sábado, 1 de enero de 2011

Capítulo 11, 12, 13, 14 y 15

Capitulo 11


Trasladamos los colchones y mantas desde los dormitorios hacia la habitación de recreación después de haber cambiado de lugar algunos cuantos muebles y reacomodar los sillones que allí había junto con los sillones que los chicos habían traído desde la sala de estar.

- Se ve bastante decente- Eddie admiraba el desparramo sobre el suelo que se suponía sería el lugar donde dormiríamos, con los brazos cruzados sobre el pecho.

- Pues ni pienses que porque están los colchones aquí, ustedes chicos, tocaran un pedacito de esos lugares. Ustedes siguen durmiendo en los sillones, lo único que ha cambiado es que tendrán la única e increíble posibilidad de contar con nuestra grata compañía para ello- dijo Mia, dejándose caer pesadamente entre los cojines sobre uno de los colchones.

- ¿Falta algo más por traer?- Di una mirada hacia todo el desorden en que se había convertido la habitación de recreación, haciendo una lista mental de lo que se necesitaba para dormir, y en este caso particular, para una pijamada de último minuto.

- No lo creo… Aunque en las pijamas siempre hay juegos de chicas y palomitas… dulces, revistas y cosas por el estilo.

Jill estaba tan emocionada. Me dio la impresión de que esta era su primera pijamada y se lo estaba pasando en grande. Yo no quería echar abajo todo su entusiasmo ni hacer desaparecer esa sonrisa de júbilo de su rostro, por lo que estaba dispuesta a seguirle la corriente en lo que se le ocurriera… bueno, en casi todo lo que se le ocurriera, por lo menos. Siempre era bueno mantener una cuota de reserva, especialmente tratándose de un grupo de amigos algo descabellados como estos. No es que yo me considerara la cordura y la razón personificada, cosa que no era ciertamente, pero dadas las “condiciones”- entendiéndose como “condiciones” el hecho de estar alojando bajo la misma habitación con un ex­-novio ex-Strigoi que ya no quería saber nada de mí y que había estado manteniendo actitudes molestas desde hace algunas horas, sumado a un actual-novio descaradamente dulce y que no tenia reparos en querer expresar su amor…-  no hay que repetir que las cosas podían ponerse raras de cualquier momento a otro.

- Muy bien, Jill. Guíanos y nosotras buscaremos lo necesario- le dije.

- Lo primero es… Creo que tenemos que acomodarnos juntos y contarnos historias de terror. He visto en las series de tv que eso se puede hacer en las pijamadas.- Jill miraba a todos buscando algo de apoyo o confirmación.

- ¿No es eso lo que se hace cuando uno se va de acampada? ¿Alrededor de una fogata y comiendo malvaviscos?- pregunto Christian, con la misma cara de interrogación que mantenía Jill.

- No tengo idea- contesté-. Pero ya que no creo que quieras ser utilizado como muñeco de pruebas para maquillajes y peinados, pienso que la idea de las historias de terror es lo más acertado. Levanten la mano los que estén de acuerdo.

Todos levantaron la mano. Los chicos lo hicieron de un modo casi desesperado, como si se hubiesen visualizado así mismos embetunados con lápiz labial, cremas, coloretes y tubos en la cabeza. Una imagen que obviamente no querían llevar a la realidad.

- Entonces lo primero es la ronda de terror, ¿Qué más quieres hacer, Jill?

- ¿Podríamos jugar a “verdad o reto”?- Jill lo dijo más como una pregunta que como una afirmación.

“Verdad o reto”… mmm… un juego bastante peligroso. “Verdad o reto” era lo que iba a tener que jugar con Dimitri más adelante si quería conseguir la información de lo que habían estado hablando con Abe durante la tarde. Eso no se me había escapado ni por un minuto, y ahora que Abe se había marchado… era la oportunidad perfecta para hacer hablar a Dimitri. Iba a ser difícil, pero no tan difícil como sacarle palabras a mi mafioso padre.

Adrian se acercó hasta mí y pasó su brazo alrededor de mis hombros.

- Ese juego me gusta- dijo con una sonrisa torcida y maliciosa- ¿Por qué no jugamos a eso primero?

- ¿No estamos un poco crecidos para eso?- preguntó Lissa. Se encontraba sentada junto a Christian en uno de los sillones.

- Tú dices eso porque no te gustó la pregunta ni el reto del juego “Solo entre chicas” de hace unas horas.- Mia la miraba con las cejas alzadas- Nunca contestaste finalmente si Christian era o no un buen besador.

-¡Mia!- exclamó Lissa. El espíritu nuevamente se iba elevando en ella y yo podía percibir los estragos. Sus mejillas se habían vuelto de un tono rojo.- Eso es algo a lo cual no tengo por qué responder, ya lo dije antes y lo repito ahora.

Christian se veía preocupado. Pasó su brazo por los hombros de Lissa.

- ¿Eso es porque no quieres compartir nuestra intimidad o porque la respuesta a eso no me va a gustar?- Christian la miraba fijamente.

El enojo de Lissa disminuyó notablemente antes las palabras de Christian. Sus ojos brillaron con amor y diversión mientras le devolvía la mirada y ponía una mano sobre su mejilla. Le dio una sonrisa cómplice y luego se giró para mirar de cara a Mia.

- Christian- dijo ella solemnemente- Es el mejor. En todo.

Eddie se aclaró la garganta sonoramente y Mia se dejó caer de espaldas en el colchón mientras pataleaba y se destornillaba de risa

Jill se ruborizó y decidió poner especial atención en un adorno sobre el televisor, como si se le fuera la vida en ello.

- Esa – me susurro en el oído Adrian- es una declaración que espero borrar de mi registro auditivo.

- Eso no es nada. Yo soy la que sabe que tan “Es el mejor en todo” piensa y siente Lissa que es Christian.  Y no es por ser morbosa, créeme que no, cuando te digo que sé cuanto “siente” Lissa que Christian es el mejor- Un escalofrío molesto recorrió mi espalda.

- Mi pequeña Dhampir, la conexión que existe entre mi primita y tú es increíble, pero ten por seguro que no te envidio cuando su mente te absorbe y te ves obligada a presenciar eso  - miro hacia Christian y Lissa que en ese momento se observaban mutuamente y hablaban con un amor infinito. Yo ya sabía a lo que se refería Adrian cuando decía “eso”, y yo estaba completa y absolutamente de acuerdo con él.

- Créeme, Adrian. Yo tampoco me envidio.

Llamando la atención de todos los presentes, o casi todos - pues Dimitri como en toda su estadía se mantenía apartado observándonos desde el ventanal que parecía haberse convertido en su pequeño refugio- retomé el tema de lo que planeábamos hacer durante la pijamada.

- El juego de “Verdad o reto” queda descartado- afirmé-. Mucha polémica por un simple juego. Pasemos a otra cosa, ¿Qué más quieren hacer?

- Que tal si los chicos dan masajes a las chicas. No hay nada mejor como tener a un grupo de mujeres felices y relajadas. Ya verán que es una actividad que al final de cuantas sólo les traerá beneficios – Mia seguía de espaldas entre los cojines sobre el colchón.

- Esa es una muy buena idea. Lastima que no hay tan buenos especialistas en la materia- dije mientras lanzaba una mirada evaluadora sobre los varones presentes- Hubiese sido bueno tener a Ambrose por aquí, pero bueno, que le vamos a hacer…

Ante la mención del nombre de Ambrose, Lissa se puso instantáneamente tensa. Era de esperarse ya que eso nos recordaba la importancia de buscarle y encontrarle para conseguir más información sobre el hermano o hermano desaparecido de Lissa.

- Ambrose no es nada al lado mío- dijo Adrian-. Estoy dispuesto a dar el masaje si el trato es retribuido con la misma acción. Masaje por masaje.

- Estoy de acuerdo con Adrian. Masaje por masaje- Eddie estaba recostado sobre una pared cercana a la televisión.

- Yo le daré el masaje a Lissa, claro- dijo Christian.

- Y yo a mi pequeña Dhampir-  Adrian me miraba con su sonrisa esquinada.

- Yo se lo daré a Mia…- Eddie miró hacia Jill y agregó rápidamente- o a Jill.

Nos miramos entre todos, encontrándonos de nuevo con un problema de números. A menos que Dimitri quisiera participar activamente de nuestra pijamada, uno de los chicos tendría que dar masajes dobles o una de las chicas quedarse sin masaje…

- Yo no quiero masajes. Me dan cosquillas. Mi mamá me ha invitado un par de veces a los spas, o cosas por el estilo, y nunca he podido mantenerme en una sesión completa porque no aguanto la risa, y luego me da un ataque de risitas incontenible. Así que no se preocupen por mí. Yo mientras tanto me siento aquí- dijo Jill, ubicándose en el puesto de unos de los sillones que había- y leo esta revista que encontré hace un rato.

- ¿Estás segura?- le pregunté. Se me hacia un poco injusto que disfrutáramos de una sesión de relajamiento mientras ella estaba allí sentada sin hacer nada, sobre todo porque la idea de la pijamada era principalmente que ella se entretuviese.

- Si- contestó ella.

- Yo le acompañaré- Dimitri se acercó hasta nosotros y se sentó cerca de Jill. Tenía la novela que había encontrado más temprano durante el día en las manos-. Comiencen con lo que tienen planeado para que sigan con lo siguiente y luego se duerman. Será mejor si no se desvelan toda la noche y logran dormir aunque sea algunas horas.- Abrió su libro por la mitad y centró su mirada en las hojas.

La mayoría de nosotros se encogió de hombros después de que él terminara de hablar.

Me pareció un gesto muy dulce de su parte el que se acercara a hacerle compañía a Jill mientras tanto. Eso también me daba a entender que había estado prestando atención a cada una de nuestras palabras. En realidad, no sabía porque me llamaba la atención. Él sabía muy bien como aparentar indiferencia cuando la verdad era que todos sus sentidos permanecían constantemente alerta como el buen guardián Dhampir que era.


- Estoy lista para mi masaje- Mia se giró sobre el colchón para quedar boca abajo- Eddie puedes comenzar a trabajar.

Eddie se veía un poco intimidado mientras se acercaba hasta ella. Se arrodilló a un costado y subiéndose las mangas de su camisa, extendió las manos hasta los hombros de Mia para comenzar a masajear.

Mia giro el rostro hacia mí y dijo:

- No es como Ambrose, pero no está nada mal tampoco.

- Gracias… supongo- dijo Eddie mientras intentaba sentarse de una manera más cómoda para él- Esto no es tan agradable. No sé como situarme para darte el masaje.

- Podrías subirte a horcajadas sobre su espalda… es una clases de masaje- dijo Adrian sin dejar de sonreír.

Dimitri levanto la mirada de su libro para dejar ver su desacuerdo ante sus palabras.

- ¿Qué es esto? ¿Un campamento militar?- se quejó Adrian.

Dimitri miró significativamente hacia donde se encontraba Jill, inmersa en el contenido de su revista.

- No se suponía que fuese nada malo- se justificó Adrian- Hay un sinfín de masajes que ocupan esa técnica y que podrían ser mucho más agresivos de lo que se supone que Eddie podría ser.

- Déjalo así- le dije- Mejor dame mi masaje… y sin técnicas ancestrales ni nada de eso. Sólo quiero el típico y convencional masaje de hombros.

Para evitar otro mal entendido, me senté en el colchón con las piernas cruzadas, a modo de facilitarle las cosas a Adrian.

