sábado, 1 de enero de 2011

Capítulo 41, 42, 43 y 44

Capitulo 41


¿Qué se supone que una chica puede hacer cuando tu padre te advierte de que un vampiro sin escrúpulos quiere convertirte en una clase aún peor de no-muerto? Sinceramente, hay días en los que la vida apesta. Y este iba a ser uno de ellos, por descontado.

Luego de la reveladora llamada con Abe, las cosas se pusieron algo aceleradas. Sonya estaba de regreso entre el bando de los buenos; teníamos al segundo heredero de la línea de sangre real Dragomir; y aún seguíamos todos con vida. Un gran y maravilloso milagro.

El asunto era salir de Siberia con la mayor rapidez posible y sin llamar demasiado la atención en el intento.

Aún estaba el asunto de encontrar al verdadero responsable de la muerte de Tatiana, pero tal y como estaban las cosas, no teníamos ni el tiempo ni la ventaja para incursionar en esos caminos. La mejor opción era desaparecer de este lado del planeta por un buen y prolongado tiempo.

Oksana y Mark ya habían regresado a su hogar y nosotros estábamos arreglándolo todo para regresar a Krasnoyarsk, tomar las avionetas de Abe y largarnos de una buena vez de regreso a América. Mi caritativo padre había enviado un par más para poder llevar a todo nuestro numeroso grupo de vuelta a casa.

- ¿En cuánto tiempo más podremos salir?- le pregunté a Nikolay, que en ausencia de Mikhail (quién en ese momento se encontraba conteniendo emocional y físicamente a Sonya en su estado post-regreso), se estaba haciendo cargo de todo el grupo de guardianes y, por ende, de todo lo relativo a nuestros traslados.

- En cuanto las avionetas estén en condiciones –contestó él-. Las están abasteciendo y asegurándose de que todo vaya en orden.

- Dame un tiempo estimado, por favor.- le pedí.

- Poco. Comenzaron con la revisión hace algo más de una hora, así que en unos 15 min. podríamos ir abordando.

- Muy bien. Hay que reacomodar nuestros puestos. No podemos enviar a Mikhail con Sonya en ese estado por tierra. Ellos deberán tomar el asiento de alguno de nosotros en las avionetas.

- Tendrán que ser un par de guardianes. Ninguno de nosotros puede arriesgarse a ser reconocido si es necesario detenerse en el coche para cargarlo con gasolina o cualquier otra cosa – Mikhail frunció el ceño-. Estoy casi seguro de que el Cartero tiene hombres siguiéndonos y asentados en varios lugares a la espera de atraparnos.

Y yo no lo dudaba. Las palabras de Abe resonaban en mi cabeza, logrando que lo poco que había comido hasta entonces se revolviera pesadamente en mi estomago. Después de colgar el teléfono no había podido evitar recordar los rostros de varios de los Strigois con los que me había enfrentado. Una imagen en particular se había instalado en mi cerebro, una en donde podía verme a mí misma con los ojos bordeados de rojo, la piel de tiza y una boca con colmillos… llena de sangre.

Aparté esos pensamientos con dificultad y me concentré nuevamente en lo importante.

- Has lo que sea necesario.

- Que arriesgada - Nikolay movió sus cejas con picardía y simuló una sonrisa malvada - Eso me da mucho margen de acción

- Cualquier cosa que no involucre desnudos, alcohol y drogas- le contesté mirándolo lo más seria posible.

- Te has vuelto una mujer muy aburrida, Rose Hathaway.

- Y por ahora me siento orgullosa de ello. Ya hablaremos de tus márgenes de acción cuando hayamos terminado con todo esto.

- Me encantará hablar de cualquier cosa que involucre fiestas… o desnudos y “Rose” en la misma frase- sonrió de manera casi deslumbrante.

- Sigue soñando, amigo- y con eso me di media vuelta y lo dejé para que siguiera organizando las cosas.

- ¡Todo chico tiene derecho a soñar!- le escuché decir mientras caminaba. No pude evitar sonreír ante la alegría que Nikolay siempre parecía irradiar.

Seguí caminando hasta salir al pasillo abarrotado de gente. La verdad era que el piso completo estaba lleno de nosotros. Algunos de los guardias se habían ubicado en ambos extremos del pasillo para vigilar que nadie pasase por allí ni por casualidad. Como el hotel, y la ciudad en sí, eran bastante pequeños, parecía ser que nuestro grupo era el único conjunto de almas por el lugar.

Caminé hasta llegar a la que se suponía era mi habitación. La puerta ya estaba abierta, pero no me molesté en preocuparme que tal condición fuese muestra de un robo o visita sorpresa. Todas las puertas del pasillo se encontraban de la misma forma. Todos entrado y saliendo. Ocupando las habitaciones para descansar, conversar con algo más de privacidad o buscando a alguien a quien se le necesitaba en la habitación contigua.

- ¿Nos vas a contar lo que Abe te dijo?- Lissa estaba sentada en el borde de la cama con Christian a su lado. Miré alrededor y tuve la sensación de haber caído en algo similar a una emboscada. Todos mis amigos estaban allí. En un sillón también se encontraba Jill, Mia y Eddie. Sidney estaba sentada en una sillita cercana y, junto a la ventana abierta, estaba Adrian, fumando un cigarrillo y observándome, con curiosidad igual que los demás.

- Nada importante…- contesté, intentando mirar hacia cualquier lado, menos poniendo la vista en alguno de esos pares de ojos que me escudriñaban.

- ¿Qué tiene de interesante la lamparita de esa mesa, pequeña Dhampir? –yo sabía claramente a qué mesa se refería-. La estas mirando como si le fuesen a salir tentáculos de un momento a otro-dijo Adrian, acercándose un poco más al resto del grupo- Soy sólo yo, o me parece que nuestra joven guardián nos está ocultando algo.

- No creo que sólo sea tu imaginación, Adrian- Lissa se puso de pie, ubicándose frente a mí y dejándome sin otra opción que mirarla de frente- ¿Qué va mal? ¿Qué está pasando?

- Nada- repetí. Intenté sonreír de la manera más natural posible. No era necesario alarmarlos a todos con la noticia de una posible transformación en el futuro. Sobre todo porque, tal evento jamás se produciría. Antes muerta que transformada- Esta bien. Abe y yo hablamos acerca de nuestros encuentros con el Cartero. Recibí una buena cuota de furia paterna, unos cuantos sermones, que ni vienen al caso, y una orden inmediata para que todos nuestros traseros estén dentro de un par de horas en una avioneta de regreso a América.- Como lo que estaba diciendo era verdad, sólo que había omitido un “pequeño” detalle, puede lograr transmitir una buena cantidad de seguridad en mi discurso, por lo que todos parecieron quedar conformes.

            La conversación se distendió hacia otros rumbos y los minutos fueron pasando entre risas y alegres comentarios. Los ánimos estaban altos después de todos los buenos últimos acontecimientos y la promesa de un pronto regreso a casa.

- Rose…- Nikolay entró en la habitación, mirándonos con simpatía-. Todo está listo. Es hora de ir despejando el hotel.

- Genial.- le sonreí y luego me giré para ver a mis amigos.- Ya escucharon. A sacar nuestras cosas. De regreso a Krasnoyarsk y de allí a Norte América.

Nuestra salida del hotel fue rápida y sencilla. Sin problemas al igual que el viaje.

Como todos los que teníamos que volver a América estábamos en las avionetas, no había problema en partir de inmediato a nuestra última parada.

Nikolay llamó, en cuanto aterrizamos, a los guardianes que iban por tierra para hacerles saber que ya habíamos llegado a Krasnoyars. Les repitió que en un par de días se comunicaría con ellos para enviarles sus cheques correspondientes a sus sueldos.

- Hay que esperar unos minutos para despegar otra vez- dijo Dimitri a mi lado. Nikolay también se había integrado a nuestra conversación luego de hacer la llamada a los guardianes que viajaban en coche- Deben reabastecer los estanques para no tener que hacer ninguna parada.

