¿Por qué no le dijiste a nadie más lo de las costillas rotas? Se me hizo extraño que no hubieses enviado a un arsenal de médicos a mi habitación. No es que este desconforme con tu manera de actuar, por el contrario, pero…

- No dije nada porque imaginé que Adrian se haría cargo, ¿No fue así?

Lo miré detenidamente antes de volver a hablar.

- Si, lo hizo- Una corriente de tristeza me recorrió al recordar lo que vino luego de que Adrian utilizara sus poderes en mí- Lo hizo a pesar de que la sanación no es su fuerte.

- Adrian sería capaz de luchar contra un Strigoi con tal de protegerte. Es algo que no puede ignorarse- lo dijo de un modo que daba entender que Dimitri respetaba a Adrian por ello.

- Adrian es un chico que intenta pasar por un cretino la mayoría del tiempo con la mayor parte de las personas, pero los que tienen la suerte de conocerle saben que en  realidad es… una de las mejores personas que existen en este mundo. Él es realmente especial.

- No lo conozco tanto como tú, por lo que deberé de confiar en tu palabra- Levanté la vista, que había clavado al suelo mientras hablaba un segundo atrás. porque la voz de Dimitri había pasado de un tono confiado a uno débilmente inseguro. Como si algo le hubiese desequilibrado de algún modo.

- Estamos listos- anunció uno de los Dhampirs del grupo de guardia.

- Perfecto. ¿Quiénes van conmigo entonces?- pregunté, agradecida de haber salido del trance en el que estaba a punto de caer por la conversación con Dimitri.

Dos de los Dhampirs que se encontraban cerca de la puerta dieron un paso al frente para presentarse.

- Bien, ¿La primera guardia para cada uno de los puestos está también ya establecida?

- Si- dijo Mikhail.

- Muy bien. Cada uno a su puesto y buen trabajo a todos. Nos vemos en unas horas para el cambio de turnos.

Mikhail pasó por mi costado. Alcancé a detenerle poniendo una mano en su antebrazo.

Miré a Dimitri para que nos diera algo de espacio. Él asintió y fue a situarse cerca de Nikolay. Me dio la impresión de que incluso comenzó a hablar con él.

- Mikhail- dije, esperando a que el Dhampir me mirase a los ojos- Lo que ocurrió hace algunas horas era algo esperable, pero no significa que nos daremos por vencidos. Estoy segura de que a Sonya le han llegado de algún modo tus palabras y de que tenemos oportunidad de salvarla.

Mikhail me miró al fin, con una tristeza en los ojos que casi me hace retroceder de dolor.

- ¿De verdad lo crees? Porque yo… yo, no estoy seguro de que pueda hacerla regresar. – Mikhail miró por sobre mi cabeza, hacia la nada- Tú, mejor que nadie, puedes comprender el dolor que ha significado ver a Sonya de ese modo… ella era una mujer dulce y preocupada. Incapaz de infringir dolor a alguien y ahora… ahora es…

- Ella está enferma, Mikhail. No es realmente Sonya, aunque se vea como ella. Sonya esta en ese cuerpo, aislada en algún rincón. Si la encontramos otra vez podemos retenerla y lograr convencerla… Y si no la convencemos, pues entonces la traeremos de regreso a la fuerza- dije obstinadamente, esperando subir el ánimo de mi amigo.

- Rose, ella dejó que la transformaran en Strigoi… tal vez ella es realmente feliz viviendo de ese modo. No sé si es lo correcto regresarla.

- Mikhail- hice más firme mi agarre en su antebrazo-  Puedo apostar lo que quieras a que en su interior, Sonya, esta arrepentida, y que una vez este de regreso como una Moroi, va a estar agradecida de que la hubiésemos encontrado.

Los ojos de Mikhail brillaron en una mezcla de emoción. Por suerte pude encontrar en una parte de esa luz la cuota de esperanza que esperaba volviera a renacer en él.

- No hay nada perdido, Mikhail. Vamos a encontrarla, y Sonya estará de regreso con nosotros, sentada a tu lado en el avión cuando regresemos a América.

- Así lo espero. De verdad que lo espero con toda el alma.

- Y así será. No lo dudes.  Pondré mi propia vida en ello- Y claro que lo haría. Porque si mi propia experiencia no había terminado como un cuento de hadas, me haría cargo que la historia no se repitiese con Mikhail y Sonya. Ellos dos tendrían su segunda oportunidad costase lo que costase.

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