- Esto no es ni la mitad de divertido que pensé que sería- me dijo él al oído.

- No te quejes y mueve esas manos. Ya será tu turno y no estarás diciendo lo mismo.

Lissa se quedó en el sillón y se giró para dar la espalda a Christian y que así él pudiera darle su masaje.

Estuvimos de ese modo por un par de minutos hasta que los chicos comenzaron a quejarse de que se les habían acalambrado las manos. Puras patrañas para que les tocara su turno.  Cambiamos de posiciones y les dimos su masaje.

- ¿Qué piensas ahora?- le pregunté a Adrian.

- Que tenias razón- dijo en un murmuro- Esto sienta muy bien. Voy a establecer este juego de los masajes como una norma a aplicar una vez al día todos los días- tomó una de mis manos para llevarse a los labios y besar la palma.

Terminada la sesión de masajes, todos nos dispusimos sobre los colchones en un círculo. Mia apagó las luces, dejándonos en la habitación en penumbras, iluminados tan sólo por un par de velas que habíamos encontrado en un mueble de la cocina.

Eddie fue el primero en narrar la historia de un antiguo Dhampir   que se había vuelto loco por intentar dominar poderes ocultos. Algo así como un Dhampir que quería ser Moroi  y controlar los cuatro elementos.

Lissa contó un mito urbano acerca de supuestos fantasmas que albergaban uno de los muchos edificios de la Academia. Cuando éramos más pequeñas, habíamos hecho una visita rápida a dicho edificio en búsqueda de los fantasmas. Lo único que encontramos fue a un par de ratas que peleaban por un botón. 

La historia de Jill trataba de una sangrienta novia humana que había sido plantada en el altar y que se dedicaba en la actualidad a seducir hombres, llevarlos en sus propios vehículos a lugares fuera de la vista de todos y masácralos allí.

Adrian se salió de las historias clásicas para narrara su propia y personal historia de terror, que tenía como escenario un casino y una apuesta millonaria donde él salió perjudicado, perdiéndolo todo y teniendo que llamar a su padre para solicitar algo de efectivo. La parte escalofriante era cuando su padre aparecía en el casino para llaveárselo de regreso a su casa…

Lo de Christian fue un macabro relato acerca de cuerpos quemados y zombis en carne viva que invadían un pueblito abandonado, convirtiéndolo en su nuevo y feliz hogar.

Mia tenía una historia acerca de un grupo de Morois desaparecidos en la ciudad real que supuestamente habían sido asesinados por un Dhampir lunático que los había enterrado bajo una de las estatuillas que adornaban los jardines.

Los Dhampirs presentes nos sentimos algo ofendidos. Si había alguien que podía cometer semejante estupidez era un Moroi. Las estadísticas recientes lo confirmaban. Las cosas más terribles eran planeadas o ejecutadas por Morois con ansias de poder o por Strigois que de por sí ya estaban enfermos.

Dimitri decidió mantenerse en silencio, así que no tuvimos ninguna historia de él. Suponía que su propia historia como Strigoi hubiera sido suficiente para mantener a unos cuantos del grupo despiertos por el miedo toda la noche… Así que ceder su puesto fue solo un acto de amabilidad de su parte.

Mi historia de terror fue una modificación de la película de Chuky. Para mi regocijo, ninguno de los presentes había visto la película humana, o parecía recordarla, por lo que me divertí mucho mientras observaba sus rostros que escudriñaban, cada tanto, a su alrededor donde la luz de las velas no alcanzaba a iluminar, verificando que el cruel y horripilante muñeco no se encontrase a sus espaldas a punto de atacar.

Después de un rato encendimos nuevamente las luces y nos quedamos platicando de otras cosas. Jill comenzó a bostezar y decidimos que era hora de dormir al fin.

Nos acomodamos en nuestros lugares. Las chicas sobre los colchones mientras los chicos buscaban un lugar en los sillones.

Adrian se estiró en un sillón que estaba justo a mi lado del colchón y Christian desparramó unos cuantos cojines al lado de donde se encontraba la cabeza de Lissa para quedar a su lado y seguir conversando.

Mia y Jill se durmieron de inmediato. Eddie se quedó en el sillón que estaba frente al plasma y Dimitri también se acomodó en el sillón donde había estado leyendo junto a Jill.

Adrian tomó mi mano y la mantuvo sujeta, jugando a entrelazar nuestros dedos mientras hablaba y hablaba.

Poco a poco sólo quedaron los murmullos de Lissa y Christian, junto con las palabras susurradas entre Adrian y yo.

Me giré para ver si todos estaban bien arropados y me pareció notar que Dimitri me estaba observando. No podía afirmarlo con seguridad porque, justo una fracción de segundo después, él tomo el cojín que tenía en su espalda, lo golpeó ligeramente para darle más volumen y lo puso bajo su cabeza mientras se acomodaba dándome la espalda en el sillón que era demasiado pequeño para él.

Me quedé un segundo mirándolo de ese modo.

Estábamos tan cerca y a la vez tan lejos. Una frase trillada, lo sé, pero parecía adecuarse a la perfección a nuestra nueva realidad. Así iban a ser las cosas de ahora en adelante entre nosotros.

Me acomodé entre las mantas para prestar nuevamente atención a Adrian, quien también poco a poco iba cediendo ante el cansancio. Permanecimos tomados de las manos después de que él se quedara profundamente dormido. Yo también cerré los ojos y me dejé ir en la oscuridad.



Capitulo 12

- Buenos días, mi pequeña Dhampir- Adrian me observaba desde el sillón mientras yo despertaba y refregaba mis ojos.

- Buenos días- contesté, suprimiendo un bostezo- ¿Qué hora es?

- Temprano. Nadie más ha despertado.

Entrecerré mis ojos porque aún no lograba despertar del todo y porque me pareció extraño que él fuese el primero en despertar.

- ¿Qué haces despierto entonces?- quise saber.

- Me gusta mirarte mientras duermes- dijo sonriendo. Se inclinó hacia abajo, apoyado una mano a mi costado para poder besarme suavemente en los labios. Se alejó un poco nuevamente y le di una sonrisa.

- Siempre he pensado en ti como en el tipo de persona que duerme hasta la hora del almuerzo, y vaya que nos ha costado a Lissa y a mi sacarte de la cama en muchas ocasiones…  ¿Por qué estas despertando tan temprano?

- No lo sé. Despierto y ya no puedo volver a dormirme. Además, siento que debo aprovechar estos días contigo al máximo. Lo tomo como unas vacaciones.

- Vacaciones serían si te hubieras librado de mí en vez de tener que soportar  a tiempo completo mi compañía.

- Para mí estas son unas vacaciones. Las mejores vacaciones de mi vida.

- De acuerdo- dije-. No voy a cuestionar tu buen gusto entonces.

- Eso está mejor.

Adrian se deslizó desde el sillón hasta el suelo para rodearme con un brazo. Se acercó más, hasta que su nariz estaba a un centímetro de la mía. Se acerco otro poco, a punto de besarme… Un ruido de tela rozándose y cayendo, junto con un par de pisadas sobre el suelo, nos hizo separarnos por la sorpresa.

Adrian se afirmó en su brazo para alzar la cabeza mientras yo giraba mi rostro para ver de quien se trataba.

Dimitri estaba de pie, doblando las mantas con las cuales se había tapado.

- Buenos días- dijo sin mirar a nadie en particular. Como si estuviera hablándole al aire.

- Buenos días- respondimos Adrian y yo a la vez.

Los demás comenzaron a removerse en sus lugares, despertando ante nuestras voces.

Pasados unos minutos todos nos encontrábamos en pie y apresurándonos por ser los primeros en utilizar los baños disponibles.

Entre todos preparamos el desayuno. Mientras unos cocinaban otros arreglaban la mesa.

Comimos entre risas y comentarios hasta que estuvimos satisfechos. Nos trasladamos a la habitación de recreación para poder arreglar el desorden y llevar cada cosa al lugar que le correspondía.

Mia, Jill y Eddie debían regresar en unas horas a la ciudad Moroi. Pero Lissa…

- Me voy a quedar aquí unos días más. Puedo ayudar desde aquí haciendo unas cuantas llamadas telefónicas… además, traigo conmigo un notebook con la cual podemos acceder a internet. Abe me dijo que contaba con red inalámbrica- lo dijo con el tono más obstinado que le conocía.

- Y yo no pienso dejarla sola – agregó Christian- Y si sirve de más ayuda, yo también tengo conmigo un notebook.

Los miré de uno al otro. La verdad es que de un modo muy egoísta quería tenerlos conmigo porque eran mis amigos. Por otro lado, no quería que se quedaran porque eso podía traerles problemas a la larga. Tantos días de ausencia podían ser sospechosos.

- ¿Qué van a pensar en la corte si ustedes no se presentan por ahí en tantos días?- dije.

- Eso no es problema. Podemos llamar a mi tía y pedirle que difunda el comentario de que ambos nos estamos quedando con ella durante unos días de descanso- Christian ahora mantenía una sonrisita de suficiencia.

- Los tres- dijo Lissa. No entendí a que se refería con “los tres” hasta que se quedo mirando a Dimitri, que estaba un poco apartado de nuestro grupo de conversación- ¿Por qué, te vas a quedar con nosotros, verdad? Tú eres amigo de Tasha. Sería muy normal que decidieras pasar un tiempo con ella.

Dimitri miró hacia el cielo, como considerando la idea de Lissa. ¿A que estaba jugando él? Su presencia no me estaba haciendo las cosas más fáciles, sobre todo si sumábamos a eso sus actitudes extrañas  e incoherentes en algunos casos.

- Me quedaré- declaró al fin- Si pudieras prestarme tu notebook ahora, te lo agradecería mucho. Hay algo que necesito verificar.

- Por supuesto- contestó Lissa-, En un minuto la busco- Ella se volteó para fijar su mirada nuevamente en mí-. Ves. Todo solucionado. No puedes objetar nada ahora que lo hemos dispuesto de tal manera que nadie podría sospechar algo. Eddie puede hacer algunos comentarios casuales también entre los Dhampirs para afirmar nuestra cuartada. Mia y Jill también.

Miré a Adrian, buscando un poco de apoyo con eso, pero él simplemente se encogió de hombros.

- Creo que mi primita tiene un buen punto.

- Muy bien, muy bien. No diré nada más.

Lissa me dio una gran sonrisa y luego se apartó de nosotros para encaminarse a mi habitación.

- Vamos, Dimitri. La notebook está en la habitación.

Ambos salieron del cuarto de recreación, dejándonos ahí de pie.

Mia, Jill y Eddie estaban jugando frente al plasma. Su única adicción al parecer.

- Ella puede ser realmente persuasiva- dije, más para mí misma que para los demás.

- Si- estuvo de acuerdo Christian.

- Tuvo a la mejor maestra- añadió Adrian, dándome una mirada significativa.




El resto del día transcurrió con la tranquilidad que sólo puede ofrecerte la compañía de las personas que te importa y a las cuales les interesas de igual forma. Llegó la hora de que la mitad del grupo se disolviera.

Una SUV blanca llegó para llevar de regreso a Eddie, Mia y Jill a la ciudad Real.

Nos despedimos al interior de la cabaña y ellos salieron luego hacia el vehículo. Subieron y a los pocos minutos la SUV se perdía en el camino entre los frondosos árboles que nos resguardaban.