- En 10 min. más podremos abordar.- confirmó Nikolay.

- No me puedo cree que Victor no esté haciendo intentos por escapar- dije, mirando en dirección hacia donde el Moroi estaba. Victor observaba con preocupación y afecto a su repuesto hermano, Robert, quien a su vez no dejaba de parlotear a un Alexander que se mostraba entretenido por la charla del hombre mayor- Todo ha salido mucho mejor de lo que esperaba.

- Si… aunque aún falta encontrar al verdadero culpable de la muerte de la reina Tatina- nos recordó Dimitri, mirándome con seriedad- Cuando estemos de regreso vas a tener que mantenerte al margen de todo lo relacionado con el hermano de Lissa y esconderte mientras encontramos las pruebas necesarias para demostrar tu inocencia.

- Yo tengo un par de buenos lugares para refugiarte a ti a Adrian el tiempo que sea necesario- ofreció Nikolay con sinceridad.

- Abe se está haciendo cargo de eso- dijo Dimitri, con una severa mirada- Además, tú sigues a prueba- mirándole fijamente-. Sobre todo una vez que estemos de regreso.

- Nikolay ya ha probado ser parte de nuestro equipo- me quejé con Dimitri – no tenemos por qué seguir vigilándole.

- Puede ser- repuso él-, pero es mejor prevenir, en este caso, a vernos nuevamente envueltos en otra trampa que involucre tu seguridad… o la de cualquiera de los Moroi a nuestro cargo- agregó de inmediato.

Lo miré por unos segundos demás, procurando no dar mayores significados a sus palabras.

- ¡Eh!, ¡chicos!- gritó Eddie a unos metros de nosotros- Allí se acercan un par de avionetas. ¿Son de Abe?

Todos miramos al cielo, hacia el par de avionetas que se acercaban al aeródromo.

Mire a Mikhail, que también se encontraba cerca. El Dhampir me regresó la mirada y negó con la cabeza. Su rostro reflejaba un ligero rastro de alarma que no alcanzó a disimular.

Las avionetas no eran de Abe.

Llevé una de mis manos, disimuladamente, a una de las estacas en mi espalda. Los músculos tensionados, listos para saltar ante cualquier emergencia.

- De acuerdo… -dije-  puede que no sean nadie importante. Hasta que no aterricen, todos muéstrense relajados y despreocupados, pero manténgase listos para atacar de ser necesario.

Los Dhampirs intentamos caminar para tomar primeras posiciones delante de los Morois al tiempo que las avionetas descendían con calma en la pista, muy cerca de donde nos encontrábamos de pie.

Cuando al fin las aspas se detuvieron todos nos quedamos mirando hacia la puerta que se abría con la misma calma con la que habían aterrizado.

Oh…mierda. Mierda. Mierda. Mierda… y todas las malas palabras que podía conjurar mentalmente al mismo tiempo.

Ninguna ejemplificaba la realidad. La mala, mala realidad que se nos venía encima.

- Oh, mi dulce Rose. Hasta que nos volvemos a encontrar- la sonrisa del Moroi fue completa, revelando sus colmillos y con ojos llenos de verdadera alegría-. He estado esperando por este momento desde nuestro encuentro en el local Tormenta.

- Y yo no lamento no compartir el sentimiento- repliqué.

El Moroi río de buena gana ante mi comentario. Una risa que sólo produjo un escalofrío en mi espalda.

- Muchacha… eres la cosa más espectacular que he visto en mucho tiempo. Tenerte junto a mí será el mayor premio que pudiese obtener de todo este entuerto.

Podía sentir las miradas a mi espalda. Las preguntas que se están formulando mis amigos acerca de lo que el Cartero estaba diciendo.

Mientras manteníamos nuestra pequeña charla, a espaldas del Cartero un grupo de Dhampirs, Morois y Strigois estaban descendiendo de las avionetas. Conté mentalmente su cantidad y sentí algo de alivio al ver que no eran superiores a nosotros en número. Con la ayuda de Christian y su control sobre el fuego podíamos lograr buenos puntos a nuestro favor.

- Si accedes a venir conmigo sin resistencia, puedo dejar a tus amigos libres y sin daños. Veras que es un trato de lo más ventajoso para ti, dadas las condiciones- estaba diciendo el Moroi.

- No veo por donde tu oferta podría ser ventajosa para mí. Tú no tienes la ventaja. Creo que nos estas subestimando –le dije, elevando las cejas con superioridad.

- Mí querida, no se me pasaría por la cabeza subestimar un ingenio y fuerza como la tuya, o como la de algunos de tus acompañantes… pero no me subestimes tú a mí tampoco. No creerás que esta gente aquí a mi espalda es todo lo que tengo, ¿verdad?

Y con eso, a los pocos segundos, el sonido de ruedas sobre pavimento se fue haciendo más audible, a medida que los vehículos avanzaban. Unos cuantos segundos más y dos camionetas Escalde llegaron a un costado de las avionetas. De ellas salieron un grupo completo de Strigois. Sólo Strigois… una cantidad que nos dejaba fuera de posibilidades.

- Ahora… ¿me decías?- preguntó el Cartero con evidente fingida inocencia.

Dimitri y Nikolay se adelantaron un paso por delante de mí, mientras que Mikhail y Eddie se situaba delante de los Morois.

- Rose, ni se te ocurra acceder- gritó Lissa desde atrás.

- No vamos a dejarte ir, Rose- dijo Nikolay a mi costado.

Di una mirada hacia atrás y vi a mis amigos con rostros llenos de preocupación. Lissa y Adrian también habían avanzado algunos pasos, pero Mikhail y Eddie los retenían en sus puestos.

Dimitri, a mi otro lado, me dio una mirada cargada de mucho, pero sobre todas las emociones había una determinación inamovible que me ordenaba a mantenerme donde estaba.

- No-dije al fin- No me voy con tu asqueroso grupo, mucho menos contigo a ningún sitio.

- Ya veremos si sigues diciendo lo mismo…- El Cartero nos señaló con la barbilla y todo su sequito se nos lanzó como aves de rapiña ante carne fresca.

Los Strigois se pusieron frente a nosotros mientras unos cuantos Dhampirs y Morois se iban en contra de mis amigos. Ellos se defendían mediante la compulsión que Lissa, Adrian, Sonya y Robert podían manejar al tiempo que  Christian, Jill, Mía y Victor utilizaban su manejo sobre los elementos sobre ellos. Eddie y Mikhail se enfrentaban cuerpo a cuerpo con los Dhampirs entrenados, y Sydney y Alexander se mantenían lo más apartados que podían de todas las peleas.

Nosotros tres, más adelante, golpeábamos con nuestras estacas a la mayor cantidad posible de Strigois, pero el número y su fuerza combinada nos estaban haciendo pasar un muy mal rato.

Christian, desde atrás, nos ayudo manifestando combustiones espontaneas en algunos de los Strigois, lo que los dejó momentáneamente desorientados. Pero su turbamiento duró poco, pues mientras no fueran ellos los perjudicados, sus compañeros de batalla les importaban menos que un chicle pegado a la suela de sus zapatos.

Derribé a un Strigoi que pretendía atacar a Nikolay por la espada con una patada al costado de su cuello. Hubo un chasquido y el Strigoi cayó de rodillas sobre el cemento, llevándose una mano hacia donde le había golpeado y girándose posteriormente para ver a su atacante. Me lancé para estacarle antes de que se pusiera de pie, pero él fue más rápido, por lo que sólo alcancé a rasgarle la piel a la altura del hombro. El Strigoi siseó de dolor y elevó los brazos para cogerme entre ellos, haciendo su agarre tan firme que mis cotillas dolieron a punto de quebrarse por segunda vez en lo que llevaba del viaje. Me estaba costando mucho respirar y el Strigoi estaba aprovechando su ventaja.