La brisa arrastraba las ramas y hojas a su propio ritmo, mientras el sonido que producía al moverlas llenaba nuestros oidos. Allí no había nada más que un bosque en extenso y nosotros… bueno, y un grupo de Dhampirs al servicio de Abe ocultos entre la naturaleza fuera de nuestra vista. No podía distinguirlos, pero sabía que allí estaban.

- Será mejor que entremos- dije, encaminándome hacia la puerta de la cabaña.

Una vez adentro nos quedamos de pie en el centro de la sala de estar, mirándonos los unos a los otros. Un molesto silencio nos invadió. Christian fue quien alteró eso.

- Esto ha quedado realmente silencioso.

Todos asentimos con la cabeza.

- Vasilisa, ¿puedo ocupar tu notebook otra vez?- Dimitri estaba allí con los brazos cruzados y con su mirada fija en Lissa.

- Si. Esta sobre el mueble en la habitación de Rose.

- Gracias.- Se alejó rumbo al cuarto.

- ¿Qué es lo que ha estado haciendo?- quiso saber Adrian.

- No lo sé. Yo le mostré como utilizar el notebook  y luego lo dejé haciendo lo que fuese que está haciendo.

- Extraño…- dijo Adrian.

- He visto cosas más raras- agregó Christian.

- En vez de estar aquí especulando acerca de que tan raro es o deja de ser Dimitri, podríamos ponernos manos a la obra con lo que se supone que tenemos que hacer, o sea, encontrar a Ambrose y luego seguir el rastro del hermano de Lissa.  ¿Puedes traer tu notebook, Christian?

- Voy por él.

- Gracias.  

- Lissa, Adrian… ustedes que tienen mucho mejor llegada entre la realeza- Bueno, cualquiera tenía mejor llegada a la realeza que yo, en cualquier caso- ¿Por qué no revisan entre sus contactos, y buscan gente que puede haberse relacionado con Ambrose de algún modo y gente que pueda tener mayor información acerca de tu padre, Lissa? Separen los números telefónicos en listas, una para Ambrose y otra para los conocidos  de tu padre y luego vemos a quienes llamar y quien deberá realizar la llamada.

- ¿Qué vas a hacer tú?- preguntó Adrian.

- Tengo que documentarme acerca de algo. Ustedes trabajen aquí, yo regreso en unos minutos.




Lo encontré con el notebook en las piernas, inclinado sobre la pantalla… completamente concentrado.

Me quedé allí de pie en el umbral de la puerta, sin poder dejar de observarle.

Su cabello caía hacia adelante y constantemente levantaba su mano para arrastrar esos suaves y brillantes mechones hacia atrás, o para ponerlo tras su oreja.  Varias veces frotó sus ojos, como si estuviera cansado… y la verdad era que oscuras ojeras se marcaban bajo los dulces ojos marrones.  Daba la impresión de que no hubiese dormido por la noche o que llevara días sin descansar.

Me adelanté un paso más.

Dimitri levantó la cabeza al instante.

- ¿Qué haces?- dije.

- Poniéndome al día.

Eso era una posibilidad. Yo me había imaginado que estaba buscando información relacionada con lo que él y Abe habían estado hablando, pero no había tomado en cuanta de que el acceso a Internet o cualquier medio de comunicación dentro de la ciudad Morio pudo haberse visto negado para Dimitri debido a su recientemente pasada condición y la desconfianza que aún causaba entre algunos de sus habitantes.

- ¿Te estás poniendo en contacto con tu familia en Siberia?- supuse.

Sus rasgos se cubrieron con signos de pesar y dolor.

- No- contestó- No he podido comunicarme con ellos. Supe por algunos de los guardianes que me custodiaban que no se les había avisado de… mi regreso – Se quedó contemplando la pantalla por un momento, con pesar, y luego continuó-. Por alguna razón mis cuentas fueron cerradas y no tengo acceso a ningún correo ni nada.  Tampoco se me permitió enviar una carta por correo convencional mientras estuve en la ciudad… así que no, no he podido contactar con mi familia y no sé si ellos estarán enterados de la noticia por otra fuente.

Sentía la apremiante necesidad de acércame a él, abrazarlo y consolarlo. Yo estaba consciente de que él era una de las personas más fuertes que había conocido pero, cuando se trataba de la familia, para Dimitri había muy pocas cosas que valieran más que eso. Sólo su alma… y tal vez, en una ocasión, yo. Pero de eso ya hacía mucho.

- Tu madre es una gran mujer, aunque eso ya lo sabes- Sonreí para intentar alegrarlo un poco.

Un rastro de añoranza y tristeza se alojó en sus ojos. Había algo más, pero no podía identificar que era… remordimiento tal vez, ¿Culpa?

Dimitri desvió la mirada hacia el ventanal.

- Si, lo sé.

- Recuerdas lo que hablamos, ¿Verdad?- Me refería a los días en que estuve junto a él como su prisionera.

- Si- dijo en un tono más bajo y sin mirarme-. Y eso es lo último que supe de todos ellos.

Me di cuenta que hablar de eso había sido un error. Decidí cambiar de tema y centrarme en lo que tenía planeado hablar en un principio, de ese modo él pasaría seguramente de su estado de tristeza a un estado de irritabilidad y molestia hacia mí.

- Tengo un par de preguntas para ti.

Dimitri me observo con cautela.

- ¿De qué se trata?

- ¿De qué hablaban tú y Abe ayer?

-¿Por qué debería decírtelo?

-¿Por qué no nos ahorramos tanta pregunta y me lo dices de una vez?

- No estoy en la obligación de contestar a nada de eso.

- ¿Es algo importante verdad? Algo que se relaciona con los últimos acontecimientos, como la muerte de la reina y el hermano de Lissa.

- ¿Qué te hace pensar eso? Podríamos haber estado hablando de historias en común. El Señor Mazu ha vivido mucho tiempo en mi lugar de origen.

- Pienso lo que pienso porque te niegas a contarme de que hablaron. Si hubiera sido un simple intercambio de viejas anécdotas sencillamente me lo hubieras dicho y ya. Nada trascendental. Pero aquí estas, evadiendo mis preguntas y logrando que sólo sienta mayor interés en obtener las respuestas que busco. Te conozco, y sé cómo piensan ambos. No soy una niña. Soy una guardiana,  o por lo menos alcancé a serlo por unos días, capaz de cuidar de mi misma. Puedo manejar lo que sea que me estén ocultando.

Dimitri me observó detenidamente un par de segundos.

- Bien. Te diré lo que quieres saber. De todos modos, no estaba de acuerdo con la idea de Abe y la verdad es que no quedamos en ningún acuerdo de guardar silencio. Yo le dije que lo mejor era contarte todo de una vez, porque sé que tan obstinada puedes llegar a ser…

- Mira quien lo dice…- masculle, interrumpiendo su discurso.

-… y no quiero verme sometido a interrogatorios sin fin.- concluyó, elevando una ceja.

- ¿Entonces?- dije.

- Abe ha obtenido información acerca del posible paradero del hermano de Lissa.

Esto era más de lo que yo esperaba…

- ¿Qué tan detallada?

- Bastante detalla. Según el informante de Abe, el chico o chica estaría bajo custodia en una localidad cercana a Siberia.

- En Siberia…- murmure, mirándolo. Su rostro estaba inescrutable, pero sus ojos decían muchas cosas más.

Esperé un poco antes de volver a hablar.

- ¿Tú vas a ir a ver de qué se trata, verdad?- como no dijo nada, seguí hablando- Puedes ir y buscarlo… es peligroso, por lo de los Strigois que pueden reconocerte, y que seguro intentaran causar daño pero, si vamos juntos, con un grupo de apoyo que estoy segura que Abe nos proporcionará, podemos hacerlo. Podemos rastear el paradero exacto del hermano de Lissa hasta encontrarlo y traerlo aquí. Y de paso, puedes visitar a tu familia. Es algo necesario, ellos tienen que saber que estas con vida y de regreso.

- Rose, no puedo salir del país… no hasta que las cosas se solucionen del todo, y no sin antes consultar y organizarlo con los Guardianes y Morois de la corte. Ellos me han dado una especie de libertad condicional, nada más. Sé que de algún modo aún estoy a prueba y que no confían en que sea un Dhampir simplemente. No puedo ir por ahora, por más que lo desee, no me lo permitirán en el corto plazo… no por lo menos dentro de un par de semanas, o tal vez meses.

Podía ver cuán impotente se sentía respecto a eso, y lo mucho que deseaba y necesitaba reencontrarse con su familia.

- Abe puede ayudar con eso- pensé- . Él podría ocupar sus influencias para sacarte del país sin necesidad de papeleos y sin que en la corte se enteren. Sería por un par de días. Trabajaríamos de forma rápida y concisa… podríamos….

- Rose- me cortó-, no puedo hacerlo. No quiero meterme en problemas ni causar dificultades con algo tan importante como es el encontrar a este muchacho o muchacha. Es necesario que le encuentren y que Lissa pueda ejercer influencia en la corte. El destino de nuestra raza está en juego. Detente un momento a pensar seriamente en las consecuencias que traerá si los más altos miembros de la corte logran su cometido de poner al frente a los chicos de 16 años. Ellos no están preparados, no todos tienen las mismas habilidades ni la fuerza para soportar lo que se avecina. La fuerza de los Strigois es cada vez más fuerte y esos chicos no están capacitados a esa edad para afrontarlos. Esto se convertirá en poco tiempo en una masacre. Nuestros números descenderán aún más, y aunque todos los Morois y Dhampirs se pusieran en la labor de reproducción no habría tiempo para alcanzar a escapar de un destino de extinción para la población Dhampir. Y sin Dhampirs que puedan proteger a los Morois, ellos también se extinguirían, si es que no deciden convertirse en Strigois ante el temor de su temprana muerte.

Yo lo había visto como muertes tempranas para los jóvenes Dhampirs, pero no como la extinción de nuestro mundo.

- Pero tú si tienes que ir. Tú puedes hacerlo- continuó Dimitri-. Por lo que hablamos, Abe no puede aparecerse en estos momentos por esos lados, y no cerca de ustedes. Hay gente de por medio que podría utilizar el vinculo entre ustedes dos para hacer las cosas más difíciles aún. Por eso tendrías que trabajar con ayuda de personas externas, personal contratado exclusivamente para apoyarte camufladamente. El señor Mazur no te quiere en eso, pero yo confío en que eres capaz.

Había un toque de admiración en sus palabras y en su tono que me hizo sentir una onda de calidez. Instintivamente mi mano fue a tomar la de él, pero tan inesperado como fue mi movimiento, él se apartó de una manera casi sutil para evitar el contacto.

Agaché la mirada, observando mis manos juntas sobre mi regazo.

- Puedes contarle esto a los demás, siempre que estés segura de que la información no saldrá de este grupo.

- De eso puedes estar más que seguro- dije, elevando la cabeza para mirarlo directamente- Ahora te dejo para que sigas buscando lo que estés buscando allí- señalé con la cabeza hacia la pantalla del notebook que seguía sobre sus piernas-. Voy a hablar con los demás y ver qué podemos hacer por ahora.

Me puse de pie y me fui de la habitación sin darle una segunda mirada. Me pareció que la mirada de Dimitri seguía puesta en mí hasta que estuve en el pasillo.

En Siberia… eso no podía ser nada más que una coincidencia.  ¿Qué tan confiable eran las fuentes de Abe en este asunto? ¿Sería realmente el hermano o hermana de Lissa el que se encontrara allí? Lo mejor era averiguarlo por mí misma.

Con esos pensamientos llegué hasta la salita de estar donde se encontraba Adrian y Lissa, cada uno con sus teléfonos celulares, traspasando números telefónicos a listas de papel que se encontraban sobre una mesita de madera frente al sillón. Christian se encontraba con su notebook en las piernas.

- Mi tía te envía saludos- dijo él sin sacar la vista de la pantalla y mientras tecleaba.

- Gracias- dije, mientras me sentaba en uno de los sillones desocupados- ¿Cómo van con las listas?

- Tenemos a varias personas que pueden tener alguna clase de información, pero otra historia es lograr que nos lo digan- dijo Adrian. Se puso de pie para sentarse a mi lado.

- Bueno… yo les tengo mejores noticias. O por lo menos eso creo.

- ¿Qué?- preguntó Lissa, dejando su celular y el papel junto al lápiz sobre la mesita.

- Puede que sepamos donde está tu hermano, Lissa.



Capitulo 13

Todos parecían muy sorprendidos ante la noticia de que posiblemente el hermano o hermana de Lissa se encontrase en Siberia.

Las discusiones comenzaron a la hora de planear e idear maneras de llegar hasta allí sin ser rastreados o encontrados por los guardias Dhampir a cargo de encontrar a los prófugos, o sea, a Adrian y a mí. Podría decirse que lo bueno, en ese aspecto, era que podíamos contar con los recursos de Abe. Lo malo era que no estaba muy segura de si él me permitiría participar de la búsqueda del hermano de Lissa, considerando su negativa a la hora de informarme acerca de los nuevos acontecimientos, lo que sólo me anticipaba en realidad una rotunda negativa. Por otro lado, no soy de las que se conforman cuando les dicen que no. Si Abe se ponía en plan de padre autoritario iba encontrarse con la persona equivocada.

- Ni creas que me voy a quedar en la corte, sentada y esperando de brazos cruzados mientras tú te arriesgas en Siberia y buscas a mi hermano- Lissa se encontraba paseándose de un lado a otro frente a la chimenea y me lanzaba miradas cargadas de obstinación.

- Lissa, no puedes ir. Se supone que debemos mantener esto en secreto para el mundo, por lo menos hasta que encontremos y traigamos a tu hermano. Mientras tanto tú debes continuar con tus actividades de rutina y aparentar la mayor normalidad posible.

- No puedes pedirme eso- dijo y detuvo su continuo paseo- Todos saben que nosotras somos como hermanas. No puedo seguir con mis actividades normales así nada más. No sería nada fuera de lo común que comenzara a realizar otras actividades o que aparentara intentar encontrarte por mis propios medios.

- Tienes que aparentar estar serena y centrada. No puedes mostrar que los recientes acontecimientos enturbian tus capacidades de liderazgo. Ahora más que nunca debes demostrar que eres capaz de manejar la presión que implica ser parte de la corte y las responsabilidades reales.

La impotencia y la obstinación removían el Espíritu en el interior de Lissa.

Me acerque a ella y puse mis manos sobre sus hombros, dejando que lentamente un poco de esa carga pasara hasta mi. Lo justo y necesario para tranquilizarla y para que yo no me pusiera tampoco furiosa contra el mundo.

- Rose tiene razón. Y sabes cuánto me molesta admitirlo- dijo Christian mientras alcanzaba una de las manos de Lissa desde su puesto en el sillón cercano. Ella le dio un pequeño apretón y luego regreso su mirada a mí.

- Realmente no vas a dejarme ir.

- No Lissa. Te quiero mucho y me encantaría que vinieras y que fueses la primera en ver a tu hermano, pero es más seguro que permanezcas en la ciudad. Además, aún tengo mis dudas acerca de si es verdad que este chico o chica sea la persona que buscamos, y no quiero verte decepcionada en el caso de que no lo sea.

Adrian puso sus manos sobre mis hombros y me dio una mirada que decía que debía soltar a Lissa. Me sentía un poco molesta sin motivo alguno y de seguro él había visto que mi propia aura se había oscurecido más a aún.

Bajé mis manos y Adrian las tomó mientras me abrazaba por la espalada y apoyaba su mentón en mi hombro.

- No te preocupes, prima. Esta vez no dejaré que Rose vaya sola. La acompañaré a Siberia y me aseguraré de que no se meta en demasiados problemas.

- Alto ahí- le dije girando un poco el rostro para mirarlo- No hemos dicho nada acerca de que tu vayas. Eso es peligroso.

- Pero no voy a dejarte ir sola otra vez. No pienso pasar un minuto preocupado aquí por ti sabiendo que puedes estar en peligro.

- Adrian, sinceramente, es más peligroso para mí que vayas a Siberia conmigo. El que vayas significa que tendré que preocuparme por lo que tengo que hacer allí y por tu seguridad también. Serías una distracción.

- Una buena distracción…- me dijo alzando una ceja junto a una sonrisa sexy en los labios. No pude evitar devolverle la sonrisa, pero de todas formas seguí argumentando en contra de su idea de acompañarme.

- Puede resultar ser una distracción bastante deseable, pero no deja de ser una distracción.

- No puedes ir sola- ahora ya no estaba sonriendo de forma tentadora, sino que mantenía una mirada seria y fija en mis ojos.

- Espero poder conseguir apoyo auspiciado por Abe. Pero si no lo logro tendré que ir sola. No hay otro modo.

Discutimos un rato más acerca de lo mismo hasta que tres alimentadores llegaron a domicilio enviados por Abe para Lissa, Adrian y Christian. Pasaron todos a la cocina.

Me quede allí en los sillones, mirando hacia el techo con la cabeza apoyada en el respaldo, pensando en el viaje que pronto tendría que realizar al mismo tiempo que intentaba guardar bien en el fondo de mi conciencia todos los recuerdos del pasado viaje de igual destino.

Dimitri llegó a la salita de estar con un libro en las manos y se sentó en un sillón frente a mí.

- ¿Dónde están los demás?- preguntó.

- En la cocina. Hace un momento atrás llegaron los alimentadores.

Con la cabeza asintió.

Nos quedamos callados, sin mirarnos.

Él abrió su libro y se puso a leer. Yo intentaba no mirarlo, pero furtivamente me quedaba prendada de los rasgos de su rostro, del modo en que apartaba su cabello de la cara, de los gestos casi imperceptibles que hacía con cada página que avanzaba en su lectura.

Nos quedamos allí, de ese modo, por varios minutos hasta que los chicos regresaron. Luego salieron los alimentadores con sonrisas perdidas y ojos soñadores. No saludaron, ni se despidieron. Simplemente se limitaron a salir de la cabaña sin detenerse hasta llegar al vehículo que los esperaba a unos pocos metros de la entrada.

Conversamos un rato una vez que los humanos se marcharon. Luego fue el turno de comer para los Dhampirs. De todos modos fuimos todos a la cocina y preparamos algunas pastas. Dimitri se ofreció a lavar la loza y aceptamos su disposición. Mientras él se encargaba de la tarea domestica los demás seguíamos en la mesa, riendo de anécdotas e historias del pasado.

Dimitri se dedicó a lavar lo que habíamos ensuciado, con la cabeza gacha sin moverse del lavaplatos. Cuando terminó, Lissa y yo nos pusimos de pie para secar la loza y guardarla en su lugar.




Tras unas horas de juegos, y más conversación, llegó la hora de ir a dormir… lo que fue una verdadera complicación. Cuatro de cinco de los presentes tenían sus propios planes, pero el quinto integrante del grupo se veía muy pendiente de a qué cuarto se iba cada quien.

Los chicos estaban algo molestos. Alegaban que todos éramos lo suficientemente mayores para decidir qué hacer y, obviamente, donde dormir. Lissa y yo estábamos algo complicadas. Lissa no quería faltarle el respeto a nadie y como Dimitri era mayor por algunos años… para ella eso era signo de autoridad. Para mí las cosas no iban por ese rumbo. Lo mío era patentar abiertamente con quien pasaba la noche delante del único hombre con el que había tenido sexo, mejor dicho, más que sexo- porque lo nuestro no había sido un acto producto de hormonas desenfrenadas y nada más. Lo nuestro había sido amor puro y la más hermosa de las demostraciones de toda mi vida-.

Decidimos que Christian y Adrian irían a una habitación mientras que Lissa y yo dormiríamos en la otra. Dimitri había anunciado que él ocuparía en el sillón de la habitación de recreación. Eso nos daba un margen de espacio físico para poder hacer un intercambio más tarde entre dormitorio y dormitorio, de modo que pasadas unas horas después de habernos ido a dormir Lissa estaría con Christian y Adrian conmigo.

Nos fuimos a “dormir” relativamente temprano, señalando el mutuo cansancio debido a la pasada pijamada. Dimitri dijo “buenas noches” al tiempo que ordenaba cojines y mantas para acomodarse en el sillón mientras nosotros nos dirigíamos a nuestras propias habitaciones.

Lissa estaba muy nerviosa en el momento que íbamos a realizar nuestro salto de habitación. Christian se iba a pasar a la nuestra y yo a la que Adrian había ocupado en un principio.

El joven Ozera fue el primero en tocar suavemente a la puerta. Fue un sólo golpe que a pesar de casi no percibirse, nos pareció que podía despertar a todos los que estuvieran durmiendo a los alrededores.

Tomé mis cosas mientras Christian se mantenía de pie al lado de la puerta, visiblemente  incomodo por la situación. Yo también me sentía nerviosa e incómoda. Me parecía una situación algo ridícula… parecíamos niños pequeños escondiéndonos de un padre que al día siguiente podría castigarnos. Yo sabía que eso no sería así, pero me sentía culpable en contra de mi propia voluntad por lo que estaba haciendo, y odiaba la sensación.

Con mucho cuidado y dando pasos sigilosos, avancé desde mi puerta hasta la puerta contigua. No hubo necesidad de tocar porque Adrian sabía que sólo podía ser yo la que llegara a su puerta.

Lo encontré sentado al borde de la cama, con las manos tomadas y colgando entre sus rodillas.

Él sonrió y estiró una mano para que me acercara.

Lo hice, y él pasó sus brazos por alrededor de mi cintura al tiempo que afirmaba la cabeza en mi estomago.

- Hola- dijo.

- Hola.

Se puso de pie y se inclinó un poco para besarme con una lentitud premeditada. Sus labios rozaban los míos con suavidad, con calma… como si tuviésemos todo el tiempo del mundo.

El beso poco a poco fue tomando intensidad. Ya no sólo eran sus labios los que acariciaban los míos. Podía sentir su lengua, que también que era suave, cuidadosa, en un ritmo que sólo me hacia desear más. Sus manos se encontraban en mi cuello y las mías enredadas en su cabello. Sus dedos fueron bajando por mi espalda hasta mi cintura.

Sus manos encontraron el borde de mi camiseta y tocaron la piel desnuda allí. Sus dedos volvieron a ascender, pasando por mi estomago, mis costados y luego por mi espalda, haciendo que quedáramos más cerca aún el uno del otro.

Me separe sólo lo justo para desabotonar su camisa. Una vez que la tela estuvo en el suelo pasé mis manos por su abdomen, subiendo hasta su pecho y luego trazando su clavícula. Adrian era delgado, pero a pesar de todo, su cuerpo estaba naturalmente definido. Cada musculo detallado bajo mis dedos.