Me había dejado atrapar de una manera casi estúpida, dada las circunstancias. Mi cara estaba apretada contra el pecho del Strigoi, por lo que además de no poder respirar, no veía lo que estaba ocurriendo a mí alrededor. Sentía que el Strigoi me llevaba hacia algún lugar… y no era tan difícil imaginar hacia donde.

El paseo se detuvo, junto con la firmeza del agarré. Logré mantener mi equilibrio mientras que el vampiro caía en el suelo como un costal de papas a la vez que Dimitri regresaba su mano con la estaca a un costado de su cuerpo.

No tuve tiempo de agradecerle porque…

- ¡Christian! ¡No!- Lissa dio tal grito que el corazón casi se me sale por la boca debido al pánico creciente.

Me giré para ver el preciso momento en el que un Strigoi retiraba sus colmillos del cuello de Christian, dejándolo caer al suelo, en un estado de embotamiento a causa de las endorfinas de la mordida.

Se habían dado cuenta que, dejándolo fuera de batalla, sus posibilidades aumentaban con demasía, mientras que las nuestras no hacían más que descender.

Otros cuantos Strigois aparecieron en una nueva camioneta, lanzándose contra mis amigos Morois mientras que el resto de la banda del Cartero nos retenía a punta de fuerza. Los Strigois mordieron a mis amigos, dejándolos diseminados por el suelo. Todos perdidos en mundos de fantasías.

Dos Strigois aparecieron a mi espalda, atrapándome y reteniéndome. Nikolay y Dimitri intentaron llegar hasta a mí pero, una barrera hecha de Dhampirs y Strigois los retuvo.

- Te di la posibilidad de que hiciéramos esto por las buenas…- Me dijo el Cartero mientras era arrastrada hacia donde él se encontraba- Pero, ¿Quisiste escucharme? No. ¿Ves lo que ocurre cuando la gente no quiere escucharme?

- No les hagas nada. Juro que si…

- No tienes de que preocuparte, mi querida muchacha. No voy a hacerles nada- El cartero sonrió pensativamente- No tendré que hacerles nada porque serás tú misma quien se encargue de ellos cuando todo este hecho.

Sus palabras lograron cerrar mi garganta, reteniendo cualquier clase de replica que pudiera dar.

- Métanla en la avioneta, ahora.- ordenó el Moroi, caminando detrás de mi mientras seguían arrastrándome hacia el interior de la dichosa avioneta.

- ¡Roza!- La desesperación en esa voz logró hacer que mis ojos ardieran. Esperaba que él si pudiera cumplir la promesa que tiempo atrás habíamos hecho. De lo contrario… sería yo quien le asechara.

La puerta de la avioneta se cerró y el ruido de las aspas inundó todo, alejándome de mis amigos y de mi regreso a América. Posiblemente alejándome también de mi vida completa.



Capitulo 42

Todo lo que recuerdo del viaje en la avioneta, después de que los hombres de Cartero me arrastraran hasta su interior, es haber forcejeado para liberarme del agarre de mis captores. Después recuerdo haber escuchado al Moroi dando una orden, y lo último que pude sentir fuero los afilados colmillos de uno de los Strigoi perforando la piel de mi cuello. Un dolor agudo- porque el Strigoi no se tomó las molestias de hacer para mí de la experiencia algo más agradable-, y luego el ya esperado efecto aturdidor, como de drogas circulando en mi sistema.

Supongo que debieron de morderme unas cuantas veces más porque cuando pude recobrar un poco de sentido estaba amarrada a una cama, de muñecas y tobillos, con un vestido de delgadas capas color crema…

“¿Qué demonios…?” me pregunté cuando mis ideas estuvieron más claras aún. Yo definitivamente no había llevado puesto ese vestido cuando estaba en el aeródromo. Y definitivamente no iba a ponerme a mi misma ó a pedirle a alguien que me amarrase a una cama en un acto de masoquismo.

Estando allí, pensé en todo lo ocurrido: La pelea en el haden, mis amigos siendo mordidos por Strigois, Dimitri gritando mi nombre… y yo. Capturada por el Cartero.

Entendía el por qué de mantenerme amarrada… pero ¿en una cama? ¿Y a que se debía el vestido? La asquerosa y repulsiva idea de una respuesta llegó a mí al instante.

El Moroi estaba definitivamente loco de remate.

Tiré de las amarras sin éxito alguno. Eran cadenas reforzadas y al parecer no estaban amarradas a los postes de la cama, sino al suelo. Suponía que este era de cemento firme. De seguro, muy capaz de resistir a los tirones de una reciente Strigoi.

Mi estomago se contrajo a causa del temor. Si había algo en el mundo a lo que temía, definitivamente el convertirme en uno de esos monstruos entraba primero en la lista.

La puerta frente a la cama se abrió con un golpe seco y el Cartero ingresó con un par de Morois a sus costados.

- ¡Y aquí está la hermosa novia! – Canturreó con una sonrisa que dejaba ver todos sus dientes – Díganme si no es la cosa más hermosa que han visto- Miró a sus acompañantes, quienes asintieron con la cabeza sin darme más que apenas una mirada-. Se supone que un novio no debe de ver a la novia antes de la ceremonia pero… considero que nuestra situación es especial. Así que no veo ningún riesgo en hacer una pequeña visita antes de que nuestros votos sean dichos.

- ¡Eres un jod… - no me dejó acabar mi palabra. Puso una de sus asquerosas manos sobre mi boca, aplastando con fuerza para que no pudiese morderle. Muy inteligente de su parte.

- No-no-no-no-no…- dijo y movió el dedo índice de su otra mano frente a mi cara, como si estuviera reprendiendo a un niño pequeño o a un cachorro.- Nada de quejas ni malas palabras. Deberías, desde ya, tener más respeto hacia tu futuro marido.

Sé que mis ojos debían de echar chispas. Deseaba que el odio que sentía por él fuera suficiente como para causarle  una hemorragia subaracnoidea grado V … pero ya sabía que eso era imposible. Aunque si el odio causara daños físicos, ese Moroi hubiese muerto de una manera muy dolorosa.

El Moroi sacó su mano sobre mi boca y dijo:

- Ahora vamos a hablar de otra cosa muy importante. Antes de que nuestro matrimonio se lleve a cabo, vamos a realizar el proceso de tu conversión – sonrió como si fuese una noticia que debiera llenarme de dicha-. Ya he hablado con el Strigoi que te convertirá. No tienes de qué preocuparte. Es un vampiro de toda mi confianza.

“Si, claro…” pensé. Cada segundo que pasaba escuchándolo me convencía más de que el nivel del trastorno mental del Moroi llegaba a grados insospechados. ¿Quién puede confiar en una Strigoi, por favor?

- El Strigoi llegará en unos minutos- continuó diciendo el Cartero- y haremos todo lo más rápido posible. No quiero hacer esperar a mi dulce futura esposa.
Sentí que iba a vomitar. Tuve que respirar hondo y tragar saliva varias veces para controlar los espasmos que se producían en la boca de mi estomago y en la garganta.

- Se que estas emocionada- el idiota se atrevió a decir con cara de enternecimiento y voz de complicidad, aunque yo podía ver que en sus ojos había un brillo de verdadera diversión ante mi obvio malestar. El maldito estaba disfrutando de verme allí, atrapada y sin posibilidades- Ahora voy a dejarte unos minutos para que puedas prepararte. Bueno… voy a mandar a unas empleadas para que te ayuden con lo que falta.

Se apartó de la cama y caminó hasta la puerta. Cerró con fuerza y me dejó sola en la habitación.

Volví a tirar de las cadenas, con mayor desesperación. Intenté mirar hacia los costados, encontrar alguna manera de soltarme, de salir…

¡Yo no quería ser una Strigoi! Estaba a un paso de tener una crisis de pánico. Algo que nunca en mi vida había tenido. Algo que consideraba una debilidad absoluta.

Pero allí estaba yo. A punto de ser transformada en un ser sin corazón.

Un par de Dhampirs, obviamente utilizadas como aperitivos permanentes por la cantidad de heridas y hematomas en sus cuellos y muñecas, entraron en el cuarto con lo que parecía ser el resto de los accesorios para el vestido de novia.

Se acercaron con timidez. Yo tenía ganas de golpear a cualquiera que me tocase, pero sabía que ellas no eran las verdaderas culpables de mi futura desgracia, así que me quede quieta cuando una de ellas comenzó a aplicar algo de maquillaje sobre mi rostro.

- ¿Por qué lo haces?- pregunte con voz monótona- ¿Por qué les ayudas en esto? ¿Sabes lo que van a hacer conmigo?

La Dhampir que estaba poniendo un brazalete en mi muñeca levantó la mirada hacia mí, pero no dijo nada. La que estaba poniendo el maquillaje se quedó quieta un segundo y luego se giró para guardar las cosas que había utilizado.

Comprendí que de ellas no iba a lograr nada. Me quedé callada el resto de tiempo en el que pusieron una diadema en mi cabeza y otras cosas a las que ya no les presté atención.

Cerré los ojos, con la esperanza de que todo fuese una pesadilla. Que en cualquier momento iba a despertar en una cama de hostal en Siberia.

Ahora ni siquiera sabía dónde me encontraba con exactitud.

¿Me estarían buscando mis amigos? Si… Ellos debían de estar haciendo eso. Lástima que no llegarían a tiempo para evitar lo que estaba por ocurrir.

Las puertas volvieron a abrirse y en esta ocasión el Cartero venía acompañado de más gente.  Además del par de Morois anteriores, ahora había dos Morois más y un par de Dhampirs… seguidos por un Strigoi que aparentaba tener unos 25 años.

- Ha llegado el momento- Sonrió el Cartero- Quiero presentarte a mi hermano- dijo, señalando hacia atrás, al Strigoi que lo acompañaba-. Fue convertido hace unos, ¿quince años?- ahora lo miró, para que él confirmara su aproximación de tiempo.

- Si. Quince años. Es correcto.- El Strigoi sonrió también.

- Ves, Rose. Todo quedará en familia el día de hoy. No hay nada mejor.- El Moroi se acercó hasta a mí con calma, seguido de todo el resto del grupo que se ubicó alrededor de la cama.

- Iban, por favor, procede.- Le pidió el Cartero a su hermano.

El Strigoi se subió a la cama de un salto, situándose sobre mí. Una sensación de impotencia recorrió mi cuerpo, enviando escalofríos a todas partes. Esto no podía estar sucediendo…

El Strigoi miraba el caos que se estaba produciendo en mi interior a través de mis ojos. Y yo podía ver cómo, al igual que a su hermano, todo esto le causaba una diversión sin igual.

- Voy a hacer que esto sea sumamente agradable para ti- dijo Iban, sonriendo, en un ronroneo. Las arcadas regresaron a mí con fuerza, pero las contuve e incluso pude decir:

- Eres el ser más asqueroso que he visto en mi vida. Eres patético. A puesto a que tu hermanito mayor te obligó a convertirte para que le sirvieras de peón, como todos a su alrededor. Ni siquiera tuviste la inteligencia de adelantártele. Eres tan patético que aún siendo un Strigoi sigues a sus órdenes.

Lo que le dije transformó sus facciones. Si bien la sonrisa seguía en su lugar, ya no había una diversión cruel en ella. Ahora era una mueca. No le gustaba escuchar lo que yo decía. Puede que hubiese encontrado un borde sensible en esta extraña familia.

Con suerte… ¡Sí! Con suerte podría lograr enfurecer lo suficiente al Strigoi para que decidiera matarme en vez de transformarme. Prefería eso antes que una vida así.

Decidí empujar aún más las cosas. Causar el máximo de daño antes de recibir la mordida final.

- Eres el Strigoi más imbécil de toda tu raza. ¿No te has dado cuenta? Tienes más fuerza. Podrías haber hecho lo que quisieras desde hace mucho tiempo, pero aquí estas. Siguiendo los caprichos de un Moroi desquiciado. ¿Qué clase de Strigoi eres?...

- Cállate…- dijo el Cartero en un tono bajo y amenazador.

- … Yo te diré que clase eres -continué con más rapidez-. Eres la clase de basura en la última escala de la pirámide. Eres un títere en el juego del Cartero. Eres tan jodidamente estúpido que vas a transformar a una Dhampir con entrenamiento de primera, que una vez sea una Strigoi podría acabar contigo en un abrir y cerrar de ojos… Y te prometo que lo haré. Serás polvo a la siguiente salida del sol.

El Strigoi miró a su hermano buscando una buena replica a lo que yo le decía. Parece que Iban no era tan estúpido como pensaba. Por lo menos sí había entendido el riesgo que existía en el convertirme.

- Iban…-dijo el Cartero. Su voz hecha de caramelo para su hermano- Ella será nuestra mejor arma. Una vez convertida verá los beneficios de ser mi esposa. Nuestra unión nos convertirá en los seres más poderosos del planeta. Su fuerza y destreza combinadas con la inmortalidad harán de nuestra Dhampir un ser imparable – me miró con codicia, con regocijo- Y cuando yo también me haya transformado seremos lo más poderoso del planeta. Nuestra alianza con mi socio en la Corte nos garantizará los títulos de la nueva realeza. Mi influencia, dinero y poder serán sumados a los nuevos poderes de Rose…. Será completamente maravilloso.- puedo jurar que sus ojos brillaban de emoción.

- ¿Y qué hay de mi?- preguntó Iban.- Ella será muy capaz de matarme con rapidez. Estoy al tanto de sus habilidades actuales. Si le damos el poder de un Strigoi será tan letal como lo fue Belikov… o peor.

- Hermanito, no tienes de que preocuparte – el Cartero se adelantó un paso y puso una mano sobre el hombro del Strigoi-. Rose no podrá hacerte nada porque cuando comprenda los beneficios de nuestra unión, una vez convertida, no se negará a ser parte de esta familia. Estoy seguro.

El Cartero estaba loc. ¡Yo jamás iba a aceptar formar parte de sus planes!… Yo. Yo no sería capaz pero, ¿Mi versión Strigoi? ¿Qué haría esa Rose? ¿Seguiría siendo Rose?...

Iba a ocurrir. El Strigoi iba a morderme.

- ¡Espera!- dije, mi voz alterada. Traté de controlar mis siguientes palabras- Esta ropa-dije, mirando mi vestido- ¿No es mejor que nos casemos antes? ¿No son esos tus planes? ¿Quién garantiza que luego si quiera casarme contigo?- Necesitaba ganar tiempo, a cualquier costo. Prefería firmar un papel a ser convertida.

El Cartero sonrió.

- La ropa esta perfecta para este ritual. Debes lucir hermosa para cuando regreses como mi nueva novia Strigoi- La sonrisa se desvaneció- Y cuando ya hayas sido transformada vas a aceptar más que deseosa convertirte en la señora Vasíliev.

“¿Ese es su apellido?” No sé por qué pensé en eso. El Moroi no podía llamarse “el Cartero”, estaba claro. Pero era extraño enterarme de eso a estas alturas y ponerme a considerarlo en semejante situación. Estaba en shock. Eso era. Mi mente ya no trabajaba como debía.

Iban sonrió otra vez, acercando su rostro al mío. Intenté darle un cabezazo pero él fue más rápido, sujetando mi cabeza y girándola hacia un lado para tener más acceso a la arteria en mi cuello.

- Bienvenida a la familia…- susurro en mi oído.

Forcejeé más fuerte, desesperada por deshacerme del agarre pero el Strigoi no cedió ni un milímetro.  

Clavó sus colmillos con cuidado y el veneno se distribuyó por mi torrente sanguíneo con rapidez a causa del acelerado palpitar de mi corazón.