Me acerque para besarlo ahí, justo en la clavícula,  dejando pequeños besos hasta su cuello. 

La vez pasada había sido algo efusivo, rápido y con el objetivo central de saciar una necesidad punzante. Ahora yo quería disfrutar del momento. Demostrarle que lo quería, y de algún modo, demostrarme a mi misma que lo que sentía por él era real.

Mientas besaba su cuello Adrian suspiro junto a mi oído. Tomo mi rostro entre sus manos para observarme directamente a los ojos. Había tanto allí que no podría enumerar cuantas emociones se conjugaban en los brillantes ojos verdes que me devolvían la mirada.  Parecía que quería decir algo, pero no encontraba las palabras. Al final regresó su boca a la mía y esta vez el beso no era sólo una dulce caricia. Alternaba entre la ternura para luego convertirse en un beso lleno de una pasión que se desbordaba. Sus labios a veces eran tiernos y otras veces tiraban de mí con fuerza. Sus manos se paseaban por debajo de mi camiseta, sus dedos firmes sobre mi piel, arrastrándose como si no quisiera desprenderse ni por un minuto del contacto.

Mis manos también vagaban por su cuerpo, deteniéndose en la cinturilla de sus pantalones.

Caímos sobre la cama. Su cuerpo alineado con el mío. Sus labios besando mi cuello cerca del odio, murmurando mi nombre y frases a veces comprensibles y otras carentes de sentido.

Una de sus manos había salido de debajo de mi camiseta para pasearse por mi pierna en movimientos ascendentes y descendentes.  Sus dedos jugaban en la cinturilla de mis jeans y se aproximaban al botón con intenciones de abrirlo.

De repente algo de lo que murmuró extrañamente se escuchó como una palabra  muy parecida que sólo había escuchado de otros labios que no eran los suyos.

No sé si habrá sido la palabra que quiso decir, porque sabía el idioma y quiso decirla o sólo fue que a mí me lo pareció, pero en ese segundo podría haber jurado que…

Lo aparté, poniendo mis manos sobre su pecho y él se echó hacia atrás.

- No podemos hacerlo- dije con la voz entrecortada.

- ¿Qué? ¿Te hice daño? ¿Estás bien?- Respiraba aceleradamente y escudriñaba mi cuerpo, especialmente mi cuello, con ojos asustados.

- No. Estoy bien- dije, alcanzando su mano para tranquilizarlo-. Es que no me siento cómoda- A pesar de que en cierto modo era verdad, había más de fondo para mi negación a continuar con lo que estábamos haciendo.

Adrian me miraba ahora con incredulidad.

Lo que había escuchado, o creído escuchar, me había traído de vuelta a la tierra, haciéndome tomar conciencia de que no podía pasar la noche de ese modo con Adrian teniendo a Dimitri a sólo un par de metros de distancia.

Miles de ideas cruzaron por mi mente. La que más me avergonzaba era que por algún desafortunado incidente Dimitri llegara a escucharnos. Yo sabía que no se podía escuchar nada de una habitación a otra, menos con las puertas cerradas, a pesar de que la cabaña era pequeña. Seguramente Abe la había construido de ese modo para poder mantener su intimidad resguardada de cualquiera invitado extra que lo acompañase. De todos modos eso no me impidió pensar que en esta ocasión algo podría fallar.

- Hay algo en esto que no me estas contando, Rose- Adrian me sacó de mis pensamientos y me observaba fijamente con el seño fruncido.

No quería decirle nada más, pero sabía que él se merecía una explicación mejor. No era justo para él y además yo le había prometido que sería sincera en todo cuando decidimos intentarlo nuevamente.

- Lo que pasa… De acuerdo, si es por algo más. Me siento incomoda teniendo a Dimitri a un par de pasos de distancia.

Adrian se acerco un poco más y con una mano afirmó mi barbilla para que lo mirase.

- ¿Es sólo por eso?-preguntó.

- Si.

Me observó por un minuto más y luego dio un suspiro de resignación.

- Esta bien- Besó mi frente e hizo que me apoyara contra su pecho.

- ¿No estás enfadado?

- No voy a negar que deseaba mucho estar contigo. Lo deseo. Pero puedo esperar. Por ti siempre puedo esperar. Además, no puedo quejarme porque seas honesta conmigo, siendo algo que en realidad es lo que espero.

Levante el rostro hacia arriba para poder mirarlo.

- Quien creería que el presuntuoso joven Ivashkov podía ser tan comprensivo- bromeé, ahora más relajada y con un sentimiento de dulzura hacia Adrian por sus continuas demostraciones de amor.

- Pero, no puedes andar diciéndolo por ahí. Esto es un secreto sólo entre tú y yo. Tengo una reputación de chico malo que cuidar- Sonrío de ese modo tan suyo y volvió a besar mi frente.

- No te preocupes, eso será un secreto. No queremos que la gente comience a pensar bien de ti, ¿verdad?

- No. A las mujeres les gustan los chicos malos.

Me separé de él para poder mirarlo con una sonrisa burlona en los labios.

- No eres tan malo Adrian.

- Otro secreto que tienes que guardar.

Me incliné para besarlo tiernamente.

- Vamos a dormir- dije.

Adrian hizo un pequeño puchero, pero no dijo nada.

Aparté las mantas para que nos metiéramos debajo. Una vez que estuvimos acostados tire de las mantas para arroparnos.

Adrian me abrazo por la espalda y nos quedamos ahí por unos minutos.

- Sabes- me dijo contra el oído-, esto no está resultando. Su voz parecía algo incomoda y luego me percate del problema.

- Oh. Bien, date la vuelta- Adrian se giró, quedando de espaldas a mí. Lo abrace por la espalda.

- Eso está un poco mejor- dijo, aunque su voz seguía manteniendo una pincelada de incomodidad. Yo no estaba acostada, sino más bien reclinada contra los almohadones y cabeceras.

Levanté una mano para llevarla hasta su cabello y comencé a acariciarlo de modo cariñoso y apaciguador.

- Háblame de algo, Adrian.

- ¿De quieres que te hable?

- De lo que quieras, de lo que te guste.

- ¿Quieres que te hable de ti? Porque eres lo que más me gusta. Más abajo en mi lista están también los casinos… pero no creo que quieras escuchar de cartas y fichas. 

Reí ante sus palabras, pero noté que eso de alguno modo lo hizo poner tenso.

- No. No quiero que hables de mí ni de casinos.

- Pues no sé de qué mas pueda hablarte entonces.

- Yo sé que si tienes de que más hablar… vamos.

Se quedó en silencio por un momento más, pero finalmente comenzó a contarme acerca de algunos museos y exposiciones a las que había asistido. Habló de pinturas y esculturas, de sus favoritas, y de lo que le hacían sentir cuando las observaba. Criticó algunas obras de arte con un lenguaje que podría escandalizar a cualquiera, con una pasión que sólo había presenciado cuando estábamos juntos.

Adrian era un artista. Más allá de su aparente desinterés por lo que le rodeaba, él amaba el arte y yo no podía comprender por qué no estudiaba o trabajaba en algo que le causaba tanto placer.

-¿Por qué no seguiste estudiando?- le pregunté, curiosa y molesta al mismo tiempo por no comprender los motivos de su abandono.

- Porque era más fácil- contestó, con un poco de tristeza en la voz. No podía verle el rostro, pero me imaginaba que sus ojos estaban perdidos en la nada- Manejar el Espíritu en un periodo de mi vida se volvió una tarea muy difícil. A pesar de que algunos artistas utilizan drogas para incrementar la creatividad, yo no lo necesitaba. El Espíritu era suficiente, pero manejar el espíritu fue demasiado… decidí perderme bebiendo y fumando… y el arte pasó a un segundo plano, o más bien, a perderse de mi vista.
>> Las cosas con mi padre no siempre fueron tan malas. Pero a medida que crecía el Espíritu también lo hacía y mi padre  nunca ha comprendido lo difícil que es lidiar con una carga como esta.  Beber era también una forma de hacerlo enojar. Mi venganza contra su incapacidad para entender lo que me ocurría. No había nada que lo molestase más que ser fuente de críticas indirectas a causa de mis conductas poco apropiadas. De los cotilleos en las fiestas cuando me veían en la barra.

Adrian se dio la vuelta para mirarme directamente.

- El día que te conocí en el centro de esquí me pareciste la cosa más adorable y sexy que había visto en mucho tiempo. Eras intimidante y no te dejaste seducir como todas las demás. Eso me impulsó a seguir persiguiéndote… pensé durante los primeros días que eras un capricho, como muchos otros. Que una vez que cedieras la atracción  que sentía hacia ti se desvanecería, pero te seguiste negando. Poco a poco lo que sentía por ti pasó a ser mucho más que un mero capricho. Te admiraba. Admiraba tu entereza, tu obstinación y tu fuerza.  También estaba ese extraño lazo entre mi prima y tú, pero la verdad es que eras Tú y sólo tú.

>>Pasaron algunas cosas en el camino, pensé en darme por vencido, no porque dejaras de interesarme sino por todo lo que me habías dicho y por los problemas que estabas viviendo. Tu partida a Siberia y ese amor por Dimitri que sentías…

>> Pero cuando me diste una oportunidad… Dios, no sabes cuan feliz me hiciste ese día. No sabía que tan feliz podía sentirme hasta que aceptaste mi propuesta. Desde allí ha sido una montaña rusa de emociones… y de eso se trata la vida. De experimentar, de vivir realmente… no puedo arrepentirme de nada desde que estamos juntos.

No podía despegar la mirada de la suya. Hipnotizada por este momento de sinceridad que Adrian estaba compartiendo conmigo.

- Tú has hecho que de algún modo me sea más fácil controlar el Espíritu sin la necesidad de beber. Has hecho que quiera pintar de nuevo,  que quiera ser mejor- Se detuvo un momento para trazar los rasgos de mi rostro con ojos relucientes y luego continuó- Antes te miraba y podía notar tu cautela hacia mí, tus limites y restricciones. Con el tiempo la forma en que me miras ha cambiado. Sé que aún sientes cosas por Dimitri, pero también puedo ver en tus ojos que lo que sientes por mi está muy cerca de esos otros sentimientos y eso me hace feliz. Feliz a un modo que ni siquiera puedo comprender y que no quiero comprender tampoco porque no me hace falta.  Te quiero, Rose. Y estaría dispuesto a hacer lo que fuese necesario por ti. Espero poder lograr que olvides el pasado por completo… No. Eso no es cierto. Lo que quiero es que tu pasado sea sólo un recuerdo para que podamos ser tú y yo, ahora y siempre.

Adrian se acercó y me abrazó, apoyando su oído contra mi hombro.

Mi corazón martillaba con fuerza en mi pecho por lo que había escuchado. Sentía miedo ante la intensidad de los sentimientos de Adrian hacia mí. Miedo por lo que significaba para él y por la responsabilidad que eso me hacía sentir. Miedo por llegar a hacerlo sufrir otra vez con mis propias dudas e inseguridades.

Volví a poner mi mano sobre los cabellos de Adrian mientras acariciaba los mechones y enredaba mis dedos en él. Acompasé mi respiración a los movimientos de mi mano para acallar a mi corazón hasta que todo regresó a un ritmo pausado y relajado.

- Cuando todo esto se solucione voy a retomar mis estudios de arte- El aliento de Adrian cosquilleó contra mi cuello.