Caí en una semiinconsciencia. Colores arremolinándose detrás de mis ojos, la vaga sensación de la presión en mi cuello y la succión de la sangre. Un temor que se desvanecía y del cual ya no lograba recordar  su fundamento.

Mi corazón daba golpes lentos… muy lentos en mi pecho. Los colores desaparecieron, remplazados por una oscuridad pesada y abrumadora que se cernía sobre mí sin que pudiese hacer algo para alejarla.

Deseaba tener a alguien a mi lado… pero no recordaba a quien. Y luego… nada. Nada absoluta en la nada de mis pensamientos.


Lo próximo que sentí fue algo tibio, salado y ligeramente metálico en mi boca. Un líquido espeso. Primero quise toser… pero me encontré necesitando más de ese líquido. Lo quería con una necesidad que nunca antes había sentido. Tragué con fuerza. Una, dos, tres veces…muchas más.

Creí escuchar una risa a lo lejos.

Y luego… nada. Otra vez nada.

Hasta las punzadas. Finas y dolorosas punzadas como agujas sobre mi piel. Un hielo tremendo expandiéndose por mi cuerpo desde mi pecho hasta mis extremidades. Avanzaba con una lentitud terrible que sólo lograba aumentar la sensación de desesperación y concentración en el dolor.

El frio se instauró, adormeciendo cada parte de mí. Una despreocupación gigante se apoderó de mi cuerpo y mente. Ya nada importaba.

Mi lazo con liza se había ido. Junto con mi preocupación por ella y por mis amigos.

“El amor”, pensé. “Que estúpido sentimiento” “¿Es un sentimiento?” Busqué en mi interior… Nada. Me estaba acostumbrando a esa sensación de vacío. Era tranquilizador no sentir nada. Aunque… si había algo. Yo quería algo. Alguien. Pero no de esa forma estúpida a la que se le llama amor. Esto era acerca de la posesión y el poder.

Rostros fueron pasando por mi mente. Avanzando como diapositivas una tras otra.

Allí. Él.

Un objetivo. Un premio. Un reto.

Abrí los ojos. Tenía que comenzar a desarrollar mi plan de inmediato.

La luz me dio de lleno. Dolió al principio pero fui acostumbrándome con rapidez. Todo era asombrosamente nítido. Olores llegando a mí… ¿Qué era eso? El sonido constante acompañado de liquido corriendo. ¿Un corazón?

Miré a mí alrededor e intenté incorporarme. Algo me sujetaba. Di un tirón algo más fuerte con uno de mis brazos, liberándome y luego hice lo mismo con el siguiente. Quedé sentada sobre una cama con las piernas extendidas.

Un Moroi me miraba sonrientemente, acompañado de un Strigoi.

Los recordé. El Cartero y su hermano Iban.

- Buenos noches, bella durmiente- dijo el Moroi-. Ya era hora de que volvieses con nosotros.

- ¿Cuánto tiempo he estado dormida?- pregunté. Mi voz era la misma, pero ahora detectaba como las cuerdas vocales se combinaban para forma el sonido. Me sentía bien. Muy bien. Genial. ¿Por qué había estado asustada?

- Dos días, aproximadamente- dijo el Cartero sin dejar de sonreír.

- Es más fuerte de lo que pensábamos que sería- dijo Iban, mirando a mis muñecas liberadas con aprensión.

El Cartero no le prestó atención. Ni yo tampoco. Yo era superior. Lo sabía y no había nada de extraño en eso.

Miré a mi alrededor y pude ver un grupo de cinco Strigois distribuidos en torno a la cama, más unos cuantos Dhampirs… Un maravilloso y sabroso olor se desprendía de ellos: Una mezcla de miedo y de sangre.

- Rose, ¿Recuerdas nuestra última conversación?- preguntó el Cartero, sacándome de mis descubrimientos.

- Si.- Yo recordaba. Miré a Iban con una sonrisa cargada de una promesa. Los ojos del Strigoi se expandieron para mi deleite. La cuota justa de temor que yo buscaba lograr.

- Muy bien- dijo el Cartero, cortando el contacto visual entre Iban y yo- Entonces es momento de hablar de negocios y planear una boda. Déjame que te cuente mis planes…




Capitulo 43

El asunto era muy fácil.

Yo sería la esposa de Yuri Vasíliev, más conocido como el Cartero, y por consecuencia tendría libre acceso a todas sus cuentas bancarias, el estatus que el Moroi ya ocupaba y, gracias a sus negocios y socios en la corte, pronto sería la reina de los Strigois.

El mundo sería mío.

Yo tendría lo que quisiera, cuando lo quisiera.

Sin consecuencias. Sin remordimientos. Sin culpa.

Así me sentía… Libre de todo y todos. El ser más poderosos sobre la faz de la tierra.

Ser la señora Vasíliev era mi mejor opción.

El Moroi había sido lo suficientemente inteligente como para asegurar su propia vida mediante un contrato que me dejaba fuera de toda herencia si él llegaba a morir antes que yo. Como sus planes eran convertirse en un Strigoi dentro de pocas semanas, ambos deberíamos vivir por siempre. Yo no podría tocarle ni tampoco permitir que nada le ocurriese.

Se podía decir que esa era parte de mi obligación marital. Mantener con vida a mi marido y ser su guardaespaldas.

Me asqueaba como el demonio tener que servirle al Cartero, pero los beneficios eran infinitamente mayores. Yo siempre podría hacer lo que me viniera en gana mientras le mantuviera seguro. Algo muy fácil de realizar para mí.

Mi fuerza había aumentado a niveles de los cueles nunca hubiera sospechado. Los olores, sabores, sonidos, colores… todo era de una nitidez que opacaba generosamente a la percepción de mis antiguos sentidos.

No sentía pena, ni miedo… ni nada. Esta era la mejor forma de pasar la vida. O la no-vida, en mi nueva realidad.

Pero había algo que rondaba en mi cabeza desde mis primeros segundos como Strigoi. Algo que me obsesionaba y a lo cual no dejaría pasar por más tiempo.

Lo había hablado con el Cartero, llegando a un acuerdo que casi lograba hacerme sentir… feliz.

Yo aceptaba ser su esposa a cambio de los arreglos antes mencionados, pero sumando a eso la condición de que yo podría tener un amante. Le transformaría en Strigoi para luego mantenerlo a mi lado.  Él sería parte del grupo de elite de la nueva realeza de nuestra especie. Mi trofeo.

Dimitri descubriría que tener un alma estaba sumamente subestimado. Otra vez.


***

Los había estado siguiendo desde hace horas.

El Cartero me había permitido dejar  las instalaciones de su mansión, por lo que yo por fin había podido comenzar a concretar mis planes.

El grupo de Dhampirs y Morois estaban alojándose en unos de los muchos hostales periféricos de la ciudad. Se encontraban todos reunidos en una sala con amplias ventanas, lo que me permitía observarles desde las ramas del árbol en el que me encontraba.

Mi objetivo se encontraba en el centro de la habitación, manteniendo una acalorada discusión con el resto de sus compañeros. Se tomaba la cabeza con ambas manos y giraba en el lugar.

Los otros le miraban con… preocupación.

“Idiotas” me dije. Su preocupación era una pérdida de tiempo. Me aburría.

Seguí mirando como todos ellos se movían. Algunos se retiraban a medida que el tiempo avanzaba. Otros permanecían allí sentados, escuchando.

Poco a poco la habitación fue quedando despejada. Sólo permanecía un pequeño grupo de cuatro.

Era el momento de hacer mi gran entrada.

Forcé con delicadeza una de las puertas traseras del hostal. Caminé por los pasillos con cuidado de no hacer ruido alguno. Si los Dhampirs y Morois tenían buena audición, los Strigois les superábamos en eso en una proporción de 1/3. En eso, y en todos los aspectos.