- Genial- dije sinceramente. Bese su frente y puse mi manos contra su oreja para poder seguir los surcos con los dedos mientras mi mente analizaba otra vez mis sentimientos por Adrian.

Nos quedamos allí, respirando con suavidad por bastante tiempo sin hacer nada más que permanecer abrazados, compartiendo dulces caricias. Más tarde nos quedamos dormidos del mismo modo.



Capitulo 14

Mi brazo estaba completamente adormecido. Había quedado bajo el cuello de Adrian. No nos habíamos movido ni un centímetro del lugar en el que nos dormimos.

Con mucho cuidado, para no despertarlo, retiré mi brazo con lentitud, apoyando su cabeza con mi otra mano para dejarla suavemente sobre la cabecera. Una vez que mi brazo estuvo liberado, Adrian exhaló perezosamente sin despertarse.

Adrian era guapo. Dormido, como estaba, su belleza era distinta. No había esa chispa coqueta, impulsiva y exaltada, ahora se veía como un ángel tranquilo y pacifico. Dormido parecía menor de lo que era.

Alargue mi mano -que aún hormigueaba tras recuperar la circulación sanguínea- para despejar su frente y los ojos de algunos mechones que caían desordenados. Todo su cabello se encontraba revuelto y eso le daba  un aspecto más dulce aún.

Después de observarlo por un rato más me levanté definitivamente y entré en el baño para ducharme y vestirme. Cuando terminé, Adrian seguía durmiendo, algo que no me sorprendió.

Abrí la puerta de la habitación con lentitud por si a las bisagras les daba por hacer ruido y estropear nuestro secreto.

Me quede quieta una vez que estuve fuera del cuarto, escuchando todo lo que había a mi alrededor en busca de algún ruido que me diera a conocer que alguien ya estaba en pie.

No estaba segura de sí ir a mi propio cuarto y pedirle a Christian que regresara al de Adrian o hacer como si nada y esperar a que Christian también saliera de mi cuarto disimuladamente, de modo que “nadie” se enterara de nuestro pequeño intercambio nocturno.

Finalmente me quede con la segunda opción, así que me fui hacia la cocina. Estaba cerca de la puerta de entrada cuando por el rabillo del ojo alcance a percibir una figura sentada en el sillón. Demoré un par de segundos en girarme para quedar de frete hacia él porque necesitaba tranquilizarme y asegurarme de que mi rostro no denotara expresión alguna que pudiese delatarme.

Con una tranquilidad que realmente no sentía, me di la vuelta para encarar a Dimitri que se mantenía sentado en el sillón con otro libro en las manos.

- ¿Qué haces levantado tan temprano?- pregunté.

- No podía dormir más- dijo mirándome directamente a los ojos. Quería preguntarle por que no había podido dormir más, pero tenía miedo de escuchar la respuesta. Como si fuese a decirme que nos había descubierto y que sabia del intercambio de dormitorios.

Analizar ligeramente que llegar a saber que él nos había descubierto me hacía sentir culpable - y yo no quería sentirme culpable- me hizo dejar de imaginarlo.

- Mucho ruido, no podía dormirme- dijo él luego.

Sentí como involuntariamente mis mejillas enrojecían. Nosotros no habíamos hecho ruido con Adrian… no que yo me hubiera dado cuenta. No habíamos hecho casi nada. Sólo nos habíamos besado y acariciado un poco… pero nada más. Nada de sexo alocado y salvajemente ruidoso.

¿Habrían sido Lissa y Christian? No, no lo creía. Mi amiga no era de ese estilo. Yo había tenido que presenciar algunos de sus encuentros y ellos no solían comportarse de ese modo… Lissa tenía ganas de morder a Christian, pero eso no era sinónimo de bullicio… o ¿podría serlo?

Tal vez estaba adjudicándole demasiada importancia a lo que habíamos hecho. Quizás los ruidos a los que Dimitri se refería provenían del exterior. Quizás la habitación en donde él dormía no estaba tan insonorizada como la nuestra. Quizás había habido una tormenta mientras dormíamos y yo no me había dado cuenta…

La mejor táctica era cambiar de tema.

Me fijé más en lo que había en la sala.

En la mesita de centro se encontraban las cosas que habíamos ocupado el día anterior: las listas telefónicas y los celulares. Había un tazón con líquido que podría haber sido té o café. También había algunos  libros con tapas similares a los otros libros que Dimitri solía leer… y la notebook de Lissa.

- Veo que has estado bastante ocupado- señalé con la barbilla hacia el nootebook.

- Podría decirse que he aprovechado muy bien mi tiempo- contestó mirándome aún de ese modo fijo que me estaba poniendo de los nervios por la intensidad. ¿Era mi idea o en esa frase también había habido un doble sentido?

- Voy a la cocina- anuncié. Tenía que tomarme un respiro de ese extraño y molesto intercambio de palabras-. ¿Quieres que te traiga algo?

- No.

Me di la vuelta para entrar en la cocina.

- Rose- dijo.

Me volví a girar para ver que quería. La forma en que había pronunciado mi nombre había hecho que se me erizara la piel.

-¿Qué?- mi voz salió en un tono tan bajo que no estuve segura de si él había escuchado o no.

Dimitri me observaba directamente. En el fondo de esos ojos marrones había una pregunta sin hacer y más en la superficie me parecía que se encontraba una cuota de enojo, de miedo y de incertidumbre.

Mantuve la mirada en él, intentando descifrar correctamente todo eso que creía ver en sus ojos. No estaba segura de si lo que ahí había estaba dirigido a mi o hacia él mismo.

Dimitri desvió la mirada y dijo:

- Creo que si quiero un vaso con agua, por favor.

Me moví hacia la cocina con rapidez.

Saque dos botellas de agua de la nevera y las vacié cada una en un vaso. Bebí de la mía con calma, dejando pasar el frío líquido por mi garganta de modo que pudiera deshacer el nudo que sentía que me estaba ahogando.  

¿Por qué no podía dejar de sentirme culpable? Yo no estaba haciendo nada malo y aún así no podía despejar esa sensación de que estaba engañando a alguien.

¡Está bien! Si… definitivamente estaba engañando a alguien, ¿pero a quien?

¿Estaba engañando a Dimitri… Estaba engañando a Adrian… o me estaba engañando a mí misma?

Quería tomar a Dimitri de un brazo y arrastrarlo hasta la puerta de la habitación de Adrian, abrir la puerta, entrar y cerrarle la puerta en la cara. Que él pudiera ver que yo había decidido pasar mi tiempo y mi vida con Adrian. No por despecho, no porque fuera la mejor opción, sino porque yo así lo quería. Porque era mi decisión estar con él.

Dejé el baso en la mesa. Apreté y solté los puños para relajarme un poco antes de volver la salita de estar. Tomé ambos vasos e hice el camino de regreso hasta los sillones.

- Aquí está tu baso- le dije. Le di también una sonrisa de niña buena que pareció desconcertarlo un poco, y eso me pareció excelente. Nuestra relación no había vuelto a ser la misma desde hace mucho tiempo, pero yo podía jugar a este juego. Él había pretendido alcanzar una relación normal conmigo, como si no hubiese ocurrido nada entre nosotros… yo podía hacer eso. Yo era Rose Hathaway, así que como Rose me iba a comportar.

Tomé uno de los libros y ojeé un poco.

-¿De qué trata este libro?- pregunté, con aparente curiosidad por el contenido del texto.

- Una historia del viejo oeste.

- Eso se nota. La portada es bastante grafica… deberían modernizar estos libros.- observaba la tapa. Era una edición relativamente nueva con apariencia de los años 60 o 70- Lo que quiero saber es de que trata esta historia en particular.

- ¿De verdad quieres saberlo? No creo que ese sea el tipo de lectura que te interese. Ni siquiera creo que la lectura sea lo tuyo- Me miraba con un poco de recelo, pero con curiosidad también y una pisca de diversión.

- ¡Oye! Claro que leo- volví a ojear las hojas para ocultar la mentira en mis ojos. Yo leía… revistas de moda y farándula… y ocasionalmente los libros de la academia, cuando creía que me podrían ser de utilidad. La verdad es que lo mío nunca fue lo intelectual. Lo mío era la acción.

- Ese libro trata de un hombre que perdió a su familia y se dedica a vagar sin rumbo de ciudad en ciudad, haciendo trabajos por un poco de dinero para sobrevivir. Busca un modo de vengarse de otro hombre que ha sido el causante de su desgracia.

- ¿Y cómo termina la historia?

- Aun no lo termino de leer.

- Oh. Entonces supongo que tendré que esperar para saber cómo termina la historia- Sonreí de nuevo y tome otro libro para seguir ojeando. Dimitri me observó por un rato más y luego tomó su vaso para beber un poco de agua. Después tomó el libro por el que le había preguntado y se puso a leer mientras yo miraba todos los demás.

La puerta de entrada se abrió. Era Abe y venía acompañado por dos Dhampirs que parecían roperos por lo grande que eran. Tenían la altura de Dimitri, pero eran el doble de anchos.

- Que bueno es encontrarlos despiertos- dijo Abe a modo de saludo. Los Dhampirs se fueron hacia una de las paredes y adoptaron posiciones típicas de guardias.

Me puse de pie para saludarlo con un abrazo. Pareció gratamente sorprendido de primera, pero me devolvió el abrazo casi de inmediato.

- Tu madre te envía saludos- dijo en un tono más bajo.

- ¿Cómo esta ella?

- Bien. Trabajando prácticamente a tiempo completo. Las cosas siguen muy alteradas entre los Morois y los guardias escasean.

Fuimos a sentarnos al sillón donde estaba antes. Abe miro la mesita de centro con curiosidad, reparando que cada una de las cosas que había sobre ella.

- ¿En que han estado trabajando? ¿Van escribir una reseña científica acerca de libros de vaqueros?- su voz denotaba un dejo de diversión.

Se detuvo en las listas de teléfonos. Tomó una y leyó los nombres.

- ¿Qué han estado haciendo?- Ahora su voz se escuchaba molesta y me miraba seriamente.

No respondí a su pregunta y me lance a pedir lo que tenía planeado pedirle cuando nos encontráramos.

- Necesito que me envíes a Siberia.

Abe se puso de pie precipitadamente y miró a Dimitri con tanto enojo que parecía que iba a fulminarlo con la mirada.

- ¿Qué has hecho, Dhampir?- su voz era siniestra.

- Le he contado lo que has descubierto- respondió Dimitri sin moverse de su puesto, devolviéndole la mirada a Abe.

- Te dije que Rose no debía de enterarse de nada.

- ¿A caso no pensabas decírmelo nunca?- dije, atrayendo su atención.

- Te lo iba a decir cuando estuviera completamente seguro de que se trataba del hermano de Lissa.

- Tus averiguaciones van a demorar mucho, Mazur. No tenemos ese tiempo.

Abe volvió la mirada a Dimitri con mayor odio aún del que ya reflejaba.

- Estas impulsándola a algo tan peligroso que no tienes ni idea.

- Yo ya he estado en Siberia. Sé lo peligroso que puede llegar a ser, y tú también sabes que puedo cuidar de mí, que soy muy capaz de hacerlo.

- Rose, las cosas no están como en tu última visita a Rusia. Yo en ese tiempo podía manejarlo todo. Ahora hay alguien que está entorpeciendo mi poder allí. Hay cosas que están fuera de mi alcance, no puedo protegerte allí, no podré mantenerte vigilada. Ni siquiera puedo ir yo mismo en estos momentos.