Para cuando se dieron cuenta de que yo estaba en la habitación era demasiado tarde para ellos.

Tomé al más débil del grupo.

No podía tomar a Lissa, porque su poder de sanación era el más fuerte y podía influir en mí. Yo sabía que el anillo de Mark había logrado algún cambio en Dimitri cuando él había sido un Strigoi y yo no quería ese tipo de influencia ejerciendo poder sobre mis actos.

Tampoco podía caer sobre Christian. El fuego era una cosa peligrosa en mi nuevo estado.

En cambio, el Moroi que se encontraba entre mis brazos tenía sus poderes parcialmente nublados. El olor a alcohol había sido inconfundible desde el pasillo y yo sabía perfectamente quien estaba muy familiarizado con ese líquido.

Un jadeo lastimero salió de la boca de Lissa, mientras Christian se le aproximaba en una posición que pretendía dejarla ligeramente resguardada de mi.

- ¿Me extrañaron?- les pregunté, inclinándome ligeramente sobre Adrian, apoyando mi barbilla en su hombro mientras una de mis brazos lo mantenían medio sujeto y mi otro brazo se cruzaba sobre su cuello.

Dimitri me observaba con una expresión de horror que no alcanzó a disimular.

- Ahora lo sé- le dije, mirándolo exclusivamente a él.- Estaba tan equivocada. Tú tenías razón- Sonreí, observando como la mirada de todos en la habitación se fijaba en mis nuevos colmillos- Esto es lo mejor que a cualquiera le pueda pasar. Es increíble.

- Rose…- murmuró Lissa entre los dedos sobre su boca.

- Lissa – Pronuncie su nombre en un tono que simulaba pesar- Mi querida amiga – Suspiré. Riendo en mi interior.

- Rose, suelta a Adrian- de todo el grupo, Christian parecía ser el más compuesto.

- Adrian está perfectamente donde esta- contesté, pasando mi nariz por su nuca. El olor de la sangre bajo su piel era delicioso y me estaba sintiendo muy tentada a morderle. Posiblemente lo haría antes de salir del hostal- ¿Verdad qué sí, Adrian?

Hubo un ligero estremecimiento en el cuerpo de Adrian, pero su voz salió muy serena al hablar.

- ¿Qué estás haciendo Rose?

- ¿No vas a decirme “pequeña Dhampir”?- hice un puchero fingido- Estas hiriendo mis sentimientos, Adrian- Me encantaba jugar con ellos. Estaba consiguiendo mucha diversión. Sus caras parecían desfigurarse con cada mención de nuestro tiempo pasado.

- Rose… podemos traerte de regreso. Deja a Adrian y podemos solucionar tu problema.

- ¿Problema?- me burlé. Tiré de Adrian un poco más hacia atrás- Yo no tengo ningún problema, ni tampoco quiero ser arreglada. Estoy perfecta. Mejor que nunca.

- No eres tú quien habla, es la enfermedad- me dijo Christian.

- Ya basta con eso- Me estaban haciendo enojar con su monotonía- Vengo por una cosa y no me voy sin ella.

- No puedes irte. Tienes que ser curada- Lissa estaba llorando mientras Christian la sostenía, alejada de mi.

No los iba a escuchar más.

- Dimitri, tú vienes conmigo- puse mi boca cerca del oído de Adrian- o voy a causar serios destrozos en mi ex amado novio.

- Suéltalo- dijo Dimitri.

- Sal a la calle, un paso delante de mí y no le haré nada.

Lissa y Christian le miraron con expectación. Dimitri les devolvió la mirada y asintió con la cabeza. Caminó hasta la puerta y esperó.

Caminé hasta allí sin decir palabra alguna.

Caminamos hasta la salida y cuando estábamos ya fuera empujé a Adrian hacia el interior de la caza con fuerza. Me giré con rapidez hacia Dimitri con la intención de sujetarlo. Él intentó poner resistencia de inmediato.

- Más te vale cooperar, o no seré tan misericordiosa como tú lo fuiste conmigo cuando nuestros papeles estaban intercambiados.

El dolor se reflejó en su rostro y yo sentí satisfacción por causárselo.

Por las dudas, y ya que él estaba lo suficientemente distraído para perder su concentración, me acerqué con rapidez y le di un fuerte y preciso golpe en la nuca, dejándolo inconsciente sobre el cemento de la calle.

Sin problemas, lo cargué en brazos y lo llevé hasta el coche que había dejado a un par de cuadras de distancia.

La oscuridad y la hora tan avanzada de la noche me ayudaron a llegar hasta el vehículo sin ser vista por nadie más. Metí a Dimitri en el asiento trasero y me monté en el puesto del conductor.



Para cuando Dimitri recobró el conocimiento ya estábamos en una de las habitaciones de la casa del Cartero. La habitación tenía el mismo tratamiento que él le había dado a mi cuarto cuando me tuvo como su rehén.

Los muebles estaban pegados al piso, todo hecho con materiales prácticamente indestructibles. Nada de cuerdas, nada afilado. Todo en su lugar.

- Buenos días, dormilón- le dije a unos cuantos centímetros de distancia. Lo había dejado tendido sobre la cama y yo estaba a su lado observando el movimiento de su respiración. El movimiento que mis pulmones ya no realizaban.

Dimitri se retiró hacia atrás instintivamente. Miró a su alrededor,  luego de vuelta a mí.

- ¿Dónde estoy?- preguntó.

- Estamos en mi futura nueva casa-dije, mirando a mi alrededor- Por ahora ambos somos invitados, pero dentro de un par de días seré la señora de esta mansión.- Lo que me complacía enormemente.

Los ojos de Dimitri se ampliaron ligeramente.

 - ¿A qué te refieres?- quiso saber.

- Dentro de pocos días seré la esposa del Cartero, y quiero que tú seas mi amante paralelamente.- Dimitri aspiró aire con fuerza y su rostro reflejó más dolor y asombro- Dimitri, estaba tan equivocada. Tú tenías razón cuando quisiste transformarme. Si ambos somos Strigois viviremos por siempre y estaremos juntos así. Y ahora tendremos mucho poder, todo lo que queramos. Seremos líderes dentro de nuestro círculo. Dominaremos masas y los Morois y Dhampirs estarán a nuestros pies.


No dijo nada, sólo seguía mirándome con abierto horror.

Yo sabía que él no me amaba. Me había quedado muy claro como Dhampir y seguía estando igual de claro aún para mí.

- Sé que no me quieres, pero puedo lograr que me desees otra vez, que me ames como antes- me acerqué mucho, rozando mi pecho con el suyo y acercando mi rostro a su cuello, acariciándolo con la nariz y pasando mis dedos por su cabello en la nuca.

- No, Rose… - lo dijo en un murmullo.

De acuerdo, el chico no me amaba, pero yo podía sentir como sus latidos aumentaban ante mi tacto. Podía ser a causa del miedo, pero conocía bastante a Dimitri como para descartar esa opción. Él no me quería, pero sí reaccionaba físicamente ante mí, y eso era suficiente para lograr mantenerlo interesado y hacer divertido mi propio juego.

- Dimitri…- arrastré mi voz, haciéndola lo más engatusadora posible. Mis dedos bajaron desde su nuca por sus brazos y luego por su pecho hasta quedarse en su estomago. Me alejé lo suficiente como para verle directamente a los ojos.

- Voy a hacer un trato contigo- le dije- voy a darte tres días para que decidas unirte a mi voluntariamente. Pasados esos tres días tendrás que luchar conmigo si quieres tu libertad – sus ojos me miraban con incredulidad-. Si ganas, te dejaré ir, para siempre. Sin persecuciones, sin escándalos. Te iras de aquí con tu alma intacta.

- ¿Qué pasa si pierdo?- preguntó.

- Si pierdes…- hice que mis manos vagaran por su pecho hasta sus hombros- … Si pierdes, te convertiré en Strigoi, quieras o no. Me parece un juego muy justo.