- Por lo mismo, por eso tengo que ir yo. Nadie pondrá más empeño que yo en encontrar al hermano de Lissa, y hay que encontrarlo pronto.

- ¿Qué va a pasar con tu sentencia y tu fuga?- preguntó Abe.

- Eso lo solucionaremos más tarde. Además, de algún modo ambas cosas se relacionan, sino ¿por qué la reina iba a saber que iba a morir por culpa de tener información referente al hermano de Lissa?

- Rose tiene razón. Si le he contado todo es porque estoy seguro de sus capacidades. Ella es la mejor, puede encontrar al hermano de Lissa.

- Yo no dudo que Rose sea excelente en lo que sabe hacer, pero eso no resta peligro a lo que estamos viviendo. Este viaje no será lo mismo que andar como loca a la siga tuya sin que nadie estuviera prevenido- Dimitri hizo una pequeña mueca de dolor y yo esquive un poco la mirada de Abe-. Esta vez todos saben perfectamente quien es Rose y así como tú- dijo apuntando con un dedo a Dimitri- y yo sabemos de lo que es ella capaz, así también lo saben los Morois y Strigois que están a cargo de todo este asunto. Ellos la están buscando también, y no precisamente para someterla a un juicio… Muchos quieren poner las manos sobre ti- dijo Abe ahora mirándome con preocupación- para acabar con tu vida, y tú- dijo mirando a Dimitri- debes de recordar muy bien eso.

- Los Strigois si están interesados en terminar con Rose, pero ella no es su principal interés…- La voz de Dimitri fue un poco más alta que su normal tono de voz.

- Pues tú no eras precisamente muy querido entre la comunidad Strigoi… te temían, porque sabían que tus habilidades como Dhampir sumadas a las cualidades de Strigoi eran letales, sólo por eso acataban tus ordenes y se mantenían alejados de ti… ahora que eres un Dhampir de nuevo, tú y ella son uno de los principales objetivos de los Strigois. Sabemos lo vengativos que son… y ustedes dos- dijo mirándonos alternativamente-  no son santos de su devoción.

Dimitri apretaba tanto los dientes que me parecía que de un momento a otro iba a ver un hilo de sangre salir de sus labios.

- Tienes razón- dijo Dimitri sacándonos del silencio en el que habíamos caído-. Es muy peligroso que Rose vaya.

- ¡Dimitri!...- comencé a protestar.

- Yo iré. Yo provoque mucho de ese… resentimiento de los Strigois hacia nosotros. Seré yo quien se enfrente a ello.

- ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Te has vuelto completamente loco?!- espeté- El odio de los Strigois hacia ti o hacia mi… o hacia todos los Dhampirs en general comenzó mucho antes de que te convirtieras momentáneamente en Strigoi… así que no te sientas tan importante, echándote la culpa de lo que está pasando, porque no es así.

- Puede que tengas razón en parte, pero lo que ha ocurrido con los Strigois en Siberia es todo culpa mía…

- ¡Eres un imbécil testarudo!- me puse de pie echa una furia- Ni creas que te voy a dejar ir. No puedes salir del país, tú mismo lo dijiste ayer… Yo soy la que va a ir- Me giré para quedar de frente a Abe- Tú tienes que enviarme allí- le dije, acercándome más a él- Puedes enviarme con un grupo especial de Dhampirs de los tuyos, elígelos a tu gusto, me da lo mismo, pero yo soy la que va ir. Es el hermano de mi amiga, es un juicio y una sentencia de muerte en mi contra… es mi derecho ir.

- No tienes ninguna autoridad para hablarme así- dijo Abe mirándome con ojos fulminadores.

- Sabes que es mi derecho, que soy capaz- esta vez mis palabras fueron más suaves. No podía enojar por completo a Abe o sino no tendría ninguna oportunidad.

Los rasgos de Abe se suavizaron un poco y sus ojos me estudiaron con cuidado.

- Esta bien…- dijo finalmente.

- Abe, no…- Dimitri se había puesto de pie y un musculo de su mandíbula tiritaba. Abe le lanzó una mirada que sólo podía interpretarse como una orden muy cabreada que exigía silencio.

- ¡Gracias!- me abalance sobre Abe para abrazarlo, no reconociéndome del todo. Esto de andar abrazando a la gente se me estaba convirtiendo en una muy mala costumbre.

Abe me devolvió el abrazo, pero no tan alegremente como el que habíamos compartido a su llegada.

- No vas a ir sola- Me dijo apartándose para mirarme bien.

- Sí, claro. Mientras sean buenos guardias, no habrá problema… pero tienen que dejarme trabajar a mi manera.

- También iras con un grupo de Dhampirs, eso seguro, pero no me refería a eso cuando decía que no ibas a ir sola.

- ¿Qué quieres decir?

- Que además de los Dhampirs vas a ir acompañada de alguien más.

- Yo iré- Dimitri se adelantó un paso hacia nosotros.

Mi corazón involuntariamente comenzó a bombear de forma acelerada. Un viaje con Dimitri… No estaba segura de cómo sentirme al respecto.

- No- la voz y mirada de Abe era glaciales-. No me refería a ti.

- ¿Entonces, a quién?- pregunté, un poco desilusionada a mi pesar.

- Sydney- sentenció.

- ¿Sydney?- Dimitri y yo preguntamos al mismo tiempo, incrédulos ante la mención de la chica alquimista.

- Si. Ella te acompañará. 



Capitulo 15

-¿Sydney?- repetí por segunda vez, y luego una tercera- ¿Sydeney?, ¿La chica alquimista a la que no le agradan los Dhampirs ni los Morois, mucho menos los Strigois, va a hacer el viaje conmigo?

- ¿Que otra chica que lleve el mismo nombre y tenga esa actitud conoces?- preguntó sarcásticamente Abe mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.

- ¿Por qué va a aceptar ella venir conmigo?- dije dudosa- En estos momentos ella tiene sus propios asuntos que atender en la organización alquimista. Alguien invadió sus oficinas y se llevó documentos de allí, si es que no lo recuerdas.

- Correcto- dijo Abe altivamente-. Por lo mismo es que ella te va acompañar. Tú vas a buscar al hermano de Lissa y ella buscará al responsable de la desaparición de los papeles… no olvides que la información de esos documentos son cuentas y registros del padre de Lissa, así que es muy lógico que detrás del robo también esté el responsable de mantener oculto al otro hijo de Eric…. o por lo menos pueden encontrar alguna pista que los lleve hasta él.
>> Es más, creo haber escuchado que tenías una teoría similar con respecto a la relación de ambos sucesos.

Eso era cierto, pero mi contrariedad ante la noticia de Sydney como compañera de misión entorpecía mi procesamiento mental. La verdad es que de algún modo buscaba excusas para no tener que hacer el viaje con ella si era posible.

- ¿Ya has hablado con ella?- quise saber, cambiando el rumbo del comentario de Abe.

- No- Abe caminó hasta la ventana que daba hacia la entrada- Pero la llamaré dentro de un rato para avisarle que arregle sus cosas para que salgan mañana mismo.

- ¿No crees que estas abusando de ella?- Sydney le debía un favor, pero Abe estaba sacando demasiado provecho de ello y ya casi la tenía como una empleada de tiempo completo.

- Eso es un asunto entre Sydney y yo. Mientras ella no se queje tú no tienes de que preocuparte.

- Me preocupo porque, a pesar de todo, la estimo como a una amiga. Ella fue un gran apoyo los días que permanecí en Siberia- dije, mirando exclusivamente a Abe.

- De acuerdo- Abe se giró para observarme desde la ventana-, voy a pedírselo de buena manera. No será una obligación, sino un favor.

- Bien.

- No creo que dejar ir a dos muchachas prácticamente solas sea la mejor idea- Dimitri se mantenía de pie pero se había movido hasta un lugar frente a la chimenea de modo que los tres podiesemos mirarnos a la cara sin problema.

- ¡Ja!- fue el burlón intento de risa de Abe- ¿Ahora te parece mala idea mandarla sola? Y tú querías enviarla sólo a ella… yo por lo menos estoy proponiendo que valla con una compañera de asiento.

- Lamento haberme precipitado con mis ideas y pensamientos- dijo solemnemente Dimitri-. Mi opinión pasada fue un error. No puedes dejarla ir así nada más.- Dimitri sólo miraba a Abe, quien también no quitaba sus ojos de él. En la mirada del Moroi había un modo desafiante y altanero- Te pido que me envíes en su lugar.

- No- fue otra vez la respuesta de Abe-. Rose tenía razón al decir que tú no puedes salir del país en tu actual condición- Ahora su mirada se había suavizado. Sólo había una seriedad que se correspondía al tema del cual estábamos hablando-. Si ella llegase a ser descubierta, cosa que no sucederá porque no lo permitiré – un brillo feroz recorrió sus ojos, Tan rápido como apareció, se marchó-… Bueno, para ella ya no hay mayor castigo que la sentencia que le han impuesto en la corte. Para ti, en cambio, existe mucho más por perder. Estas a prueba, guardián, no lo olvides.

- Pero ella…- comenzó Dimitri. Abe lo detuvo con otra frase.

- Creo que lo mejor es que tanto la joven Dragomir como el joven Ozzera y tú regresen a la ciudad dentro de este día.

Dimitri se quedó completamente quieto.

- Como te decía- continuó Abe-: Estas a prueba, por lo que si no regresas pronto a la ciudad o no permaneces en el lugar en donde dices estar- se estaba refiriendo a que supuestamente los tres deberían permanecer en casa de la tía de Christian- Las cosas pueden ponerse mucho más feas de lo que ya están, sin contar de paso que si a tus vigilantes les da por salir a tu siga para una visita rápida pueden dar con este lugar…

“Y encontrarnos a Adrian y a mí”. Eso era lo que quería decir.

Los ojos de Dimitri volaron hacia mí, casi como un reflejo involuntario. Hubo una pausa antes de que volviese a hablar.

- De acuerdo- mantuvo por unos segundos más su mirada en mi rostro y luego dejó que sus ojos se posaran en la mesita de centro.

- Bien- fue la respuesta de Abe. Luego él escudriño la habitación, miró hacia la cocina y hacia el pasillo-. ¿Dónde están los demás?-dijo.

A los pocos segundos, Christian y Adrian aparecieron juntos en la salita.

Dimitri los observaba con suspicacia.

- Buenos días- dijo Christian, dando una inclinación de cabeza hacia Abe y luego a Dimitri. Se quedo de pie justo a mi lado.- Hola- dijo en un tono más bajo, mirándome de soslayo  y guiñándome un ojo.

Ok. Comprendí el mensaje. Chicos listos. Salieron juntos de la habitación como si hubiesen decidido ponerse en pie en cuanto despertaron de “su habitación en común”

- Buenos días, Señor Mazur- Adrian se acercó hasta él para tenderle una mano. Abe tendió la suya y las estrecharon. Una sonrisa socarrona se instaló en los labios de Adrian una vez que el saludo hubo concluido- ¿Nos hemos perdido de una alguna charla motivacional o algo por estilo?

Supuse que nuestros rostros e veían lo suficientemente abatidos y molestos como para que Adrian no pudiera dejar pasar la ocasión de ser un sarcástico.

- Si- conteste al ver que ni a Dimitri ni a Abe les hacía mucha gracia contestar- Se han perdido los cafés, las galletas y las bolsas de regalos. Mejor suerte para la próxima. Siempre es bueno ser puntual.