Se quedó en silencio unos segundos, digiriendo la información y analizando las fallas.

- ¿Cómo se supone que puedo ganar? ¿Cuál es la definición de ganar en este juego?

- Tú  ganas si logras poner una estaca en mi corazón.

Sus ojos volvieron a ampliarse con horror.

- No puedo matarte…- dijo en voz baja.

Yo ya sabía que él no podría matarme abiertamente. No ahora que tenían el conocimiento de que yo podía ser devuelta a mi estado de Dhampir. Ninguno de ellos podría quitarme la vida sin antes intentar sanarme. Y yo no iba a permitir que eso ocurriera.

- No vas a matarme. Te daré una estaca normal, de madera… como la de las películas humanas. Nada de poder que haga un daño permanente.

- … como lo hiciste tú conmigo en esa ocasión- reflexionó, recordando.

- Exacto- estuve de acuerdo- Estaré inconsciente un par de segundos y eso te declarará como el vencedor del combate y como ganador de tu libertad.

- Propongo otra clausula para el juego- Dimitri me miraba con más calma.

- Dímela.

- Si yo gano- dijo- , tú aceptaras volver conmigo y dejaras que Lissa te sane.

Me reí con fuerza ante su idea.

- Acepta lo que te propongo y no tientes a tu suerte. Regresar contigo esta fuera de discusión.

Lo meditó por un momento y luego dijo:

- Este bien. Creo que es justo. Al menos, más justo de lo que fui yo.

Sonreí ante su comentario y me acerqué con lentitud a él, hasta dejar sólo un par de centímetros de distancia.

- Bueno, ahora que nuestro trato está cerrado, es momento de que obtenga los beneficios de mi posición…

Y antes de que él pudiera decir o preguntar algo, me lancé contra su cuello con una mordida precisa, dejando salir el más delicioso de los néctares. Su sangre.

La vida no podía ser mejor.




Capitulo 44

Sangre.

¿Qué es la sangre?

¿Qué estaría dispuesto a hacer una persona por su sangre?

¿Qué estaría dispuesto a hacer un Strigoi por la suya?

Y con lo de Strigoi no me refería a la que corría ahora por mi sistema, ni hablaba de la que me hubiese vinculado con el resto de los Dhampirs en mi pasado, ni tampoco aquella que me hubiese unido a mi familia o amigos.

No.

Me refería a la que ingería. A la que deseaba más que nada. La que necesitaba para subsistir. El elixir de la vida para mí. El que había obteniendo del Dhampir que se encontraba inconsciente sobre una cama en la mansión del Cartero.

Lo observaba mientras el permanecía con los ojos cerrados desde hace un par de horas.

Había bebido mucho de él. Casi al punto de dejarlo vacío.

El sabor había sido como un choque a mis sentidos. Nada parecido a lo que había probado antes. Mi poco autocontrol con la ingesta se debía en parte a mi poca experiencia, y tenía que aprender a controlarme rápido si quería ser la mejor. La rigurosidad y la autodisciplina eran cualidades que estaba aprendiendo a valorar. Y las había aprendido del mismo hombre que se encontraba allí tirado.

Me baje de la cama y salí de la habitación.

Caminaba por el extenso pasillo guiándome por los aromas. Estaba buscando al Cartero y lo encontré en una de las muchas habitaciones de doble puerta. Se trataba de un despacho de gran proporción -como el resto de la casa- con dos paredes repletas de libros. La del fondo era una serie de ventanales gigantes que permitía que toda la luz entrase directo al pesado escritorio en el que el Cartero tenía un ordenador y algunas carpetas diseminadas.

Me quedé automáticamente en la puerta, con los ojos adoloridos a causa de la luz solar en la habitación.

- ¿No te molesta trabajar con el sol dándote en la espalda?- le pregunte, caminando hasta la esquina a mi costado derecho, que era la más oscura del lugar.

- No- dijo él, sonriendo con suficiencia-. Los paneles son especiales. Filtran parte de los rayos UVA y UVB- miró hacia el panel y asintió con la cabeza.

- Bueno, pero conmigo no funcionan, así que te voy a pedir que cierres las cortinas- miré hacia las pesadas telas que colgaban desde lo alto a los costados de los ventanales.

El Cartero apretó un botón en su escritorio y las telas comenzaron a moverse a hacia el centro, obstruyendo el paso de la luz. Luego apretó otro botón y varias luces incrustadas en el techo se encendieron, iluminando la habitación de modo que asimilaba la luz diurna natural.

- Muy bonito- dije, aunque la verdad poco me importaba su decoración.

- Gracias- contestó sin falta de modestia- Me encanta encargarme personalmente de comprar todo lo que hay en mis casas. Las pertenecías de un hombre reflejan mucho de lo que él es…

- Ya, ya…- me estaba aburriendo.

- … al igual que su esposa- continuó como si nada-. La mujer de un hombre es la muestra total de carácter del mismo. Y estoy seguro de que he escogido a la mejor.

- En eso sí que no te equivocas- dije, sentándome en un sillón lateral, cruzando las piernas y mirándolo con atención.


- ¿Cómo va tu invitado?- preguntó tras un momento de silencio con una sonrisa malvada.

- Que amabilidad la tuya el preguntar- dije, destilando sarcasmo. “Supongo que algunas cosas no se pierden seas lo que seas” me dije.

- ¿Sigue con vida?- sus ojos chispeaban con insana diversión, casi esperando a que le contestara que “no”.

- Dimitri se encuentra en perfecto estado – yo me miraba las uñas mientras pensaba que debía ocuparme de ellas más tarde.

- ¡Vaya!- exclamó como si de verdad estuviera sorprendido- ¿No te lo has bebido por completo? Y yo que pensaba que el Dhampir no llegaría con vida al amanecer. Me sorprendes, querida.

- Yuri- utilicé su verdadero nombre, sabiendo que no le gustaba, para molestarlo. Era uno de los pequeños gustos que podía darme con él. Aunque me hubiese gustado más arrancarle la cabeza-, tú aún no sabes nada de mí.

Él sonrío con lasciva.

- No… pero tendré mucho tiempo para ello.

Dejé pasar su comentario porque no me importaba.

- Vengo a pedirte algo- por eso lo había estado buscando.

- Pues, dime.

- Quiero que consigas a un Moroi para alimentarme de él.

El Cartero rió estrepitosamente.

- ¿Qué pasa, cariño? ¿La sangre del Dhmapir no sabe como esperabas? ¿Por eso no lo mataste?

- No- No grité la palabra, pero si fue grave y afilada- Su sangre es estupenda. No se trata de eso.

- ¿Entonces de qué?- preguntó con recelo.

- Quiero probar si la sangre Moroi es mejor, y además no quiero mantener a Dimitri drogado. Lo quiero lucido.

- ¿Qué tienes planeado hacer con él?

- Ya sabes lo que quiero de él. Te lo dije antes de traerlo aquí y cuando hablamos de nuestro acuerdo.

- Si. Pero me parece que has agregado nuevas variantes – me miraba fijamente.

- Nada importante. Sólo quiero jugar con él.- No iba a decirle nada acerca del trato que había establecido con Dimitri. Aquello era algo personal. Yo quería probar que era la mejor. Mejor que él.

- De acuerdo. Enviaré a uno de mis hombres a conseguirte un Moroi fuera de la mansión. ¿Alguna preferencia, mi vida?

- Que sea joven. Y no vuelvas a llamarme “mi vida”.

- Muy bien, amor mío.- sonrió, disfrutando de su propia pulla.

Puse los ojos en blanco y me levanté del sillón camino a la puerta. Regresaría a ver si Dimitri ya había despertado.

- Vuelve más tarde- dijo el Cartero antes de que yo saliera- Tenemos algunos papeles que firmar antes del matrimonio.

- Muy bien.


***

Al regresar a la habitación me encontré a Dimitri incorporándose en la cama. Se movió hasta quedar sentado en el borde del colchón, bizqueando y con la vista desenfocada.