- Una lástima- Adrian se encogió de hombros como si de sintiera verdadero pesar. Camino hasta situarse a mi otro costado y tomarme de la mano.

Dimitri cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro, dando la impresión de sentiré incomodo.

- Abe ha venido a sugerirnos que regresemos a la ciudad Real.- le hablaba a Christian, o por lo menos sólo lo miraba a él.

- Pero se suponía que nos íbamos a quedar hasta mañana, por lo menos- Christian se giró para mirarme, buscando que confirmara sus palabras.

- Cambio de planes –dije-. Deben regresar dentro de hoy a la ciudad. Yo me voy de viaje mañana con Sydney a Siberia en busca del hermano de Lissa.

- ¿De qué estás hablando?- La mano de Adrian tomó de mi hombro para hacerme voltear hacia él. La sonrisa estaba sustituida por unos labios rígidos y una mirada severa- ¿Cómo es eso de que te vas mañana?, y con ¡Sydney!

- Lo que acabas de escuchar y repetir. Vuelo mañana hacia Rusia.

- Voy contigo.

- Ya hablamos de eso. No insistas otra vez.

- Pretendes que me quede aquí, sólo y sin saber de ti… ¡ni hablar!

- Es lo que toca. No voy a estar fuera por muchos días. Es una misión de ida y vuelta que no debería extenderse a más de una semana.

- Te quedaras aquí mientras tanto, y ante cualquier eventualidad enviare a mis empleados por ti para ponerte a salvo. Lissa y Christian pueden visitarte dentro de un par de días para que no te sientas tan aislado- Abe se había acercado un poco para hablarle a Adrian.

- Ves- dije tomando su mano entre las mías para darle una apretón reconfortante-. No vas ni alcanzar a notar mi ausencia. Volveré tan pronto que no vas a tener tiempo para extrañarme- Sonreí, pretendiendo que fuese una sonrisa similar a las de él.

- No se trata de sentirme sólo o no- Adrian se veía particularmente serio, miró nuestras manos que se encontraban sobre su regazo - No quiero que regreses a Rusia. No me gusta nada… siento que algo no está bien –levanto la mirada hacia mis ojos y en los de él había temor por mi-, siento que no deberías ir. No quiero que vayas.

- Adrian… - lo miré, intentando descifrar de donde provenía ese miedo repentino. Él ya había expresado su deseo de acompañarme y sus pensamientos acerca de que volviese a Siberia… pero no había mostrado el miedo que ahora se reflejaban sus ojos- Tengo que ir- dije firmemente.

Lissa entro en la sala y se nos quedo mirando de uno en uno.

- ¿Por qué tienen esas caras?- preguntó.

Christian se puso de pie y le tomó la mano.

- Tenemos que regresar dentro de unas horas a la ciudad. Rose se va mañana a Siberia para buscar a tu hermano. Sydney la acompaña.

Excelente. Cuando necesitara de alguien para resumir informes ya sabía a quién llamar. Cristian era perfecto a la hora de hacer síntesis.

- ¡¿Mañana?!- la voz de Lissa fue exaltada.

- Hay que encontrar pronto a tu hermano, Lissa. Abe me ha dejado ir y va ayudarme.

- Por la seguridad de todos- contestó Abe-. Dimitri sigue a prueba y pueden decidir seguirle el rastro si no aparece pronto por la ciudad. Tú, Lissa, tienes que dejarte ver por la corte para mostrar que puedes lidiar con lo que está ocurriendo. Ya les he dicho lo intranquila que esta toda la gente alrededor del mundo, especialmente en la ciudad Real. Parece como si esperaran que de cualquier momento a otro una nave extraterrestre se estacionara en uno de los jardines y comenzara a matar a Morois y Dhampir a diestra y siniestra, lo único que falta por ocurrir.

- ¿No te parece que has exagerado un poco?- le dije, elevando una ceja.

- Puede que un poco- dijo Abe- , pero no miento en decir que los Morois están sumamente asustados y es bueno para tu imagen, Lissa, de figura prominente dentro de la realeza y como futura miembro activo de la corte que te muestres entre la población como la princesa capaz de lidiar con el pánico y las dificultades que su pueblo vivencia.

Lissa asintió con resignación y se dejó abrazar por Christian, apoyando la cabeza en su hombro.

- Por ahora disfruten del día. Tengo que hacer unas llamadas para alistarlo todo- Con esa palabras, Abe abandonó la salita rumbo a la habitación que Adrian estaba ocupando. Pudimos escuchar como la puerta se cerraba con un golpe seco tras de él.




El resto del día transcurrió como lo habían hecho casi todos los días desde que se encontraban en la cabaña.

Los alimentadores llegaron un poco más temprano, pero se fueron con las mismas sonrisas perdidas en el rostro.

Permanecimos la mayor parte del tiempo en la salita de estar, comentando los próximos eventos y los cursos de acción a seguir desde que el momento en que tendríamos que separarnos.

Lissa no quería dejarme hasta el siguiente día. Quería incluso acompañarme a tomar el vuelo, o lo que fuese que Abe dispusiera para hacer el viaje. A pesar de todo ella entendía completamente lo que teníamos que hacer y estaba dispuesta a cumplir su parte. Estaba claramente nerviosa por todo lo que estaba ocurriendo, pero muy emocionada ante la expectativa de conocer a su hermano o hermana.

Seguí intentando disminuir sus expectativas con respecto a conocer a su hermano, aún mantenía mis dudas al respecto. No quería que se hiciera demasiadas ilusiones en caso de que no resultase ser la persona correcta.

Adrian seguía insistiendo en que no hiciese el viaje y enviara a otra persona en mi lugar. Argumentaba desde todos los puntos de vista posibles. Desde nuestro situación de prófugos, los guardias reales, documentos y fronteras, Strigois furiosos, Strigois con ansias de venganza. Strigos, Strigois, Strigois.

Dimitri incluso apoyaba algunos de sus comentarios, lo que me hacía enfurecer y reír al mismo tiempo. Resultaba extraño verlos secundarse en la exposición de sus opiniones respecto a mi integridad…

-¡Basta!- había llegado a un punto en que me tenían completamente saturada- Voy a ir digan lo que digan. Así que ahórrense todos esos discursos. La verdad es que deje de escucharlos después de los primeros 5 minutos de palabrería.

Tanto Dimitri como Adrian me miraron con evidente molestia. Los rasgos de Adrian se suavizaron con rapidez.

- Mi pequeña Dhampir- dijo acercándose más a mí-. No lo digo por molestarte, sabes que no es por eso. Es porque me preocupo por ti y no sabría qué hacer si algo te ocurriera, más sobre todo estando tan lejos de ti.

- No va a ocurrirme nada malo- los miré a todos para transmitirles confianza- Voy a estar perfectamente. Voy a ir acompañada, con Dhampirs entrenados. Voy a hospedarme en lugares seguros, actuaré con precaución- todos me miraron con incredulidad ante esas palabras- Con la mayor precaución posible… incluso, para su mayor tranquilidad, ocupare algún disfraz o algo para que no me reconozcan tan fácilmente.

- No creo que un simple disfraz te vaya a ser de utilidad alguna- Dimitri me miraba fijamente sin rastro alguno de emoción en el rostro. Lo dijo como si fuera un hecho de conocimiento público.

- ¿A qué te refieres?

- Hay cosas que no se pueden camuflar. Tu aroma es una de ellas.- Su mirada era más aguda ahora.- Los sentidos de los Strigois están más desarrollados. Hay algunos que podrán reconocerte tal sólo por tu esencia o por los rasgos de tu rostro o cuerpo.

Si. Recordaba haber tenido una conversación acerca de las cualidades de ser Strigoi con Dimitri el Strigoi… Ese día había decidido hacer lo correcto, huyendo de él. Para distraerlo, y evitar que mi mente se nublara con los efectos de una reciente mordida, había iniciado ese tema de conversación consultando acerca de cómo se experimentaba el besar con todos los sentidos más desarrollados. Obtuve una clase incluso práctica ante esa pregunta, sólo para que la explicación me resultara más comprensible. Yo no tenía las capacidades de un Strigoi, pero Dimitri era un muy buen maestro y lograba ejemplificar muy vívidamente lo que podría haber llegado a sentir de haberme convertido. Por lo menos en esa área.

Sentí que me ruborizaba ligeramente, así que aparté la mirada pero sin dejar de ver antes que Dimitri, al parecer, también había recordado lo mismo. Su rostro ya no estaba tan impasible como segundos antes. Había pesar, incomodidad y enfado.




Abe regreso durante la tarde a la salita para avisar que todo estaba listo y dispuesto para que viajara mañana. Se había comunicado con Sydney y ella iba a acompañarme.

Nos reuniríamos en un hangar privado de Abe para realizar el vuelo en una de sus avionetas. Pasaría a buscarme para llevarme hasta el lugar al día siguiente.

Llego la hora de despedirnos.

Lissa se aferró a mí, apretándome con una fuerza que no le conocía.

- Prométeme que vas a cuidarte y que vas a estar de regreso muy pronto- me dijo.

- Te lo prometo- dije, mientras le acariciaba el cabello que caía por su espalda-. Y tu prométeme que vas a dejara a todos esos Morois de la corte descerebrados con la boca abierta ante tus aptitudes de mando.

Lissa se aparto un poco para mirarme a la cara. Estaba sonriendo.

- Te lo prometo.

Christian iba a darme la mano, pero luego se decidió por abrazarme.

- Ten cuidado- dijo.

- Lo tendré. Cuida de mi amiga en mi ausencia.

- Tengo unos cuantos buenos trucos bajo la manga para ello- Christian agito sus dedos frente a mi rostro y pequeñas llamas salieron desde las puntas.

- Te creo.

Los chicos salieron hacia el frente de la casa. Lissa iba del brazo de Christian y de Adrian. En la sala sólo quedábamos Abe, Dimitri y yo.

- Esperare afuera- dijo Abe mirando a Dimitri-. Nos vemos mañana- dijo luego mirándome de una manera más dulce.

- Hasta mañana.

Se hizo un silencio cargado en el aire dentro de la cabaña. Podíamos escuchar como los afuera reían por algún comentario.

- ¿Tú no vas abrazarme?- pregunté. No creía que fuera hacerlo, aunque si lo deseaba.

Dimitri se acercó con lentitud hasta mí, quedando a sólo unos cuantos pasos de distancia. Levantó una mano y la llevó hasta mi cabello, agarrando un mechón entre los dedos. Recordé cuantas veces él lo había tomado del mismo modo y como parecía gustarle siempre.

Se quedó con la vista pegada allí unos segundos y luego sus ojos fueron directo hacia los míos. Había tantas emociones en esos ojos que no me dio tiempo de empezar a enumerarlas o a reconocerlas. Había tantas palabras sin decir.


Era como si no pudiéramos quitar la vista el uno del otro.

- Vuelve.

Eso fue todo lo que salió de sus labios, con su acento marcado, antes de soltar mi cabello y darse la vuelta para encontrarse con el resto del grupo.

Me quede de pie en la puerta. Lo único que pude hacer fue fingir una sonrisa y elevar un brazo para despedirlos mientras se alejaban en la típica SUV blanca de vidrios tintados.

Adrian se giró desde su puesto en el patio hacía mi y sonrío. Caminó con las manos en los bolsillos hasta llegar donde me encontraba en el umbral de la puerta.

- Parece que ahora somos sólo tú y yo.

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