- Hola, camarada- eso llamó su atención. Centró la vista en mí y luego desvió la mirada.

Dejé lo que llevaba en las manos sobre una mesita frente al sillón, a pocos metros de la cama. Antes de regresar al cuarto de Dimitri había pasado por la cocina, tomando una barra de pan casero y un plato de carne con verduras que seguramente el cocinero había preparado para el Cartero. 

- ¿Cómo te encuentras?- le pregunté,  a pesar de que la respuesta no me interesaba realmente.

Él dudó antes de contestar, pero dijo:

- Mareado…- se llevó la mano al cuello, al lugar en donde yo le había mordido- Me mordiste… - dijo, más para sí mismo.

- Si, y me ha encantado- Caminé hasta quedar más cerca de él.

Dimitri no dijo nada. Siguió con la mano sobre la mordedura en el cuello, mirando hacia el suelo.

Me acerqué más.

Avancé hasta poner mis manos sobre sus hombros.

Dimitri se echó hacia atrás, mirándome con una pequeña cuota de temor en sus ojos.

- ¿Vas a morderme otra vez?- no supe sí había sido una pregunta o una afirmación, pero le contesté:

- No. No voy a volver a morderte. Quiero que estés libre de las toxinas y la influencia de las mordidas el día que nos enfrentemos.  La lucha será justa. Deseo que así lo sea.

- ¿Por qué?- y sus ojos ahora brillaban con algo que podría definirse como ¿esperanza?

- Porque, cuando te venza, quiero que sea porque de verdad soy mejor que tú. La alumna derrotará al maestro. Y voy a saborear el triunfo como es debido.

Se perdió parte del brillo en su mirada, pero ese molesto sentimiento seguía ahí en él.

- No voy a volver, Dimitri- quería que dejara de ilusionarse con esa absurda idea que sabía se estaba cruzando por su cabeza. Como si existiera la posibilidad de que un milagro ocurriese y yo pudiera volver a ser la de antes- No creas que este es un acto de piedad y amabilidad, porque no lo es. Es por mí que no te muerdo.  No por ti.

- Rose… regresemos. Lissa puede curarte…

- Te dije que no hay nada que curar.

- Es una enfermedad, Rose. Tú misma me lo dijiste, ¿recuerdas? ¿Recuerdas nuestras conversaciones? ¿Cómo querías hacerme entender que debía perdonarme?- Dimitri se había puesto de pie y me miraba con intensidad- ¿Recuerdas lo que me dijiste?

- Lo recuerdo muy bien…- y ahora no sentía pesar ni dolor por sus palabras. Sólo rencor por su rechazo y el deseo de hacerlo caer a mis pies. De hacerlo mi pertenencia para siempre.

- Rose, tienes que regresar. Nosotros… - Más emociones estaban aflorando en su rostro. Desesperación mezclada con otras cosas…

- ¡Ya basta!- me acerqué hasta volver a dejar mis manos en sus hombros como antes.

- ¿Qué vas a hacer?- Su respiración se había detenido por un momento. Trataba de no mirarme directamente.

- Voy a hacer que te calles- me acerqué más aun, levantándome de puntillas para acercar mi rostro al suyo. Mis manos pasaron de sus hombros a su cuello.

- ¿Qué haces?- Su respiración se estaba descontrolando y su corazón latía con rapidez.

- Algo que deseo hacer desde hace tiempo- Si. Yo quería hacer lo que iba a hacer desde hace tiempo, incluso antes de ser Strigoi… y ahora no había nada que me lo impidiese. Ningún pensamiento ni sentimiento de culpabilidad.

- Quiero saber si es tan bueno… como lo recuerdo- Lo último lo dije a un par de milímetros, sus labios de los míos.

Y Dimitri como Strigoi había tenido razón también en esto.

Besar a alguien con el estado de receptibilidad que teníamos los Strigois era un experiencia totalmente nueva y excitante.

La sensibilidad, los sabores, la textura… la suavidad de su boca. La calidez de su aliento.

Dimitri se había quedado de piedra al principio, pero luego sí había respondido al beso, aunque con una pequeña cuota de reserva. Lo sabía porque él podía ser muy apasionado cuando quería. Yo recordaba eso. Y él ahora no estaba actuando con todo su potencial.

Lo empujé ligeramente hacia la cama, logrando que él quedara sentado en el borde. Me incliné hacia él sin romper el beso, queriendo más de las sensaciones que estaba experimentando. Tan nuevas.

Profundicé más el beso, sin encontrarme con resistencia por parte de Dimitri. Metí mis manos por su camiseta y las deslicé desde su nuca hasta la espalda. La piel suave y tibia calentaba mis manos allí donde le tocaba. Luego, retiré mis manos con la misma lentitud con la que las había metido allí y finalicé el beso repentinamente.

- Tenías razón también en esto. Besar es una experiencia casi “intoxicante”- repetí la misma palabra que él había utilizado conmigo cuando le pedí que me describiera que se sentía besar siendo un Strigoi. Él me había dado una muy buena descripción en ese momento. Lo mismo que yo había sentido ahora al besarlo.

Me pasé los dedos por la boca, sintiendo con mis dedos la suavidad y la humedad de mis labios.

Dimitri siguió el movimiento y luego me miró a los ojos con deseo, pero también con pensar y dolor. Estaba muy bien que sintiera ambas cosas. Yo quería tentarlo a que se convirtiera por su propia voluntad. Que cediera ante mí… y el deseo podía ser un buen motivante. No habría amor, pero si atracción física. Lo que yo buscaba de él.

Y en cuanto al dolor… ese era un buen agregado.


- Ahora come lo que te he traído. No queremos que te debilites, ¿verdad?- Le señalé con la cabeza la bandeja sobre la mesita.- No te preocupes por nada. La comida no está adulterada.

Dimitri se puso de pie y caminó hasta sentarse en el sillón frente a la mesita. Cogió la barra de pan y la partió, sacando un trozo que se llevó a la boca. Lo masticó con calma y siguió sacando más pedazos del mismo modo.

Yo me senté en la cama y me dejé caer hacia atrás con los brazos extendidos hacia los costados, con los ojos cerrados.

Podía escuchar el sonido de los dientes de Dimitri masticando el pan, su respiración, el latido de su corazón. No necesitaba mirarlo para saber lo que estaba haciendo.

- ¿Qué vas a hacer conmigo de aquí al tercer día?- preguntó Dimitri luego de varios minutos de silencio.

- Me lo pensaré en el camino- seguí tal cual estaba, sin molestarme en mirarlo para responder a su pregunta.

- ¿Vas a custodiarme todo el tiempo?- otra pregunta.

- ¿Quieres que te custodie todo el tiempo?- Ahora si me incorporé para poder mirarlo y sonreírle con malicia.

- Sólo es por saber.

- ¿O es que estas pensando en escapar?- inquirí, dándole otra opción.

- No veo por donde podría escapar. El cuarto está muy bien preparado. Mejor que el que yo había hecho para ti- Lo ultimo lo dijo mirando hacia una de las paredes sin ventanas. Su voz denotando culpabilidad.

- Todos aprendemos de los errores. Yo aprendí de los tuyos, y sé donde estuvo la falla en tu plan. Por lo mismo, me voy a encargar personalmente de traerte las comidas. – Me fastidiaba tener que servirle como si fuese su servidumbre, pero lo prefería antes de darle posibilidades de escapar.- Nadie más que yo visitará este cuarto. Y por las puertas… son más seguras que las que tu utilizaste conmigo. Doble puerta con cámaras y sensor de movimiento, más dos guardias permanentes. Sin sillas, además.

- Sin escapatoria por ahora…- murmuró mientras tomaba el tenedor y ensartaba un pedazo verdura.

- Sin escapatoria- puntualice. Ni ahora ni nunca.

Porque Dimitri no escaparía de mí, jamás.

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